viernes, 4 de julio de 2025

NATALIDAD Y CAPITAL EN ARGENTINA

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Desde hace décadas la población mundial y local crece más lentamente y, de mantenerse las tendencias actuales, comenzará a reducirse antes de fin de siglo. En los noticieros y redes sociales circulan una serie de datos ilustrativos:

• Argentina tiene cada vez menos nacimientos y ha aumentado el promedio de edad en que se tiene el primer hijo.
• Los hogares con hijos menores ya no son mayoría: en 2022, el 57% no tenía niños o adolescentes.
• Hay cada vez más hogares monoparentales, un 80% de los cuales están liderados por mujeres.
• Los mayores de 85 años pasaron de representar el 1,5% de la población en 1991 al 11,8% en 2022.
• La tasa de natalidad cayó un 40% desde 2014 y el promedio de hijos por mujer es de 1,4 a nivel nacional. En la ciudad de Buenos Aires el número baja a 0,9.

Cabe recordar que para que la población de un país se mantenga estable (sin considerar la migración) el índice de fecundidad o promedio de hijos por mujer debe situarse en torno a los 2,1. Un índice menor sostenido en el tiempo supone una disminución de la población. El aumento de la esperanza de vida vuelve este proceso más lento, a la par que crece el promedio de edad. Todavía falta para llegar al punto de inflexión poblacional en Argentina, aunque ya se ha producido en varios países. ¿Esto debería preocuparnos? En el mundo somos una población de 8.000 millones que crece cada vez más lentamente y puede empezar a decrecer hacia fines de este siglo. Únicamente si estuviésemos camino a desaparecer como especie cabría la preocupación. Dado que no es el caso, se evidencia la dimensión moral detrás de los temores.

Estos son promovidos al difundir que se vende más alimento de mascotas que pañales, para la semana siguiente cambiar de tema y olvidar la baja de la natalidad. Al abordar el tema, las justificaciones son puestas delante de los hechos: la “ideología de género”, las dificultades económicas, el mascotismo, la adolescencia extendida, la misantropía, o el mero rechazo a la maternidad y paternidad serían entonces los causantes de la baja de natalidad y los cambios en las formas de trabajo. No es tan simple, la reproducción de la población se encuentra determinada por el Capital. Por mucho que racionalicemos los motivos de maternar, paternar, o no hacerlo, a nivel social estos motivos son determinados por potencias sociales que exceden nuestra vida individual.

Consideramos que la cuestión de la población es fundamental para comprender esta sociedad y sus transformaciones. Reflexionar en torno a la población implica preguntarnos cómo se reproduce la especie humana al interior del modo de producción capitalista, es decir, la relación entre explotación asalariada, reproducción biológica y división sexual del trabajo.

“Poblar la Argentina”

Argentina desde los comienzos de su historia tiene el estigma de ser un “país vacío”, es decir, un extenso territorio poco poblado. Para la conformación del Estado argentino fue fundamental el exterminio indígena, masacrando hacia el sur y despojando hacia el norte. La ilusión de los padres de la Patria era traer migrantes obedientes, pero se les llenó el territorio de anarquistas y revolucionarios.

«Gobernar es poblar» fue la máxima planteada por Alberdi en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina de 1852. Allí resaltaba la necesidad de aumentar la cantidad, así como la calidad de la población a través de la inmigración. Posteriormente advirtió que los resultados de la apertura a lo que llamaba «inmigración espontánea» no fueron los esperados.

A las preocupaciones por poblar y gobernar se sumaron, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, las inquietudes en torno a la reproducción biológica de la población, de la procreación, de la maternidad, de la calidad de la fuerza de trabajo de mano de la eugenesia… lo que hoy podríamos llamar políticas de género.

De “somos muchos” a “somos pocos”

Si bien Argentina, al igual que otros países del llamado “tercer mundo”, mantuvo su prédica poblacionista hasta hace algunas décadas, las políticas demográficas dominantes impulsadas por los países centrales comenzaban a tomar otro rumbo. Desde la década de 1960 se extendió la idea de que la “superpoblación” absorbería los recursos existentes a nivel mundial y generaría un deterioro del medioambiente que pondría en riesgo la vida en la Tierra, aunque la preocupación en verdad giraba en torno a la estabilidad y desarrollo de la sociedad capitalista. Así, de acuerdo a necesidades burguesas, en 1972 el Club de Roma encargó al MIT el informe titulado «Los límites al crecimiento», uno de los exponentes ideológicos más relevantes del neomalthusianismo moderno. Las alarmas se habían encendido en un particular contexto de crecimiento poblacional: 1964 había sido el año con la mayor tasa en la historia de la humanidad.

Por otra parte, cabe subrayar que esa “superpoblación” es relativa, es decir, una población excedente con relación a las necesidades del Capital. No fuimos o somos muchos: somos muchos viviendo de este modo, donde se tira la comida producida, donde nos concentramos en ciudades, donde producimos para la ganancia y no simplemente para vestirnos, alimentarnos, disfrutar y habitar un espacio. Aquello que se percibe y se nombra como exceso demográfico o población sobrante es una expresión concreta de la propia dinámica del modo de producción capitalista.

Si bien el ritmo del crecimiento poblacional se ha desacelerado notoriamente en las últimas décadas, la población sigue estando muy por encima de la necesidad de fuerza de trabajo del Capital. De este modo, los “asentamientos irregulares” (villas, favelas, chabolas, campos de refugiados) de muchas regiones del mundo crecen a un ritmo más acelerado que el de las urbanizaciones.

La opinión desesperada pasó en pocas décadas de señalar el peligro de la “superpoblación” a suponer que “están reduciendo la población”. Desesperación, ignorancia, ecologismo catastrofista, conspiracionismo, mil y una maneras para no analizar el modo de producción capitalista y para no pensar colectivamente posibles maneras de superarlo.

