viernes, 11 de abril de 2025

LO POSMO SE VOLVIÓ DE DERECHA

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Si aún se puede hablar de derecha e izquierda vale este título. Algo que antes era un insulto y pocos se animaban a asumir, ahora es una identidad llevada con orgullo. Incluso ya tienen sus portales como “La Derecha diario” o “Viva la derecha fest”, que reúne a los máximos exponentes de la “batalla cultural”.

Si es poco deseable devolver la rebeldía a una izquierda que tiene poco de transgresión y mucho de integración a la sociedad capitalista, menos deseable es apostar por una forma liberal y posmoderna de observar el mundo.

La grieta permite una fácil ubicación. Cada elector supone que del otro lado se encuentran los malos y que está junto a los buenos. Pero la realidad no es así de binaria. Cuando todo se presenta tan simple y resuelto es preciso dudar. Especialmente si nos encontramos frente a sucesos que son percibidos sin matices, de manera que es posible mantenerse intocable frente a los mismos.

La política actual requiere de la polarización discursiva para lograr una alternancia en el gobierno. Para la opinión pública, poco importa que los relatos no se correspondan con los hechos. Y menos importa por cuáles motivos económicos existe cada uno de los dos sectores, qué intereses representan y por qué cada cual tiene su turno para administrar la nación.

La reflexión está fuera de juego. Masivamente indignan los males mediocres y superficiales. Frente a los problemas estructurales, si es que llegan a advertirse, reina la desatención o la resignación. La indignación es completamente selectiva, como la memoria. Según a qué lado de la grieta suceda, el mismo hecho puede preocupar o pasar inadvertido, así como ser denunciado con la misma vehemencia con la que puede ser justificado.

Aunque las opiniones, emociones y decisiones se experimenten como una cuestión de subjetividad simplemente individual, se trata de comportamientos determinados socialmente. En Argentina, donde desde hace años asistimos a una campaña electoral permanente, cada irritación, cada denuncia, cada pataleo, tiene un trasfondo.

Usos de las emociones

Por el camino liberal, las nuevas derechas llegaron tarde a la misma conclusión posmoderna a la que ya habían arribado las nuevas izquierdas: que somos constituidos por discursos y que estos constituyen la realidad.

En verdad, somos constituidos por las mismas relaciones sociales a las que damos existencia, y en ese proceso también producimos discursos. Es la sociedad que produce los discursos, no al revés.

Quienes se alistan a la batalla proponen una estrategia centrada en la hegemonía cultural. Enfocan sus esfuerzos en la educación y los medios de comunicación. Su estudio de la historia o de la economía no es crítico, sino que apunta a una suma de sucesos aislados, intenciones políticas, nombres propios y voluntades personales.

Parten de la premisa de que todo régimen de gobierno depende del dominio simbólico para garantizar el funcionamiento económico. He aquí su punto central. No es del todo falso, pero la dominación es económica y su discurso es un relato para explicarse a sí misma. No hay primero un discurso y luego un modo de producción que venga a justificarlo. Como decíamos cuando asumió Milei, si muchas personas eligen “ser su propio jefe” no es porque el liberalismo convenza más que el socialismo, sino al revés.

Desde el progresismo dicen que el discurso de la derecha prende porque sintoniza con los miedos y los deseos latentes en la sociedad. Y eso es cierto, pero cabe recordar que esa estrategia no la inventaron ellos, de hecho llegaron bastante tarde, y lo reconocen al querer “disputar el campo simbólico a la izquierda”, etc., etc. Ya desde hace décadas la publicidad, incluida la socialdemócrata, toma como punto de partida las emociones y vende experiencias inmediatas. Como una bebida que ya no calma la sed, ni hidrata o siquiera tiene buen sabor, sino que es divertida, denota éxito o aventura. Así lo aprendieron populismos de diferentes países que ganan elecciones presidenciales articulando un discurso predominantemente emocional: esperanza, miedo y preferentemente odio.

Usos de la historia

Cuando el último 24 de marzo el Estado argentino lanzó un video oficial con la premisa de “Memoria completa” ‒hasta hace poco minoritaria y extremista‒ quedan en claro varias cosas. La derecha retoma la pesada herencia democratista y denuncia todo acto ilegal (ahora de los supuestos “dos bandos”), plantea la historia como un relato a interpretar libremente e insiste en que quienes no vivieron los 70 tienen menos derecho a opinar que quienes sí. Si así fuese el estudio de la la historia, no podríamos conocer ni la revolución francesa, ni la liberación de Haití, ni la Antigua Grecia. ¿Pero qué nos quieren decir con esto? Que la historia no se trata de hechos sociales y objetivos sino de experiencias subjetivas e individuales, y las emociones que puede suscitar. Una genealogía para unos, un cúmulo de anécdotas inconexas para los otros, explicaciones por ninguna parte.

Mención aparte para un amargo hito nacional. En 2025 es la primera vez que el Estado argentino denuncia abiertamente a la Triple A como anticipación democrática de las torturas y desapariciones que luego generalizaría la última dictadura cívico-militar. Pero lo hace a través del nefasto de Agustín Laje, que de acuerdo a los intereses que representa no está interesado en estudiar la Historia sino de aislar sucesos y darle una utilidad como arma antiperonista en la batalla cultural, denunciando las matanzas en democracia bajo el gobierno de Cámpora, Perón y Martínez de Perón. Así como anteriormente otro personal estatal hizo de la memoria una mercancía a emplear y sacar provecho.

Si otra vez vuelve el debate sobre el número de desaparecidos es para proponer dos lados y cuantificar el horror: 8.000 vs. 30.000. El propio Estado desapareció y asesinó a miles de personas, y aún lo hace. Y cuando el asesino actúa como juez, investigando y castigando a sus propios miembros, lo hace en función de la estabilidad en la gestión del propio Estado y los intereses políticos particulares de cada gobierno. Evidentemente, si no podemos saber cuántos son los desaparecidos es gracias al alto personal estatal, el democrático y el de facto. La única cifra relativamente oficial proviene de unos archivos desclasificados en 2006 de Estados Unidos donde refieren a 22.000 entre muertos y desaparecidos entre los años 1975 y 1978, un número más cercano a los 30.000 (si además sumamos las cifras desde el 73) que las 8.961 del informe de la CONADEP que reivindica la derecha argentina omitiendo las circunstancias de su realización.

