domingo, 19 de abril de 2015

1° DE MAYO ANTICAPITALISTA, INTERNACIONALISTA Y REVOLUCIONARIO

Otro primero de mayo nos encuentra conmemorando la lucha de aquellos trabajadores de Chicago que en 1886 dejaron sus vidas por lo que creían urgente y necesario: la lucha contra la explotación del Capital.

Hoy, aún sentimos esa urgencia y esa necesidad de luchar contra lo que nos oprime y explota día tras día desde hace siglos, de luchar por destruir completamente de una vez y para siempre este sistema que produce valor a costa de nuestras vidas y nuestra humanidad.

¿Por qué creemos indispensable que en este primero de mayo nuestra lucha se afirme en su carácter internacionalista, anticapitalista y revolucionario?

Como proletarios sabemos que no tenemos patria, que lo único que nos puede hacer fuertes para vencer a nuestro enemigo es reconocernos como clase antagónica al Capital, una sola clase de explotados en todo el mundo que padecemos la misma miseria: la desposesión de todo, menos de nuestra fuerza de trabajo. Pero que, como clase, también tenemos la posibilidad de destruirlo todo porque somos los únicos reproductores de esta sociedad, y porque no tenemos nada que perder.

Además de la falsa oposición patriótica, nacionalista, antiimperialista –que nos hace perder de vista que en cualquier lugar del mundo hay, como aquí, explotados y explotadores, y que esa es la verdadera línea divisoria de intereses– el capitalismo se nutre de otras tantas falsas contraposiciones. Así, los burgueses y todos los defensores de este sistema nos quieren convencer de que la culpa de que vivamos para la mierda la tiene el gobernante corrupto, la empresa extranjera que contamina y se lleva las ganancias a otra parte, la forma de distribuir las ganancias o la producción, la autoridad, los excesos del sistema, y un largo etcétera.

Los políticos de todos los colores nos venden estas parcialidades asegurando que tal o cual aspecto puede ser mejorado, reformado o eliminado, con tal de que no desconfiemos de que este es el mejor de los mundos, con tal de que sigamos votando y trabajando. Lo que no quieren que veamos es que el capitalismo es inseparable de todas las injusticias, las corrupciones, las contaminaciones y de todos los excesos; el capitalismo es un todo y sólo funciona gracias a cada uno de esos repugnantes aspectos. Por eso, para lograr cambiar de raíz esta realidad es necesario, justamente, destruir la raíz de nuestro problema, destruir el capitalismo en su totalidad y, por tanto, todo lo que éste implica: desde el Estado hasta el trabajo asalariado, el valor, el mercado, la forma de producir y de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, la ciencia, la democracia, la política… Destruirlo todo, hacer estallar por los aires cada una de las separaciones que mantienen esta miseria de vida, tanto materiales como espirituales.

«La revolución radical no es un sueño utópico. Tampoco lo es la emancipación humana en general. Sí lo es una revolución parcial, política, que deja intactos los pilares de la casa» decía Karl Marx.

Cuando hablamos de revolución hablamos precisamente de la lucha como clase por destruirlo todo, por arrasar con esta sociedad, porque en esa misma lucha germinen las condiciones para una nueva vida, una vida realmente humana, una vida en comunismo y anarquía.


* ACTO POR EL 1° DE MAYO EN ROSARIO *
Viernes 1° de mayo a las 17 hs en Plaza Sarmiento (Entre ríos y San Luis)
Habrá oradores, música en vivo y feria de materiales.

1° DE MAYO

Compañeros: no tengo fuerzas ni voz para complacer al Comité que ha invitado a dirigiros la palabra como otros años, pero os envío estas líneas en prueba de que mi espíritu está con vosotros.

Estoy con vosotros porque vivo al día del fruto de mi labor. No comprendo que los obreros manuales rechacen a los intelectuales. Así como la mano tiene su inteligencia, que es el tacto, la inteligencia tiene su musculatura que es la voluntad. Todo lo que trabaja va junto y hacia el mismo destino. Trabajar es ascender. Todos los que trabajan suben juntos hacia la luz. Lo que nos importa no es distinguir los que trabajan de otra, sino distinguir los que trabajan de los que no trabajan, los propietarios, para los cuales la ociosidad es el hambre o el crimen. Y sí conviene rechazar a los obreros traidores y a los que beben en las sacristías la leche de oveja de la resignación.

¡No nos resignemos jamás! ¡Ante todo, no nos conformemos con nuestros propios vicios, con nuestras cobardías, con nuestra ignorancia!

