jueves, 8 de diciembre de 2016

2001 - ¡QUE SE VAYAN TODOS! - 2016

A quince años de aquel caluroso diciembre gritamos «¡que se vayan todos!». Porque es tan necesario como ayer, porque queremos mantener viva la memoria insurrecta.

Los años previos al 2001 fueron de una creciente agitación social, fundamentalmente a raíz del intenso ajuste vivido durante los años 90 que hundió a miles de personas en la miseria y la enfermedad. Explotación salvaje, precarización laboral y desempleo fueron elementos claves, dentro de una reestructuración capitalista a escala mundial, para entender los efectos dramáticos que la enorme concentración de riqueza por parte de la burguesía tuvo en la zona noreste y noroeste de Argentina, así como en las grandes conurbaciones como Córdoba, Rosario, Buenos Aires, y pueblos de la Patagonia.

Frente a esta situación, cientos de oprimidos cortaron rutas y realizaron alzamientos populares denominados “puebladas”, con cada vez más frecuencia, al punto que para diciembre de 2001 habían, al menos, cinco piquetes por día. Los métodos de lucha excedieron a las tradicionales organizaciones sindicales y de desocupados, traduciéndose los reclamos puntuales en expresión de las necesidades generales de los oprimidos.

También la represión fue creciente. A lo largo de la década distintas personas fueron asesinadas mientras protestaban, así, por ejemplo, oímos por primera vez los nombres Víctor Choque y Teresa Rodríguez, a la vez que aprendíamos de la ferocidad de la Gendarmería Nacional Argentina. Durante las jornadas de diciembre de 2001 esta violencia estatal se agudizó: asesinaron a treinta personas y encarcelaron a más de cuatro mil, dejando además una gran cantidad de heridos.

En aquellos días no perdimos el tiempo en buscar respuestas que ni el gobierno de La Alianza ni algún otro podría haber dado: pasamos a los saqueos, que, a diferencia de las medidas impulsadas por punteros y sindicalistas, no podían ser controlados ni previstos, ni daban lugar a negociación alguna. Por esta razón, el gobierno declaró un Estado de Sitio que fue desafiado en gran parte del territorio. Sin esperanzas en los gobernantes se clamó «que se vayan todos», y la represión ideológica a esa consigna y sus consecuencias prácticas duraron años, en los que todos los partidos políticos se unieron para volver a hacernos confiar en las instituciones del agraviado Estado.

Luego de hacer temblar de miedo a los burgueses, de que un presidente deba huir en helicóptero y ser reemplazado por otros cinco mandatarios en menos de veinte días y de que las personas rompan con sus roles intentando tomar las riendas de sus vidas, se volvió urgente y necesario para la clase dominante encauzar las cosas en la normalidad capitalista: relegitimar su poder de clase, restaurar la confianza en las instituciones burguesas, responder a las demandas populares que se pudieran canalizar en el sistema, dándole prioridad a la represión selectiva de los proletarios más rebeldes.

«Desde una perspectiva de lucha que oriente sus fuerzas a acabar con los problemas de raíz, resulta muy preocupante cómo en cada una de las últimas elecciones aumenta la participación de explotados en escoger a sus verdugos. De la apatía y el “voto bronca” en 2001, hoy nos encontramos en una circunstancia en la que cada ciudadano siente una profunda responsabilidad ante la urna. Votar no sería ya una obligación impuesta por el Estado sino un profundo deber cívico y ético, una responsabilidad individual que cambiaría drásticamente el rumbo de nuestras vidas.» (Gane quien gane, La Oveja Negra nro.33)

De lo dicho se desprende que la situación social ha cambiado. Estos últimos quince años la movilización social ha sido reprimida o asimilada e institucionalizada, en fin, democratizada. Los sindicalistas y punteros políticos de ayer siguen coherentes a su gimnasia contrarrevolucionaria, devenidos en políticos de poca monta y negociadores profesionales de la vida ajena, hace algunos días acordaron por escrito con el actual gobierno «que se abstendrán de cualquier situación conflictiva, cualquiera sea su naturaleza» hasta el 2019.

Más allá de lo que firmen algunos burócratas en tiempos de un duro ajuste, es claro que en términos sociales de movilización y lucha hemos perdido el hilo de combatividad en las calles, mientras veíamos cómo llenaban las ciudades de cámaras de seguridad y sancionaban la Ley Antiterrorista. Nunca dejaron de matarnos ni de explotarnos. Permitimos que nos fragmenten la capacidad de pensar y actuar fuera del chaleco de fuerza del Estado, al menos socialmente, parece imposible. Un estallido social en las actuales condiciones tendría características muy diferentes, lo entendemos, pero en esta actitud en apariencia pasiva se encuentra también latente la rabia y el dolor que nos impulsó a tomar medidas radicales en otro momento, por eso hoy seguimos buscando la reflexión colectiva e impulsando la lucha.

Del 2001 algunos insisten en recordar las “políticas neoliberales”, la pobreza y la desesperación. Olvidan, ocultan o desfiguran la protesta masiva, la desobediencia colectiva, la autoorganización, los ataques al Estado y su policía, a la propiedad privada. Esquivan que quienes se involucraron en la lucha social ya no eran los mismos que el día anterior; que algunos, en las mismas asambleas, ya no querían reemplazar al Estado, sino ir más lejos. Aquí tampoco queremos olvidar que muchos de los que participaron en aquellas protestas tampoco son ya los mismos, demostrando cómo los seres humanos somos transformados por los sucesos. De qué manera una persona relativamente obediente al poco tiempo puede verse involucrada en la autodefensa de su barrio, creando y destruyendo colectivamente, y cómo luego puede volver a esa relativa obediencia.

Insistimos en que lo importante es dejar de vivir como antes. Cuando un grupo de personas que no tienen costumbre de reunirse se juntan para debatir, organizar y conocerse, en lugares que no están designados para ello, se da una importante ruptura con la cotidianidad capitalista. Nada importante y beneficioso para nuestra humanidad sucede mientras nos quedamos en el lugar que nos fija la sociedad y respetamos las separaciones sociológicas, familiares e identitarias.