Pero el debate parece una distracción, en un 24 que es un feriado donde la pregunta por cómo cambiar la vida y transformar el mundo es dejada de lado y la movilización se ha transformado en una larga marcha en favor de la democracia capitalista y, en gran medida, de la oposición al gobierno actual. Una curiosa política de la memoria también selectiva, que para señalar que en el gobierno están los mismos “liberales” y “antiderechos” de los 70, olvidan los atropellos estatales anteriores a esa década y principalmente los de las últimas décadas.

Fuera y contra sus batallas

Como decíamos al comienzo, si cada relato está determinado por la forma de acumulación capitalista en Argentina no vale la pena proponer una nueva batalla cultural ni mucho menos transformarla “desde adentro”. En distintos períodos históricos la dinámica de acumulación adquiere características específicas. Por acumulación nos referimos a explotación de una clase por otra, al proceso de transformación de plusvalor en capital adicional o plus capital. Suena raro, suena difícil, y no es para menos, exige un esfuerzo. Si en el pensamiento abandonamos el terreno de la lucha de clases por el de la opinión, el relativismo y la rivalidad política nos condenamos a un presente perpetuo.

Cada período de la acumulación de capital en este país implica una forma ideológica particular. La expansión y contracción económica tienen sus propios relatos, pero es preciso desertar de las batallas culturales para advertirlo.

Por lo tanto, no estamos oponiendo economía a cultura o borrando la política con economía, sino que se trata de entender su relación. Porque no buscamos hacer economía sino crítica de la economía. No se trata de reducir la realidad a los datos que estudia la disciplina económica, así como tampoco a las listas de nombres y vínculos entre poderosos, simplificando la realidad y borrando la noción de modo de producción. De este modo, “el capitalismo”, cuando es nombrado, es reducido a noticias, a empresarios corruptos, a aspectos de la sociedad más desagradables que otros. Es reducido a una acumulación que simplemente parece ser acumulación de cosas, estáticas, una acumulación sin dinámica social, que es la que estamos tratando de señalar.

En nuestro libro Contra el liberalismo y sus falsos críticos indagamos brevemente en algunas especificidades de la acumulación de capital en la Argentina de las últimas décadas, como su inserción en el mercado mundial a partir de la producción de commodities, un complejo industrial poco competitivo en términos internacionales y orientado en gran medida al mercado interno, y el impacto local de la última reestructuración global del modo de producción capitalista, en particular sobre las condiciones de trabajo. Las expresiones ideológicas y organizativas del proletariado, así como de la burguesía que actúa en la región, y por lo tanto los distintos gobiernos y sus políticas, no pueden comprenderse sin atender a la forma en que se reproduce el Capital. Consideramos necesario profundizar colectivamente en este sentido.

La reproducción del capital determina cómo se reproduce la fuerza de trabajo a través de la relación que los une: la explotación. Y ese vínculo es posible porque todos somos propietarios privados de mercancías: la mayoría únicamente posee fuerza de trabajo para vender y una minoría posee los medios de producción y la capacidad de comprar fuerza de trabajo para ponerlos en movimiento. La lucha de clases es fundamentalmente la disputa por el precio de esa mercancía. La superación del modo de producción capitalista no significa simplemente terminar con la explotación sino con la mercancía como forma de la producción y como relación social, que nos imprime una forma de conciencia donde nos suponemos dueños absolutos de nuestra voluntad, mientras en verdad estamos sometidos a los designios del Capital. Allí reside la separación entre política y economía, somos ciudadanos libres determinados por el Capital, nos domina una potencia ajena creada por nosotros mismos.

Por ello decimos que tampoco existe una verdadera grieta entre proletariado y burguesía, porque no se trata de una guerra de dos bandos sino de una relación social. Por eso no proponemos ganar una guerra donde “la tortilla se vuelva” sino una crítica total al modo de producción capitalista.

En la batalla ideológica, por el contrario, se busca transmitir una verdad a la audiencia con las armas de la persuasión, la seducción y la simplificación. Cada coartada del líder izquierdista está justificada de la misma manera: “es para que la gente entienda”. La derecha lo hace ya sin la justificación paternalista. En esta guerra de todos contra todos buscan convencernos de que quien no acepte su verdad revelada será aplastado por la mano invisible del mercado o la mano dura de la represión.

Pero si no concedemos a los relatos y los discursos el privilegio de definir el sentido de la historia, si no queremos ser publicistas ni influencers, si no queremos ser políticos, ¿qué nos queda? Como punto de partida, no entrar al territorio que domina el enemigo, ¿para qué empantanarnos en discusiones sin fin que no arriban a nada más que definir los dos bandos?

Si nos alistamos en la batalla cultural bajo el dictado de la ideología burguesa es la burguesía quien gana. Somos derrotados desde el momento que aceptamos su modelo de batalla que incluye su modelo de victoria, eficacia, chicaneo, pérdida de tiempo y desgaste.

¿Por qué hoy las nuevas derechas parecen triunfar en el terreno de las ideas? Porque lo que dicen se conecta directamente con cómo vivimos, su apología de la guerra de todos contra todos no está alejada de la realidad. Sí, tienen más medios y más dinero pero la vida cotidiana capitalista está de su lado. Parten de la realidad. En ese sentido y a pesar suyo son materialistas.

La izquierda sufre de optimismo pedagógico, frente al pizarrón o la webcam ubica sus mejores cuadros. El educador se dirige al educando o la audiencia, en cualquier caso a aquellos que consideran ignorantes. Esta dura educación de manual puede incluir las emociones como coartada para “colocar” mejor el mensaje en las conciencias.

Pero de lo que se trata si queremos transformar la realidad y superar el capitalismo, es de señalar sus límites, sus determinaciones, sus contradicciones y partir de cuestiones existentes. Del fondo de la cuestión y no de los sucesos que se encuentran en la superficie, la nostalgia, en el entretenimiento político, la indignación selectiva y los partidismos.

Incluso cuando la izquierda o el progresismo parece más profundo, apunta a los “excesos” sin comprensión de su contexto. Un cuestionamiento dificilmente posibilite un cambio si no advierte las implicaciones, los por qué. No es suficiente con agregar la palabra “capitalismo” al abracadabra panfletario.

Si remitimos a la vulneración de derechos, la corrupción, al “extractivismo”, al “gatillo fácil”, al Fondo Monetario Internacional, pero no al fondo de la cuestión, no veremos las causas de los problemas en el Estado que quieren dirigir ni en la economía capitalista que desean administrar.

La misión de la izquierda ha sido y es estabilizar la acumulación de capital y evitar o suavizar sus crisis. Incluidas las “crisis” con insurrecciones proletarias que vienen “suavizando” históricamente por todos los medios necesarios. La derecha lo hace por medios más hostiles y desenmascarados.

