domingo, 23 de octubre de 2016

VENGANZA POR MANO PROPIA

La Justicia y la ley divina proceden condenando al individuo y no a la sociedad de la que forman parte. Determinados por esta noción se procede a encarcelar o castigar a una persona antes que a cambiar la sociedad que nos condena a ser lo que somos. Así es más fácil, pero no cambia nada y nos convierte en monstruos.

En Zárate un carnicero sufrió un robo y luego salió con su auto a perseguir a los dos ladrones que escapaban en moto. Logró atropellar a uno, que murió tras horas de agonía. En el medio, un grupo de vecinos se encargó de insultar, golpear y —modernidad obliga— filmar toda su violencia para poder compartirla a sus "contactos" de las redes. En TV y portales de noticias recogieron y circularon el video para regocijo del morbo ciudadano. Los decentes, festejando la muerte, se reían sobre atropellar con el auto a otras personas, haciendo chistes sobre la pena que les daba el auto que se había arruinado, afirmando la superioridad de la cosa por sobre la persona.

Dos semanas antes, también en Buenos Aires, un médico mató a quien quiso robarle el auto. Como éste tenía caja automática, no lo pudo arrancar, dándole tiempo al dueño del auto para buscar un arma, disparar y darle muerte. «Ahora te matan por un celular»: de tanto repetirlo se lo creyeron, es la profecía autocumplida.

Lenta y gradualmente nos han sometido a una situación de crisis permanente, a una urgencia siempre presente. Con la misma lógica de las situaciones de guerra, la “cuestión de la inseguridad” es sí o sí prioritaria, y todo lo demás pasa a un segundo plano, incluso la responsabilidad personal y colectiva. Se pierde gradualmente el sentido de por qué hacemos lo que hacemos y por qué no hacemos otras tantas cosas. Todos juzgan y opinan rápidamente, no hay tiempo para pensar. Desde el vecino que aguarda participar en un linchamiento hasta el presidente de la nación. «Quiero decir que más allá de toda la reflexión que tenga que hacer la Justicia en la investigación, si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad, él [el carnicero] debería estar con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar en todo lo que pasó», dijo Macri.

Desde el gobierno se avala y alienta la mano dura, la llamada justicia por mano propia. Sobrepasados por el delito, solicitan la colaboración de los ciudadanos, dando piedra libre a quien quiera y pueda: retener a un ladrón hasta que llegue un patrullero, lincharlo o hasta asesinarlo. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ladró como vocera del Estado: «nosotros no queremos que las víctimas se transformen en victimarios; no hay que perder de vista que la víctima fue el médico, que es la persona que fue robada y atacada. No nos confundamos».

Un poco de pragmatismo y otro poquito de demagogia para su franja de votantes. Se deben a su público y en este show deben cantar lo que los fans les pidan. Pero como en todo show, hay gustos variados e intérpretes para todos ellos. Incluso hay rivalidades para entretenerse y que no cambie nada. Mientras tanto, «la muerte no acaba, sucede todos los días, tanto en un asalto a mano armada, donde el asaltante valora tan poco su vida que no distingue entre la vida y una cartera, como en un “accidente” laboral donde el patrón prefiere sacar mayores ganancias relegando la seguridad de sus empleados. Sus manifestaciones son muchas: accidentes de tránsito, abortos clandestinos, una explosión por negligencia, sobredosis de drogas, desnutrición, envenenamiento por agrotóxicos, gatillo fácil e innumerables otras. La realidad es que, si bien nos venden todas estas muertes como casos aislados, proceden de lo mismo, del dinero por sobre la vida, de un sistema en el cual la vida no es más que mercancía, cuantificable, clasificable y prescindible, como cualquier otra mercancía de cualquier góndola del planeta». (1)

¿DEFENDER A LOS DELINCUENTES?


Cuando nos oponemos a pedir más mano dura somos acusados de defender a los delincuentes, no solo por la burguesía sino también por otros explotados y oprimidos. Si bien como clase somos los que principalmente padecemos los asaltos o la preocupación por zafarlos, esto no puede justificar cualquier cosa. Cuando los explotados no pelean contra los explotadores pelean entre ellos mismos. Y la publicidad del "trabajador honrado" que pide mano dura es la coartada que precisan ciertos sectores de la burguesía para poder implementarla.

