viernes, 17 de noviembre de 2023

DE LA NAKBA...

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La fundación del Estado de Israel es, para los expulsados y quienes lloran a sus muertos, la Nakba («catástrofe» en árabe): el momento en que los palestinos debieron comenzar su exilio, desposesión y desarraigo. La creación de cada Estado es una catástrofe y así deberían ser conmemoradas todas. ¿No está, acaso, el Estado argentino también fundado sobre la masacre, la desposesión y la expulsión de habitantes preexistentes? Se habla a veces de Israel como “Estado ilegítimo”, pero ¿qué Estado lo sería?

En 1948 el proceso de ocupación del territorio palestino para la creación del Estado de Israel supuso el abandono forzoso de los habitantes de sus tierras y hogares. Durante décadas, esta ocupación territorial se ha ido extendiendo bajo distintas formas de violencia sistemática. En estas últimas semanas, y tras una rápida escalada del conflicto, nos encontramos ante una brutal continuación de la Nakba. Con los habitantes de Gaza desplazados, bajo un asedio continuo mediante bombardeos, incursiones terrestres, y bloqueando el acceso de la población al agua, alimentos, sanidad, electricidad y comunicación.

Mientras tanto, los funcionarios de Estado de los países occidentales únicamente condenan el ataque del 7 de octubre para alinearse con la masacre que está llevando a cabo Israel con el apoyo de EE.UU. De igual modo proceden la mayoría de los medios masivos de (in)comunicación occidentales, que asimilan cualquier protesta a antisemitismo y cualquier reivindicación de la resistencia del proletariado palestino, incluso la mera condena al ataque llevado a cabo por Israel, con el apoyo a Hamás.

Con más de 15.000 muertos, la expulsión de 800.000 árabes palestinos en 1948 fue un acto de violencia y desplazamiento en masa sin precedentes en la historia de la región. La mayoría de los refugiados palestinos se asentaron precariamente en la Franja de Gaza (en ese entonces ocupada por Egipto) y en Cisjordania (ocupada por Transjordania, hoy Jordania), así como en Siria, Líbano, Egipto, Irak. La Nakba no se ha detenido, como el nuevo éxodo que sufrieron alrededor de 300.000 refugiados palestinos en 1967 durante la Guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó la Franja de Gaza y Cisjordania. Hoy asistimos en vivo y en directo a otro episodio de esta catástrofe, mientras la mayor parte del mundo mira para otro lado.

Pese a la distancia geográfica, no escribimos estas palabras a la ligera, con indiferencia ante el sufrimiento de las víctimas y sus seres queridos. Sin embargo, para el análisis de los acontecimientos debemos, por momentos, no partir de las emociones para apreciar adecuadamente lo sucedido. Este puñado de reflexiones, tienen como objetivo denunciar la presente matanza en Palestina así como comprender la situación actual.

En su ataque a Gaza, Israel ha proclamado abiertamente una intención genocida. El 31 de octubre y el 1 de noviembre Israel arrasó Jabalía, antiguo campo de refugiados ya urbanizado, al norte de Gaza, dejando unos 190 muertos. Ante este suceso renunció un alto funcionario de la ONU quien declaro: «sé bien que el concepto de genocidio a menudo ha sido objeto de abuso político, pero la actual matanza generalizada del pueblo palestino, arraigada en una ideología colonial etnonacionalista de colonos, la continuación de décadas de su persecución y purga sistemáticas, basada en su condición de árabes y sumada a declaraciones explicitas de intenciones por parte de los líderes del gobierno y ejercito israelíes, no deja lugar a dudas.» Hasta la misma ONU declaró que «Gaza es un cementerio de niños». Al cierre de este boletín, el número de asesinados en la Franja de Gaza asciende a más de 11.000, de los cuales alrededor de 5.000 son niños. Estas cifras oficiales continúan creciendo, con miles de desaparecidos y heridos. De los 2.3 millones de habitantes en la Franja, se estima que 1.6 millones se han debido desplazar a causa de los ataques, siempre al interior del reducido territorio, principalmente desde el norte hacia el sur.

Ahora bien, la definición de genocidio propia del derecho internacional puede hacernos perder de vista los motivos de clase detrás de un ataque étnico, nacionalista y religioso sobre una población. Israel funciona como un Estado confesional, brindando ciudadanía al “pueblo judío”, y más aun brindando apoyo económico y militar a los colonos en su afán expansionista. Evidentemente, los beneficios no son por igual, se trata de una sociedad profundamente estratificada (y zonificada) incluso entre la población judía, y fundamentalmente respecto de la población árabe (dejamos de lado aquí la inmigración como mano de obra barata proveniente de países como Tailandia). Israel fomenta la etnificación de parte del proletariado en tanto judíos, enfrentándolos al resto del proletariado etnificado en tanto árabe.