Cuando se cuestiona la baja de natalidad, lo primero que suele aparecer sobre la mesa no es el futuro de la especie sino el propio, es decir, la vejez. Con cada vez menos jóvenes, surge la pregunta sobre quiénes se harán cargo de los viejos, ya sea directamente o aportando a las cajas jubilatorias. Pero, una vez más, no se trata simplemente de la cantidad de personas, sino de lo que las personas hacemos. En las condiciones laborales actuales con salarios de pobreza y la mitad del mercado laboral en negro, se degradan las jubilaciones y se dificulta la posibilidad de ayudar a los mayores. Evidentemente no es un problema de la cantidad de trabajadores, sino de las condiciones de su explotación.

La explicación moralista

Desde las nuevas y viejas derechas, y en particular desde el gobierno de turno, vinculan la caída de la natalidad con el feminismo, el globalismo, el wokismo y su “ideología de género”. Apuntan a la legalización del aborto y al feminismo por la caída de la natalidad en Argentina. El presidente Milei dijo en un discurso reciente: «Ahora se están dando cuenta que se les pasó la mano en atacar a la familia, atacar a las dos vidas y ahora lo estamos pagando con caídas en la tasa de natalidad. Ahora el miedo es que el mundo se quede sin gente.» (Discurso en la Cumbre 2025 de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina).

Pero revertir las tendencias en la natalidad no es verdaderamente su objetivo, así como tampoco representa una necesidad del Capital al que le sobra cada vez más población. Es tan solo una oposición discursiva con fines electorales. Milei insiste en que la demografía juega un rol determinante en el crecimiento económico con ejemplos absurdos como que «resulta más probable encontrar un Mozart en una población de un millón de personas que en una de mil». También lo hace con referencias a Adam Smith, quien vinculaba el desarrollo de la división del trabajo con crecimiento del mercado, suponiendo que un mercado más grande implica necesariamente más personas y, sobre todo, suponiendo que más personas hacen crecer un mercado, cuando a las claras el problema demográfico bajo el capitalismo surge porque faltan medios de producción para que las personas puedan vender su fuerza de trabajo de manera tal que puedan acceder al consumo.

El objetivo recurrente, en verdad, es oponerse al progresismo: «Dado el destrozo que han causado las políticas verdes sobre la natalidad y el nivel de población futura (al límite estúpido de exterminar a la especie humana por cuidar el planeta) se deberían replantear las políticas en materia demográfica más allá de la atrocidad de estar asesinando seres humanos en evolución en el vientre de la madre.» («Tiempo para el crecimiento», Infobae, 30 de mayo de 2025).

Los reaccionarios que hasta ayer decían que los pobres “tienen hijos para cobrar planes” son los mismos que se horrorizan porque “Argentina va a quedar despoblada”. No piensan, opinan. Es tan absurdo afirmar que la legalización del aborto hace reducir la población, como lo es decir que las ayudas sociales la hacen crecer.

Veamos el primer caso. La baja de natalidad es un proceso que comienza mucho antes de la legalización del aborto. La cantidad de embarazos disminuye y más aún disminuyen los que terminan en aborto. Es el control de la natalidad el que crece y el aborto es una de las formas de llevarlo a cabo. La legalización del aborto es más un efecto que una causa de la baja de la natalidad.

En segundo lugar, los pobres no “tienen hijos para cobrar la asignación” y esto puede comprobarse rápidamente al repasar los datos. En septiembre de 2024 en Argentina eran alrededor de 4,1 millones los beneficiarios de la AUH, representando aproximadamente un tercio del total de niños. Los titulares a cargo que perciben esta ayuda son 2,33 millones (95,6% son mujeres), de los cuales un 52,5% tienen un solo hijo de hasta 17 años, un 28,5% tienen dos, un 12,7% tres hijos, un 4,3% cuatro, y solo un 2% tiene 5 o más hijos. (Datos extraídos del último «Informe de estadísticas de la seguridad social» de la ANSES, publicado en enero de 2025).

Cuando las argumentaciones se desmoronan cabe responsabilizar a individuos. Entonces aparecen las “teorías” de la conspiración como un desafío al orden dominante contra la “elite”. El hecho de que haya empresas que apoyen o promuevan el control de la natalidad, el aborto, así como el matrimonio entre personas del mismo sexo, no es suficiente para afirmar que hay una conspiración, ni mundial, ni de familias, ni extraterrestre. El que los capitalistas hagan de cada necesidad un negocio, que lucren y planifiquen, eso no constituye una conspiración. El que los empresarios se reúnan con los gobernantes, tampoco lo es. Son los negocios, es la corrupción, es el Capital, es el Estado. Los “complotistas” no ven nada malo en el lucro salvo cuando contradice su moral occidental y cristiana.

La explicación “multicausal”

Desde el progresismo se analiza el fenómeno de la caída de la natalidad como un fenómeno multicausal. Se señalan las dificultades económicas, mayores posibilidades de las mujeres para insertarse al mercado laboral y la educación sexual como las causas principales. Pero inmediatamente cabe preguntarse el porqué de dichos porqués, los motivos detrás de cada una de las “multicausas”.

Cabe preguntarse, por ejemplo, por qué existieron elevadas tasas de natalidad en condiciones deplorables de vida durante el siglo XIX y comienzos del XX, o por qué la inserción de las mujeres al mercado de fuerza de trabajo en los albores de la industria a mediados del siglo XIX no estuvo acompañada de una pronunciada baja de la natalidad.

La esperanza de vida al nacer ha estado en constante crecimiento, aunque con claras diferencias entre regiones, en todo el mundo. De este modo, no se necesita una natalidad elevada para contrarrestar la mortalidad infantil. A su vez, la cantidad de años en que una persona puede vender su fuerza de trabajo también ha aumentado y las edades jubilatorias se van retrasando. Todo esto es importante, pero la causa fundamental detrás de la baja de la natalidad es el crecimiento de la población sobrante para el Capital a la que referíamos anteriormente. Sobran cada vez más vendedores de fuerza de trabajo, por lo que nos vemos empujados a reducir nuestro número.

