domingo, 3 de enero de 2016

LOS MUERTOS VIVIENTES

El zombi es una figura legendaria propia del culto vudú, un muerto resucitado por un hechicero para convertirlo en su esclavo, sometido para siempre a la voluntad de la persona que lo devuelve a la vida. Si bien cuando pensamos en zombis no nos referimos a esto sino al producto de la industria cinematográfica, es importante tenerlo en cuenta. También es importante tener en cuenta los contextos sociales en los que surgen estas películas: tensión racial, terror nuclear, fiebre consumista, desastres ecológicos… en fin, diversos momentos estelares del fracaso de esta civilización.

En los últimos años, la época dorada de los zombis, han aparecido series, películas y hasta programas de televisión sobre el tema. Desde el año 2000 se hicieron más de 400 películas de zombis solo en idioma inglés, el doble de todas las películas del género que se hicieron en todas las décadas pasadas. Debe ser síntoma de algo. Puede que deliberadamente o no, los escritores y directores estén hablando sobre el momento que nos toca. Así los zombis reclamaban su existencia en Estados Unidos a fines de los 60 tal como lo hacían los negros por entonces, o se chocaban contra las vidrieras de los shoppings en los 80.

En la actualidad, entre series y películas de ficción se presentan informes sobre personas que verdaderamente comienzan a prepararse para una invasión zombi. Parece un chiste, pero no lo es. Ya Hollywood tuvo su cine “anticomunista” (o mejor dicho anti–“soviético”) donde la invasión de los marcianos que venían, no casualmente, de su planeta rojo, amenazaba con terminar con la civilización occidental, cristiana y capitalista. Hoy un texano aparece en televisión luciendo sus armas, su camioneta y sus alimentos no perecederos frente a la posible amenaza de un apocalipsis zombi (¡sic!). Sin embargo, el mensaje es claro, sin decirlo abiertamente está hablando de los pobres y de sus posibles estallidos sociales, habla de saqueos, de proteger la propiedad, y su familia en tanto que propiedad. Según la visión del amo, que es la reproducida por tantos esclavos asalariados, los zombis supondrían ser como los pobres: muchos, tontos, y su fuerza residiría en su estupidez y cantidad.

Pero la cosa va en serio. Desde los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, se lanza un llamado sobre el apocalipsis zombi: «Planee su ruta de evacuación. Cuando los zombis tienen hambre no paran hasta conseguir comida (cerebros), lo cual significa que se tiene que abandonar la ciudad rápidamente. Planee hacia dónde iría y las múltiples rutas que tomaría de antemano para que los comedores de carne no tengan chances. Esto también es útil cuando ocurre un desastre natural y hay que refugiarse rápidamente.» Para mantener la normalidad capitalista se apela a los mismos subproductos que su industria cultural lanza. «Si usted está  preparado para un apocalipsis zombi, está preparado para cualquier situación de emergencia».

Se trate un desastre nuclear, una epidemia, un ataque terrorista (de otra nación, claro) o una insurrección proletaria, lo importante es defenderse como individuo y defender al Estado, pero por sobre todo defender el estado de las cosas. Mientras tanto es primordial mantener a la población sumida en el miedo y la estupidez. Lo importante para toda la burguesía es que nos traguemos la publicidad que afirma la ideología de la naturaleza eternamente egoísta del ser humano, de que el hombre es un lobo para el hombre, de que cada uno debe defender lo suyo, defenderse frente al “distinto”. De seguir así continuaremos arrastrando nuestro cuerpo torpemente sin ir realmente a ninguna parte, recorriendo día tras día los trazados recorridos de la desesperanza, devorándonos unos a otros para sobrevivir como muertos vivientes.

¿EL GOBIERNO DE LOS CEO?

Entre la gran masa de tonterías que circulan en las redes sociales, hay algunas que se hacen pasar por denuncia. Una de ellas es una imagen escalofriante en la que un policía posa sobre el cuerpo de  Maximiliano Kosteki. Maxi ensangrentado, agonizando o ya sin vida; el guardián del orden sonriendo. Debajo de la fotografía manos anónimas escriben que el de la foto es Eugenio Burzaco, Secretario de Seguridad de Macri. Lo cual es falso: se trata de Carlos Quevedo, quien fuera condenado por encubrimiento agravado en la masacre de Avellaneda allá por el 2002. Estas cosas no parecen errores, sino maniobras políticas que utilizan la muerte de nuestros hermanos asesinados por el Estado sin ningún tipo de consideración… ¿Qué tipo de consideración van a tener los aspirantes al Estado si en su carrera vale todo?