Desde este boletín hemos criticado la noción de pueblo desde nuestra propia realidad como “argentinos”. Decíamos en el nro. 86: «La población existe, sin embargo, la forma de categorizarla no es natural, la manera de designarla es política. No existe a la espera de ser reconocida y tener significado, es algo totalmente construido. Sin lo que “pasionalmente” conocemos como pueblo, la razón de Estado carecería de sentido. Los propios límites geográficos gracias a los cuales se puede definir “el pueblo argentino” se establecen a partir del Estado argentino. Primero el Estado después su pueblo, jamás al revés. Es de esta manera que decenas de poblaciones y comunidades quedan encerradas en las fronteras de la Argentina. En su acepción más corriente, para que exista un territorio determinado debe existir un Estado determinado. “El pueblo” no es un dato de la naturaleza, ni una clase social, siquiera un grupo sociológico, hay que construirlo y representarlo. Acontecimientos como las guerras, los mundiales o ciertos sucesos culturales refuerzan el concepto y ayudan a experimentarlo como realidad.»

En este caso, es el Estado Israelí el que ha construido una forma bien determinada de lo que significa ser “judío” y “palestino”, reforzadas por los frustrados intentos de un Estado Palestino separado. Desde una perspectiva anticapitalista no es necesario negar diferencias étnicas, culturales, religiosas entre proletarios para hablar de clases sociales, sino comprender cómo estas son abordadas, transformadas e impuestas por los Estados.

La población palestina segregada en Gaza y Cisjordania, ha sido empleada tras la anexión de estos territorios como mano de obra barata en Israel principalmente en los sectores de la construcción y la agricultura, lo cual fue mermando con las décadas, sobre todo en el caso de los habitantes de la Franja que se fue convirtiendo cada vez más en una cárcel gigante de población sobrante para el Capital. La limpieza étnica llevada históricamente adelante por el Estado de Israel es aberrante, y en términos de contradicción de clase significa una matanza de fuerza de trabajo sobrante y opositora, con una tradición de lucha inquebrantable.

En cuanto a la situación geopolítica, se señala la intención de Hamás con su ataque de interceder sobre los avances en las negociaciones entre Arabia Saudita e Israel, así como la brutal respuesta de Israel y EE.UU. buscando preservar cierto equilibrio de fuerzas en Medio Oriente, de igual modo que la OTAN interviene en Ucrania frente a Rusia. En estos tiempos de marcado nacionalismo tanto en derechas como izquierdas, es importante no confundir el análisis geopolítico con posicionamiento en favor de uno de sus bloques. La situación geopolítica debe analizarse en el conjunto del Capital mundial, sus transformaciones y sus dificultades de valorización. La vinculación entre economías nacionales no funciona como un mero agregado de disputas y alianzas, son partes inseparables de una economía mundial, de la división internacional del trabajo de esta sociedad de clases. Y sus transformaciones no son más que cambios en ciertos aspectos de la explotación y valorización mundial, y de la reproducción de la fuerza de trabajo. La fragmentación y el conflicto interno son tendencias de los capitales, la competencia interburguesa dinamiza este modo de producción mundial.

En esta división global del trabajo, Israel es uno de los mayores proveedores de armamento y sistemas de seguridad para las clases dominantes del mundo. Aun siendo una sociedad muy pequeña, en 2007 su industria armamentista cubrió el 10% del mercado mundial, abasteciendo a 145 Estados. La industria bélica de Israel es una pieza clave en la represión y control de los movimientos sociales y en la repartición de los territorios para su explotación.

No existe, ni existió, ni existirán “buenos” o “malos” dirigentes burgueses, “buenos” o “malos” partidos burgueses; ni tampoco tiene sentido hablar de “buenas” o “malas” naciones o Estados. Ayer, hoy y mañana, el interés de la clase burguesa se encuentra y se encontrará siempre en guerra contra el proletariado. El trabajo, la explotación, la miseria y la guerra son las formas concretas de ese interés.

... A LA INTIFADA

Desde Israel y sus países aliados en todo el mundo remarcan en estos días que el antisionismo es igual al antisemitismo. Una mentira de patas muy cortas, que no resiste el menor estudio de la historia contemporánea. Desde la creación misma del proyecto sionista a fines del siglo XIX, judíos de todo el mundo se han opuesto al mismo, en un amplio abanico que incluye tanto posiciones revolucionarias como democráticas o religiosas. Asimismo, vemos en estos días cómo en diferentes países miles de judíos salen a la calle contra las matanzas que está perpetuando Israel.

Otra de las mentiras que intentan imponer los sionistas es que la resistencia palestina es igual a Hamás, así como en su momento se la asimilaba a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Aquellos que somos críticos de la ideología de liberación nacional y los procesos de lucha en torno a la misma, hayan sido derrotados o exitosos, cuestionamos tanto el accionar de la OLP y otras expresiones “laicas y socialistas”, como sus oposiciones o canalizaciones fundamentalistas en Medio Oriente, incluida Hamás. Estos grupos, que llamaron y llaman a los palestinos a “martirizarse” por la nación, tienen una clara historia de represión de las luchas obreras a punta de pistola, de opresión de mujeres y disidencias sexuales, y de difusión de las doctrinas virulentamente reaccionarias del nacionalismo y el islamismo. No podemos ignorar que Hamás y su proyecto de Estado islámico tenga participantes y adherentes entre los proletarios palestinos, sumidos en el terror y la desposesión durante décadas, pero también es necesario remarcar que históricamente su lucha y combatividad ha excedido por mucho a cualquier grupo que se la quiera adjudicar.