Esta primera ruptura puede ser una válvula de escape o una inversión ritual (los esclavos jugando a ser los amos un ratito) antes de volver a la normalidad. Pero puede sentar las bases para avanzar en la lucha revolucionaria. Ir más allá requiere algo más que reunirse y actuar juntos. Requiere superar lo que se ha creado, saberse capaces, ser conscientes de la propia fuerza.

Las personas explotadas no tenemos que administrar o gestionar esta sociedad que nos lanza al desahucio, el hambre, la necesidad, la tristeza, y también a la lucha. Tenemos que transformarnos a nosotros mismos y transformar la sociedad. Si en este artículo relacionamos un estallido social como el del 2001 con la necesidad de revolución, no es por una especulación abstracta o un aprovechamiento político. No estamos tirando agua para “nuestro molino”, porque no tenemos ningún molino. No tenemos necesidades propias que se distingan de las necesidades de nuestra clase. La lucha por lo que necesitamos es la lucha contra quienes nos lo niegan.

HABLANDO LAS PAREDES: «...»

Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan. Sin embargo, en las últimas semanas muchas de ellas han sido blanqueadas, hidrolavadas, tapando o removiendo mucho de lo que había quedado plasmado luego de pasado el Encuentro Nacional de Mujeres. Estas paredes vacías también expresan algo: un silencio. Silencio que, dicen, le costó al municipio unos 900 mil pesos.

Mucho se opinó sobre las pintadas que cubrieron gran parte del mobiliario del centro y macrocentro. «La marcha del domingo pasado dejó 300 inmuebles dañados», publicaban los empleados del diario La Capital, que hicieron una campaña feroz contra muchas de las expresiones de las participantes del ENM. Por otro lado, y en oposición a toda esa propaganda reaccionaria, algunos simpatizantes con las pintadas en general querían argumentar que las pintadas, todas, eran defendibles. Muchas personas se indignaron de que los buenos ciudadanos se molestaron más por las paredes “dañadas” que por los femicidios. Es para indignarse y llenarse de odio cómo la normalidad cotidiana hace que muchas personas se molesten más por las cosas que por sus semejantes, o incluso que le molesten ambas cuestiones. Pero más indignante es que puedan compararse una pared y un ser humano en tanto que propiedades, eso es lo que tenemos que discutir.

Ahora bien, otra cosa es suponer que con más pintadas se estaría combatiendo más a los femicidios, cuando encima, en realidad, la mayoría de las pintadas no hicieron referencia al tema, sino que tenían más bien la necesidad de provocar, o la menos interesante intención de publicitar diversas identidades sin más motivo.

«Queremos que los vecinos vuelvan a disfrutar de la ciudad como corresponde» decía Luciano Marelli, director de Higiene Urbana de la Municipalidad. Es decir, una ciudad sin interrogantes, sin provocaciones, sin debate. Unas calles donde no recordemos que policía y trata están íntimamente relacionadas, que el piropo es acoso, que la despenalización del aborto es una necesidad, que la heteronormatividad no es natural. «Como corresponde» para transitar la ciudad, para ir de casa al trabajo, al ocio programado, de un punto a otro sin rechistar.

EE.UU: NUEVO PRESIDENTE

Barack Obama se retira de la presidencia de los Estados Unidos con un récord de inmigrantes deportados. Aunque no lo haya declarado de manera ofensiva y hasta ridícula en su campaña. Su gobierno lleva 2,8 millones de deportaciones según los datos del Departamento de Seguridad Nacional. En comparación, en los mismos años de mandato, el gobierno del republicano George W. Bush deportó a 2,01 millones de personas. Ningún presidente expulsó a más personas que Obama en la historia de EE.UU., y por esto los manifestantes latinos en aquel país llevan carteles con su foto y la inscripción Deporter in Chief («Deportador en Jefe»).

Bill Clinton, esposo de la candidata que perdió las elecciones frente a Donald Trump, en sus dos períodos de presidencia efectuó importantes restricciones migratorias y levantó muros en la frontera con México. El primero, en California en 1993 como parte de la llamada Operación Guardián. Otro se construyó cuatro años después en Texas. La construcción de los muros en los dos extremos de la frontera no detuvo el flujo de migrantes, solo los obligó a cruzar a través del desierto, o peor aún, por el hipercontaminado Río Grande, en cuyas aguas ni los gendarmes quieren mojar sus pies. Esta estrategia provocó la muerte de más de cinco mil personas entre el 95 y el 2000. Trump va más lejos en sus promesas: quiere cobrarle al Estado mexicano el costo de más muros y la amenaza parece asustar más que los muros ya construidos.

Nota aparte es que la constructora mexicana Cementos Chihuahua, se ofreció para levantar el muro prometido por Donald Trump. Y no lo señalamos como curiosidad sino para dejar en evidencia que se trata de dinero y no de naciones buenas o malas.

En el fervor latinoamericanista que despertó la victoria de Trump se olvida el papel que juega el Estado mexicano en el drama de la migración. Una buena parte de los ilegales no son mexicanos, son en su mayoría centroamericanos, guatemaltecos y salvadoreños. Y, antes de vérselas con la U. S. Border Patrol en los desiertos de California o Texas, tienen que sortear los abusos y golpizas de los federales mexicanos al cruzar el rio Suchiate; con los “tijuaneros”, esos autobuses precarios que les cobran cifras elevadísimas para llevarlos hasta la frontera; o subirse de polizones a La Bestia, el tren que atraviesa todo México, al final de cuyo recorrido, si es que llegan con vida, tal vez puedan pisar los Estados Unidos. En el 2015 México deportó 118.000 personas entre guatemaltecos, salvadoreños y hondureños, superando a EE.UU. en esas nacionalidades.

Para progresistas–opinólogos todos estos hechos no interesan... el único malo de la película es Trump. Y esa película ya la vimos: la de “votar con la nariz tapada” y la del “mal menor”, que, a fin de cuentas, es solo un mal distinto. Pero eso no cuenta en la sociedad del discurso. Aquí una arenga sobre construir un muro es más importante que un muro ya existente. Opinar lo que se supone es políticamente correcto opinar, es más importante que los migrantes que se juegan la vida para pasar la frontera. Así el discurso sobre los inmigrantes se vuelva más importante que los inmigrantes mismos.