En los barrios y en los ámbitos de trabajo se habla con total naturalidad de un “ellos” que hace referencia a un difuso grupo de personas de tal rango de edad y cierta estética. Todos son considerados delincuentes o potenciales delincuentes. El “nosotros” haría referencia a la gente honrada que va a trabajar y es asaltada en la bici, la moto o en la parada de colectivo. La pena es que esa gente honrada ya se acostumbró a toda la forma de mierda de vivir bajo el capitalismo y solo se asombra por lo reciente e inmediato. Quizá un día se acostumbren a ser asaltados camino al trabajo como se acostumbraron al trabajo, al patrón, a la rutina y al reloj, es cuestión de paciencia.

Pero para esa masa hay un enemigo aún mayor: «los de los derechos humanos». Ellos son los responsables de que pibes de doce años no cumplan condena como un mayor y son también los que entorpecen permanentemente con minucias el trabajo de “La Justicia”. Desde el igualmente abstracto discurso del derecho, el progresismo legalista enfatiza que el sujeto del crimen no es “el otro”, sino que el crimen emerge del seno mismo de la sociedad.

Sea el enemigo externo o interno, tanto manoduristas como garantistas suelen suponer que este problema emerge de la ausencia del Estado; al contrario, lejos de todo pensamiento idealista, es su presencia la responsable de la organización del delito y el mantenimiento de las condiciones que lo hacen posible. Mediante jueces, policías, políticos y funcionarios gestiona el narcotráfico, la trata de personas, libera zonas y permite robos de toda escala.

En la última y multitudinaria marcha, cuya convocatoria rezaba «Todos juntos vamos a lograr que reaccionen quienes tienen que cuidarnos», se solicitaba al Dios Estado que cuide de sus fieles. Allí Luciana Escobar, hermana de Gerardo "Pichón" Escobar, pudo advertir ante el reclamo de más policías que los asesinos y torturadores de su hermano eran de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, estas palabras son minoritarias ante la turba que incluso sabiendo de la participación de policías en el delito pide más. ¿Quién entonces defiende a los delincuentes?


Notas: 
  1. David vs. Goliat, La Oveja Negra nro.15, abril de 2014. Hace más de dos años un grupo de personas linchaba y mataba a David Moreira en el barrio donde se encuentra la biblioteca. Nosotros publicábamos este artículo, que lamentablemente continúa teniendo vigencia. Hoy no hay detenidos por tal asesinato, no es asunto nuestro, pero como dirían los mismísimos linchadores: «entran por una puerta y salen por la otra».

HABLANDO CON LAS PAREDES: «NINGÚN SER HUMANO ES ILEGAL»

Cada cierto tiempo las miserias que viven los inmigrantes asoman su rostro espantoso en nuestra cotidianidad en razias represivas contra indocumentados, la muerte de miles de desplazados, el “descubrimiento” de talleres de trabajo cautivo, cuando no en la crónica tendenciosa que los ubica como la fuente de los males sociales que invaden la venerada nación ciudadana.

Esta realidad no ha de provocar menos que solidaridad de quienes nos asumimos pares de estos migrantes forzados. Si bien el ser humano ha debido moverse a través del territorio desde hace cientos de miles de años, este movimiento de supervivencia que podríamos tildar de natural, hoy es determinado por la economía.

«Ningún ser humano es ilegal» entona una verdad demasiado grande para este mundo: no hay ley capaz de contener nuestra humanidad, haciendo eco en lo absurdo del orden existente que delimita cómo movernos y vivir en sociedad.

Cobra una elocuencia indiscutible en la voz de los reclutas griegos cuando dicen «¡No combatiremos, no reprimiremos, no perseguiremos a los inmigrantes!». Pero la solidaridad y el proyecto de dar sentido y fuerza a la comunidad de lucha mundial también se nutre en la intimidad de nuestras acciones cotidianas, donde dejamos de distinguirnos por lugar de origen, color de piel u otra distinción que en su aspecto ideológico nos divide, separa y clasifica. Nuestras manos deben tener fuerza para el combate así como para alimentarnos y contenernos colectivamente en un mundo perverso y desarraigado.