La primer Intifada, en diciembre de 1987, es el gran ejemplo de eso. ¿Y con qué salieron a luchar los proletarios palestinos por aquellos días? Con lo mismo que lo hacen sus hermanos de todo el mundo: con huelgas, piedras y disturbios callejeros, pero también con asambleas, huertas, canciones y pinceles. Todo se trastornó, incluso a nivel familiar, cuando las mujeres empezaron a participar en los disturbios y protestas. «Intifada» en árabe significa justamente eso: agitar, transgredir.

Yasser Arafat, sempiterno líder de la OLP fallecido en 2004, apareció para la claudicación, los llamados “Acuerdos de Oslo” en 1993 auspiciados por Bill Clinton. La OLP abandonaba su programa de creación de un Estado laico mientras Israel reafirmaba su poder de control; a los palestinos se les concedía tener quien los gobierne al interior de Israel, la llamada Autoridad Nacional Palestina y su propia policía…

Desde 1993, entonces, la resistencia en el cotidiano no es solo contra el ejército israelí sino también contra la policía palestina. Nuevas revueltas han estallado en estas décadas, siendo la más reciente la de los años 2018-2019, conocida como la Gran Marcha del Retorno, donde miles de palestinos se concentraban en la frontera Gaza-Israel para enfrentarse al ejército sionista. Uno de los días de mayor violencia fue el 14 de mayo del 2018, con decenas de muertos y miles de heridos en la frontera, día en que EE.UU. trasladó su embajada hacia Jerusalén.

La lucha cotidiana en Gaza, Cisjordania y los barrios árabes de Israel no puede quedar reducida al encuadramiento militarista. Molotovs y hondas, túneles para mover alimentos y medicamentos, solidaridad en las fronteras entre explotados nacidos aquí y allá, asambleas y poesía, deserción y desobediencia. La llegada de la noche para desgastar a soldados y colonos. De eso estamos hablando.

En el año 2013, durante una manifestación apareció una pintada en los muros de la cárcel de Ofer, Cisjornadia, llena de presos políticos. Allí se leía: «Global Intifada». La mejor solidaridad es entonces dentro de “nuestras” propias fronteras. Internacionalmente: de la Nakba a la Intifada. De la catástrofe global a la revuelta global.

Sin lugar a dudas hoy en día el proletariado en Israel no tiene aún la capacidad de desarrollar una práctica revolucionaria que se articule en torno a estas audaces formulaciones. Ni en Palestina, ni en la pacífica Argentina o en el resto del mundo. Pero saludamos las rupturas fugaces e incipientes de los trabajadores que en diversos rincones del planeta se niegan a producir y distribuir armas, así como a extraer los minerales necesarios para la industria armamentística y el envío de combustible para esta masacre, de los estudiantes que hacen huelga en Cisjordania, de los miles y miles de manifestantes que salen en todo el mundo a visibilizar y a protestar contra estas matanzas.

Quedará para otra ocasión profundizar en la crítica de la ideología de liberación nacional, así como continuar combatiendo la ignorancia de quienes suponen que la usura, el comercio o el accionar terrorista sean propios de un pueblo u otro, definidos en función de su etnia o religión. El sionismo y el islamismo en Medio Oriente son al mismo tiempo encuadramientos burgueses y justificaciones de las masacres sobre el proletariado que habita en la región.

Es en estas crueles y sangrientas ocasiones cuando queda claro, más allá de las consignas panfletarias, que estas guerras y estas masacres solo pueden tener fin acabando con las fronteras, las naciones y la sed de dinero que genera el modo de producción capitalista.

 

* Recomendamos los artículos y panfletos disponibles en panfletossubversivos.blogspot.com

DOS RELATOS

A veces estar loca es así. Hace tres días hay un niño palestino llorando en el patio de mi casa. No es una metáfora. Tiene entre nueve y diez años. Se abraza las rodillas en un rincón. Está sucio y tiene miedo. De día sólo solloza, casi sin hacer ruido, avergonzado de su dolor. Las lágrimas limpian la tierra de sus cachetes, dibujan líneas blancas. De noche me despierta su llanto. No es una idea, no es una representación: me despierta el ruido real del llanto aterrado del niño palestino que ahora vive en el patio de mi casa. Llama a su hermanita, sabe que no va a encontrarla, la sigue llamando. No sé cómo entiendo todo esto, no habla español, ni siquiera estoy segura de que hable un idioma humano. Sea como sea lo sé. De la misma forma en que las abuelas saben cuándo va a llover aunque los números del servicio meteorológico no puedan detectarlo. A veces estar loca es así. Yo agradezco estos dones oscuros. Y maldigo la cordura de las bombas cayendo sobre Gaza y maldigo la cordura de los medios y sus mentiras y maldigo la cordura de los mercados internacionales especulando con el precio del petróleo y maldigo la cordura de este genocidio transmitido en vivo y en directo. Hace tres días hay un niño palestino llorando en el patio de mi casa. Llama a su hermanita. No se va a dar por vencido. No es una metáfora.