Sin embargo, que todos estos sean o hayan sido presidentes de EE.UU. y, por tanto, enemigos abiertos de todos los explotados del planeta, no significa que sean lo mismo. Cada ejército tiene sus tácticas, así como cada partido político su forma de gestionar la miseria y la mentira. Donald Trump, empresario multimillonario y mediático se inscribe en una línea de gobernantes que no vienen de “la política”. Su estilo bruto y agresivo y, por ende, más sincero, llamó más la atención y ganó más adeptos que la “tibia” de Clinton. En los ámbitos de la esfera política esto puede verse como transgresor o políticamente incorrecto. Es de lo que suelen acusar los burgueses que han hecho carrera política. Pero en un mundo donde efectivamente gobierna el Capital no es de extrañar que empresarios también ocupen puestos políticos de gestión del mismo. Los gobiernos del mundo se muestran cada vez más abiertamente como lo que son: empresas con sus jefes a la cabeza.

Macri, Piñera o Trump son considerados exitosos por esta sociedad, entonces no es de extrañar que se los vote. Al fin y al cabo, es la ideología dominante la que dicta estos mandatos, la que hace pensar que la vida es una empresa que debería ser gestionada con éxito. Entonces, para ello, se escogen empresarios exitosos. Los obedientes desprecian a sus semejantes explotados, oprimidos y humillados en favor de un líder que les promete un poquito más de este miserable modo de vida. Están aterrados ante la perspectiva de compartir, de relacionarse y vivir de otras maneras posibles.

El mensaje políticamente incorrecto de Trump atrajo a millones de habitantes de suelo estadounidense porque se presenta provocador, desafiante y desobediente. Una forma de aparente rechazo de la política para salvar a la política. Lo que demuestra la expansión de estas propuestas es además la alarmante aceptación en nuestra clase del conformismo, la misoginia, el racismo y la xenofobia para poder complacer la avaricia y el egoísmo que mueven la máquina capitalista: cada uno para sí mismo y todos para el Capital.

«Todos unidos trumpearemos»

En lo que se supone que se debería opinar según la identificación escogida, como decíamos antes, los obedientes kirchneristas quedaron desorientados. Se supone que deberían rechazar a Trump por ser de derecha, que debería colgársele el cartel de “fascista” que tan fácil sabe obsequiar la izquierda. Cristina Fernández de Kirchner afirmó: «El pueblo de Estados Unidos buscó a alguien que rompa con el establishment económico» al referirse a la victoria del gran magnate. Scioli, que casi nos gobierna, sostuvo que Trump «logró interpretar a las clases populares». Guillermo Moreno, en referencia al estilo publicitario del republicano, sostuvo que «Donald Trump incorporó parte del lenguaje peronista, ahora le vamos a mandar los libros de Perón y Eva», y como buen tragahostias agregó: «ahora tiene que incorporar el bien común, la solidaridad, ser buena gente. En el proceso lo va a ir incorporando, y en esto es muy importante el rol de Su Santidad» y que «los peronistas vamos a hacer el esfuerzo para explicarle a Trump que tiene que ir a Roma».

No son más que frases, pero veamos lo importante: las políticas. El Senador nacional por la Provincia de Río Negro y Jefe del bloque del Frente Para la Victoria Miguel Ángel Pichetto, declaró hace semanas que «Tenemos que dejar de ser tontos. El problema es que siempre funcionamos como ajuste social de Bolivia y ajuste delictivo de Perú», luego de preguntarse «¿Cuánta miseria puede aguantar Argentina recibiendo inmigrantes pobres?». Eso es preparar el terreno para promesas del tipo Trump, promesas que lamentablemente ansían millones de argentinos que pueden ser tildados “de derecha” como de “progresistas”.

«En los Estados Unidos ganó alguien que hace del proteccionismo, sus trabajadores y la defensa del mercado, su bandera» decía la expresidenta. Y lo que venimos diciendo hace tiempo queda patente: las caretas de izquierda y de derecha se van cayendo, y queda la cara descubierta del Capital. Al socialismo nacional (o nacionalsocialismo), al proteccionismo, al patrioterismo y al libre comercio les interesa tenernos trabajando, votando y obedeciendo para que todo siga en beneficio de los que mandan.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

PRESENTACIÓN DEL LIBRO UN FUTURO SIN PORVENIR. POR QUÉ NO HAY QUE SALVAR LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

Publicado por Lazo Ediciones, con la colaboración y prólogo de la agrupación La Unidad, el día miércoles 30 de noviembre se realizó una presentación conjunta en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingenería y Agrimensura de la UNR del libro Un futuro sin porvenir. Por qué no hay que salvar la investigación científica del grupo francés Oblomoff.

El libro consiste en una recopilación de varios de los textos reflexivos y de agitación que el grupo Oblomoff ha venido realizando desde el 2004. A lo largo éstos nos encontramos con una profunda crítica de la Ciencia y el sistema científico-tecnológico, que busca enfrentar grandes mitos arraigados a través de la historia que, como en el caso de su supuesta neutralidad, nos alejan de preguntarnos el porqué de la necesidad de la investigación científica, de sus fines y sus medios, o del tipo de mundo que contribuye a forjar y perpetuar.
Con sus escritos e intervenciones buscan poner en cuestión las nociones de investigación pública y «ciencia pura», así como el concepto mismo de Progreso, sugiriendo que la ciencia moderna ha sometido la curiosidad humana por la comprensión del universo a las necesidades del desarrollo capitalista, reduciendo así la realidad a simples mecanismos y números.

Mientras la ciencia ha sido indispensable para el desarrollo capitalista sobre la vida humana y la naturaleza, se la sigue situando como posible herramienta de transformación. Por este motivo, y frente al brutal empeoramiento de nuestras condiciones de vida, estas reflexiones se vuelven cada vez más imprescindibles en el seno de nuestras luchas.

Como dicen los compañeros de La Unidad en su prólogo: «No podemos seguir pensando cómo sería posible mejorar la maquinaria capitalista. Tampoco es posible ralentizarla, es necesario detenerla abruptamente. Los pozos petrolíferos en los pantanos del Delta del río Niger, los trenes de alta velocidad entre Turín y Lyon, los parques eólicos en el Istmo de Tehuantepec, las minas a cielo abierto en Andalgalá, las autopistas en el TIPNIS boliviano, son solo algunos de los proyectos que han suscitado duras resistencias entre los habitantes de esas regiones. De la mano de todas estas expresiones van proliferando también iniciativas como la del Grupo Oblomoff y otros compañeros a lo largo del mundo, que aportan con acciones y escritos a reflexionar sobre la profunda necesidad de poner un freno. Esperamos poder contribuir a ese esfuerzo con esta edición.»