El Berni de Macri, es decir Eugenio Burzaco, es el de «ni mano dura ni mano blanda: mano justa». Mano justa: Una reflexión sobre la inseguridad pública y una propuesta para superar la crisis es justamente el título de uno de sus libros. Licenciado en Ciencias Políticas (Universidad del Salvador), realizó un Master en Economía y Políticas Públicas en la Georgetown University. Se desempeñó como Jefe de la Policía Metropolitana desde diciembre del 2009 hasta diciembre del 2011. Fue Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires en el periodo 2005–2009. Desde el año 2006 al 2007, fue presidente de la Comisión Especial sobre Modernización del Funcionamiento Parlamentario. También fue vicepresidente de la Comisión de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico y miembro de las Comisiones de Seguridad Interior y Legislación Penal.

Esta información está disponible en la presentación de la empresa Seguridad Integral Templar S.A. de la cual desde 2011 Burzaco es CEO (1). Se ha hablado mucho del nuevo gobierno como el gobierno de los CEO, como si esto lo hiciera más capitalista que los demás gobiernos. En la misma línea, el presidente de Venezuela, Maduro, dijo: «Macri es un burgués de la elite elite y todo el Gobierno que nombró es elite de la crema de la elite». Pero para nosotros proletarios, democracia, ceocracia, socialismos del siglo XXI, no significan más que explotación, explotación y defensa del orden existente.

El carácter de clase del Estado no cambia por quienes conformen el gobierno de turno. Los mismos que señalan con el dedo a los CEO en el gobierno son quienes nos quieren hacer creer que si un revolucionario accediera a cumplir alguna función en el gobierno, éste tendría un carácter revolucionario. Como si el Estado fuese un ente neutral que cambiase según su administración.

Cuando en España en 1936 tres militantes “anarquistas” entraron en el gobierno republicano, ese gobierno no se hizo más anarquista, ni cuando los bolcheviques tomaron el Estado ruso, éste se convirtió en un Estado socialista. El Estado y el gobierno son siempre capitalistas y si hay un político de carrera, un militar, un CEO o un militante de izquierda no modifica su función social.

Notas:
(1)  Un CEO es lo que, en criollo, llamaríamos director ejecutivo o director general. Sucede que se emplean las siglas en inglés de Chief Executive Officer.

HABLANDO CON LAS PAREDES: «TENÉS UNA SOLA VIDA Y VALE LA PENA GASTARLA BIEN»

Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan.

En esta ocasión nos topamos con una declaración quizás bien intencionada, aunque demasiado anclada en el sentido común. El sentido común dominante, claro. Aquel que recurre cotidianamente a emplear palabras propias del ámbito económico para expresar deseos o emociones. Que de tanto en tanto necesita reafirmarse en héroes de la clase dominante… ya sea en Steve Jobs o incluso Da Vinci cuando escribía que «El que no valora la vida no se la merece».

Así, aunque se pudiera, nos negamos a gastar nuestras vidas, aunque haya seres humanos que están empecinados en gastárnosla. Quienes nos explotan repiten que somos mercancías, que estamos ahí para vendernos, para que nos compren y nos usen, para gastarnos o, mejor dicho, desgastarnos lenta o rápidamente, y lo hacen simplemente porque obtienen ganancia de ello.

Se vuelve importante retomar algo que decíamos hace algún tiempo (Mi cuerpo es mío, La oveja negra nro.31). No tenemos nada que gastar porque no somos algo diferente, exterior a nuestra vida. Si bien esta sociedad hace estragos con nuestra psiquis, nos desdobla, nos hace hablar con nosotros mismos, nos dice que son “nuestros” cuerpos, todavía su potencia ideológica no ha podido hacer efectiva esa escisión. Ese supuesto dominio de una parte de nuestro ser sobre otra es todavía ilusorio.

A la vida no deberíamos ganárnosla, ni gastarla, ni valorarla, ni apreciarla. No tenemos “una vida” para usar con astucia porque no somos personajes de un videojuego, ni nos tragamos el cuentito del individualismo burgués. Aquellos y aquellas tristezas andantes que permiten y alientan este orden social lo hacen solo porque su horizonte no admite nada más bello.

Queremos hablar, sentir, hacer y ser la vida, la vida general y no una vida individual. Afirmar la vida es afirmar el hecho colectivo, trascendente e indivisible de la comunidad humana, aquella de la que somos parte y que ansiamos ver realizada en su totalidad.

MEMORIA: PERÓN EN LA SEMANA TRÁGICA DE 1919

La huelga seguía creciendo. El 10 se plegaron al paro más gremios autónomos o afiliados a la FORA sindicalista, como el Sindicato Federativo Gastronómico, los Peluqueros de Boca y Barracas, los Mozos, Cocineros y Anexos de Boca y Barracas o la Sociedad de Lavadores y Limpiadores de Coches; y otros que ya estaban en huelga como la Unión Obreros en Calzado, decidieron darle un carácter práctico al paro, exigiendo para sí mismos las 8 horas de trabajo.