Esto impacta directamente sobre la división sexual del trabajo, ya que aumenta la cantidad de años de vida que las mujeres pueden dedicarse de lleno al trabajo asalariado. Su inserción masiva en el mercado laboral y el definitivo cuestionamiento de la maternidad como destino se dan en este contexto de crecimiento de la población sobrante, que implica un creciente deterioro en las condiciones de venta y reproducción de la fuerza de trabajo. [En el nro. 16 de Cuadernos de Negación analizamos la relación entre población sobrante y género en profundidad].

Desde el feminismo liberal se celebra la baja de natalidad en cuanto ampliación de la libertad de las mujeres y cuestionamiento de los roles de género tradicionales. En el «Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2023» titulado «8.000 millones de vidas, infinitas posibilidades. Argumentos a favor de los derechos y libertades» la ONU es clara respecto de las necesidades del Capital: «a la hora de sostener la economía de una sociedad en proceso de envejecimiento y con tasas de fecundidad bajas, impulsar la paridad de género en la fuerza de trabajo resultaría mucho más útil que aumentar de nuevo la fecundidad».

Desde otros sectores del feminismo, en cambio, se asocia la baja de la natalidad con las dificultades económicas, y hasta con el “borrado de la mujer”. De este modo, muchas mujeres (y hombres) deciden no tener hijos, aunque desearían lo contrario, y tenerlos puede incluso ser considerado un acto de resistencia a las condiciones impuestas. Entonces critican a quienes celebran la baja de la natalidad y proponen luchar por mejorar las condiciones en que se tienen y crían los hijos. Esta lucha es necesaria al igual que toda lucha por mejorar la reproducción de los vendedores de fuerza de trabajo, tengan o no hijos, pero suele suponer arbitraria y moralmente que la natalidad debería crecer. [Dos números atrás en este boletín, en un artículo titulado «El género en crisis», ahondamos en las transformaciones de la división sexual del trabajo de las últimas décadas y las encendidas discusiones al respecto].

Desnaturalizar la población

Hay un mito que dice que las estadísticas son objetivas, que “los números no tienen ideología”. Sin embargo, cualquier observación de un fenómeno evidentemente omite otros, la cuestión es cuáles y cómo se relaciona con lo observado. La honestidad es elemental cuando los datos encontrados chocan con nuestras intuiciones, al igual que la pregunta incansable por las determinaciones más fundamentales de la realidad que reproducimos todos los días.

Dado que no queremos hacer economía ni política, coincidimos con Marx en su apreciación sobre la población publicada en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (“Grundrisse”, 1857). Cuando consideramos un país desde el punto de vista económico-político comenzamos por su población y lo reducible a estadísticas. Parece justo comenzar por lo real y lo concreto. Sin embargo, la población es una abstracción si dejamos de lado las clases que la componen. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconocemos los elementos sobre los cuales reposan: el trabajo asalariado o el Capital. Estos suponen intercambio, división del trabajo, precios, etc. Si comenzáramos, pues, por la población, tendríamos una representación caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaríamos analíticamente a conceptos cada vez más simples: de lo concreto representado llegaríamos a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. En este punto, habría que emprender el viaje de retorno hasta dar de nuevo con la población; pero esta vez no tendríamos una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones.

La población no es un simple amontonamiento de seres humanos, no es un hecho natural. Su producción y reproducción son producto histórico de las relaciones de clase, incluyendo la división sexual. Cada modo de producción supone un desarrollo particular de su población tanto en su cantidad como en sus características. Buscamos comprender cómo se reproduce la población al interior del modo de producción capitalista, desnaturalizando aquello que nos viene dado, sin nostalgia ni haciendo apología de sus transformaciones. Cuando la sociedad comienza a hacerse determinadas preguntas es porque puede responderlas. Solo se trata de atreverse a enfrentarlas.

CONTAMOS 100 NÚMEROS Y NO NOS DORMIMOS

Es una alegría mantener la constancia en la periodicidad del boletín durante todos estos años y compartir un significativo número 100. Nos enorgullece seguir adelante con una voz disidente, reflexiva y revolucionaria; continuar gracias al esfuerzo de todas las personas que consideran necesario que exista este boletín.

Desde comienzo de 2012 nos proponemos comprender el mundo que habitamos, agitar, señalar las causas profundas de los malestares sociales, participar de las luchas en curso, solidarizarnos, dar visibilidad. Nos permitimos dudar, discrepar, afirmar, negar y comunicarlo. Continuamos sosteniendo que otro mundo es posible, que otras formas de lucha son posibles. Que hay vida más allá del Capital y el Estado, de la propiedad privada y el dinero.

Mantenemos la perspectiva histórica del movimiento por la superación de las condiciones existentes a la vez que intentamos contribuir a su actualización, a ir al tiempo de nuestro tiempo.

La Oveja Negra no se vende

En las culturas occidentales, lo blanco generalmente se ha asociado a la pureza, la inocencia y lo correcto, mientras que el negro ha representado lo desviado o lo negativo. Así, quien no seguía las normas, se desviaba de lo socialmente aceptado o causaba problemas, podía ser considerado una “oveja negra”. Es probable que esto derive de la presencia poco normal e indeseable en los rebaños de ovejas cuya lana negra no era bien cotizada en el mercado. Según diversas fuentes podemos leer que la lana negra no se podía teñir, otras dicen que no podía venderse porque la Iglesia solía reclamarla a los granjeros como impuestos, se supone que para confeccionar sotanas. En cualquier caso, La Oveja Negra no se vende. En su doble acepción, nuestro boletín es incorruptible y de distribución gratuita. A pesar de la sociedad mercantil generalizada en la que se escribe, La Oveja Negra no es una mercancía.

Esta hoja impresa por ambas caras tiene la cualidad de circular fácilmente de mano en mano, por diferentes ciudades. Apostamos a seguir publicando este boletín en papel a la vez que lo compartimos por medios digitales. La Oveja Negra es gratuita, pero esto no significa que no cueste dinero hacerla. En tiempos donde casi todo se hace por dinero y hay una tendencia a considerar toda actividad humana como un trabajo, elegimos ir a contracorriente. Hacemos un esfuerzo para cubrir los gastos de impresión, robando tiempo al trabajo o al ocio para pensar, conversar, escribir, dibujar, diagramar, repartir y difundir estas reflexiones.