LA MEMORIA COMO PRÁCTICA SUBVERSIVA

[Este texto fue difundido inicialmente en el I Congreso de investigadorxs sobre anarquismo. 26, 27 y 28 de octubre de 2016, Buenos Aires]

El movimiento anarquista que en Argentina cristaliza su mayor actividad entre 1890–1930, y, de manera minoritaria en las décadas posteriores, es un instante de nuestra propia clase en lucha contra la explotación capitalista.

Las y los militantes del movimiento social anarquista, sus organizaciones, las editoriales con sus programas de folletos, libros y periódicos, ocupan un espacio preponderante en la lucha revolucionaria. Experiencias que debemos continuar, regenerando constantemente nosotros este proyecto, enlazándonos con innumerables esfuerzos que atraviesan el tiempo y las fronteras.

La actividad desplegada por los revolucionarios, responde a las necesidades y posibilidades de cada momento, según las capacidades y experiencias acumuladas. Hay que recordarlas y comprenderlas en su contexto, pero siempre buscando aprendizajes para la lucha actual. La seguidilla de datos, lo curioso, los nombres de los periódicos, el hallazgo de algún folleto, la figura del panadero que bromea poniéndole nombres a las facturas, organizadores y anti–organizadores, protestistas y antorchistas, foristas y faquistas… no se puede dejar la cosa en la crónica. Necesitamos ir de la cantidad a la calidad, de las historias al pensamiento histórico. Ejercer la memoria desde y para la práctica subversiva.

Quienes buscan historizar situaciones, grupos, personas desde lo particular, como si estas hubieran estado inmóviles en parcelas, dejan de lado aquello que hay de universal en la actividad revolucionaria de la humanidad. Hacen un trabajo en vano, destinado al olvido como el de tantos otros roedores que vivieron del pasado a fuerza de carcomer madera y papel de archivo.

En mayo de 2014, escribíamos unas pequeñas líneas en nuestro boletín, comentando acerca de un nefasto homenaje estatal a la compañera Virgina Bolten

«Quienes abogan por la libertad de culto (sean religiosos o no), quienes dirigen a la sociedad desde sus asquerosas bancas, quienes defienden la institución familiar, no pueden estar de acuerdo con el viejo y pertinente lema «Ni dios, ni amo, ni marido». Sin embargo, este 1° de mayo inauguraron una placa conmemorativa a Virginia Bolten, aquella revolucionaria que editaba junto a otras compañeras el periódico comunista anárquico La voz de la mujer, y a quien pretenden presentar simplemente como una feminista y sindicalista que «nos invita a reflexionar sobre las desigualdades». ¡Qué infamia! ¡Qué asco!

Años atrás el consejo puso en el saladillo una placa conmemorativa para homenajear a Joaquín Penina, en ella se lamentaron de que el joven anarquista catalán “fue fusilado sin derecho a juicio” (sic).

Este nuevo “homenaje” es la mentalidad democrática en acción igualarlo todo a nada, vaciar de contenido toda expresión revolucionaria, reescribir la historia, generalizar la ignorancia.

Algunas buenas conciencias podrán decir que un homenaje es mejor a nada y que, de todos modos, nos recuerda la historia de Virginia Bolten… Y claro que nos la recuerda ¿pero de qué manera ¿Qué historia o incluso, ¿qué sentido tiene la historia de los revolucionarios para quien no quiere revolucionar la historia? Tiene el sentido de la democracia, que se presenta como un logro por el cual, dicen, lucharon hasta los mismos anarquistas sin saberlo. Los mediocres buscan así presentar su lucha por cambiarlo todo como una simpática ignorancia extremista que luego evolucionó hacia las vías reformistas y progresivas de la democracia. Así nos quieren convencer de que quienes luchaban contra el Estado lo hacían para mejorarlo o de que quienes combatían contra la explotación buscaban simplemente leyes y un “mejor reparto” del botín capitalista. (…)

La historia de lucha por la emancipación humana no ha terminado, se traza con palabras y hechos, en tiempo pasado, presente y futuro, agresiva y tímidamente; y no guardará espacio para ninguna placa homenaje a los “homenajeadores” verdugos del pueblo.» (Des-memoria: Homenaje estatal a Virginia Bolten, La Oveja Negra nro.16)

La vigencia de la lucha por el comunismo y la anarquía no está en lo viejo de ciertas ideas. Es la necesidad de una sociedad sin Estado, sin clases sociales y sin capitalismo lo que aun nos mueve como oprimidos. Frente a nosotros no tenemos algo histórico, ajeno y exterior, en lo que podemos buscar la imparcialidad, sostener una práctica académica por completo irreflexiva, establecer una narración detallada pero carente de contenido, sin vinculación con las necesidades de los explotados de ayer y hoy.

Mas que solidarizar con los vencidos o como búsqueda de una verdad en una batalla cultural con el presente, debemos buscar mas allá. Como sustrato que convoca a los vencidos de todos las épocas justamente, a interrumpir el tiempo del desarrollo capitalista con la fuerza de la revolución social.

domingo, 23 de octubre de 2016

VENGANZA POR MANO PROPIA

La Justicia y la ley divina proceden condenando al individuo y no a la sociedad de la que forman parte. Determinados por esta noción se procede a encarcelar o castigar a una persona antes que a cambiar la sociedad que nos condena a ser lo que somos. Así es más fácil, pero no cambia nada y nos convierte en monstruos.

En Zárate un carnicero sufrió un robo y luego salió con su auto a perseguir a los dos ladrones que escapaban en moto. Logró atropellar a uno, que murió tras horas de agonía. En el medio, un grupo de vecinos se encargó de insultar, golpear y —modernidad obliga— filmar toda su violencia para poder compartirla a sus "contactos" de las redes. En TV y portales de noticias recogieron y circularon el video para regocijo del morbo ciudadano. Los decentes, festejando la muerte, se reían sobre atropellar con el auto a otras personas, haciendo chistes sobre la pena que les daba el auto que se había arruinado, afirmando la superioridad de la cosa por sobre la persona.