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Toda la noche cargamos cuerpos. Cuerpos envueltos en una bolsa de tela blanca. Algunos cuerpos son pesados, se niegan a abandonar la consistencia de la vida. Otros cuerpos son diminutos, pasaron por la tierra en un suspiro.
Cada vez que cerramos los ojos, vamos y volvemos por un corredor de escombros, cargando cuerpos que están tejidos con la misma carne de nuestros cuerpos vivos. Cargando cuerpos muertos a miles de kilómetros de distancia.
Lo que intuimos en el centro de la panza, los poderosos lo saben de memoria: somos igual de prescindibles que los cadáveres que cargamos. Esta lección de horror es personal y está dirigida también a nosotrxs.
Los cuerpos de lxs niñxs muertxs que cargamos con dulzura entre nuestras manos vacías, son intercambiables con los cuerpos vivos de nuestrxs niñxs. Esta es la lección que quieren que ignoremos, esta es la lección que no vamos a aceptar.
Porque sabemos que cuando cambie el viento, que cuando lluevan acá las mismas bombas que los matan en Gaza, ellxs también van a cerrar los ojos y a cargar a nuestros muertos. Ellxs también van a gritar nuestro dolor, que es el mismo que el suyo. Ellxs también van a luchar, aunque todo parezca impotencia.

MEKOROT: EL APARTHEID DEL AGUA

El apoyo oficial del Estado argentino al israelí no es un secreto. En eso están de acuerdo las principales fuerzas políticas. En el acto organizado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) asistieron dirigentes de La Libertad Avanza, Bullrich y Massa.

Por estos días en Argentina hay quienes se llenan la boca hablando de ascenso del fascismo, de la defensa de la vida, pero a fin de cuentas pareciera que solo están haciendo campaña por un candidato. Queda en evidencia cómo para estos defensores de la democracia local, la lucha contra el terror de la guerra a miles de kilómetros es un detalle. Es decir, hay miles de vidas que no significarían nada, solo una cuestión de discursos. Así estamos.

El apoyo no es solo simbólico, están los negociados. La compra de armas y seguridad al Estado israelí. Ahora se suma el acuerdo con Mekorot («fuente» en hebreo), compañía nacional del agua de Israel, que ha sido denunciada incluso por la ONU, Amnistía Internacional y distintos organismos de derechos humanos por restringir el suministro de agua a la población palestina, en lo que se ha dado en llamar “apartheid del agua”.

Mekorot no tiene un acuerdo directo con el gobierno nacional de Argentina, sino a través del Consejo Federal de Inversiones y convenios con distintas provincias, donde Santa Fe es una de ellas. El objetivo es la implementación de un Plan Maestro del Sector Hídrico que supone el control del agua por parte de esta empresa. De momento no sabemos qué harán en esta región.

No estamos denunciando que “se llevan nuestros recursos”. Primeramente, porque el agua es una necesidad vital reducida a un mero recurso en esta sociedad mercantil. Y, en segundo lugar, porque en tanto recurso no puede ser nuestra, sino de “nuestra” burguesía. En Argentina, Palestina o en cualquier lugar del planeta el agua es una necesidad humana básica.

Mientras tanto, en Gaza, entre el 90% y el 95% del suministro de agua está contaminado y no es apto para el consumo humano. Israel no permite el traslado de agua de Cisjordania a Gaza y la única fuente de agua dulce, el acuífero costero, es insuficiente para satisfacer las necesidades de la población. Este se está agotando gradualmente debido a la extracción excesiva y está contaminado por aguas residuales y por la infiltración de agua del mar.

Si aquí señalamos el caso de Mekorot no es para sumarlo a una lista de empresas a boicotear (se trataría de una lista imposiblemente larga como para enfrentar empresa por empresa), sino porque constituye un buen ejemplo de los múltiples aspectos del asedio israelí.

Según denuncias de organismos internacionales, Israel controla incluso la acumulación de agua de lluvia en la mayor parte de Cisjordania, y es frecuente que el ejército israelí destruya las cisternas que para este fin poseen allí los habitantes palestinos. Asimismo, Mekorot vende parte del agua a Palestina pero el gobierno israelí decide las cantidades. La compra de agua puede significar la mitad de los ingresos mensuales de una familia. Por su parte, los colonos israelíes, que viven junto a los palestinos, en algunos casos separados por unos cientos de metros, no sufren estas restricciones, ni la escasez de agua.

Así funciona el modo de producción capitalista, ni más ni menos. Los argumentos de estos capitalistas particulares son étnicos, pero es solo un discurso para justificar su sed de ganancia.