¿Qué tenemos que hacer entonces los anticapitalistas? ¿Hacer una economía crítica o crítica de la economía? ¿Hacer política crítica o crítica de la política? ¿Sumarnos a la batalla cultural con nuestras críticas y reservas, o desertar? Preferimos abandonar la marcha de este carro fúnebre y proponer una ruptura.

GAZA: «QUEREMOS VIVIR»

Israel puso fin el 18 de marzo al breve “alto al fuego” en Gaza, con la reanudación de sus ataques aéreos. Fue uno de los días más mortíferos hasta la fecha, matando a más de 400 personas mientras dormían, provocando más de 500 heridos y numerosos desaparecidos. Al día siguiente al menos setenta palestinos fueron asesinados por más ataques aéreos perpetrados por el Ejército israelí en distintos puntos de la Franja, durante la segunda jornada de bombardeos.

Las acciones de Israel se dan en el marco de una situación política interna en la cual el gobierno de Netanyahu intenta mantenerse frente a una oposición creciente y protestas de ciudadanos israelíes, que lamentablemente nada tienen que ver con parar la masacre que efectúa su Estado en su nombre.

En Gaza, cientos de personas se movilizaron contra las terribles condiciones de vida. Hablar de la vida allá no es igual a hablar de la vida acá. Los están masacrando, por las noches, en el día, desde el cielo, por agua y por tierra. El movimiento se ha extendido de norte a sur en la Franja, su grito es simple y profundo: «Queremos vivir».

Una vez más, los palestinos son reducidos a poco más que números y sus escasos medios de subsistencia son continuamente destrozados. A pesar de la masacre y la ocupación, los habitantes de Gaza protestan también contra los propios gestores palestinos de Hamás. Porque los antagonismos de clase no pueden ser simplemente disueltos en pueblos y naciones en disputa, ni siquiera en las peores condiciones. Los últimos acontecimientos lo ponen de manifiesto de forma contundente. Y esto no ocurre solo en la Franja con Hamas, sino también en Cisjordania, donde la Autoridad Nacional Palestina tolera los abusos de los colonos, paramilitares y las fuerzas armadas israelíes, e incluso coopera con estas últimas en la persecución de opositores. Esto ha sido defendido públicamente por el presidente palestino de Cisjordania Mahmud Abbas del partido Fatah (que encabeza la OLP), como ejemplo de colaboración contra el accionar terrorista.

El 25 de marzo, cientos de personas salieron a las calles de Beit Lahia (ciudad de la Franja al norte de Jabalia) desafiando la brutal realidad de su vida cotidiana. Ondeaban banderas palestinas, retazos de tela blanca, portaban pancartas caseras y coreaban cánticos. Las protestas se extendieron a otras ciudades y los eslóganes que resonaban entre los escombros hablan por sí solos: «Queremos la paz» y «Fuera Hamás». Los palestinos no solo sufren el bombardeo y el asedió israelí (con la complicidad de todo Occidente) sino que también son reprimidos y entregados como carne de cañón por sus propias autoridades. No esperábamos menos de quienes se benefician del hambre y la masacre de su propio pueblo.

Un manifestante residente en Beit Lahia que vio destruida su casa y perdió a su hermano en un ataque aéreo israelí hace un año declaraba ante medios internacionales: «Nos negamos a morir por nadie, por la agenda de ningún partido o por los intereses de Estados extranjeros. Hamás debe dimitir y escuchar la voz de los afligidos, la voz que surge de debajo de los escombros: es la voz más veraz».

Hamás gobierna Gaza desde 2007. Las críticas abiertas a Hamás han aumentado en Gaza desde el comienzo de lo que los medios internacionales se siguen empeñando en llamar “guerra” o “conflicto”. Sin embargo, muchos proletarios ante la falta de alternativas encuentran que es el único medio para resistir, combatir al Estado de Israel, o simplemente tomar venganza.

Otro palestino del norte de Gaza que salió a protestar afirma que Israel es el principal culpable de la miseria en su región pero que Hamás también es responsable: «Estamos oprimidos por el ejército de ocupación (Israel) y estamos oprimidos por Hamás».

«Han matado a nuestros hijos. Nuestras casas han sido destruidas» declaró otro manifestante que dijo haberse unido a la protesta en Beit Lahiya «contra Hamás y las facciones [palestinas], contra Israel y contra el silencio del mundo».

Estas protestas son un grito valiente y desesperado contra la masacre pero también contra la represión que intenta encuadrar a toda la población palestina en un proyecto estatista y religioso de miseria y malestar permanente. Surgen al igual que otras iniciativas, impulsadas por sus necesidades inmediatas de supervivencia. Como aquellos grupos que desde hace años combaten a los milicos de Israel y a la complicidad de la Autoridad Nacional Palestina. Organizando ataques a las tropas de ocupación y checkpoints, resistiendo expulsiones en sus localidades y ejecutando acciones de defensa frente a las incursiones del ejército en los campos de refugiados y localidades que habitan.

Ya las protestas de julio-agosto de 2023 contra las penosas condiciones de vida existentes, en las que llegaron a quemarse banderas de Hamás como en Jabalia, ponían de manifiesto que la situación iba camino de estallar en cualquier momento. El proletariado de la Franja de Gaza expresaba su hartazgo de tener que vivir hambreado en el encierro israelí, mientras algunos de los dirigentes de Hamás viven en hoteles de lujo de Qatar y Turquía u ostentan una red clientelar sostenida por los fondos de Qatar e Irán. El ataque de Hamás del 7 de octubre del 2023 cambió el curso de los acontecimientos desplazando los conflictos de clase a través de la intensificación del enfrentamiento interburgués. Es importante comprender que la operación diluvio de Al-Aqsa y la posterior respuesta del ejército israelí se sitúan objetivamente en una misma lógica. La lógica de los Estados, del control del territorio y sus recursos, especialmente de los explotados que viven en la región.

Por otra parte, oponer guerra interburguesa y guerra contra el proletariado es una falsa oposición, pues son dos aspectos de una misma realidad. La guerra imperialista es siempre contra el proletariado, independientemente que el factor que desencadene las hostilidades sea la competencia en el mercado mundial o una operación de gendarmería para aplastar una revuelta. En el caso del Estado de Israel, es más que evidente que su función de gendarme regional está vinculada a la defensa de los intereses particulares que aglutina, o sea, a la defensa de la fracción hegemónica de la burguesía, encabezada por EE.UU., frente al de otras fracciones con las que rivaliza en el mercado mundial. Es decir, ese Estado no sólo asume una función policial contra los explotados que amenazan el equilibrio regional, sino que actúa al mismo tiempo contra sectores burgueses por el control de los recursos ‒proletariado incluido‒, por rutas y tratados comerciales, por posiciones geoestratégicas, etc.