Dos semanas antes, también en Buenos Aires, un médico mató a quien quiso robarle el auto. Como éste tenía caja automática, no lo pudo arrancar, dándole tiempo al dueño del auto para buscar un arma, disparar y darle muerte. «Ahora te matan por un celular»: de tanto repetirlo se lo creyeron, es la profecía autocumplida.

Lenta y gradualmente nos han sometido a una situación de crisis permanente, a una urgencia siempre presente. Con la misma lógica de las situaciones de guerra, la “cuestión de la inseguridad” es sí o sí prioritaria, y todo lo demás pasa a un segundo plano, incluso la responsabilidad personal y colectiva. Se pierde gradualmente el sentido de por qué hacemos lo que hacemos y por qué no hacemos otras tantas cosas. Todos juzgan y opinan rápidamente, no hay tiempo para pensar. Desde el vecino que aguarda participar en un linchamiento hasta el presidente de la nación. «Quiero decir que más allá de toda la reflexión que tenga que hacer la Justicia en la investigación, si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad, él [el carnicero] debería estar con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar en todo lo que pasó», dijo Macri.

Desde el gobierno se avala y alienta la mano dura, la llamada justicia por mano propia. Sobrepasados por el delito, solicitan la colaboración de los ciudadanos, dando piedra libre a quien quiera y pueda: retener a un ladrón hasta que llegue un patrullero, lincharlo o hasta asesinarlo. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ladró como vocera del Estado: «nosotros no queremos que las víctimas se transformen en victimarios; no hay que perder de vista que la víctima fue el médico, que es la persona que fue robada y atacada. No nos confundamos».

Un poco de pragmatismo y otro poquito de demagogia para su franja de votantes. Se deben a su público y en este show deben cantar lo que los fans les pidan. Pero como en todo show, hay gustos variados e intérpretes para todos ellos. Incluso hay rivalidades para entretenerse y que no cambie nada. Mientras tanto, «la muerte no acaba, sucede todos los días, tanto en un asalto a mano armada, donde el asaltante valora tan poco su vida que no distingue entre la vida y una cartera, como en un “accidente” laboral donde el patrón prefiere sacar mayores ganancias relegando la seguridad de sus empleados. Sus manifestaciones son muchas: accidentes de tránsito, abortos clandestinos, una explosión por negligencia, sobredosis de drogas, desnutrición, envenenamiento por agrotóxicos, gatillo fácil e innumerables otras. La realidad es que, si bien nos venden todas estas muertes como casos aislados, proceden de lo mismo, del dinero por sobre la vida, de un sistema en el cual la vida no es más que mercancía, cuantificable, clasificable y prescindible, como cualquier otra mercancía de cualquier góndola del planeta». (1)

¿DEFENDER A LOS DELINCUENTES?


Cuando nos oponemos a pedir más mano dura somos acusados de defender a los delincuentes, no solo por la burguesía sino también por otros explotados y oprimidos. Si bien como clase somos los que principalmente padecemos los asaltos o la preocupación por zafarlos, esto no puede justificar cualquier cosa. Cuando los explotados no pelean contra los explotadores pelean entre ellos mismos. Y la publicidad del "trabajador honrado" que pide mano dura es la coartada que precisan ciertos sectores de la burguesía para poder implementarla.

En los barrios y en los ámbitos de trabajo se habla con total naturalidad de un “ellos” que hace referencia a un difuso grupo de personas de tal rango de edad y cierta estética. Todos son considerados delincuentes o potenciales delincuentes. El “nosotros” haría referencia a la gente honrada que va a trabajar y es asaltada en la bici, la moto o en la parada de colectivo. La pena es que esa gente honrada ya se acostumbró a toda la forma de mierda de vivir bajo el capitalismo y solo se asombra por lo reciente e inmediato. Quizá un día se acostumbren a ser asaltados camino al trabajo como se acostumbraron al trabajo, al patrón, a la rutina y al reloj, es cuestión de paciencia.

Pero para esa masa hay un enemigo aún mayor: «los de los derechos humanos». Ellos son los responsables de que pibes de doce años no cumplan condena como un mayor y son también los que entorpecen permanentemente con minucias el trabajo de “La Justicia”. Desde el igualmente abstracto discurso del derecho, el progresismo legalista enfatiza que el sujeto del crimen no es “el otro”, sino que el crimen emerge del seno mismo de la sociedad.

Sea el enemigo externo o interno, tanto manoduristas como garantistas suelen suponer que este problema emerge de la ausencia del Estado; al contrario, lejos de todo pensamiento idealista, es su presencia la responsable de la organización del delito y el mantenimiento de las condiciones que lo hacen posible. Mediante jueces, policías, políticos y funcionarios gestiona el narcotráfico, la trata de personas, libera zonas y permite robos de toda escala.

En la última y multitudinaria marcha, cuya convocatoria rezaba «Todos juntos vamos a lograr que reaccionen quienes tienen que cuidarnos», se solicitaba al Dios Estado que cuide de sus fieles. Allí Luciana Escobar, hermana de Gerardo "Pichón" Escobar, pudo advertir ante el reclamo de más policías que los asesinos y torturadores de su hermano eran de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, estas palabras son minoritarias ante la turba que incluso sabiendo de la participación de policías en el delito pide más. ¿Quién entonces defiende a los delincuentes?


Notas: 
  1. David vs. Goliat, La Oveja Negra nro.15, abril de 2014. Hace más de dos años un grupo de personas linchaba y mataba a David Moreira en el barrio donde se encuentra la biblioteca. Nosotros publicábamos este artículo, que lamentablemente continúa teniendo vigencia. Hoy no hay detenidos por tal asesinato, no es asunto nuestro, pero como dirían los mismísimos linchadores: «entran por una puerta y salen por la otra».

HABLANDO CON LAS PAREDES: «NINGÚN SER HUMANO ES ILEGAL»

Cada cierto tiempo las miserias que viven los inmigrantes asoman su rostro espantoso en nuestra cotidianidad en razias represivas contra indocumentados, la muerte de miles de desplazados, el “descubrimiento” de talleres de trabajo cautivo, cuando no en la crónica tendenciosa que los ubica como la fuente de los males sociales que invaden la venerada nación ciudadana.