No creamos jamás que somos bastante sabios, bastante valientes, ni bastante justos. Y después, no nos conformemos nunca con el orden social. Seamos eternos descontentos. No digamos como dijo el dios de los judíos que el mundo es bueno, para un dios idiota y asesino como aquél cualquier mundo era bueno. Pero nosotros diremos que el mundo es malo, porque somos mejores que el mundo, porque hemos venido a embellecerlo, a transfigurarlo y a crearlo nuevamente. ¡Ay de nosotros el día que estemos satisfechos del ministro, del obispo, del general, del juez y del banquero! ¡Ay de los asnos que se enorgullecen que los monten!

Conservémonos en perpetuo gesto de protesta contra todo lo que oprime el lomo, el corazón o la mente. Reclamemos, exijamos, impongamos sin cesar el bien, empujemos el universo hacia adelante. Hablemos con la frente muy alta a los falsos poderosos. No nos acerquemos de rodillas a los dioses moribundos, nosotros que somos los dioses jóvenes. No nos inclinemos ante las ruinas del pasado, nosotros que somos los conquistadores del futuro.

Seamos unidos, seamos fuertes. No basta tener razón, hay que realizarla. Hay que ser fuertes. Y hablemos como hombres, nada de pedir limosnas. Podrían dárnosla, y sería una calamidad. Nada de pedir hospitales, asilos, pensiones de viejos, cloacas donde se tira la carne usada, para tranquilizar la conciencia de los ricos. No les digamos: “piedad, nuestros hijos tienen hambre”. Digamos: “nuestros hijos tienen rabia, una robusta rabia. Son más ágiles, más numerosos y más audaces que los vuestros, y los devorarán”.

Compañeros: criemos a nuestros hijos en el libre examen y en la santa rebeldía. Criémoslos para que triunfen en la sublime batalla, y para que brillen sus claros ojos y sus blancos dientes en la enorme caricia de la aurora.

Rafael Barrett, en La Acción, 2 de mayo de 1910

MEMORIA: LA INSURRECCIÓN DE CHALCO

Uno de los episodios con intenciones más totales de la historia de nuestra clase y a la vez uno de los más desconocidos. También uno de los más tempranos. Que un grupo de campesinos casi analfabetos del siglo XIX manifieste un programa más revolucionario que el de muchos grupos de hoy es, a priori, casi irónico. Sólo en un mundo dominado por la mercancía y la tecnología es natural pensar que la historia va en una línea ascendente desde lo más simple y contrahecho hasta lo perfecto y complejo. Estudiar nuestra historia nos demuestra lo falso de esa afirmación, y así encontramos en el pasado manifestaciones humanas que nos sorprenden en nuestra mecanizada cabeza.

En 1865 en México DF funciona La Social. Se trata de un grupo de estudiantes, los primeros bakuninistas –como se decía entonces– de México. Ese año se une a ellos un inmigrante griego, Plotino Rhodakanaty, traductor de Proudhon pero principalmente formado en las propuestas utopistas de Charles Fourier. Llega a México por el plan de colonización para inmigrantes, lo que le facilitaría obtener tierras para construir su falansterio. Escribe La Cartilla Socialista, uno de los primeros documentos de esas características en América. Junto con Zalacosta de La Social, fundan en Chalco –un pequeño pueblo rural cerca de la capital– la Escuela del Rayo y el Socialismo, donde enseñan a los campesinos y a sus hijos a leer y escribir, además de las teorías revolucionarias. Las ideas bakuninistas, proudhonianas y fourieristas, ganan simpatía entre los campesinos, tal vez simplemente por reforzar ciertas prácticas de apoyo mutuo y de rebeldía que ya existían entre ellos.

Un joven campesino, Julio Chávez López, alumno de la escuela, pronto se destaca entre los demás y se involucra en conocer más las teorías revolucionarias, quedando a cargo de la misma cuando Zalacosta y Rhodakanaty vuelven al DF.

Estamos en el México republicano de Juárez, el México liberal donde comienza el despojo de las tierras comunales campesinas y el proceso de proletarización se acelera. Ante este panorama de creciente miseria y analfabetismo y de ver que, aún caído el Imperio de Maximiliano, con la república de Juárez las cosas empeoran, en abril de 1869 un grupo de campesinos acaudillados por Chávez decide dar un paso más y levantarse en armas para hacer, como ellos dicen, la revolución socialista. Aprovechan que el general Negrete se ha levantado contra Juárez y reciben armas como presuntos miembros de ese movimiento. Ni bien las obtienen, se separan y empiezan a preparar el levantamiento. Chávez, posiblemente ayudado por Zalacosta, escribe el hermoso Manifiesto a todos los pobres y oprimidos de México y del Universo. Lo imprimen en Puebla y el día 20 de abril se da a conocer públicamente. A continuación algunos fragmentos:

«Infinidad de años y de siglos hemos caminado penosamente agobiados por el cansancio, por la miseria, por la ignorancia y por la tiranía, el día de la venganza sagrada es con nosotros. ¿Qué poseemos sobre la superficie del universo, los que vivimos clavados en el trabajo? ¿A quién deja beneficio el sudor de nuestras frentes, las lágrimas de nuestros ojos, el dolor en nuestras espaldas, el cansancio de nuestros brazos, la fatiga en nuestros pies y la angustia en nuestros corazones? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo que siembra, cuando todo se nos arrebata?»