Otras personas que no participan del grupo editor pero consideran importante la existencia de este boletín colaboran como y cuando pueden, de forma económica o difundiendo en los lugares que frecuentan, a sus amigos, conocidos; así como otros imprimen por sus propios medios, incluso en otras ciudades y países. Asimismo, compañeros desconocidos de otras regiones del planeta traducen artículos de La Oveja Negra al griego, al italiano, al francés, al inglés o al alemán, poniéndolos a circular por las calles o por la web.

¿Salir del rebaño?

Una búsqueda rápida en la web dice que en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX, el color negro de las ovejas era visto como una marca del diablo. El primer registro conocido de “oveja negra” en sentido despectivo procede de los escritos de un puritano llamado Thomas Shepard que en su texto evangélico The Sincere Convert (1640), escribe: «Expulsad a todos los profanos que haya entre nosotros, como borrachos, blasfemos, rameras, mentirosos, a los que la Escritura califica de ovejas negras, y los condena en cien lugares.»

Actualmente, la expresión es utilizada para referirse a los miembros de un grupo humano que poseen características diferentes a sus semejantes. Desde la diversidad progre a la rebeldía neoderechista, aquello que sale de ciertos cánones puede ser catalogado de esta manera e incluso ser asumido como identidad… una cuestión de elección. El Estado democrático se presenta como el Buen Pastor: todas las ovejas descarriadas deben ser integradas.

Oveja blanca, oveja negra, rebaño al fin. Hay quienes suponen “salir del rebaño”, pensarse fuera, percibirse completamente diferentes, otros asumimos la cualidad de rebaño impuesta y hacemos desde ese lugar, desde esa experiencia.

Existe una tentación y cierto orgullo en el lugar de excepcionalidad que suele llevar a una posición de exterioridad. Si pensamos diferente y buscamos algo diferente, es necesario preguntarnos por qué lo hacemos, y sobre las posibilidades de que dicha voluntad de cambio se generalice en las condiciones actuales. Se trata de comprender las determinaciones materiales sobre las conciencias. No podemos escapar de la sociedad capitalista, pero sí podemos superarla.

Continuamos

Deseamos de todo corazón seguir aportando en esa misma dirección. Queremos contribuir a la lucha contra el Capital y su Estado, tanto a los compañeros cercanos como a los lejanos, a los conocidos y a los desconocidos, provengan de tal o cual movimiento. Para ser y hacer la revolución. ¿Qué sentido puede tener reflexionar sobre este mundo si no es para transformarlo?

NUEVO NÚMERO DE CUADERNOS DE NEGACIÓN

Notas sobre aborto, género y población

A partir de la lucha por la legalización del aborto en Argentina nos preguntamos: ¿qué significa abortar? ¿Por qué su legalización es motivo de disputa? ¿Por qué se aprobó recientemente y no antes? ¿Por qué se tienen menos hijos? ¿Cómo se organiza la reproducción biológica al interior de la reproducción del modo de producción capitalista?

En las últimas décadas la natalidad disminuye a nivel global y el crecimiento poblacional se ralentiza. Esto ocurre a la par del aumento de la participación de las mujeres en un mercado de fuerza de trabajo cada vez más precarizado. Con la cuestión del aborto como disparador, analizamos las transformaciones de la población bajo el capitalismo e indagamos en la relación entre explotación asalariada y división de género.

Disponible en revista, en libro y versión digital:

cuadernosdenegacion.blogspot.com

VOCES DESDE IRÁN

Nueva emisión de Temperamento Radio amplificando los testimonios, panfletos e informaciones desde el territorio dominado por la República Islámica y bombardeado por el Estado israelí: temperamentoradio.blogspot.com

Para descargar y escuchar:

https://archive.org/download/tempe-iran/tempe%20iran.mp3

https://youtu.be/iDosaeYvBlY

https://open.spotify.com/episode/3apAMhO7mo0HwrlgOgCRsQ

Para leer los textos completos y sus actualizaciones: panfletossubversivos.blogspot.com

lunes, 16 de junio de 2025

PODER, CORRUPCIÓN Y MENTIRAS

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Cristina Fernández de Kirchner fue condenada por corrupción, la pena tiene obvio fines políticos. Si se trata de debilitar la oposición está por verse, porque quizás tenga el efecto contrario. Pero en última instancia ¿qué nos importa la interna burguesa? En esta como en otras ocasiones, los análisis implican política, democracia, incluso algunos hasta género, pero casi nadie parece advertir la existencia de propiedad privada que dan sentido a las anteriores categorías: a un lado a los dueños de los medios de producción y sus representantes y al otro, quienes cada día tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Es por estos motivos que usamos la categoría de “burgueses” y no como agravio a los ricos que nos caen mal.

La absoluta politización de la opinión pública con fines electorales tiene una indignación selectiva. No importa la corrupción o las mentiras sino quién las ejerza, quién tiene el poder. Masivamente indignan los males superficiales frente a los estructurales.

Cuando parte del proletariado indignado con los “excesos” de la democracia capitalista se lamenta que “se están afanando la guita de la gente”, están señalando que la obra pública, el transporte, los hospitales o el PAMI son financiados con el sudor de las masas trabajadoras, con su plusvalor podríamos precisar. La corrupción de los fondos que financian esos proyectos significan un empeoramiento directo en la vida cotidiana de la clase proletaria: accidentes letales evitables, mayor distancia o peor viaje hacia el trabajo, pobres sin acceso a la salud pública o servicios básicos, viejos muriéndose sin atención médica.