JORNADA INTERNACIONALISTA: NO A LA MASACRE EN GAZA

El viernes 17 de noviembre a las 19 hs. nos encontramos en la biblio para compartir y reflexionar sobre la actual masacre capitalista que está sucediendo en Medio Oriente.

Proyectaremos un fragmento del documental «Historias de la Intifada» (2014), sobre el estallido social de diciembre de 1987 que abrió un nuevo panorama de lucha en la región. También proyectaremos «Palestine Now» (2017), corto documental sobre la nueva generación de rebeldes que lucha tanto contra el Estado de Israel como contra la Autoridad Palestina.

Compartiremos además la presentación de este número de nuestro boletín.
 

viernes, 22 de septiembre de 2023

LA LIBERTAD DE AJUSTAR

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Las elecciones presidenciales 2023 parecen obturar cualquier capacidad reflexiva. Luego de las PASO, los candidatos del gobierno actual, sus cómplices y sus votantes nos dicen que los cambios se hacen en las urnas. En estos tiempos de visible abstención electoral nos dicen que votar no sería ya una obligación impuesta por el Estado sino un profundo deber cívico y ético.

El posicionamiento anti-Milei hace un llamado abierto a que prosiga el gobierno nacional actual. Es el acompañamiento al Ministro de economía de un país que tiene a la mitad de la población en la pobreza.

Claro que es sorprendente que un tercio de los votos vaya a la propuesta de La Libertad Avanza, pero no lo es menos el que otro tercio vaya a Massa y el otro a Bullrich.

Sin embargo, vale la pena relativizar. En realidad, en cada cifra estamos hablando de la mitad, ya que el 50% de la población obligada a votar decidió abstenerse, anular o votar en blanco. Por otra parte, el miedo ideológico y selectivo que hace temer por Milei, debe saber que Milei deberá “peronizarse” si quiere durar. Desde hace tiempo viene ablandando su discurso, y así pasó de la propuesta de quema del banco central a asegurar que no quitará las ayudas sociales. Incluso comienza a poner en duda algunos de sus caballitos de batalla como la dolarización.

Los 40 años de democracia se festejan a pura elección. En la mayoría de las provincias se realizan cuatro elecciones entre primarias y generales y, si hay balotaje, serán cinco. Millones de pesos gastados en impresión de boletas, publicidad, logística y quién sabe qué más. La fiesta de la democracia sale cara. En esta borrachera institucional donde la pasan bien unos pocos proponemos, a contracorriente, ir más allá de los discursos dominantes.

Para el fanatismo demócrata es más preocupante el discurso liberal que la realidad liberal de pobreza, ajuste y recortes. El desprecio por la realidad es tal que no importan las cifras o siquiera la percepción inmediata. Imaginemos por un momento que Massa dijese que hay que votarlo para mantener medio país en la pobreza, para que continúe el trabajo precario, para que la inflación se coma los salarios y ayudas sociales, para que sea cada vez más difícil alquilar una vivienda… sería el acabose. Pero como no dice eso y se lo asocia simbólicamente al progresismo, es lícito avalar todo su proceder llamando a votarlo, incluso con la nariz tapada “para que no gane la derecha”.

El día después de las PASO hubo un incremento del dólar oficial del 22%, llevando el precio del dólar de 285 a 350 pesos, con su correspondiente impacto inflacionario. Algo similar había ocurrido con la victoria aplastante de Fernández sobre Macri en las PASO de 2019 que auguraba no habría balotaje, y es de esperar otra escalada de ajuste durante esa zona gris de incertidumbre entre las próximas elecciones y la asunción del próximo presidente. Sean candidatos pro-mercado o pro-regulación, los “mercados” y los gobiernos continúan ajustando. Se echarán la culpa unos a otros para continuar haciendo creer que no es una cuestión de lucha de clases sino un problema político.

El fenómeno Milei

Javier Milei, por su parte, encarna la bronca pero también la esperanza. Es la nueva mercancía electoral por excelencia y está en boca de todos. Sus compradores afirman que está libre de culpas y se lo puede votar porque no es “casta”. Posteriormente podrán decir que no cumplió lo prometido, que no lo dejaron gobernar, o que no tuvo la posibilidad de ser presidente y cambiar el rumbo del país, etc., etc.: la historia del votante argentino promedio que es decepcionado una y otra vez, desde la urna hasta la tumba.

Pero no es solo eso: Milei dirige sus promesas y discursos a sus “bases” en un formato no convencional. Se refiere a necesidades inmediatas de la población: pobreza, inseguridad, imposibilidad de progresar. Luego tiene pobres argumentos como acabar con la emisión monetaria para acabar con la inflación, pedidos de mano dura u otros disparates como la venta de órganos o la libre portación de armas.

El progresismo repartido entre el gobierno oficial y la izquierda parlamentaria concluyó que, si Milei gana, es culpa de ellos. Las personas no tendrían voluntad propia. Por supuesto que todos los gobiernos son responsables, pero la autocrítica no suele referirse a lo que han hecho, sino a su capacidad de convencimiento. No por nada cala la idea de la “batalla cultural”. Si el vulgo elige bien o mal, es gracias a ellos. Un complejo de tutor que advirtió que las políticas identitarias, de género, etc. no dieron los resultados esperados.