Pero como todo en este reino de la mercancía, esta afirmación contiene un sentido capaz de ser subsumido por aquellos reformistas, recuperadores de lucha y gestores de la miseria que buscan regular la inmigración afirmando el orden social existente. Es ahí cuando «ningún ser humano es ilegal»(1) resuena demasiado parecido a «todo ser humano es legal y portador de derechos»: derechos para consumir y libertad de movimiento para ser explotados, faltaría añadir. Y esas sutilezas también las debemos combatir por el fin de todo lo que nos separa y destruye.


Notas: 
  1. Manifiesto de los reclutas griegos, Red de Soldados Libres “Spartakos”– Comisión de Solidaridad Militante. Octubre de 2015.

ZEKI IN AETERNUM

Recibimos estas palabras desde la Biblioteca Subversiva Crimental (Xixón, Asturias). Va por los compañeros de allá, por los de acá, por Zeki y por todos los compañeros anónimos que luchan día a día contra el Estado y el Capital, por la comunidad humana:

El 4 de septiembre del 2016, el corazón de nuestro compañero Zeki dejaba de latir. Su cuerpo sucumbía ante una enfermedad contra la que luchaba desde hacía tiempo y que finalmente apagó su gran fortaleza y energía. Ni queremos ni podemos dejar pasar su muerte sin decir algunas cosas. Pero que no se nos entienda mal. El que espere leer aquí la inagotable enumeración de elogios que se escribe tras la defunción de un ser querido, o busque una fuente para avivar el sentimiento de nostalgia, se equivoca. Nuestro compañero mismo no nos lo permitiría. Y nosotros tampoco. Si conocimos a Zeki, si consolidamos fuertes y sanos lazos humanos con él, si compartimos todo tipo de momentos y sentimientos, si hasta el último momento, hasta que ya sus fuerzas se encontraban terriblemente debilitadas, nuestro compañero nos eligió para tenernos a su lado, ello se debió sobre todo a lo que nos unía: la lucha por la vida, la lucha por abolir la sociedad de clases, la revolución social. No puede ser más que desde esa perspectiva que escribamos estas líneas, no para dedicarle un texto a nuestro compañero, sino para afirmar con él ante su muerte esa perspectiva y expresar que siempre permanecerá presente allí donde nuestra clase se rebele y se organice. Su acción militante se funde ya con la de millones de combatientes anónimos que nutren la historia del proletariado mundial y las filas de la revolución. Esa acción militante también está presente en estas líneas que hoy escribimos tras su dolorosa pérdida. Nuestra intención es denunciar su enfermedad y muerte como una consecuencia de la sociedad actual; denunciar todas las falsas soluciones y alternativas que este mismo sistema genera, y reivindicar una vez más junto a él, que no hay otra alternativa a todos los problemas sociales que la revolución social.

Así es, para nosotros es totalmente claro que la enfermedad que lo mató, el cáncer, no tiene nada de natural ni de individual sino que como muchas otras enfermedades y catástrofes que hoy padecemos es producto de la relaciones sociales capitalistas que en forma cada vez más brutal se contraponen a toda la vida en el planeta.(…)

Pero no solo es esa enfermedad generada por la catástrofe capitalista la que mató a nuestro compañero. La ciencia, materializada en este caso en la medicina, aportó su buen sacado de arena. Efectivamente, ante la enfermedad generalizada que sufre la humanidad, el capital responde con más veneno. La medicina, siguiendo las directrices de la ciencia, cuyos conocimientos y fundamentos han sido históricamente determinados por la dictadura del capital, aplica todo tipo de métodos y “sanaciones” que debilitan aún más la salud. Sustancias tóxicas, experimentaciones, mutilaciones y un largo etcétera de barbaridades, son la moneda de curso corriente. Con nuestro compañero sufrimos todo este proceso, discutimos las contradicciones, peleamos contra todo tipo de dificultades para tratar de asumir colectivamente esa lucha. Todo ese proceso nos refuerza en nuestra crítica a la ciencia.

