La crisis va a empeorar las condiciones de trabajo. Tendrá efectos nocivos de gran alcance para quienes se incorporen al mercado laboral y contra los asalariados en general. Según una evaluación de la OIT se estima que entre 5,3 y 24,7 millones de personas perderán su empleo, mientras que 22 millones fueron los despedidos por la crisis financiera mundial de 2008-2009.
La OIT también estima que en todo el mundo entre 8,8 y 35 millones de personas más estarán en situación de pobreza laboral, frente a la estimación original para 2020 que pronosticaba una disminución de 14 millones a nivel global.
Se prevé, además, un aumento exponencial del subempleo, puesto que las consecuencias económicas del brote del virus se traducirán no solo en reducciones de las horas de trabajo y de los salarios, sino también en desplazamientos a otras areas laborales.
Actualmente el Capital se reestructura, sometiendo a la clase proletaria bajo la premisa humanitaria, para adaptarse a las necesidades de acumulación y reproducción.
La destrucción capitalista crea nuevos productos y oportunidades de mercado, como por ejemplo el sector de la biotecnología, que hasta ahora está extremadamente concentrado en Asia, especialmente en Israel. Las entregas a domicilio se están expandiendo y también el comercio por internet creció a tal punto que llevó a Amazon, por ejemplo, a iniciar la búsqueda de 100.000 trabajadores más para sus almacenes en Estados Unidos con el fin de hacer frente a la creciente demanda.
También el “trabajo en casa” se está popularizando. Los portales de internet brindan información y consejos para armar la oficina en el hogar. Sin duda será más barato tener empleados trabajando desde casa que en el lugar de trabajo, mientras un software hace posible un monitoreo efectivo.
Más allá de quién paga y arriesga su vida en esta crisis, que no es menor, las patronales están empeorando de modo sistemático las condiciones de trabajo en los llamados “trabajos esenciales”. En todos los casos, se aplazan las negociaciones salariales y de condiciones de trabajo, las cuales se flexibilizan de modos impensados. Se preparan reducciones de sueldo y aumentan las suspensiones.
La OIT también estima que en todo el mundo entre 8,8 y 35 millones de personas más estarán en situación de pobreza laboral, frente a la estimación original para 2020 que pronosticaba una disminución de 14 millones a nivel global.
Se prevé, además, un aumento exponencial del subempleo, puesto que las consecuencias económicas del brote del virus se traducirán no solo en reducciones de las horas de trabajo y de los salarios, sino también en desplazamientos a otras areas laborales.
Actualmente el Capital se reestructura, sometiendo a la clase proletaria bajo la premisa humanitaria, para adaptarse a las necesidades de acumulación y reproducción.
La destrucción capitalista crea nuevos productos y oportunidades de mercado, como por ejemplo el sector de la biotecnología, que hasta ahora está extremadamente concentrado en Asia, especialmente en Israel. Las entregas a domicilio se están expandiendo y también el comercio por internet creció a tal punto que llevó a Amazon, por ejemplo, a iniciar la búsqueda de 100.000 trabajadores más para sus almacenes en Estados Unidos con el fin de hacer frente a la creciente demanda.
También el “trabajo en casa” se está popularizando. Los portales de internet brindan información y consejos para armar la oficina en el hogar. Sin duda será más barato tener empleados trabajando desde casa que en el lugar de trabajo, mientras un software hace posible un monitoreo efectivo.
Más allá de quién paga y arriesga su vida en esta crisis, que no es menor, las patronales están empeorando de modo sistemático las condiciones de trabajo en los llamados “trabajos esenciales”. En todos los casos, se aplazan las negociaciones salariales y de condiciones de trabajo, las cuales se flexibilizan de modos impensados. Se preparan reducciones de sueldo y aumentan las suspensiones.
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