Es cierto que los liberales tratan sobre demandas populares, y es por eso que inciden en parte de la población. Se hacen eco entre quienes no temen “perder derechos” porque no los tienen, porque trabajan en la informalidad, porque no tienen trabajo, porque alquilan sin contrato, porque habitan pensiones, porque toman tierras, porque sobreviven en los márgenes de la legalidad. A esa población se dirige el progresismo desde su frasco.

¿Cómo no va a votar a Milei una fracción de esta población golpeada por gobiernos oficialistas y opositores los últimos años? Las ofrendas ideológicas pueden servir a quien está demasiado convencido, para el resto no tienen sentido. Milei promete además que el ajuste debe hacerse sobre la “casta” política, a diferencia de los otros que siempre amenazan con ajustar los cinturones y salvar ricos, a defender burgueses y presidentes. Y los ingenuos seguidores de Milei creen que es el primer candidato que cumplirá sus promesas porque no proviene de la política.

De igual modo, promete cambios violentos, no transar con las otras fuerzas políticas, no comerciar con países “comunistas” como China, acabar con las instituciones fracasadas del Estado, con el banco central. Y, como broche de oro, asegura puede hacerse en base a las mismas recetas liberales que llevaron a la peor crisis económica de la historia reciente. Canaliza la bronca contra los políticos hacia los parlamentos y el descontento económico hacia la economía nacional. Una habilidad admirable para sus contrincantes que comienzan a tomar nota e imitar. Es suficiente con advertir que movió todos los debates hacia los temas que planteó, hacia el terreno de la teoría liberal e impuso, como dicen los periodistas, su “agenda política”.

Quienes están disconformes con la situación del país (y no es para menos) pueden fácilmente empatizar con un personaje mediático que tiene un discurso supuestamente disruptivo, inflexible, agresivo. Solo los conformistas amantes del gobierno, abiertamente adictos o acompañantes críticos no pueden entender la situación.

La rebeldía se volvió de derecha, ¿y?

Ya no quedan dudas de que gran parte del descontento social es canalizado por derecha; se trata de un fenómeno que sucede en varios países. Si la rebeldía es apropiada por la derecha, ¿eso significa que debería volver a la izquierda? ¿A una izquierda que en Argentina es simplemente un furgón de cola del kirchnerismo? ¿Una izquierda que propone exactamente lo mismo que el progresismo y que por eso no tiene más opción que plantearlo por la vía parlamentaria e institucional?

La perspectiva obrerista y reformista de izquierda pertenece al pasado. El progresismo actual es un mero gestor del capitalismo reestructurado, que mantiene lo esencial del “neoliberalismo” del que dice oponerse bajo un discurso a medida de los nuevos movimientos sociales y políticas de mera contención social. La izquierda se halla completamente desorientada, buscando construir un nuevo sujeto en base a viejos paradigmas. Ahí reside su total impotencia y su derrotero.

Además del interrogante de por qué la rebeldía se volvió de derecha hay que preguntarse a su vez por qué el reformismo de izquierdas, por más combativo que pueda ser, no toma cuerpo en la clase proletaria. Para nosotros, el contexto de las últimas décadas de capitalismo reestructurado y el evidente fracaso progresista constituyen un evidente punto de partida para cuestionar el derecho, el reformismo, y dejar de expresar nuestras necesidades y luchas en el lenguaje de los amos. En lugar de construir una “nueva izquierda” o de darle consejos a la vieja, abogamos por la ruptura revolucionaria.

Desde los sectores más críticos de la izquierda se señala que el progresismo entre el desconcierto y el gesto despectivo hacia el neoderechismo, se abroquela en la corrección política y corre el riesgo de volverse parte del estatus quo. Demasiado tarde, ya es parte del estatus quo, y es su pata izquierda para que no se tambalee.

Cuando desde este boletín hablamos de “izquierda del Capital” no es un simple insulto. No hablamos de una izquierda que ha sido cooptada o corrompida, nos referimos a una forma particular de gestión capitalista y su correspondiente expresión ideológica de acuerdo al contexto. Hoy en día esta izquierda del Capital es eminentemente progresista y ha perdido, progresivamente, cualquier cariz de transformación social profunda.

Entonces, ¿por qué la izquierda debería recuperar las banderas de la transgresión? Si se trata históricamente de integración a la sociedad capitalista; de integrar sus instituciones, sus empresas, sus leyes, sus gobiernos, sus universidades.

La izquierda parlamentaria en Argentina puede mantenerse fuera del progresismo en el poder, pero piensa como tal. Por eso ya ni hablan de clases sociales, apuntan a los “excesos” pero no al modo de producción capitalista. Por eso se dedican a la vulneración de derechos, al “extractivismo”, al “gatillo fácil”, al Fondo Monetario Internacional pero no al fondo de la cuestión. No ven las causas de los problemas en el Estado que quieren dirigir ni en la economía capitalista que desean administrar. Llaman a votar en tiempos de voto en blanco, voto nulo y abstención. Se dirigen a los kirchneristas desencantados, a las “bases rebeldes” del peronismo, sea lo que sea que eso signifique.