Pero no nos olvidemos de las “alternativas”. Hay “alternativa” para todo. Para la contaminación, para la alimentación, para el trabajo, para el aislamiento, para la vida cotidiana y, por supuesto, para la salud y la medicina. Como en todos los demás terrenos, con la enfermedad de nuestro compañero volvimos a constatar que en la medicina todas esas alternativas no pueden ser otra cosa que más de lo mismo. Es evidente que hay toda una resistencia milenaria de la humanidad a la dictadura del valor en todos los terrenos sociales, y que es parte inseparable de nuestra comunidad de lucha, pero aislada de esa comunidad, presentada como una solución en pleno capitalismo, como una alternativa real, no hace más que salvaguardar esta sociedad. El capitalismo es una totalidad, no hay escapatoria en este cementerio, no hay alternativa real salvo la revolución. La más mínima necesidad humana pide a gritos la revolución. Uno puede, en ocasiones, tratar de alimentarse de forma menos nociva, intentar tener la mente menos intoxicada, tratar de castigar menos el cuerpo, intentar trabajar lo menos posible… pero de ahí a creer que por hacer esto se está trazando una alternativa… El problema de la humanidad es social, no individual. En la salud, como en todo lo demás, quien individualiza el problema está ocultando consciente o inconscientemente la raíz social del mismo.

Todo esto que vivimos con el compañero desde que conoció su enfermedad nos recordó ese ABC de la lucha revolucionaria. El capitalismo es una totalidad que se contrapone a la vida, no hay alternativa posible en su interior, no hay exilio posible. Solo la revolución proletaria puede imponer las necesidades humanas y destruir todo este viejo mundo. Solo las tareas que sirven realmente a esas perspectiva histórica son verdaderamente importantes. En esas tareas la existencia de nuestro compañero perdurará para siempre. El proletariado, la comunidad de lucha, no es una suma de individuos, es un ser colectivo que rompe todas las barreras temporales y geográficas. En ese ser colectivo el corazón de nuestro compañero sigue latiendo con fuerza, sigue acelerándose allí donde se conspira contra el capital y el Estado, allí donde se azota a la burguesía, al reformismo, a la democracia, al progreso, a la ciencia y a todas y cada una de la expresiones del capital, sigue enamorándose allí donde el humo de la revuelta advierte que hay vida antes de la muerte y clama por recuperar su lugar. Con su pérdida se nos va un pedacito de nuestra vida, pero también él nos entregó con generosidad un buen pedacito de la suya que nos acompañará siempre y nos impulsará en esta inmensa e interminable batalla que tarde o temprano mandará toda esta mierda al basurero de la historia.

Compañero Zeki… ¡presente!

EL GESTO TERRIBLE

Donde estemos, la impotencia siempre nos inclina frente a un abismo. No sabemos qué hacer. Es imposible ver el fondo de la cosa. Lo que sí es posible y prudente según los negociadores oficiales del trabajo ajeno es hacer un pequeño reclamo por ahí, una movilización de una plaza a otra, evaluar las condiciones para el paro general, y así interminablemente.

La CGT asegura que, frente al ajuste, el paro nacional "sigue latente" y la CTA que hay que evitar un paro de tal magnitud y convocar a mesas de diálogo. Ambas acuerdan en que el gobierno negocia con los empresarios y no les da la importancia que se merecen en la mesa. Se entiende, el sindicalismo argentino no es ni siquiera un obstáculo, las corrientes de la democracia se acostumbraron a rodearlo y pasan sin tocarlo. Pero igual organizan marchas, ahora, literalmente procesiones: en agosto caminaron trece kilómetros para ir a protestar a Plaza de Mayo y partieron desde la parroquia de San Cayetano. Su defensa del orden social capitalista al lado de la iglesia católica es también un signo mortal.

Por otro lado, lejos del repugnante ambiente de las cúpulas sindicales, existe un pensamiento ampliamente difundido los últimos 50 años, en el que el problema son los "dirigentes traidores" que se enriquecen y, por lo tanto, hace falta una comisión menos "directiva" y más "de lucha". Imposible no sonreír cuando lo repiten estudiantes, pero también es usual en jóvenes prestos a ser absorbidos por el sindicato. Este ánimo de lucha es generalmente frustrado al ver que los sindicatos se rigen por una serie de leyes que, naturalmente, limitan al nivel de anular la libertad de iniciativa en el lugar de trabajo. Luego, cuesta creer que en el ambiente del sindicalismo argentino quede alguien tan inocente. En todo caso, el fuerte polo constituido por el gobierno, sindicatos y empresarios, cuenta con un gran abanico de tácticas preventivas y represivas.