Insistimos: Gaza nos recuerda de lo que es capaz un Estado para conseguir sus fines, nos recuerda que para este modo de producción un territorio y su población pueden ser, de un momento a otro, simplemente un obstáculo para la acumulación y las ganancias.


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* Información tomada de diferentes medios internacionales, panfletos y de la revista Revolución nro. 3 (Proletarios Internacionalistas, marzo 2025).

miércoles, 19 de febrero de 2025

EL GÉNERO EN CRISIS

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Hay una “crisis del género”, o al menos las categorías de género y sus respectivas asignaciones son profundamente cuestionadas y reformuladas. Esto genera fuertes cimbronazos en una sociedad en la cual la división sexual hombre/mujer es determinante en la organización del trabajo y define quiénes somos y qué se espera de nosotros.

El movimiento de mujeres y disidencias, los estudios de género y el reconocimiento de diversas identidades desafían las normas tradicionales o ya no tan tradicionales. Como veremos, no se trata simplemente de “agencia” y libertad de elección de los individuos sino de determinaciones sociales propias del modo de producción capitalista y por tanto de la forma en que reproducimos la sociedad.

Podemos hablar de “crisis”, no en el sentido de un colapso o un problema irresoluble. Estamos experimentando una transformación profunda en la manera en que la sociedad entiende el género. Esta transformación, además de cambios personales, odios y tensiones, permite profundizar en la comprensión de la sociedad y las posibilidades actuales de su superación. Y, más acá de su eventual superación, cabe preguntarnos: ¿vamos hacia una sociedad donde el género se amplía y diversifica, o hacia una en la cual simplemente dejaría de ser una categoría definitoria, tal como es ahora?

Al indagar en cómo las características femeninas y masculinas han estado sujetas a cambios durante el transcurso de la historia, nos aproximamos a comprender el género como el anclaje de cierto grupo de personas a una esfera específica de actividades sociales. Las características que definen al “Hombre” y a la “Mujer” son modelos ideales; en el mundo hay hombres y hay mujeres, aunque no solamente.

«La asignación de ciertas labores a un determinado grupo de personas definido según su capacidad reproductiva es lo que ha constituido históricamente a las mujeres, y a quienes no la tienen como hombres. Es esta división social en dos sexos la que ha creado lo que conocemos como sexo biológico, que naturaliza lo que se ha construido socialmente.» (La Oveja Negra nro. 88, «1° de mayo contra el trabajo»)

El género como ideología

«“Ideología de género” es lo que viene denominándose, errónea, despectiva e inquisitorialmente por sectores reaccionarios, a la puesta en crítica y actualización de las tradiciones, usos y costumbres en relación a lo sexual. Con esta definición, intentan atacar al movimiento de mujeres, a quienes no se ajustan a la heterosexualidad, a la educación sexual en las escuelas y fuera de ellas, así como cualquier expresión, tanto reformista como revolucionaria, que atente contra su terrorismo antisexual, normalizador, familiero y heterosexista. Ironías de la vida, son justamente aquellos que la señalan como un peligro quienes defienden algo que podría denominarse más cabalmente como “ideología de género”.» (Contra el liberalismo y sus falsos críticos, Lazo Ediciones, 2023)

Hablamos de ideología en tanto conjunto de ideas y creencias que pretenden ser objetivas, aún cuando se trata claramente de valoraciones morales más o menos explícitas. Pero la ideología no es un engaño y una ilusión, no es una comprensión equivocada de la realidad para tenernos dominados o sumisos: es un conjunto de creencias prácticas que funcionan para reproducir las relaciones de producción existentes. El género tradicional, la vieja ideología, comienza a no funcionar en algunas situaciones, así como otras formas novedosas de género ya funcionan.

La pregunta es por qué la obsesión reaccionaria con el género. ¿Por qué aparece esta respuesta ante los cambios inevitables que está sufriendo el ordenamiento sexual en nuestra sociedad? ¿Qué hay puntualmente en la crisis del género que tanto les perturba?

Ante las transformaciones, la reacción natural de los conservadores es justamente conservar, no aceptar. Hay en las modificaciones al interior del género algo que les obsesiona: que los homosexuales estarían a un paso de ser pedófilos, que no saben qué tiene tal o cual persona entre las piernas y quieren saber, que hombres eran los de antes, que las mujeres de ahora no son suficientemente femeninas, que alguien debe pensar en los niños, etc., etc., etc.

No comprenden que el género y la familia son transformados por la propia dinámica capitalista y no por la “ideología woke”. El género no tambalea debido a los “estudios de género”, los jóvenes no binaries o personas trans. Desde hace décadas, es un secreto a voces que respetables padres de familia pagan para tener sexo con mujeres trans, y no con fines de deconstrucción precisamente... Los abusos sexuales a menores son mayoritariamente realizados por hombres hetero, “hijos sanos del patriarcado”. Las intervenciones hormonales son moneda corriente entre las adolescentes e incluso entre deportistas; el problema para muchos es cuando se destinan a transiciones.

La inmutabilidad del sistema de sexo-género se cayó a pedazos. Todo esto convive con la apología de la familia, desde los ídolos deportivos de la selección nacional de fútbol y sus fans, hasta las defensas de youtubers de derecha ya entrados en años, pero aún solteros y sin hijos. Nuevamente los modelos ideales: por un lado “la Familia”, y por el otro las familias. Lo que une a toda la derecha, sea liberal o proteccionista, católica, protestante o sionista, no es solo el terror a los cambios en el género, sino también el idealismo. La conciencia determina al ser nos dicen. Y por eso buscan conspiradores y le agregan un “ismo” a cada aspecto que critican: globalismo, wokismo, homosexualismo, etc. Buscan llevar la discusión a su propio terreno celestial, insisten en llamar ideología a las transformaciones sociales y a lo que piensan los demás, y defienden como natural su propia ideología.

En el contexto actual, en el que la sociedad capitalista enfrenta dificultades para su reproducción a partir de las transformaciones que rigen su dinámica desde hace medio siglo, las “nuevas derechas” apuestan a “la batalla cultural”. Así, a “ideología de género” suman “marxismo cultural” y la ecuación está completa. El resultado se supone que es el malestar en el cual nos encontramos. Podemos resumir brevemente que antifeminismo y anticomunismo es lo que une a toda la derecha, sean proteccionistas o liberales, fanáticos religiosos o agnósticos. Sin embargo, el anticomunismo es también propiedad de la izquierda y, por tanto, lo es en gran medida la incomprensión cuasireaccionaria de las cuestiones de género.