La corrupción se puede definir como todo abuso del poder público con el objeto de obtener gratificaciones de índole privado o beneficios políticos. Y así funciona la democracia. A comienzos de este año la “cripto-estafa” era la esperanza de la oposición. Ya fantaseaban con la dimisión del presidente o al menos un debilitamiento de su figura. Pero no ocurrió porque la corrupción es una constante, su denuncia sirve solamente para la carrera política. Es el síndrome de Lilita Carrió, quien siempre denuncia la corrupción del oficialismo de cada momento alimentando un relato político y reaccionario de una democracia mejor dónde explotadores y explotados podrían convivir en una nación que avanza hacia el progreso sin fricciones. Pero la democracia es corrupción, represión, conciliación de clase y explotación.

Y no es suficiente con ver quiénes dirigen y festejan la condena para ubicarse “del otro lado”, porque no hay dos lados, esto no es un partido de fútbol. Del mismo modo, cuando un hecho de corrupción o un asesinato es relativizado porque los demás gobernantes también lo hacen, por una parte se reconoce que eso es lo que hacen los gobernantes, todos, y por otro se comienza justificar los mismos hechos en las orgas, los sindicatos y grupúsculos. La falta de ética de arriba hacia abajo no puede ser una propuesta política, menos si se trata de una propuesta para la emancipación.

Cuando una parte de la población se indigna selectivamente con algunas actuaciones del poder Judicial, cabe recordarnos que la Justicia existe para reproducir un orden social injusto, y persigue a quienes lo enfrentan, gobierne quien gobierne. También se entromete en las disputas interburguesas como en este caso, favoreciendo capitalistas y sectores políticos, perjudicando a otros. El kirchnerismo utiliza la difusa noción de “poder real” para referirse a un sector intocable de la burguesía local alineada con el capital financiero y extranjero, a quienes sus políticas habrían perjudicado por lo que ahora devuelven el golpe a través de una Justicia adicta. Resulta curioso cómo gobernaron casi dos décadas sin tener el “poder real”. Es necesario un análisis más serio del Estado, su vinculación con los distintos sectores de la clase capitalista en Argentina y, fundamentalmente, de la relación de todos ellos con el proletariado, es decir, de la lucha de clases.

Quienes ven como una injusticia la condena de evidentes delitos que ya nadie se esfuerza en refutar asumen que el sistema político está podrido y que la política es corrupción, estamos de acuerdo. En lo que no acordamos es que consideren que la injusticia es que solo se condene a un sector de la política con el que se identifican.

La respuesta de por qué esto le ocurre al kirchnerismo desde hace varios años y se consuma en este momento, hay que buscarla en su agotamiento como representante del conjunto de la reproducción del Capital en Argentina. Parecemos asistir al final de un ciclo surgido luego de la crisis de la convertibilidad para restaurar el orden y recomponer la acumulación sobre bases menos rígidas que a la vez contuvieron e institucionalizaron las luchas. Esto significó sostener aspectos esenciales de la reestructuración de los 90 como la flexibilización y precarización del trabajo, a la vez que rehabilitar, con el viento de cola del precio internacional de los granos y salarios destruidos, el desarrollo de capitales improductivos mercadointernistas cuya reproducción es, como ya vemos, insostenible a largo plazo. El discurso peronista sobre la redistribución de la riqueza, el fifty-fifty, su enfrentamiento al “poder económico concentrado” no es más que la envoltura ideológica de una forma específica de acumulación del capital en Argentina y de su inserción al mercado mundial, que es al mismo tiempo una forma específica de la explotación de la fuerza de trabajo.

Fuera y contra la batalla cultural y las campañas electorales intentamos comprender nuestra realidad para transformarla: por un mundo más allá de las mezquindades de quienes gobiernan y quienes aspiran a hacerlo. Para luchar por un mundo más allá de la privación y la explotación.

viernes, 11 de abril de 2025

LO POSMO SE VOLVIÓ DE DERECHA

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Si aún se puede hablar de derecha e izquierda vale este título. Algo que antes era un insulto y pocos se animaban a asumir, ahora es una identidad llevada con orgullo. Incluso ya tienen sus portales como “La Derecha diario” o “Viva la derecha fest”, que reúne a los máximos exponentes de la “batalla cultural”.

Si es poco deseable devolver la rebeldía a una izquierda que tiene poco de transgresión y mucho de integración a la sociedad capitalista, menos deseable es apostar por una forma liberal y posmoderna de observar el mundo.

La grieta permite una fácil ubicación. Cada elector supone que del otro lado se encuentran los malos y que está junto a los buenos. Pero la realidad no es así de binaria. Cuando todo se presenta tan simple y resuelto es preciso dudar. Especialmente si nos encontramos frente a sucesos que son percibidos sin matices, de manera que es posible mantenerse intocable frente a los mismos.

La política actual requiere de la polarización discursiva para lograr una alternancia en el gobierno. Para la opinión pública, poco importa que los relatos no se correspondan con los hechos. Y menos importa por cuáles motivos económicos existe cada uno de los dos sectores, qué intereses representan y por qué cada cual tiene su turno para administrar la nación.

La reflexión está fuera de juego. Masivamente indignan los males mediocres y superficiales. Frente a los problemas estructurales, si es que llegan a advertirse, reina la desatención o la resignación. La indignación es completamente selectiva, como la memoria. Según a qué lado de la grieta suceda, el mismo hecho puede preocupar o pasar inadvertido, así como ser denunciado con la misma vehemencia con la que puede ser justificado.

Aunque las opiniones, emociones y decisiones se experimenten como una cuestión de subjetividad simplemente individual, se trata de comportamientos determinados socialmente. En Argentina, donde desde hace años asistimos a una campaña electoral permanente, cada irritación, cada denuncia, cada pataleo, tiene un trasfondo.

Usos de las emociones

Por el camino liberal, las nuevas derechas llegaron tarde a la misma conclusión posmoderna a la que ya habían arribado las nuevas izquierdas: que somos constituidos por discursos y que estos constituyen la realidad.

En verdad, somos constituidos por las mismas relaciones sociales a las que damos existencia, y en ese proceso también producimos discursos. Es la sociedad que produce los discursos, no al revés.