Esta realidad no ha de provocar menos que solidaridad de quienes nos asumimos pares de estos migrantes forzados. Si bien el ser humano ha debido moverse a través del territorio desde hace cientos de miles de años, este movimiento de supervivencia que podríamos tildar de natural, hoy es determinado por la economía.

«Ningún ser humano es ilegal» entona una verdad demasiado grande para este mundo: no hay ley capaz de contener nuestra humanidad, haciendo eco en lo absurdo del orden existente que delimita cómo movernos y vivir en sociedad.

Cobra una elocuencia indiscutible en la voz de los reclutas griegos cuando dicen «¡No combatiremos, no reprimiremos, no perseguiremos a los inmigrantes!». Pero la solidaridad y el proyecto de dar sentido y fuerza a la comunidad de lucha mundial también se nutre en la intimidad de nuestras acciones cotidianas, donde dejamos de distinguirnos por lugar de origen, color de piel u otra distinción que en su aspecto ideológico nos divide, separa y clasifica. Nuestras manos deben tener fuerza para el combate así como para alimentarnos y contenernos colectivamente en un mundo perverso y desarraigado.

Pero como todo en este reino de la mercancía, esta afirmación contiene un sentido capaz de ser subsumido por aquellos reformistas, recuperadores de lucha y gestores de la miseria que buscan regular la inmigración afirmando el orden social existente. Es ahí cuando «ningún ser humano es ilegal»(1) resuena demasiado parecido a «todo ser humano es legal y portador de derechos»: derechos para consumir y libertad de movimiento para ser explotados, faltaría añadir. Y esas sutilezas también las debemos combatir por el fin de todo lo que nos separa y destruye.


Notas: 
  1. Manifiesto de los reclutas griegos, Red de Soldados Libres “Spartakos”– Comisión de Solidaridad Militante. Octubre de 2015.

ZEKI IN AETERNUM

Recibimos estas palabras desde la Biblioteca Subversiva Crimental (Xixón, Asturias). Va por los compañeros de allá, por los de acá, por Zeki y por todos los compañeros anónimos que luchan día a día contra el Estado y el Capital, por la comunidad humana:

El 4 de septiembre del 2016, el corazón de nuestro compañero Zeki dejaba de latir. Su cuerpo sucumbía ante una enfermedad contra la que luchaba desde hacía tiempo y que finalmente apagó su gran fortaleza y energía. Ni queremos ni podemos dejar pasar su muerte sin decir algunas cosas. Pero que no se nos entienda mal. El que espere leer aquí la inagotable enumeración de elogios que se escribe tras la defunción de un ser querido, o busque una fuente para avivar el sentimiento de nostalgia, se equivoca. Nuestro compañero mismo no nos lo permitiría. Y nosotros tampoco. Si conocimos a Zeki, si consolidamos fuertes y sanos lazos humanos con él, si compartimos todo tipo de momentos y sentimientos, si hasta el último momento, hasta que ya sus fuerzas se encontraban terriblemente debilitadas, nuestro compañero nos eligió para tenernos a su lado, ello se debió sobre todo a lo que nos unía: la lucha por la vida, la lucha por abolir la sociedad de clases, la revolución social. No puede ser más que desde esa perspectiva que escribamos estas líneas, no para dedicarle un texto a nuestro compañero, sino para afirmar con él ante su muerte esa perspectiva y expresar que siempre permanecerá presente allí donde nuestra clase se rebele y se organice. Su acción militante se funde ya con la de millones de combatientes anónimos que nutren la historia del proletariado mundial y las filas de la revolución. Esa acción militante también está presente en estas líneas que hoy escribimos tras su dolorosa pérdida. Nuestra intención es denunciar su enfermedad y muerte como una consecuencia de la sociedad actual; denunciar todas las falsas soluciones y alternativas que este mismo sistema genera, y reivindicar una vez más junto a él, que no hay otra alternativa a todos los problemas sociales que la revolución social.

Así es, para nosotros es totalmente claro que la enfermedad que lo mató, el cáncer, no tiene nada de natural ni de individual sino que como muchas otras enfermedades y catástrofes que hoy padecemos es producto de la relaciones sociales capitalistas que en forma cada vez más brutal se contraponen a toda la vida en el planeta.(…)

Pero no solo es esa enfermedad generada por la catástrofe capitalista la que mató a nuestro compañero. La ciencia, materializada en este caso en la medicina, aportó su buen sacado de arena. Efectivamente, ante la enfermedad generalizada que sufre la humanidad, el capital responde con más veneno. La medicina, siguiendo las directrices de la ciencia, cuyos conocimientos y fundamentos han sido históricamente determinados por la dictadura del capital, aplica todo tipo de métodos y “sanaciones” que debilitan aún más la salud. Sustancias tóxicas, experimentaciones, mutilaciones y un largo etcétera de barbaridades, son la moneda de curso corriente. Con nuestro compañero sufrimos todo este proceso, discutimos las contradicciones, peleamos contra todo tipo de dificultades para tratar de asumir colectivamente esa lucha. Todo ese proceso nos refuerza en nuestra crítica a la ciencia.

Pero no nos olvidemos de las “alternativas”. Hay “alternativa” para todo. Para la contaminación, para la alimentación, para el trabajo, para el aislamiento, para la vida cotidiana y, por supuesto, para la salud y la medicina. Como en todos los demás terrenos, con la enfermedad de nuestro compañero volvimos a constatar que en la medicina todas esas alternativas no pueden ser otra cosa que más de lo mismo. Es evidente que hay toda una resistencia milenaria de la humanidad a la dictadura del valor en todos los terrenos sociales, y que es parte inseparable de nuestra comunidad de lucha, pero aislada de esa comunidad, presentada como una solución en pleno capitalismo, como una alternativa real, no hace más que salvaguardar esta sociedad. El capitalismo es una totalidad, no hay escapatoria en este cementerio, no hay alternativa real salvo la revolución. La más mínima necesidad humana pide a gritos la revolución. Uno puede, en ocasiones, tratar de alimentarse de forma menos nociva, intentar tener la mente menos intoxicada, tratar de castigar menos el cuerpo, intentar trabajar lo menos posible… pero de ahí a creer que por hacer esto se está trazando una alternativa… El problema de la humanidad es social, no individual. En la salud, como en todo lo demás, quien individualiza el problema está ocultando consciente o inconscientemente la raíz social del mismo.