Está claro: no luchar es morir, suicidarse con un arma sin nombre. Por eso hay sectores que luchan, a pesar de las organizaciones que los encuadran por ley. Eso sucede en muchos ambientes de la lucha social, porque ésta no solo excede el encuadre estatal, sino que lo precede.

Con esto queremos decir que es importante la agrupación, la asociación que los explotados establecemos para la lucha, y que ésta necesariamente incluye una relación directa con la finalidad que proyectamos. Por ejemplo, si lo que se busca no es acabar con la miseria, sino sencillamente administrarla, un medio eficaz podría ser una coordinación multisectorial con empresarios, políticos y sindicalistas preocupados en hacer buena letra, dar un amplio margen de gobernabilidad y diálogo en vista a las elecciones legislativas del año próximo. Esta unidad de acción, por otro lado, existe y es en contra de los explotados.

Si, al contrario, lo que buscamos es desterrar la miseria, escapemos de los que recitan decretos como un rosario para decirnos «antes estábamos mejor», a los que viven de nuestra infelicidad; alejémonos de los políticos y sindicalistas profesionales y si, siendo autores de una protesta, nos encontramos en semejante ambiente, actuemos como domadores de animales feroces, arranquemosles los dientes a los agentes de la burguesía. Para avanzar en ese sentido de emancipación social hay que dar la espalda al horizonte del presente, esto es necesario. La vida, en su camino de misterio va a seguir arrojándonos malos momentos, el dolor y los problemas de seguro van a seguir ahí dándonos forma. Pero al menos, intentemos aumentar la hermosura de nuestro destino extendiendo la acción revolucionaria, más allá de todos los engaños y promesas de esperanza que hay en el ambiente.

MEMORIA: OLIMPIA

…era el nombre del nefasto batallón. Atletas de la infiltración. Cracks de la tortura. Campeones de la metralla.

Corría octubre del 68, América Latina iba a ser por primera vez sede del megaevento deportivo por excelencia, los Juegos Olímpicos. Por si fuera poco, dos años después se venía el Mundial de Fútbol. ¡Qué despliegue de logística! ¡Qué orgullo para esa burocracia priista! ¡Qué posibilidad histórica para la creciente burguesía mexicana!

Pero el 68 no era cualquier año, en todo el mundo soplaban aires de revuelta y las y los proletarios que vivían en México no estaban para nada dispuestos a sumarse a los festejos. No había ánimos de bufonear a los turistas, atletas y burócratas del Comité Olímpico Internacional. El grito en las calles era: ¡no queremos olimpíadas, queremos revolución!

El ministerio deportivo del Estado mundial no quería ningún tipo de problemas durante el ritual mes olímpico. Y el gobierno mexicano cumplió con su deber. Formó su grupo paramilitar, alistó a su ejército y dispuso a su policía política. Todos emplazados por el bien del juego capitalista. ¡Más rápidos, más altos, más fuertes!

El dos era un día clave en el creciente movimiento social. Hacía más de un año que los campus y bachilleratos eran un hervidero. Marchas todas las semanas, tomas, detenidos por centenares, decenas de episodios de violencia con las fuerzas represivas. Un movimiento inteligente, persistente, que operaba con celeridad en sus lugares de estudio–trabajo y cuando tomaba fuerza golpeaba duro.

Diez días antes del comienzo de los Juegos, una vez más ¡todos a Plaza Tlatelolco!

Pero ese día fue distinto, ese delicado equilibrio de escaramuzas se encontró con un límite. Desde los diferentes puntos de control policial se encendieron bengalas y, minutos después, lo mismo sucedió desde un helicoptero. Era la señal pactada. Trescientos, doscientos, treinta y cuatro o cuarenta y tres… cuerpos de hermanos y hermanas atravesados por el plomo frío yacían en la plaza. Los tiradores rápidamente apresaban a quienes osaban quedarse en el área y retiraban los cuerpos, llevándoselos en camiones de basura.