«Habíamos creído que el triunfo de la república sería el verdadero triunfo del pueblo, ya que todos los hacendados se habían refugiado en los faldones del imperio; pero con suma tristeza hemos visto que estos mismos hacendados han tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses que deberían ser inviolables: los de los pobres. Esto indica que es menester emprender una lucha más justa y racional, que venga a asegurar lo que nosotros queremos.»

«Es indispensable salvar el momento y levantar nuestros esfuerzos en torno de esa sacrosanta bandera de la revolución socialista, que dice desde lo más alto de la República: ¡Abolición del gobierno y de la explotación!»

Aún con sus limitaciones utopistas y de cierto cristianismo primitivo, este manifiesto sorprende por su claridad y sus pretensiones de revolución total. Ya en su título adquiere un matiz más que internacionalista. Se ataca a la república y a la monarquía, a los curas y a la Iglesia. Se ataca al trabajo. Se expresa claramente la necesidad de los trabajadores de ir por todo y contra todo. Ésta será la bandera de los campesinos insurrectos de Chalco.

Atacan haciendas en Puebla y pronto están en el estado de Morelos. Se extienden a Veracruz e Hidalgo. El primero de mayo el ejército entra en Chalco en caza de los rebeldes. Se dan enfrentamientos. Aún mal armados y diezmados logran tomar la ciudad de San Martín de Texmelucan. La práctica de los insurrectos es la siguiente: toman las ciudades, pueblos o haciendas fusilando a los burgueses, quemando los títulos de propiedad y animando a los proletarios a tomar la tierra y a extender la revolución dejando núcleos armados. Pese a las batallas con el ejército logran reagruparse.

Ya son 1500 hombres en armas y quieren dar un golpe aún más grande. Atacan una guarnición militar el 17 de agosto en Hidalgo pero son derrotados. Chávez y otros intentan resistir pero son tomados prisioneros. Por orden de Juárez, Julio Chávez será ejecutado el primero de septiembre en Chalco, dentro de la escuela, al grito de «¡Viva el Socialismo! ¡Viva la libertad!»

Cinco meses ha durado la revuelta en el centro de México. Los rebeldes de Chalco, no sólo fueron los más avanzados en cuanto a su programa y crítica anticapitalista en México, sino a nivel mundial, junto con la Comuna de París que estallaría unos meses después. Si bien en esos años será conocido e inspirador para la clase obrera mexicana del campo y la ciudad, quedará en el olvido hasta la década del 20 cuando José Valadés, militante de la CGT mexicana, lo dé a conocer en medios obreros, entre ellos La Protesta de Argentina.

Es indispensable conocer y estudiar a fondo la historia de nuestra clase. Que los académicos lucren con sus mentiras, reaprendamos nosotros lo que nos pertenece y así no estaremos empezando de cero cada vez. La lucha por la destrucción del Capital ya lleva siglos y es mundial. O mejor, de todo el Universo.

EL AIRBUS A320 QUE SE CAYÓ EN LA SIERRA

Andreas Lubitz era un hombre normal. Todos los que lo conocieron lo dicen, no hay ninguna duda en el asunto: sólo se es normal en la única medida en que se es reconocido como tal por la mayoría. No era musulmán, ni anarquista, ni un drogadicto, ¡ni siquiera un alcohólico! Era tan normal que padecía, como casi todos en Europa occidental, una «depresión». Después de todo, ¿qué es más normal que deprimirse cuando se vive en un país deprimente?

Este hombre normal, que llevó a más de 150 personas a una muerte absurda y atroz, pertenecía a aquella inmensa clase media alemana, cuyos gobernantes son capaces de matar de hambre voluntariamente a un pequeño país del Mediterráneo (donde la gente había conservado cierto arte de vivir y no acudía a las salas de espera de los psiquiatras), en el nombre de aquella moraleja de pequeños ahorradores que la Merkel encarna perfectamente.