¿Un género antifascista?

Del mismo modo que ya es insostenible el binarismo en cuanto al género, también es imposible pensarlo políticamente. La escisión derecha/izquierda, a estas alturas, se cae a pedazos. Es hora de admitir las disidencias y aceptar que más que una oposición se trata de una alternancia.

Luego del repugnante, aunque esperable, discurso de Milei en Davos se generalizó una consigna: “solo existen dos géneros: fascista o antifascista”, con la cual también preferimos disentir. Porque así como hay conservadores en lo político y liberales en lo económico, resulta que hay nobinaristas de lo sexual que son binarios en los político.

A mediados del año pasado publicábamos un libro titulado Fascismo/Antifascismo, y desde Cuadernos de Negación, en el epílogo decíamos que «asistimos a una sobreactuación del “riesgo totalitario” con el solo objetivo de disputar el comando de los Estados democráticos, a ambos lados del centro. (…) Luchar contra quienes hoy gobiernan tachándolos de fascistas no hace más que pedir más democracia, y no ha hecho más que colocar en el gobierno a los progres que los relevan para que luego vuelvan los “fascistas”. Los ejemplos en Argentina son claros y en Chile nos deslumbran. Bachelet y Boric han aplicado leyes que la derecha no podría haber impuesto. En manos de Piñera serían fascistas las leyes que absuelven carabineros asesinos o les permiten disparar sin aviso, en manos de los “socialistas” es orden.»

Por su parte, Milei está haciendo lo suyo por la democracia. Canalizó toda la rabia antipolítica hacia el gobierno y el Estado manteniendo el orden democrático y la paz capitalista.

Género, trabajo y población

Para profundizar en la cuestión de género es necesario abordarla en su relación con el trabajo y la población. Las luchas en curso dan mayor relevancia al cuestionamiento de diferentes aspectos de la reproducción social, en relación a las del movimiento obrero clásico que estuvieron principalmente situadas en torno a la explotación del trabajo asalariado y en las que la perspectiva de lucha se mantuvo ligada a su disminución o la gestión del mismo, su regulación, su distribución, la toma de los medios de producción, etc. Tras la derrota de las expresiones revolucionarias de las primeras décadas del siglo XX y las transformaciones de la sociedad capitalista que le siguieron, surgieron hacia fines del mismo nuevas expresiones de lucha en un escenario diferente. Los cambios en los procesos de trabajo y las modalidades de explotación del trabajo asalariado, que siempre será central mientras exista capitalismo, modifican la forma en que se reproduce la fuerza de trabajo. Las luchas son inseparables de estos cambios.

La capacidad de gestar y parir ya no implica necesariamente la obligación de hacerlo, ni determina la manera en que se realiza la crianza, las subjetividades y tareas que deben realizar las personas que tienen la capacidad y las que no, ni los vínculos entre las mismas. Útero no es sinónimo de mujer, y mujer no es sinónimo de madre. Con los grandes cambios que referíamos es más evidente que la división entre sexos está construida socialmente, esto es lo que comúnmente se entiende por género. Y a su vez, es criticada la noción misma de sexo que naturaliza esta separación.

Por su parte, la población no es simplemente el conjunto de personas que se encuentran en un momento y lugar determinado. La población no es un hecho natural. Su producción y reproducción son producto histórico de las relaciones de clase, que incluye una relación de y entre sexos, de y entre diferentes edades. Cada modo de producción supone un desarrollo particular de su población tanto en su cantidad como en sus características. Su reproducción se encuentra hoy determinada por el Capital: sus alegrías, tristezas, enfermedades, sexualidad, salud, los modos de regular su cantidad y sus formas de vivir o morir no pueden ser entendidas separadas de la dinámica social de la que formamos parte. La explotación sobre la que se basa la división en clases necesita de la división de género, lo cual implica determinaciones específicas sobre quienes se encargan de la reproducción de la población.

En todos los modos de producción, el aumento de la explotación ha requerido del aumento de la población. Pero con el desarrollo del capitalismo esto ha empezado a modificarse. La transformación de los procesos de trabajo y de las formas de explotación del trabajo asalariado modifican la reproducción de la fuerza de trabajo, prolongando la esperanza de vida, disminuyendo los niveles de mortalidad, extendiendo el tiempo disponible para el trabajo más allá de la crianza, y disminuyendo a su vez las tasas de natalidad en el mundo de manera acelerada, sobre todo en los países más desarrollados. La última reestructuración capitalista impuso a su vez la flexibilización generalizada de las condiciones laborales. Es en este marco que se hace masiva la incorporación de las mujeres al mercado de fuerza de trabajo, negando de manera cada vez más profunda el hogar y la crianza como destino.

Los grupos religiosos, curiosamente llamados “provida”, alertan: «La Argentina se está despoblando: en 2023 nació un 40% menos de niños que hace una década». En verdad, la población aún crece, solo que a un ritmo más lento por la disminución de la natalidad y podría empezar a reducirse en 20 o 30 años en caso de mantenerse la tendencia. Sin embargo, la población aún parece crecer muy por encima de la necesidad de fuerza de trabajo del Capital, que no se preocupa tanto por el nivel de natalidad de las mujeres como por el de su explotación asalariada. El aumento o descenso de la población mundial tiene que ser comprendido en el contexto de la dinámica de la acumulación capitalista y sus necesidades de fuerza de trabajo. No hubo una conspiración en los albores de la revolución industrial para que crezca la población: Manchester, por ejemplo, a partir de la introducción de la máquina de vapor y el telar mecánico, pasó de tener 40 mil habitantes en 1760 a 75 mil en 1800, y en 1850 su población era ya de 400 mil personas.

Al menos en los países de Occidente, se han relajado ciertas políticas que apuntalaban el crecimiento poblacional sin que necesariamente se apliquen nuevas políticas en el sentido opuesto, como ocurrió en China con su política del hijo único. Las modificaciones en los requerimientos de la fuerza de trabajo promovieron cambios en los modos de reproducirse. De este modo, se incrementó la soltería, se retrasó la edad de matrimonio, se postergó el primer (y quizás único) hijo, se hizo masivo el uso de la pastilla anticonceptiva y se multiplicó la diversidad en torno a lo sexual.

Reflexión aparte merecería la relevancia de la “liberación sexual” en la dinámica de reproducción de la fuerza de trabajo. El viejo movimiento obrero buscaba la emancipación de las mujeres, económica y sexual, sin poner en duda la categoría “mujer” (mucho menos la categoría “hombre”), la naturalización del sexo biológico, la maternidad, ciertos rasgos de la femineidad.