Quienes se alistan a la batalla proponen una estrategia centrada en la hegemonía cultural. Enfocan sus esfuerzos en la educación y los medios de comunicación. Su estudio de la historia o de la economía no es crítico, sino que apunta a una suma de sucesos aislados, intenciones políticas, nombres propios y voluntades personales.

Parten de la premisa de que todo régimen de gobierno depende del dominio simbólico para garantizar el funcionamiento económico. He aquí su punto central. No es del todo falso, pero la dominación es económica y su discurso es un relato para explicarse a sí misma. No hay primero un discurso y luego un modo de producción que venga a justificarlo. Como decíamos cuando asumió Milei, si muchas personas eligen “ser su propio jefe” no es porque el liberalismo convenza más que el socialismo, sino al revés.

Desde el progresismo dicen que el discurso de la derecha prende porque sintoniza con los miedos y los deseos latentes en la sociedad. Y eso es cierto, pero cabe recordar que esa estrategia no la inventaron ellos, de hecho llegaron bastante tarde, y lo reconocen al querer “disputar el campo simbólico a la izquierda”, etc., etc. Ya desde hace décadas la publicidad, incluida la socialdemócrata, toma como punto de partida las emociones y vende experiencias inmediatas. Como una bebida que ya no calma la sed, ni hidrata o siquiera tiene buen sabor, sino que es divertida, denota éxito o aventura. Así lo aprendieron populismos de diferentes países que ganan elecciones presidenciales articulando un discurso predominantemente emocional: esperanza, miedo y preferentemente odio.

Usos de la historia

Cuando el último 24 de marzo el Estado argentino lanzó un video oficial con la premisa de “Memoria completa” ‒hasta hace poco minoritaria y extremista‒ quedan en claro varias cosas. La derecha retoma la pesada herencia democratista y denuncia todo acto ilegal (ahora de los supuestos “dos bandos”), plantea la historia como un relato a interpretar libremente e insiste en que quienes no vivieron los 70 tienen menos derecho a opinar que quienes sí. Si así fuese el estudio de la la historia, no podríamos conocer ni la revolución francesa, ni la liberación de Haití, ni la Antigua Grecia. ¿Pero qué nos quieren decir con esto? Que la historia no se trata de hechos sociales y objetivos sino de experiencias subjetivas e individuales, y las emociones que puede suscitar. Una genealogía para unos, un cúmulo de anécdotas inconexas para los otros, explicaciones por ninguna parte.

Mención aparte para un amargo hito nacional. En 2025 es la primera vez que el Estado argentino denuncia abiertamente a la Triple A como anticipación democrática de las torturas y desapariciones que luego generalizaría la última dictadura cívico-militar. Pero lo hace a través del nefasto de Agustín Laje, que de acuerdo a los intereses que representa no está interesado en estudiar la Historia sino de aislar sucesos y darle una utilidad como arma antiperonista en la batalla cultural, denunciando las matanzas en democracia bajo el gobierno de Cámpora, Perón y Martínez de Perón. Así como anteriormente otro personal estatal hizo de la memoria una mercancía a emplear y sacar provecho.

Si otra vez vuelve el debate sobre el número de desaparecidos es para proponer dos lados y cuantificar el horror: 8.000 vs. 30.000. El propio Estado desapareció y asesinó a miles de personas, y aún lo hace. Y cuando el asesino actúa como juez, investigando y castigando a sus propios miembros, lo hace en función de la estabilidad en la gestión del propio Estado y los intereses políticos particulares de cada gobierno. Evidentemente, si no podemos saber cuántos son los desaparecidos es gracias al alto personal estatal, el democrático y el de facto. La única cifra relativamente oficial proviene de unos archivos desclasificados en 2006 de Estados Unidos donde refieren a 22.000 entre muertos y desaparecidos entre los años 1975 y 1978, un número más cercano a los 30.000 (si además sumamos las cifras desde el 73) que las 8.961 del informe de la CONADEP que reivindica la derecha argentina omitiendo las circunstancias de su realización.

Pero el debate parece una distracción, en un 24 que es un feriado donde la pregunta por cómo cambiar la vida y transformar el mundo es dejada de lado y la movilización se ha transformado en una larga marcha en favor de la democracia capitalista y, en gran medida, de la oposición al gobierno actual. Una curiosa política de la memoria también selectiva, que para señalar que en el gobierno están los mismos “liberales” y “antiderechos” de los 70, olvidan los atropellos estatales anteriores a esa década y principalmente los de las últimas décadas.

Fuera y contra sus batallas

Como decíamos al comienzo, si cada relato está determinado por la forma de acumulación capitalista en Argentina no vale la pena proponer una nueva batalla cultural ni mucho menos transformarla “desde adentro”. En distintos períodos históricos la dinámica de acumulación adquiere características específicas. Por acumulación nos referimos a explotación de una clase por otra, al proceso de transformación de plusvalor en capital adicional o plus capital. Suena raro, suena difícil, y no es para menos, exige un esfuerzo. Si en el pensamiento abandonamos el terreno de la lucha de clases por el de la opinión, el relativismo y la rivalidad política nos condenamos a un presente perpetuo.

Cada período de la acumulación de capital en este país implica una forma ideológica particular. La expansión y contracción económica tienen sus propios relatos, pero es preciso desertar de las batallas culturales para advertirlo.

Por lo tanto, no estamos oponiendo economía a cultura o borrando la política con economía, sino que se trata de entender su relación. Porque no buscamos hacer economía sino crítica de la economía. No se trata de reducir la realidad a los datos que estudia la disciplina económica, así como tampoco a las listas de nombres y vínculos entre poderosos, simplificando la realidad y borrando la noción de modo de producción. De este modo, “el capitalismo”, cuando es nombrado, es reducido a noticias, a empresarios corruptos, a aspectos de la sociedad más desagradables que otros. Es reducido a una acumulación que simplemente parece ser acumulación de cosas, estáticas, una acumulación sin dinámica social, que es la que estamos tratando de señalar.