El doce —peculiar día eligieron— la XIX Olmpíada de Verano, la «Olimpíada de la Paz» comenzaba. La celebración máxima del internacionalismo burgués iniciaba como si nada hubiera ocurrido.

Los 60 comenzaban a apagarse… Y el deporte cumplía un rol no menor como arma defensiva en esa épica victoria burguesa. Un año después, la Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador enterraba a los proletarios revolucionarios de ambos países bajo las bombas y el fervor nacionalista–religioso–deportivo. En los años subsiguientes, los estadios de Chile, Brasil y Argentina alternaban sus funciones de concentración de prisioneros y escenarios de espectáculos de masas. Y como bien sabemos, unos gritos silenciaban otros…

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Para profundizar en la crítica del deporte recomendamos los dos programas especiales realizados este mes en Temperamento Radio. Escuchalos en temperamentoradio.blogspot.com

viernes, 21 de octubre de 2016

Panfleto: NOS ESTÁN MATANDO

Nos están matando. En nuestras casas, en el trabajo, en las escuelas, en las comisarías, en la calle. Nos matan a los golpes, linchados, violadas, empaladas, desangradas, torturadas, envenenados, empastillados, encerradas, enfermos, depresivos. Nos matan porque es fácil, porque se puede, por portación de cara, por mujeres, por pobres, por putas, por salir a la calle, por querer tener sexo, por negarnos. Nos matan porque sobramos, en un mundo donde la ganancia es más importante que la vida, donde sometidos aprendimos a vendernos como mercancías y a ser tratados y a tratar a los demás como objetos, como medios para alcanzar un fin, como si fuésemos cifras cuantificables, como lo es todo en este sistema de muerte. Nos matan porque nuestra humanidad y vitalidad son opuestas a esta vida de miseria y porque son el germen de su destrucción.

El asesinato brutal, misógino y antihumano de Lucía en Mar del Plata es una chispa que desata la rabia, la frustración, el asco, el odio y la necesidad de terminar con esta masacre despiadada. «Paro cardíaco por empalamiento anal» realizado por hombres normales —y no monstruos—, hijos sanos del Capital, que tuvieron la frialdad de lavar el cuerpo y llevarlo a un hospital. Se responde con indignación y con una rabia masiva, aun en un necesario clima de catarsis, luego de siglos de invisibilización que sale de casa a la calle, de la conversación al grito, del aislamiento a juntarse masivamente en marchas autoconvocadas.

Sin embargo, cada caso se trata de manera aislada, y los dedos señalan al Estado en su supuesta ausencia, al gobierno de turno, a los medios de comunicación, a las políticas educativas, como si algo pudiera cambiar profundamente acudiendo a la legalidad o a través de nuevos discursos integradores. Algunos piden justicia y más intervención estatal, más policía, que se cumplan las leyes, que la democracia “funcione”. La democracia funciona. El Estado y su policía garantizan la trata a nivel nacional.

Otros, comprendiendo que poco se logra pidiéndole a los mismos opresores, apelan a sus semejantes a través de pintadas. Entre muchas que solo refuerzan posturas identitarias, hay muchas otras con la verdadera intención de poner en común, reflexionar, agitar, denunciar y desahogarse. Del mismo modo, salir colectivamente a la calle, saca de la esfera privada lo que nos quieren hacer tragar que son problemas particulares, personales, en los que no habría que meterse.

Por otro lado se pide la integración de nuevos contenidos en las escuelas, que se instruya a los niños para que sean mejores ciudadanos que sus padres, para que no roben, no maten, no violen ni sean violados, pero al mismo tiempo para que trabajen obedientes sometidos a una vida de miseria. ¿Cómo es posible enseñar a un niño a no violar y a no ser violado, si al mismo tiempo se le enseña a ser un empleado sumiso, eficaz y obediente, o por el contrario, un exitoso patrón? ¿Hasta qué punto puede esto funcionar, si la instrumentalización de la vida está presente en todos los momentos de nuestra existencia, en cada aspecto de nuestra vida cotidiana?