La disputa por mejorar las condiciones de vida de las mujeres a lo largo de la historia de la sociedad capitalista ha puesto en tensión qué significa ser mujer, hasta el punto en que nos enfrentamos directamente a la pregunta: ¿qué es la mujer?

Más allá de los discursos

El Capital es una contradicción en proceso, pero no en términos discursivos o morales, como generalmente se piensan las “contradicciones”. Es contradictorio porque tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza; porque presiona por la universalidad indistinta y abstracta de los individuos mientras necesita de la división sexual del trabajo. Quiere la distinción de género y quiere la universalidad del individuo abstracto y libre. Quiere la familia como lugar privado de reproducción de la fuerza de trabajo y a su vez la destruye. Es el propio Capital el que deconstruye el género y lo desnaturaliza, al tiempo que lo conserva y retiene las tradiciones en su propio desarrollo.

Es en estas circunstancias que hablamos de la comprensión del modo de producción capitalista y la posibilidad de su superación, o al menos de luchas en pos de esa finalidad: abolición de las clases y del género. Es necesario pensar la cuestión de la mujer, la cuestión de las disidencias ¡y la cuestión del hombre y la masculinidad!, más allá de sus manifestaciones y posibilidades de transformaciones individuales e inmediatas. Sin división sexual del trabajo, ¿qué sentido tiene la división sexual binaria y todas las identidades que la rodean?

Si asumimos, como dijimos al comienzo, que la división del género no es más que el anclaje de cierto grupo de individuos a una esfera específica de actividades sociales y que el trabajo es la separación de los seres humanos de los medios de reproducción de sus vidas, hablamos entonces de la posibilidad del comunismo y la anarquía como abolición de las clases y del género tal como los conocemos.

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Próximamente ampliaremos estas reflexiones con la publicación de Cuadernos de Negación nro. 16: Notas sobre aborto, género y población.

GAZA Y NOSOTROS

«La violencia masiva nunca será la misma después de Gaza. Occidente normalizó y trivializó los horrores más gráficos, y solo una civilización diferente, o una revolución, podría sanar esta herida psicológica profunda. No se puede arreglar esto utilizando el conjunto de herramientas del sistema. Está roto.» (Alon Mizrah en X, 20/12/2024)

Con o sin “alto al fuego” el Estado de Israel arrasa democráticamente Gaza. Porque no matan solo mediante bombas, fuego y munición, sino también privando de agua, alimento y medicina a toda la población. Mientras tanto, el nuevo-viejo presidente estadounidense libremente elegido amenaza con administrar las ruinas y expulsar a quienes las habitan. El plan “Gaza 2035”, publicado en mayo del año pasado desde la oficina del primer ministro israelí, propone limpiar toda la Franja y ofrecer un destino paradisíaco con playas, rascacielos, campos solares y de cultivos, plantas desalinizadoras de agua, un corredor ferroviario, plataformas petrolíferas, barcos mercantes y más.

Nosotros, fuera de Palestina y desde hace más de un año, nos convertimos en espectadores de una masacre cotidiana transmitida en directo. Lo que ocurre en Palestina y alrededores no es más importante que lo sucedido ahora mismo, por ejemplo, en el Congo. Porque no se trata de jerarquizar entre masacres, genocidios, o atropellos, de simpatizar con unas víctimas y no con otras, tal como hace la indignación selectiva de la empatía ideológica.

A la magnitud de lo sucedido y a que Israel sea la primera causa de muerte infantil directa del mundo (la ONU denuncia que son casi 17 mil menores quienes han sido víctimas fatales solo en 2024), hay que agregar que todo esto ocurre con el silencio cómplice como cortina de fondo mientras vemos las imágenes minuto a minuto y nos mienten en la cara sobre cómo se trataría de una lucha contra el terrorismo. Mientras el mundo calla, somos testigos de una de las masacres más terribles de esta civilización.

A largo plazo, para acabar con estas matanzas no queda otra opción que acabar con el modo de producción capitalista. En lo inmediato, para el proletariado mundial no queda más opción que luchar contra nuestra propia burguesía en nuestro propio país. Sin embargo, contra esta masacre en curso es fundamental la solidaridad del proletariado que habita Israel, es lo único que puede detener esto. Una oposición bélica contra uno de los Estados más armados del mundo es inútil y Hamas no ha cesado de sacrificar palestinos.

“Palestina libre” es la consigna solidaria que generalmente visibiliza esta situación que las burguesías intentan tapar o desfigurar por todos los medios posibles. Sin embargo, como consigna revolucionaria –consideramos que solo de manera revolucionaria tiene salida todo este horror– propone al proletariado palestino la “liberación nacional” para ser explotado por su propia burguesía, una burguesía que ha demostrado siquiera ser eficiente en términos capitalistas. Y que como cualquier burguesía nacional no tiene problema en mantener a su población en la miseria y ofrecerla como carne de cañón.

Visto y considerando que reflexiones como esta no tienen llegada al territorio palestino y mucho menos incidencia en los acontecimientos, la cuestión es qué hacemos nosotros desde acá, qué pensamos nosotros, y qué sentimos. Qué lecciones podemos sacar de todo este brutal acontecimiento, si por un momento podemos agregar a las emociones un atisbo de reflexión.

A partir de esta situación histórica, ¿esta masacre marca un antes y un después? ¿Es preciso pensar después de Gaza, tal como se dijo hace casi ya cien años “pensar después de Auschwitz”?

Visibilizar esta masacre, movilizarnos para exigir no sólo el alto el fuego sino el fin de la nakba que lleva décadas, es lo menos que podemos hacer frente a esto. Comprender que el flujo constante de dinero y armas excede una región, y que de manera indirecta todos somos partícipes en el financiamiento de esta masacre, así como también somos sus potenciales víctimas. Gaza nos recuerda de lo que es capaz un Estado para conseguir sus fines, nos recuerda que para este modo de producción un territorio y su población pueden ser, de un momento a otro, simplemente un obstáculo para la acumulación y las ganancias.

Por otra parte, cabe subrayar que, a pesar de las similitudes como la simultaneidad entre el arrasamiento de un territorio y la lucha contra el terrorismo, no estamos apelando al miedo de “el próximo país puede ser Argentina” o “el próximo podés ser vos”. No es necesario apelar al dolor propio para poder comprender el ajeno. Lo que sucede a nuestros semejantes es motivo suficiente.