En nuestro libro Contra el liberalismo y sus falsos críticos indagamos brevemente en algunas especificidades de la acumulación de capital en la Argentina de las últimas décadas, como su inserción en el mercado mundial a partir de la producción de commodities, un complejo industrial poco competitivo en términos internacionales y orientado en gran medida al mercado interno, y el impacto local de la última reestructuración global del modo de producción capitalista, en particular sobre las condiciones de trabajo. Las expresiones ideológicas y organizativas del proletariado, así como de la burguesía que actúa en la región, y por lo tanto los distintos gobiernos y sus políticas, no pueden comprenderse sin atender a la forma en que se reproduce el Capital. Consideramos necesario profundizar colectivamente en este sentido.

La reproducción del capital determina cómo se reproduce la fuerza de trabajo a través de la relación que los une: la explotación. Y ese vínculo es posible porque todos somos propietarios privados de mercancías: la mayoría únicamente posee fuerza de trabajo para vender y una minoría posee los medios de producción y la capacidad de comprar fuerza de trabajo para ponerlos en movimiento. La lucha de clases es fundamentalmente la disputa por el precio de esa mercancía. La superación del modo de producción capitalista no significa simplemente terminar con la explotación sino con la mercancía como forma de la producción y como relación social, que nos imprime una forma de conciencia donde nos suponemos dueños absolutos de nuestra voluntad, mientras en verdad estamos sometidos a los designios del Capital. Allí reside la separación entre política y economía, somos ciudadanos libres determinados por el Capital, nos domina una potencia ajena creada por nosotros mismos.

Por ello decimos que tampoco existe una verdadera grieta entre proletariado y burguesía, porque no se trata de una guerra de dos bandos sino de una relación social. Por eso no proponemos ganar una guerra donde “la tortilla se vuelva” sino una crítica total al modo de producción capitalista.

En la batalla ideológica, por el contrario, se busca transmitir una verdad a la audiencia con las armas de la persuasión, la seducción y la simplificación. Cada coartada del líder izquierdista está justificada de la misma manera: “es para que la gente entienda”. La derecha lo hace ya sin la justificación paternalista. En esta guerra de todos contra todos buscan convencernos de que quien no acepte su verdad revelada será aplastado por la mano invisible del mercado o la mano dura de la represión.

Pero si no concedemos a los relatos y los discursos el privilegio de definir el sentido de la historia, si no queremos ser publicistas ni influencers, si no queremos ser políticos, ¿qué nos queda? Como punto de partida, no entrar al territorio que domina el enemigo, ¿para qué empantanarnos en discusiones sin fin que no arriban a nada más que definir los dos bandos?

Si nos alistamos en la batalla cultural bajo el dictado de la ideología burguesa es la burguesía quien gana. Somos derrotados desde el momento que aceptamos su modelo de batalla que incluye su modelo de victoria, eficacia, chicaneo, pérdida de tiempo y desgaste.

¿Por qué hoy las nuevas derechas parecen triunfar en el terreno de las ideas? Porque lo que dicen se conecta directamente con cómo vivimos, su apología de la guerra de todos contra todos no está alejada de la realidad. Sí, tienen más medios y más dinero pero la vida cotidiana capitalista está de su lado. Parten de la realidad. En ese sentido y a pesar suyo son materialistas.

La izquierda sufre de optimismo pedagógico, frente al pizarrón o la webcam ubica sus mejores cuadros. El educador se dirige al educando o la audiencia, en cualquier caso a aquellos que consideran ignorantes. Esta dura educación de manual puede incluir las emociones como coartada para “colocar” mejor el mensaje en las conciencias.

Pero de lo que se trata si queremos transformar la realidad y superar el capitalismo, es de señalar sus límites, sus determinaciones, sus contradicciones y partir de cuestiones existentes. Del fondo de la cuestión y no de los sucesos que se encuentran en la superficie, la nostalgia, en el entretenimiento político, la indignación selectiva y los partidismos.

Incluso cuando la izquierda o el progresismo parece más profundo, apunta a los “excesos” sin comprensión de su contexto. Un cuestionamiento dificilmente posibilite un cambio si no advierte las implicaciones, los por qué. No es suficiente con agregar la palabra “capitalismo” al abracadabra panfletario.

Si remitimos a la vulneración de derechos, la corrupción, al “extractivismo”, al “gatillo fácil”, al Fondo Monetario Internacional, pero no al fondo de la cuestión, no veremos las causas de los problemas en el Estado que quieren dirigir ni en la economía capitalista que desean administrar.

La misión de la izquierda ha sido y es estabilizar la acumulación de capital y evitar o suavizar sus crisis. Incluidas las “crisis” con insurrecciones proletarias que vienen “suavizando” históricamente por todos los medios necesarios. La derecha lo hace por medios más hostiles y desenmascarados.

¿Qué tenemos que hacer entonces los anticapitalistas? ¿Hacer una economía crítica o crítica de la economía? ¿Hacer política crítica o crítica de la política? ¿Sumarnos a la batalla cultural con nuestras críticas y reservas, o desertar? Preferimos abandonar la marcha de este carro fúnebre y proponer una ruptura.

GAZA: «QUEREMOS VIVIR»

Israel puso fin el 18 de marzo al breve “alto al fuego” en Gaza, con la reanudación de sus ataques aéreos. Fue uno de los días más mortíferos hasta la fecha, matando a más de 400 personas mientras dormían, provocando más de 500 heridos y numerosos desaparecidos. Al día siguiente al menos setenta palestinos fueron asesinados por más ataques aéreos perpetrados por el Ejército israelí en distintos puntos de la Franja, durante la segunda jornada de bombardeos.

Las acciones de Israel se dan en el marco de una situación política interna en la cual el gobierno de Netanyahu intenta mantenerse frente a una oposición creciente y protestas de ciudadanos israelíes, que lamentablemente nada tienen que ver con parar la masacre que efectúa su Estado en su nombre.