Todo esto que vivimos con el compañero desde que conoció su enfermedad nos recordó ese ABC de la lucha revolucionaria. El capitalismo es una totalidad que se contrapone a la vida, no hay alternativa posible en su interior, no hay exilio posible. Solo la revolución proletaria puede imponer las necesidades humanas y destruir todo este viejo mundo. Solo las tareas que sirven realmente a esas perspectiva histórica son verdaderamente importantes. En esas tareas la existencia de nuestro compañero perdurará para siempre. El proletariado, la comunidad de lucha, no es una suma de individuos, es un ser colectivo que rompe todas las barreras temporales y geográficas. En ese ser colectivo el corazón de nuestro compañero sigue latiendo con fuerza, sigue acelerándose allí donde se conspira contra el capital y el Estado, allí donde se azota a la burguesía, al reformismo, a la democracia, al progreso, a la ciencia y a todas y cada una de la expresiones del capital, sigue enamorándose allí donde el humo de la revuelta advierte que hay vida antes de la muerte y clama por recuperar su lugar. Con su pérdida se nos va un pedacito de nuestra vida, pero también él nos entregó con generosidad un buen pedacito de la suya que nos acompañará siempre y nos impulsará en esta inmensa e interminable batalla que tarde o temprano mandará toda esta mierda al basurero de la historia.

Compañero Zeki… ¡presente!

EL GESTO TERRIBLE

Donde estemos, la impotencia siempre nos inclina frente a un abismo. No sabemos qué hacer. Es imposible ver el fondo de la cosa. Lo que sí es posible y prudente según los negociadores oficiales del trabajo ajeno es hacer un pequeño reclamo por ahí, una movilización de una plaza a otra, evaluar las condiciones para el paro general, y así interminablemente.

La CGT asegura que, frente al ajuste, el paro nacional "sigue latente" y la CTA que hay que evitar un paro de tal magnitud y convocar a mesas de diálogo. Ambas acuerdan en que el gobierno negocia con los empresarios y no les da la importancia que se merecen en la mesa. Se entiende, el sindicalismo argentino no es ni siquiera un obstáculo, las corrientes de la democracia se acostumbraron a rodearlo y pasan sin tocarlo. Pero igual organizan marchas, ahora, literalmente procesiones: en agosto caminaron trece kilómetros para ir a protestar a Plaza de Mayo y partieron desde la parroquia de San Cayetano. Su defensa del orden social capitalista al lado de la iglesia católica es también un signo mortal.

Por otro lado, lejos del repugnante ambiente de las cúpulas sindicales, existe un pensamiento ampliamente difundido los últimos 50 años, en el que el problema son los "dirigentes traidores" que se enriquecen y, por lo tanto, hace falta una comisión menos "directiva" y más "de lucha". Imposible no sonreír cuando lo repiten estudiantes, pero también es usual en jóvenes prestos a ser absorbidos por el sindicato. Este ánimo de lucha es generalmente frustrado al ver que los sindicatos se rigen por una serie de leyes que, naturalmente, limitan al nivel de anular la libertad de iniciativa en el lugar de trabajo. Luego, cuesta creer que en el ambiente del sindicalismo argentino quede alguien tan inocente. En todo caso, el fuerte polo constituido por el gobierno, sindicatos y empresarios, cuenta con un gran abanico de tácticas preventivas y represivas.

Está claro: no luchar es morir, suicidarse con un arma sin nombre. Por eso hay sectores que luchan, a pesar de las organizaciones que los encuadran por ley. Eso sucede en muchos ambientes de la lucha social, porque ésta no solo excede el encuadre estatal, sino que lo precede.

Con esto queremos decir que es importante la agrupación, la asociación que los explotados establecemos para la lucha, y que ésta necesariamente incluye una relación directa con la finalidad que proyectamos. Por ejemplo, si lo que se busca no es acabar con la miseria, sino sencillamente administrarla, un medio eficaz podría ser una coordinación multisectorial con empresarios, políticos y sindicalistas preocupados en hacer buena letra, dar un amplio margen de gobernabilidad y diálogo en vista a las elecciones legislativas del año próximo. Esta unidad de acción, por otro lado, existe y es en contra de los explotados.

Si, al contrario, lo que buscamos es desterrar la miseria, escapemos de los que recitan decretos como un rosario para decirnos «antes estábamos mejor», a los que viven de nuestra infelicidad; alejémonos de los políticos y sindicalistas profesionales y si, siendo autores de una protesta, nos encontramos en semejante ambiente, actuemos como domadores de animales feroces, arranquemosles los dientes a los agentes de la burguesía. Para avanzar en ese sentido de emancipación social hay que dar la espalda al horizonte del presente, esto es necesario. La vida, en su camino de misterio va a seguir arrojándonos malos momentos, el dolor y los problemas de seguro van a seguir ahí dándonos forma. Pero al menos, intentemos aumentar la hermosura de nuestro destino extendiendo la acción revolucionaria, más allá de todos los engaños y promesas de esperanza que hay en el ambiente.

MEMORIA: OLIMPIA

…era el nombre del nefasto batallón. Atletas de la infiltración. Cracks de la tortura. Campeones de la metralla.

Corría octubre del 68, América Latina iba a ser por primera vez sede del megaevento deportivo por excelencia, los Juegos Olímpicos. Por si fuera poco, dos años después se venía el Mundial de Fútbol. ¡Qué despliegue de logística! ¡Qué orgullo para esa burocracia priista! ¡Qué posibilidad histórica para la creciente burguesía mexicana!

Pero el 68 no era cualquier año, en todo el mundo soplaban aires de revuelta y las y los proletarios que vivían en México no estaban para nada dispuestos a sumarse a los festejos. No había ánimos de bufonear a los turistas, atletas y burócratas del Comité Olímpico Internacional. El grito en las calles era: ¡no queremos olimpíadas, queremos revolución!

El ministerio deportivo del Estado mundial no quería ningún tipo de problemas durante el ritual mes olímpico. Y el gobierno mexicano cumplió con su deber. Formó su grupo paramilitar, alistó a su ejército y dispuso a su policía política. Todos emplazados por el bien del juego capitalista. ¡Más rápidos, más altos, más fuertes!