SIN NOVEDADES: INCENDIOS Y ANTITERRORISMO

[versión extendida]

Nada nuevo bajo el sol del Capital. Otra vez arden extensos territorios, al sur y al norte de la Argentina. Nuevamente culpan, allanan y criminalizan a quienes habitan los territorios y el Estado afila su Ley antiterrorista.

Otra vez con que “El Estado está ausente”. Y repetimos lo publicado en marzo de 2021 sobre los incendios en la Comarca Andina (La Oveja Negra, nro. 75): «No. El Estado está presente. Y es cómplice. Primero, como garante de la expansión y desarrollo capitalista en la región hace más de 150 años, y segundo, con todas las acciones concretas y cotidianas que funcionarios políticos realizan en estos casos: “tardar” en mandar los recursos necesarios, entorpecer la solidaridad de los voluntarios organizados, cuando no directamente robar los insumos donados solidariamente, dividir a la población en “buenos”, “malos”, “terroristas”, “hippies”. Así, por ejemplo, ni lerdos ni perezosos, sectores de la burguesía acusan a la Resistencia Ancestral Mapuche de los incendios para seguir remachando la represión, ya agudizada en los últimos años, sobre las comunidades mapuche.»

Patricia Bullrich redobló la apuesta, además de los allanamientos: el 14 de febrero, firmó una resolución para declarar la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) como organización terrorista. El Código Penal tiene previsto una pena mínima de 10 años para los “jefes de asociaciones terroristas”.

«La RAM fue inscripta en el Registro Público de Personas y Entidades vinculadas a actos de Terrorismo y su Financiamiento (RePET). Este grupo pseudomapuche atacó nuestra soberanía, prendiendo fuego nuestros bosques y aterrorizando a nuestros ciudadanos. En nuestro gobierno, no hay lugar para los violentos. A los violentos que desafían la ley: su tiempo se les acabó. Vamos contra ellos hasta las últimas consecuencias.», ladró la Ministra de Seguridad en sus redes sociales.

Por el otro lado, la memoria selectiva. Cabe recordar quién firmó la Ley antiterrorista en Argentina en 2011. No para decir “son lo mismo”, sino para comprender la continuidad y el carácter de clase del Estado. En septiembre de 2019 publicamos un artículo titulado «Deforestación» ( La Oveja Negra, nro. 65):

«(…) durante toda la “década ganada” nuestra región sufrió el récord de desmonte por motivos agropecuarios, mientras se daba la bienvenida a nuevas inversiones de Monsanto y la minera Barrick Gold. Pero esto tampoco es propio de un gobierno en particular. En la Provincia de Santa Fe, por ejemplo, se pasó de tener casi 6.000.000 de hectáreas de bosques en 1935 a 840.000 en 2002, es decir, en ochenta años se “perdió” un 82% de bosques nativos. “Nada se pierde todo se transforma” dirán los eslóganes apaciguadores de la autoayuda, y en algo tienen razón, bajo la lógica de este sistema no se pierde nada mientras se transforme en valor: esos bosques fueron sistemáticamente destruidos para la ganancia.

Remarcar lo mismo a veces es necesario frente a lo invariable del Capital. En marzo de 2012, en el segundo número de este boletín, podíamos leer: “La producción capitalista es intrínsecamente depredatoria con el medio en que se desarrolla. Desde la génesis misma de este sistema perverso, la explotación de elementos naturales tenidos en cuenta como meros “recursos” (carbón, caucho, petróleo, entre los primeros) es una constante que arrasa la biodiversidad por doquier. En la región argentina, como país casi exclusivamente agroexportador, la modificación del bioma ha sido constante desde finales del siglo XIX. La región pampeana ha sido modificada en más de un 90% como causa de la explotación agropecuaria.”»

Parecieran situaciones excepcionales, pero solo si queremos indignarnos todos los días con lo mismo, generar contenidos para un streaming o hacer discursos electorales. El modo de producción capitalista es una catástrofe cotidiana, gobierne quien gobierne. La razón estatal no sabe de excepciones sino de reglas. No es el fin del mundo, pero tampoco es necesario entrar en una suspensión de la memoria, la reflexión y la acción.

TEMPERAMENTO RADIO

En esta nueva etapa de Temperamento Radio seguimos alzando la voz ante la violencia del Capital.

Todos los programas están disponibles en nuestro blog y en Youtube.

Últimas emisiones:

Nro. 66 - ¡No dejemos de hablar de Palestina! (febrero 2025)

Nro. 67 - Negocio narco y violencia en Rosario (diciembre 2024)

Nro. 68 - Situación social en Argentina (diciembre 2024)


sábado, 30 de noviembre de 2024

ASEDIO Y FUEGO EN PALESTINA

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En septiembre más del 66% de los edificios en Gaza habían sufrido daños como consecuencia de los bombardeos, imposibilitando el retorno de las más de 1,9 millones de personas desplazadas forzosamente durante las repetidas expulsiones provocadas por el ejército israelí. Más del 67% de los terrenos de cultivo han resultado dañados y han sido convertidos en yermo, lo que contribuye a agravar la hambruna junto con las restricciones en el acceso de ayuda humanitaria: solo 100 camiones llegaron a entrar en la Franja de Gaza en todo el mes de octubre de 2024, debido al bloqueo económico impuesto por Israel, muy por debajo de los 500 camiones diarios que entraban antes de octubre de 2023. De noche, los satélites de UNOSAT apenas perciben unos puntos de luz, los que producen los generadores eléctricos que aún funcionan, y los de las llamas. Este es el paisaje que Israel amenaza con reproducir en el Líbano. UNOSAT es el Centro de Satélites de las Naciones Unidas «para la Formación y la Investigación, con la misión de promover la toma de decisiones basada en evidencia para la paz, la seguridad y la resiliencia utilizando tecnologías de información geoespacial», de allí tomamos los datos.

Ya hemos señalado que no se trata de una crisis, un conflicto, y tampoco de una guerra. No hay dos Estados en oposición bélica: se trata de unos de los Estados más fuertes del mundo contra una población desarmada y hambreada. En la coartada de la “lucha contra el terrorismo” quieren hacer pasar a la población palestina como Hamas.

Por otra parte, dejamos la tipificación legal de “genocidio” para las inútiles condenas y discursos burgueses en la ONU o reuniones similares. Y aunque comprendemos que hoy es quizás la única manera de parar en lo inmediato la masacre, no consideramos necesario denunciar en los mismos términos que quienes garantizan la sociedad capitalista que produce estas situaciones.