La mejor versión de la izquierda es la que promete a los trabajadores seguir siendo trabajadores. Negociar nuestra fuerza de trabajo a través de los sindicatos para, a lo sumo, repartir un poquito mejor cuando hay viento a favor, pero sin alterar la sociedad. Se trata de mediadores históricos, un estrato de especialistas con la intención de mantener inalterables los polos de la relación capitalista… pero por las buenas.

La misión de la izquierda ha sido y es estabilizar la acumulación de capital y evitar o suavizar sus crisis. Incluidas las “crisis” con insurrecciones proletarias que vienen “suavizando” por todos los medios necesarios. El enfoque tradicional dice que a mayor crisis económica y peores condiciones de vida del proletariado (sea este empleado o desempleado, de cualquier género, color y capacidad) hay un mejor ambiente para el alza de la izquierda y los sindicatos. Pero la izquierda y el progresismo, tras el estallido del 2001 y la llegada del kirchnerismo, no aparecen como alternativa sino como responsables del momento actual. Así, en este ciclo infernal, aparece una renovada defensa del mercado con un ropaje a la moda de las nuevas derechas.

En Argentina la pobreza llega al 45%, la inflación supera el 120%, la economía está estancada desde hace más de diez años, crece el descontento con los partidos políticos tradicionales. Parece haber un agotamiento pero sin estallido. Las condiciones parecen estar dadas, pero ¿para qué?

¿Qué tenemos que hacer entonces los anticapitalistas? ¿Hacer una economía crítica o crítica de la economía? ¿Hacer política crítica o crítica de la política? ¿Hacer acompañamiento de este carro fúnebre o proponer una ruptura?

¿Ultraderecha o ultracapitalismo?

La burguesía ya no dice que esta es la mejor sociedad posible, dice que es la única que hay. Hace parecer cierto, así, aquello de que “es más fácil imaginar el fin al mundo que el fin del capitalismo”.

De este modo, personajes como Grabois parecen críticos del capitalismo solo porque consideran que hay que mejorar las relaciones entre explotadores y explotados, entre propietarios y no propietarios, porque piensan que hay que repartir mejor los recursos para mantener la paz social. Se ha erradicado del imaginario social la posibilidad del fin del capitalismo, de derecha a izquierda. Ahora no podemos sorprendernos cuando los pobres eligen la forma más capitalista de hacer capitalismo.

Evidentemente parece más realista intentar disminuir la miseria y repartir las ganancias, aunque no lo estarían haciendo. Pero de lo que se trata es del fin de los administradores de la miseria y de la ganancia. Del fin del Estado y la mercancía. Esto no es posible de inmediato o al interior de esta sociedad. Para comenzar a pensar una propuesta anticapitalista no podemos seguir suponiendo una de las opciones burguesas como más cercana a esos objetivos.

¿Por qué el descontento se vincula a los discursos liberales de derecha y no a la izquierda progresista (que también es bastante liberal)? Quizás porque las condiciones sociales son más propicias hacia el liberalismo que plantea un reaccionario como Milei. Porque el individualismo al que empuja el capitalismo es cada vez más parecido a una guerra de todos contra todos, porque no hay demasiados derechos donde reina el trabajo sin registrar y la desocupación, porque las políticas de género fracasan frente a los problemas reales de la división de género de esta sociedad machista, porque la derecha promete reprimir sin medias tintas, porque prometen meter bala y cárcel a los delincuentes de poca monta, porque el Estado responde poco y mal frente a los problemas de salud pública.

Milei no nos da la libertad de morirnos de hambre si no queremos o no podemos trabajar, solo la exhibe. Esa libertad nos la da el modo de producción capitalista. No nos morimos de hambre, enfermedad o penuria a fuerza de discursos liberales, sino a fuerza de condiciones materiales de existencia garantizadas por la clase burguesa y por cada candidato. Incluso, y hoy específicamente, por funcionarios como Massa, candidato estrella del “voto antifascista”.

“Que se vayan todos” y “casta”

Cuando Milei ganó inesperadamente las PASO, sus militantes cantaron “que se vayan todos”. Amarga victoria de la antipolítica que cede la confianza a nuevos políticos. Más de veinte años después del 2001, el “que se vayan todos” es un reclamo por derecha. Quienes piensan adecuadamente con el poder solo recuerdan la miseria. Podrían votar a Massa y cantar: “que se queden todos”.