El uso indiferenciado de aquella palabra, de «depresión», en las dos pseudo–ciencias reconocidas como autoridades en este mundo, a saber, la economía y la psiquiatría, es de por sí significativo. En su versión psiquiátrica, la depresión es la reducción a una enfermedad individual de un hecho social, a saber, la ausencia. La gente catalogada como deprimida es sencillamente gente que ya no tiene ningún lazo con los demás, que perdió pues todo arte de vivir. Gente que ya no puede habitar un mundo. Pero el capitalismo se nutre de los desastres que provoca, y una experiencia bastante común en un mundo tan inhabitable ha sido transformada en un mero problema personal, curado a golpe de moléculas químicas, alimentando la prosperidad del negocio farmacéutico; y no importa si los antidepresivos no impiden de ninguna manera los suicidios, sino que se sospecha, los facilitan…

Claro, Andreas Lubitz podría haberse colgado sencillamente en su garaje, o abrirse las venas en su baño. Pero en un mundo donde lo imaginario es cada vez más formateado por los efectos especiales de la industria audiovisual, hubiera sido una pena conformarse con un final tan banal, tan anónimo, ¡especialmente cuando se tiene la suerte de disponer de una herramienta tan potente como un Airbus A320! «No se puede llamar un suicidio a esto», dijo con mucha razón el procurador a cargo del caso. De lo que allí se trata es, justo como la magnífica y terrorífica snuff movie del 11 de septiembre de 2001, de una performance. Andreas Lubitz, que practicaba deporte, era seguramente sensible a una noción así, pero esa también tiene que ver con la dimensión artística, en una época donde los artistas tienden a realizar performances más que obras. El copiloto se regaló una experiencia digna de las más grandes películas de acción, una que le abrió las puertas de la eternidad –el nombre de Andreas Lubitz ha entrado en la Historia. Sólo una pendeja luterana como Angela Merkel puede encontrar que el gesto de Andreas Lubitz es «absolutamente incomprensible».

En el último minuto de su vida, sin duda alguna tuvo la sensación vertiginosa de ser todopoderoso, algo que los creyentes calificarían de diabólico. Los autores del 11 de septiembre de 2001 han de haber sentido algo así, más fuerte aún. Este mundo no cesa de excitar en nosotros el vértigo de la aniquilación, y ya sea inyectándose con heroína o alistándose en las tropas del Estado Islámico; no faltan las posibilidades de vivir una experiencia absoluta que alivie ese terrible sentimiento de ausencia. El precio a pagar por ello es la renuncia a la vida misma, abiertamente reivindicada tanto por el drogadicto como por el soldado yihadista, y eso constituye precisamente toda la intensidad de esa experiencia…

Matar consiste en ejercer un poder absoluto, el de poner fin brutalmente a una vida ajena, de ahí la fascinación que ese acto produce más allá de todo criterio moral –durante mucho tiempo, los seres humanos consideraban que sólo Dios podía disponer de tal poder o, como mucho, los soberanos que habían recibido los atributos de la divinidad. Pero este mundo, que multiplicó los medios tecnológicos de aniquilar la vida, banalizó los atributos divinos. Desde el tiempo de Hiroshima, la posibilidad de una aniquilación llegada del Cielo provoca que mortales ordinarios puedan realizar lo que innumerables profecías anunciaban antaño como la venganza de una divinidad ofendida.

A veces tengo que viajar en avión, y la idea de que un clon de Andreas Lubitz pudiera algún día decidir llevarme con él al mundo de los muertos no me es en absoluto agradable, pero no es de ayer. Desde hace demasiado tiempo considero a la gente normal como sumamente peligrosa.

Al estrellarse contra la montaña, el Airbus de la Germanwings nos recuerda la banalidad del mal, que regresa hacia nosotros como mal de la banalidad: de la misma manera que Hannah Arendt se quedó estupefacta al descubrir en la figura de Eichmann a un alto funcionario concienzudo y aplicado en hacer bien su trabajo, en el lugar del fanático exaltado que ella se esperaba, nosotros descubrimos en la existencia banal e insípida que llevaba Andreas Lubitz, y que corresponde precisamente a la norma en Europa occidental, la figura misma del mal.

Alèssi Dell’Umbria*. Marzo de 2015


(*) Alèssi Dell'Umbria nació en Marsella. En los 70 y 80 participó del grupo Os Cangaceiros, quienes publicaban la revista del mismo nombre. Sus acciones y textos se centraban en la critica al trabajo, la tecnología y las cárceles. Actualmente vive entre México y Francia.

En nuestra biblioteca puede consultarse:
¿Chusma? Sobre la revuelta en Francia en el 2005 . Pepitas de Calabaza.
- Os Cangaceiros: Selección de Textos. Editorial Anarquía/Pepitas de Calabaza
- N'Drea.  Andrea Doria, militante del grupo, abandona su tratamiento contra el cáncer y decide vivir sus últimos días en libertad. Editorial Virus.