En Argentina la mera mención, ni siquiera crítica, de la situación en Palestina es tachada de apología del terrorismo. Pero no de la imposición del terror por parte del Estado israelí, sino del “terrorismo islámico”. Nos preguntamos ¿cómo puede ser “terrorismo islámico” la muerte diaria de decenas y decenas de niños producidas por el ejército israelí? El Estado de Israel y sus cómplices periodistas intentan dar largos rodeos: es que “los terroristas usan a la población como escudos humanos”; si se trata del bombardeo de un hospital dirán que “se trataba de un centro de operaciones de Hamas”, etc., etc. En medios de Europa ya hablan del peligro del “comunitarismo islamista” para luego referirse a la defensa de los valores occidentales y democráticoburgueses.

Recientemente los medios locales, siguiendo sus modelos europeos, presentaron como un pogrom el ataque a un grupo de hinchas de fútbol israelíes. Lo que no mostraron son las canciones antiárabes que un grupo de ellos cantaba, la agresión a un taxista y la quita de banderas palestinas por las calles. Condenable o no, contrasta enormemente con sus tibias declaraciones y silencios frente a la matanza de miles de personas en Gaza y el Líbano. La consagración de Israel como única víctima oficial llega así a su paroxismo, en una inversión increíble de roles que no llama la atención de los expertos oficiales en desinformación.

En este contexto el presidente Javier Milei, en la Asamblea General de Naciones Unidas, calificó de “socialista” a la misma ONU y anunció el fin de la posición de neutralidad argentina, resaltando su alineamiento con Israel. En varios fragmentos del discurso recurrió a sus delirios místico-liberales: «...donde entra el comercio no entran las balas porque el comercio garantiza la paz, la libertad garantiza el comercio y la igualdad ante la ley garantiza la libertad. Se cumplió, en definitiva, lo que consignó el Profeta Isaías y se lee en el parque, cruzando la calle: “Dios juzgará entre las naciones y arbitrará por los muchos pueblos; forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadoras. Nación no tomará espada contra Nación; nunca más conocerán la guerra”.»

Una masacre cotidiana

A lo largo de más de un año, el ejército israelí ha cometido al menos una masacre de civiles por día y con frecuencia supera el centenar diario. De ocurrir en otra parte, una sola de estas matanzas cometidas en hospitales, escuelas o campos de refugiados, hubiera generado portadas en los periódicos, pero la matanza de palestinos no constituye noticia ni es motivo de escándalo.

Las cifras de muertes cometidas de forma directa por ataques israelíes quedan desfasadas inmediatamente. Para inicios de noviembre se contabilizan más de 43.600 muertos confirmados, incluyendo 16.765 niños, unas 10.000 personas desaparecidas, y unos 102.000 heridos. No obstante, estas cifras se quedan cortas, entre otras cosas porque no incluyen las muertes por hambruna, enfermedad, o como resultado de la agonía de los heridos (que carecen de acceso suficiente a medicamentos, anestesia), muy difíciles de verificar con un sistema sanitario colapsado.

A la ya histórica privación del agua, ahora incrementada, se suma la privación de alimento consecuencia de las acciones deliberadas de Israel. Asimismo, la proliferación de enfermedades infecciosas es producto de la destrucción intencionada y casi total del sistema sanitario.

El asedio en curso, el tercero en un año, sobre la población desnutrida del Norte de Gaza que aún resiste la expulsión forzada hacia el sur de la Franja, está derivando en lo que puede llegar a ser un exterminio sin parangón en la historia reciente. Se trata de una población estimada entre trescientas y cuatrocientas mil personas. La población palestina de Gaza solo tiene como opciones morir o seguir desplazándose a lo largo de un territorio vallado e inhabitable, en condiciones cada vez más penosas.

El paisaje es diferente en Cisjordania y Jerusalén Este, al compás de los desahucios, las expulsiones, la construcción de nuevos asentamientos para colonos. Israel también bombardea en campos como los de Jenín, pero en Cisjordania debe calibrar cómo asesina puesto que, al fin y al cabo, son más de 700.000 los colonos israelíes en asentamientos dispersos entre islas de palestinos. Más de 780 palestinos, incluyendo 167 niños, han sido asesinados en Cisjordania desde octubre de 2023, muchos directamente a manos de colonos.

La complicidad democrática de Occidente

Antes de las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos, Bifo Berardi publicaba: «Si tuviera la desgracia de ser ciudadano estadounidense, no votaría a ninguno de los dos candidatos: la señora Harris, que ha prometido que el ejército estadounidense estará siempre equipado con la máxima letalidad, es más peligrosa que el señor Trump desde el punto de vista europeo, porque con la señora Harris como presidente, la guerra ucraniana se extendería hasta el umbral atómico. El señor Trump, que representa consciente y explícitamente los intereses de la raza blanca, sería una catástrofe para los palestinos y, más en general, para los migrantes, a quienes Trump y Vance han prometido “la mayor deportación de la historia”. Pero es difícil imaginar cómo Trump podría ser más despiadado que Biden y Obama, que deportaron a más migrantes durante sus presidencias que Trump. Y es difícil imaginar cómo podría ser más despiadado con los palestinos de lo que lo ha sido Biden, que nunca ha dejado de apoyar financieramente ni enviar armas a los exterminadores israelíes. Tal vez solo sería menos hipócrita.»

La fuerza de esta destrucción es llevada a cabo desde el cielo, con cazas y misiles estadounidenses. Desde octubre de 2023, Estados Unidos ha entregado a Israel más de 10.000 misiles de una tonelada cada uno, de esos que pueden derribar un edificio de diez plantas y abrir enormes cráteres en la calzada. Estados Unidos también ha entregado más aviones, armamento y municiones por un valor total que supera los 20.000 millones de dólares, ofreciendo también cooperación en inteligencia.

Mientras tanto, en Europa es el Estado alemán quien lidera el apoyo a Israel y marca el rumbo en el control de la disidencia. Este apoyo es incondicional, una “obligación nacional”. Alguien rápidamente pude pensar en una culpa histórica, pero a fin de cuentas todo se trata de dinero: Alemania es el segundo exportador de armas a Israel y ha incrementando sus ventas en los últimos meses. A esto se suma una implacable represión interna de cualquier expresión de solidaridad con la población palestina que pueda arruinar el negocio. El gobierno alemán considera oficialmente “antisemita”, y por tanto ilegal, a todo llamamiento al boicot de Israel, a la denuncia del apartheid israelí, y a la descripción del sionismo como colonialismo de asentamiento, incluso si es expresado por judíos.

 

* Artículo de referencia: «Palestina, consumida por el fuego» (Quilombo, 13/11/2024)