La movilización social ha sido reprimida o asimilada e institucionalizada, en fin, democratizada. (…) Del 2001 algunos insisten en recordar las “políticas neoliberales”, la pobreza y la desesperación. Olvidan, ocultan o desfiguran la protesta masiva, la desobediencia colectiva, la autoorganización, los ataques al Estado y su policía, a la propiedad privada. (…) Esta primer ruptura puede ser una válvula de escape pero también puede sentar las bases para avanzar en la lucha revolucionaria. Ir más allá requiere algo más que reunirse y actuar juntos. Requiere superar lo que se ha creado, saberse capaces, ser conscientes de la propia fuerza. (La Oveja Negra nro. 44, 2001 - ¡Qué se vayan todos! - 2016)

Sin embargo, hoy el problema no es simplemente una crisis de representatividad. No es la “casta” como dicen desde la derecha ni la “clase política” como dicen por izquierda. No pueden ser el problema porque tales cosas no existen… a pesar de que ahora los opositores de Milei se ocupen de decir que en realidad es él la verdadera casta.

Se trata de una puja por instalar falsos antagonismos, un esfuerzo de la clase dominante, en competencia interna, por imponer una caracterización social funcional, ocultando a la vez la compleja trama del capitalismo y sus propias contradicciones. La “casta política” se ofrece como el objeto de repudio más inmediato, más simple de señalar y propio de una época en la que la política como herramienta burguesa de reproducción y transformación viene manifestando su impotencia frente a las crecientes problemáticas sociales.

La construcción de ese enemigo común frente a “las necesidades de los individuos” (por izquierda hablan de “pueblo”) es más que un eslogan de campaña. Es una construcción simple, de rápida identificación práctica, fácil de asimilar para la pereza intelectual y la bronca generalizada, como la raíz de todos los males. Con esto no estamos diciendo que la representación política no sea parte de la opresión capitalista, sino que esta puede asumir diversas formas y discursos, manteniendo intacto el fondo de la cuestión: una sociedad de explotación basada en la ganancia.

¡TERRORISTA ES EL ESTADO!

Así como el contexto económico ha favorecido la difusión del discurso liberal, la violencia narco y el crecimiento del delito en general han promovido el discurso de mano dura para acabar con el crimen. Esta “lucha contra el crimen” contribuye a su vez a la legitimación de la represión de ciertas expresiones de lucha social, como cortes de calle u ocupaciones territoriales. Todo esto alimenta el rechazo generalizado a cualquier forma de lucha que sobrepase o se acerque a los límites de la legalidad, mientras crece la confianza en las fuerzas armadas en detrimento de la imagen pública de los políticos.

En septiembre de este año la diputada nacional y candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, propuso un homenaje a los milicos de la última dictadura en la Legislatura porteña bajo la fachada de «Homenaje a las víctimas del terrorismo». Mientras otros defensores de la dictadura, como Ricardo Bussi en Tucumán, se han sumado como candidatos a la fuerza política de este mismo espacio político.

El homenaje resultó muy conveniente para todas las partes, incluidos los progresistas y su campaña del mal menor basada en el miedo, quienes indignados y amargados con el evento, lo tildaron de “negacionista”. La historia de la lucha de clases busca ser reducida, en el pasado y en el presente, a una lucha política. Unos buscan reflotar la “teoría de los dos demonios” y otros señalar que “los únicos terroristas fueron las fuerzas armadas y sus cómplices”, desviando así la mirada del Estado y la democracia.

Cuando nos hablen de negacionismo y terrorismo, tengamos cuidado. Muchos de quienes hoy se rasgan las vestiduras democráticas pertenecen a espacios políticos que fueron cómplices de la dictadura y cuyos gobiernos han continuado aplicando métodos terroristas de asesinato y desaparición en democracia. Son los héroes de la democracia que acompañaron las leyes de “punto final” y “obediencia debida”, y posteriormente los indultos. Los asesinos de Maxi y Darío, de Santiago Maldonado, los responsables de la Ley Antiterrorista o el Proyecto X, los cómplices de las mafias policiales y criminales que han dado rienda suelta al delito, ahora dicen asustarse del avance de la derecha. Se trata de una puesta en escena que no sorprende en plena campaña electoral, pero sí llama la atención acerca de cuántas personas se suben ad honorem a este tren.

Lo sucedido en Jujuy a mitad de año fue un fuerte ejemplo de lo que puede venir en materia represiva. La clase capitalista, sus políticos y su policía atacaron ferozmente a quienes protestaron por las pésimas condiciones de vida y contra la reforma constitucional que, entre otras cosas, allana el camino para la represión y los desalojos necesarios para los negocios extractivistas. El gobernador fue condecorado inmediatamente como candidato a vicepresidente.

La consigna generalizada de ese momento fue «Abajo la reforma. Arriba los salarios», luego se fue desgastando para llevarla al terreno de las instituciones: «Abajo la reforma. Arriba los derechos». Otra vez las abstracciones frente a las necesidades inmediatas de una población golpeada por la desocupación y los sueldos de miseria.

En aquellos días compartíamos un panfleto titulado Jujuy: represión y lucha en tiempo de campaña electoral que cerrábamos diciendo que, mientras nos entretengamos en sus campañas y sus puestas en escena, lo fundamental permanecerá intocable: una forma de sociedad que necesita que unos pierdan para que otros ganen.