En Gaza, cientos de personas se movilizaron contra las terribles condiciones de vida. Hablar de la vida allá no es igual a hablar de la vida acá. Los están masacrando, por las noches, en el día, desde el cielo, por agua y por tierra. El movimiento se ha extendido de norte a sur en la Franja, su grito es simple y profundo: «Queremos vivir».

Una vez más, los palestinos son reducidos a poco más que números y sus escasos medios de subsistencia son continuamente destrozados. A pesar de la masacre y la ocupación, los habitantes de Gaza protestan también contra los propios gestores palestinos de Hamás. Porque los antagonismos de clase no pueden ser simplemente disueltos en pueblos y naciones en disputa, ni siquiera en las peores condiciones. Los últimos acontecimientos lo ponen de manifiesto de forma contundente. Y esto no ocurre solo en la Franja con Hamas, sino también en Cisjordania, donde la Autoridad Nacional Palestina tolera los abusos de los colonos, paramilitares y las fuerzas armadas israelíes, e incluso coopera con estas últimas en la persecución de opositores. Esto ha sido defendido públicamente por el presidente palestino de Cisjordania Mahmud Abbas del partido Fatah (que encabeza la OLP), como ejemplo de colaboración contra el accionar terrorista.

El 25 de marzo, cientos de personas salieron a las calles de Beit Lahia (ciudad de la Franja al norte de Jabalia) desafiando la brutal realidad de su vida cotidiana. Ondeaban banderas palestinas, retazos de tela blanca, portaban pancartas caseras y coreaban cánticos. Las protestas se extendieron a otras ciudades y los eslóganes que resonaban entre los escombros hablan por sí solos: «Queremos la paz» y «Fuera Hamás». Los palestinos no solo sufren el bombardeo y el asedió israelí (con la complicidad de todo Occidente) sino que también son reprimidos y entregados como carne de cañón por sus propias autoridades. No esperábamos menos de quienes se benefician del hambre y la masacre de su propio pueblo.

Un manifestante residente en Beit Lahia que vio destruida su casa y perdió a su hermano en un ataque aéreo israelí hace un año declaraba ante medios internacionales: «Nos negamos a morir por nadie, por la agenda de ningún partido o por los intereses de Estados extranjeros. Hamás debe dimitir y escuchar la voz de los afligidos, la voz que surge de debajo de los escombros: es la voz más veraz».

Hamás gobierna Gaza desde 2007. Las críticas abiertas a Hamás han aumentado en Gaza desde el comienzo de lo que los medios internacionales se siguen empeñando en llamar “guerra” o “conflicto”. Sin embargo, muchos proletarios ante la falta de alternativas encuentran que es el único medio para resistir, combatir al Estado de Israel, o simplemente tomar venganza.

Otro palestino del norte de Gaza que salió a protestar afirma que Israel es el principal culpable de la miseria en su región pero que Hamás también es responsable: «Estamos oprimidos por el ejército de ocupación (Israel) y estamos oprimidos por Hamás».

«Han matado a nuestros hijos. Nuestras casas han sido destruidas» declaró otro manifestante que dijo haberse unido a la protesta en Beit Lahiya «contra Hamás y las facciones [palestinas], contra Israel y contra el silencio del mundo».

Estas protestas son un grito valiente y desesperado contra la masacre pero también contra la represión que intenta encuadrar a toda la población palestina en un proyecto estatista y religioso de miseria y malestar permanente. Surgen al igual que otras iniciativas, impulsadas por sus necesidades inmediatas de supervivencia. Como aquellos grupos que desde hace años combaten a los milicos de Israel y a la complicidad de la Autoridad Nacional Palestina. Organizando ataques a las tropas de ocupación y checkpoints, resistiendo expulsiones en sus localidades y ejecutando acciones de defensa frente a las incursiones del ejército en los campos de refugiados y localidades que habitan.

Ya las protestas de julio-agosto de 2023 contra las penosas condiciones de vida existentes, en las que llegaron a quemarse banderas de Hamás como en Jabalia, ponían de manifiesto que la situación iba camino de estallar en cualquier momento. El proletariado de la Franja de Gaza expresaba su hartazgo de tener que vivir hambreado en el encierro israelí, mientras algunos de los dirigentes de Hamás viven en hoteles de lujo de Qatar y Turquía u ostentan una red clientelar sostenida por los fondos de Qatar e Irán. El ataque de Hamás del 7 de octubre del 2023 cambió el curso de los acontecimientos desplazando los conflictos de clase a través de la intensificación del enfrentamiento interburgués. Es importante comprender que la operación diluvio de Al-Aqsa y la posterior respuesta del ejército israelí se sitúan objetivamente en una misma lógica. La lógica de los Estados, del control del territorio y sus recursos, especialmente de los explotados que viven en la región.

Por otra parte, oponer guerra interburguesa y guerra contra el proletariado es una falsa oposición, pues son dos aspectos de una misma realidad. La guerra imperialista es siempre contra el proletariado, independientemente que el factor que desencadene las hostilidades sea la competencia en el mercado mundial o una operación de gendarmería para aplastar una revuelta. En el caso del Estado de Israel, es más que evidente que su función de gendarme regional está vinculada a la defensa de los intereses particulares que aglutina, o sea, a la defensa de la fracción hegemónica de la burguesía, encabezada por EE.UU., frente al de otras fracciones con las que rivaliza en el mercado mundial. Es decir, ese Estado no sólo asume una función policial contra los explotados que amenazan el equilibrio regional, sino que actúa al mismo tiempo contra sectores burgueses por el control de los recursos ‒proletariado incluido‒, por rutas y tratados comerciales, por posiciones geoestratégicas, etc.

Insistimos: Gaza nos recuerda de lo que es capaz un Estado para conseguir sus fines, nos recuerda que para este modo de producción un territorio y su población pueden ser, de un momento a otro, simplemente un obstáculo para la acumulación y las ganancias.


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* Información tomada de diferentes medios internacionales, panfletos y de la revista Revolución nro. 3 (Proletarios Internacionalistas, marzo 2025).