(…) Pero si bien la huelga se fortalecía, las fuerzas hostiles a ella también se estaban organizando; a las 7:30, un camión descargaba armas y ametralladoras en Junín 1063, sede del consultorio médico del Círculo Central de Obreros Católicos.

A las siete de la mañana, por su parte, el general Dellepiane instaló su estado mayor en el Departamento Central de Policía, desde donde desplegó una intensa actividad: primero se reunió con el jefe de policía y el ministro de Guerra para organizar la restitución del servicio de tranvías, con soldados a bordo de la plataforma, y luego se trasladó a la Casa Rosada a encontrarse con el ministro de Marina y el comandante de la zona militar del puerto, para deliberar sobre las medidas a adoptar en vista de llegar esta mañana refuerzos de la armada.

En efecto, el día 10 se esperaba el arribo de 2.000 marineros a la capital, mientras que los regimientos de infantería de la II división de Ejército ya estaban vivaqueando en los cuarteles de Palermo. Y para las 14, se esperaba también la llegada de una tropa de artillería compuesta por dos baterías de artillería liviana y dos de ametralladoras, proveniente de Campo de Mayo.

Las calles, en tanto, se mostraban con la más viva animación: «Las tres cuartas partes de los moradores de la metrópoli se encuentran en la vía pública, en las aceras, calzadas, balcones, azoteas y puertas de calle, y el comentario único gira en torno de los acontecimientos que motivaron el paro general». En la Boca, Barracas, Pompeya, el puerto y otros de concentración obrera, «la congestión en la vía pública, máxime en las cuadras donde existen varios conventillos es constante, y en más de un paraje se han improvisado mitins para dar rienda suelta a la verba revolucionaria». En esos barrios, además, se seguían obstaculizando los cruces de tranvía con «basura y hierros».

En Gerli, Avellaneda, 200 obreros paralizaron toda actividad en las fábricas cercanas a la estación, rompieron barreras del paso a nivel, volcaron carros de repartidores de pan e intentaron izar una bandera roja en el campanario de la iglesia, «impidiéndoselo, según versión particular, el cura párroco y el sacristán, cambiándose una docena de disparos entre éstos y los huelguistas».

(…) Y en este punto del relato, es necesario detenerse para intentar una mirada acerca de la actuación que le cupo en los sucesos a un joven oficial del arma de infantería, el teniente Juan Domingo Perón. A principios de 1919 Perón tenía 23 años, y revistaba desde el 16 de enero de 1918 en el Arsenal Principal de Guerra Esteban de Luca, situado por entonces en la calle Pozos 1681. Desde esa función, le cupo abastecer de municiones a los regimientos que operaron en la Capital Federal durante esos días.

(…) Perón había recibido en el Colegio Militar una formación de acendrado carácter germánico y nacionalista, exacerbada por los puntos de vista de docentes tales como el doctor Manuel Carlés, futuro presidente de la Liga Patriótica Argentina. De esa manera, durante toda su vida sintió una profunda aversión por las ideologías anarquista, socialista y comunista, y en particular por quienes las detentaban, a quienes no consideraba como legítimos obreros, sino como a peligrosos agitadores antiargentinos.
  • Tomás Eloy Martínez: La novela de Perón. Alfaguara, 2003:
En 1918, cuando me destinaron al arsenal Esteban de Luca, el capitán Bartolomé Descalzo, uno de los mejores jefes que ha tenido nuestro ejército dijo al despedirme: «estamos entrando en la oscuridad, teniente Perón. A las puertas de nuestra casa golpea la más atroz de las tormentas, y el presidente (Yrigoyen) no quiere o no sabe oírla. En Europa, la guerra ha terminado con la derrota del mejor ejército del mundo. Los anarquistas vuelven ahora sus ojos hacia nosotros».

Sus palabras me emocionaron. «Voy a pedirle un favor personal. Cuando llegue la hora de hacerle frente a ese enemigo, llámeme. Quiero pelear a su lado, mi capitán.» (…) La profecía del capitán Descalzo se cumplió antes de lo pensado. Los anarquistas volvieron sus ojos hacia nosotros, 1918 había terminado con unas escaramuzas de huelga en los talleres metalúrgicos de Pedro Vasena. Algunos operarios, alentados por los ácratas, exigieron salarios más altos y condiciones de trabajo más relajadas. Hubo muchos que no quisieron plegarse y el movimiento fracasó, pero ya estaba sembrado el descontento. El 3 de enero de 1919 se armó la maroma. (…)

Las muertes del 7 de enero sirvieron de pretexto para que los anarquistas pusieran al país en un estado de sublevación. Di Giovanni, Scarfó, Miguel Arcangel Roscigna y muchos ácratas que ganarían celebridad en los años siguientes hicieron sus primeras armas en esas trifulcas. Se trataba de una conspiración internacional muy bien montada. A tal punto era así, que en esa misma semana de 1919 estallaron en Berlín las revueltas espartaquistas. Allá, el pleito se resolvió en pocos días con la muerte de Rosa Luxemburgo y de su compañero Karl Liebknecht. Al ser descabezado el movimiento se restableció el orden. Aquí, en cambio, Yrigoyen seguía confiando en la providencia.