La misma sociedad indignada por estas cuestiones es aquella que cada domingo propone en los estadios de fútbol la violación como una amenaza: «Los vamos a coger», «les vamos a romper el orto». Aquella que concibe la sexualidad como instrumento de poder, es la misma que se horroriza cuando ocurren estos “excesos” que no salen de la lógica diaria. Mientras tanto, cada vez más personas comprendemos que lo personal es lo social, y que una de las llamas que permiten dar calor a la lucha por acabar con esta penosa existencia es poner en cuestión todas las relaciones sociales en las que existimos. No luchando por un nuevo mal menor: que maten y agredan a menos mujeres… Cuando decimos «ni una menos» es enserio.

La desoladora realidad que nos toca a todas las explotadas y explotados no va a cambiar ni con mejor y más educación, ni pidiendo justicia, ni haciendo más pintadas (y esperando que los obedientes las toleren), ni abocándonos a la especificidad de alguna minoría oprimida ni alentando a la venganza. Y no es porque estemos en contra de la venganza, ésta es la respuesta que tenemos más a mano como individuos que no aceptamos pasivos la brutalidad, sin embargo sabemos que aislada no soluciona nada. La salida al problema no es cuantitativa, no porque más personas violadas maten a sus violadores la situación va a cambiar, no porque más mujeres pinten más paredes la realidad va a ser mejor. Además de dejar salir nuestra bronca, de expresar la violencia en lo inmediato, también tenemos que pensar en lo que hay detrás de todas estas violencias individuales, pensar en la violencia general, en las condiciones generales que la permiten, por qué se genera y cómo destruirla. Esto es tan o más urgente como matar al que nos mata. Lo que hace falta es ir a la raíz: se trata de destruir las condiciones materiales que reducen nuestra vida a un producto aprovechable o prescindible según las circunstancias, la instrumentalización de nuestros cuerpos y su sometimiento a las necesidades de este sistema que nos deshumaniza y atomiza hasta la muerte.

Boletín La Oveja Negra.
Rosario. Octubre de 2016.

Descargar panfleto en pdf (alentamos su copia y difusión)

domingo, 16 de octubre de 2016

Recomendamos: PALABRAS DE LUCHA HACIA LA RAÍZ

[Este panfleto fue repartido por las calles de la ciudad de Rosario en Octubre de 2016 en el marco de Encuentro Nacional de Mujeres]

En los últimos años asistimos a todo un movimiento social que aborda la “cuestión de la mujer” desde distintas ópticas, vértices y formas. Así, libros, páginas webs, agrupaciones de todo tipo, marchas, programas de televisión, diarios y también los ámbitos cotidianos hacen presente este tema, generan opinión, debates, algunos encuentros y desencuentros.

Esta cuestión muchas veces se presenta aislada del resto de las problemáticas con que nos encontramos cada día sobre–viviendo en el capitalismo. Sin desconocer las particularidades y especificidades, es importante luchar contra la lógica capitalista, casi como una advertencia, al momento de pensar estas realidades.

La ideología dominante nos dice que el capitalismo siempre estuvo acá, que siempre hubo escuelas, que siempre trabajamos y morimos en los trabajos, siempre formamos familias, parejas monógamas y heterosexuales y que, además, siempre hubo una diferencia radical entre una esfera pública y una privada, en la cual los problemas “personales” e “íntimos” no tienen origen social (son naturales) y, por tanto, son problemas individuales y deben ser solucionados de esa forma.

Tirando por tierra toda esta basura, podemos empezar a pensar desde una perspectiva que no atomice los problemas, sino que los historice y los ponga a jugar como parte de lo que son: un sistema de muerte, de ganancia y valorización constante en el que las necesidades y padecimientos de los seres humanos no son relevantes. Porque el capitalismo no es solo un modo de producir objetos–mercancías, es una relación social y como tal se ha desarrollado y modificado a lo largo de la historia, moldeando la explotación de todos y los vínculos que establecemos, impregnando incluso aquellos ámbitos o actividades que parecieran escapar a la lógica capitalista.