(…) Mi función en el arsenal consistía en asegurar la provisión de municiones para la tropa. Tuve muchísimo trabajo porque solo en la ciudad de Buenos Aires estaban acuartelados entre ocho y diez regimientos. Tal como se esperaba los funerales degeneraron en combates callejeros. Murieron más de 600 personas.

Pero las heridas, cuando son profundas, no cicatrizan de un día para otro. Hay que estar vigilándolas. Mi antiguo profesor Manuel Carlés, apoyado por el vicealmirante Domecq García, fundó la Liga Patriótica Argentina, en la que se inscribieron muchos jóvenes católicos y nacionalistas. Disponían de una tropa de choque cuya misión principal era poner en vereda a los agitadores extranjeros. A veces usaban métodos violentos, pero eran bien intencionados…
Una vez demolidos los establecimientos de la metalúrgica Vasena, se levantó en esos terrenos una plaza, que se propuso llamar «Parque Mártires de la Semana Trágica», y el dirigente metalúrgico Augusto Vandor se opuso y decidió que se llamara «Plaza Martín Fierro». Nombre que hoy lleva.

Para el 1° de mayo de 1952, en Buenos Aires, el presidente Perón participó de un acto organizado por la UOM en dicha plaza para colocar una placa en honor a los caídos en enero de 1919. En la ocasión, pronunció un discurso en el cual expresó: «Es este un episodio de la vida argentina que representa una época de oprobio y de injusticia para los trabajadores argentinos. La semana de enero no fue sino la culminación de una lucha entre el capital y el trabajo cuando los obreros metalúrgicos se lanzaron a la calle después de aguantar muchos años de vergüenza y esclavitud. Se ha dicho en la campaña electoral que yo tuve intervención en esta zona en la semana de enero. Yo era teniente y estaba en el arsenal de guerra. Hice guardia acá precisamente, al día siguiente de los sucesos. Pude ver entonces la miseria de los hombres, de esos hombres que fingen y de los otros que combaten a la clase trabajadora. Allí una vez más reafirmé el pensamiento de que un soldado argentino, a menos que sea un criminal no podría jamás tirar contra su pueblo».

Según el testimonio de Diego Abad de Santillán, dirigente de la FORA del V Congreso, en un reportaje de la revista Panorama, al evocar los acontecimientos, expresó: «entre los oficiales del ejército que reprimieron a las manifestaciones en esa sangrienta jornada, se encontraba un joven teniente: Juan Domingo Perón. Quizás ahí afirmó su política demagógica, al ver que la represión sólo produce el divorcio del gobierno con el pueblo».

NUEVO AÑO

A las puertas de este 2016 renovamos nuestras ganas y nuestras energías para continuar con las actividades, los encuentros, las publicaciones, la difusión, el agite y la lucha en el espacio de la biblioteca, así como en todos aquellos lugares que nos convoquen a aunar los esfuerzos en esta guerra contra el Estado y el Capital. Porque aún creemos posible una revolución, porque aún creemos necesario hacer estallar los cimientos de esta civilización, porque seguimos queriendo llegar a la raiz de nuestros males para extirparla para siempre, porque queremos dejar de vivir en este mundo de miserias.

Con el respaldo y el recuerdo de todo lo que pudimos llevar adelante durante este escurridizo 2015, después de retomar el habitual acto del primero de mayo, en un ambiente de calidez compañera; de sábados de charlas, cine, debates y reflexiones; de festejar los treinta números del boletín La Oveja Negra con la edición de un libro; de inaugurar Temperamento, el programa de radio que concluye con catorce ediciones; y de culminar un arduo trabajo de reordenamiento de materiales en la biblioteca, no nos queda más que seguir proyectándonos y superándonos en nuestras tareas.

Les agradecemos los aportes, la colaboración, la difusión, el apoyo y la compañía, y los invitamos a seguir compartiendo con nosotros el espacio, las actividades y las propuestas que este año seguramente nos traerá, junto con el 70° aniversario de la Biblioteca.

¡Por el comunismo en anarquía!
¡Salud!