La mujer ha sido explotada y subordinada por el capitalismo desde sus inicios y de distintas formas a lo largo de la historia. Este desarrollo no es lineal ni exento de contradicciones. El Capital y el Estado fueron diseñando ideales y roles femeninos diversos según sus propias necesidades, sostuvieron y reforzaron la subyugación e invisibilización del trabajo doméstico de la mujer, naturalizándolo al mero rol femenino en un “equilibrio armónico” con el masculino, ambos necesarios al sistema productivo. Acompañando este proceso se separó hombres de mujeres y se los enfrentó en polos opuestos y funcionales. El hombre como trabajador fue el administrador principal del salario que repartía en el seno familiar para la reproducción de la futura fuerza de trabajo. Por lo tanto, se lo concibió como el protagonista principal de la producción social. Sin embargo, la reproducción de la sociedad capitalista corrió por cuenta de todos los explotados y explotadas.

Esto no ocurrió siempre del mismo modo, antes hubieron de sucederse otras muchas separaciones en la reproducción de cada ser humano y de la sociedad en su totalidad. La tierra y los cuerpos fueron sometidos al principio de la propiedad privada, enajenados y regulados desde la Iglesia y el Estado.

La división social del trabajo, los ciclos históricos de exclusión e inclusión de la mujer en el mercado de trabajo asalariado, la caza de “brujas” y la imposición de atributos diabólicos que culminarían en su contrario, en la mujer virginal y pasiva, determinaron los roles adecuados al proyecto de sociedad que se instauraba a la fuerza. Yendo un poco más lejos aún, hoy encontramos otro rol que coexiste y que presenta a una “supermujer” que mientras no abandona su “vocación” maternal en la esfera privada, busca posicionarse, en la esfera pública, como profesional exitosa y que aprendió a ciencia cierta lo que el sistema dicta: pisotear cabezas, ser egoísta y competir en el sistema.

Votar, tener un salario y, por lo tanto, penetrar en el mundo de la explotación laboral —el tiempo muerto en el que nuestra vida depende de un horario, un patrón y obligaciones impuestas para poder consumir lo que el mercado nos ofrece—, ser profesionales, formar parte de las fuerzas represivas del Estado, son actividades que a lo largo de estos años nos han ido incorporando. Todo lo cual encima es propagandeado como un cambio en la sociedad, como un logro de las mujeres, como si nos susurraran al oído: «¡Muy bien! Pueden ser iguales a nosotros. Nuestro mundo es la única realidad posible, gracias por sumarse a contribuir a su crecimiento».

Mucho se ha dicho y se ha hecho en pos de la “liberación de la mujer”, mucho de eso sigue significando una mejor integración y adaptación en este mundo impuesto. La liberación y resistencia de la mujer ante un sistema que la necesita aplacada luchando por una ilusión de empoderamiento muy difícilmente podrá escapar de la lógica capitalista.

No se trata de estar agradecidas al sistema por permitirnos vendernos igual que los hombres en el mercado laboral o romper un poco el esquema psíquico de la pasividad que nos han inculcado resquebrajando el rol que nos impusieron para acomodarnos al siguiente que nos darán.

Sabemos que estos roles y relaciones sociales en las que estamos inmersas no están aquí desde siempre y no son eternas. Podemos destruirlas. Esa ha de ser la base que nos permita reflexionar sobre las particularidades de este tema y su imbricación con la totalidad del sistema que nos oprime.

Sabemos que las condiciones a las que nos enfrentamos no son nada sencillas y nos movilizan a preguntarnos muchas cosas: ¿Queremos mejorar nuestras condiciones en lo inmediato? Sí, claro, no queremos ser encarceladas por abortar, tratadas como cuerpos–objetos a los que violar y traficar, usadas para publicitar mercancías y otras tantas aberraciones. Pero, ¿para qué nos sirve pedirle al sistema que nos reduce a estos roles, nos encarcela y subyuga que cambie esta situación? ¿Por qué no pensar en la posibilidad de superar de raíz este estado de cosas? Son estas condiciones las que nos impulsan a luchar y es en la lucha donde vamos encontrándonos e inventando algunas respuestas. La imaginación y la creación son nuestras, destruyamos esta realidad y construyamos el horizonte que queramos.

Rosario. Octubre de 2016.
Contacto: palabrasdelucha@riseup.net