El dos era un día clave en el creciente movimiento social. Hacía más de un año que los campus y bachilleratos eran un hervidero. Marchas todas las semanas, tomas, detenidos por centenares, decenas de episodios de violencia con las fuerzas represivas. Un movimiento inteligente, persistente, que operaba con celeridad en sus lugares de estudio–trabajo y cuando tomaba fuerza golpeaba duro.

Diez días antes del comienzo de los Juegos, una vez más ¡todos a Plaza Tlatelolco!

Pero ese día fue distinto, ese delicado equilibrio de escaramuzas se encontró con un límite. Desde los diferentes puntos de control policial se encendieron bengalas y, minutos después, lo mismo sucedió desde un helicoptero. Era la señal pactada. Trescientos, doscientos, treinta y cuatro o cuarenta y tres… cuerpos de hermanos y hermanas atravesados por el plomo frío yacían en la plaza. Los tiradores rápidamente apresaban a quienes osaban quedarse en el área y retiraban los cuerpos, llevándoselos en camiones de basura.

El doce —peculiar día eligieron— la XIX Olmpíada de Verano, la «Olimpíada de la Paz» comenzaba. La celebración máxima del internacionalismo burgués iniciaba como si nada hubiera ocurrido.

Los 60 comenzaban a apagarse… Y el deporte cumplía un rol no menor como arma defensiva en esa épica victoria burguesa. Un año después, la Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador enterraba a los proletarios revolucionarios de ambos países bajo las bombas y el fervor nacionalista–religioso–deportivo. En los años subsiguientes, los estadios de Chile, Brasil y Argentina alternaban sus funciones de concentración de prisioneros y escenarios de espectáculos de masas. Y como bien sabemos, unos gritos silenciaban otros…

* * * * * *

Para profundizar en la crítica del deporte recomendamos los dos programas especiales realizados este mes en Temperamento Radio. Escuchalos en temperamentoradio.blogspot.com

viernes, 21 de octubre de 2016

Panfleto: NOS ESTÁN MATANDO

Nos están matando. En nuestras casas, en el trabajo, en las escuelas, en las comisarías, en la calle. Nos matan a los golpes, linchados, violadas, empaladas, desangradas, torturadas, envenenados, empastillados, encerradas, enfermos, depresivos. Nos matan porque es fácil, porque se puede, por portación de cara, por mujeres, por pobres, por putas, por salir a la calle, por querer tener sexo, por negarnos. Nos matan porque sobramos, en un mundo donde la ganancia es más importante que la vida, donde sometidos aprendimos a vendernos como mercancías y a ser tratados y a tratar a los demás como objetos, como medios para alcanzar un fin, como si fuésemos cifras cuantificables, como lo es todo en este sistema de muerte. Nos matan porque nuestra humanidad y vitalidad son opuestas a esta vida de miseria y porque son el germen de su destrucción.

El asesinato brutal, misógino y antihumano de Lucía en Mar del Plata es una chispa que desata la rabia, la frustración, el asco, el odio y la necesidad de terminar con esta masacre despiadada. «Paro cardíaco por empalamiento anal» realizado por hombres normales —y no monstruos—, hijos sanos del Capital, que tuvieron la frialdad de lavar el cuerpo y llevarlo a un hospital. Se responde con indignación y con una rabia masiva, aun en un necesario clima de catarsis, luego de siglos de invisibilización que sale de casa a la calle, de la conversación al grito, del aislamiento a juntarse masivamente en marchas autoconvocadas.

Sin embargo, cada caso se trata de manera aislada, y los dedos señalan al Estado en su supuesta ausencia, al gobierno de turno, a los medios de comunicación, a las políticas educativas, como si algo pudiera cambiar profundamente acudiendo a la legalidad o a través de nuevos discursos integradores. Algunos piden justicia y más intervención estatal, más policía, que se cumplan las leyes, que la democracia “funcione”. La democracia funciona. El Estado y su policía garantizan la trata a nivel nacional.

Otros, comprendiendo que poco se logra pidiéndole a los mismos opresores, apelan a sus semejantes a través de pintadas. Entre muchas que solo refuerzan posturas identitarias, hay muchas otras con la verdadera intención de poner en común, reflexionar, agitar, denunciar y desahogarse. Del mismo modo, salir colectivamente a la calle, saca de la esfera privada lo que nos quieren hacer tragar que son problemas particulares, personales, en los que no habría que meterse.

Por otro lado se pide la integración de nuevos contenidos en las escuelas, que se instruya a los niños para que sean mejores ciudadanos que sus padres, para que no roben, no maten, no violen ni sean violados, pero al mismo tiempo para que trabajen obedientes sometidos a una vida de miseria. ¿Cómo es posible enseñar a un niño a no violar y a no ser violado, si al mismo tiempo se le enseña a ser un empleado sumiso, eficaz y obediente, o por el contrario, un exitoso patrón? ¿Hasta qué punto puede esto funcionar, si la instrumentalización de la vida está presente en todos los momentos de nuestra existencia, en cada aspecto de nuestra vida cotidiana?

La misma sociedad indignada por estas cuestiones es aquella que cada domingo propone en los estadios de fútbol la violación como una amenaza: «Los vamos a coger», «les vamos a romper el orto». Aquella que concibe la sexualidad como instrumento de poder, es la misma que se horroriza cuando ocurren estos “excesos” que no salen de la lógica diaria. Mientras tanto, cada vez más personas comprendemos que lo personal es lo social, y que una de las llamas que permiten dar calor a la lucha por acabar con esta penosa existencia es poner en cuestión todas las relaciones sociales en las que existimos. No luchando por un nuevo mal menor: que maten y agredan a menos mujeres… Cuando decimos «ni una menos» es enserio.

La desoladora realidad que nos toca a todas las explotadas y explotados no va a cambiar ni con mejor y más educación, ni pidiendo justicia, ni haciendo más pintadas (y esperando que los obedientes las toleren), ni abocándonos a la especificidad de alguna minoría oprimida ni alentando a la venganza. Y no es porque estemos en contra de la venganza, ésta es la respuesta que tenemos más a mano como individuos que no aceptamos pasivos la brutalidad, sin embargo sabemos que aislada no soluciona nada. La salida al problema no es cuantitativa, no porque más personas violadas maten a sus violadores la situación va a cambiar, no porque más mujeres pinten más paredes la realidad va a ser mejor. Además de dejar salir nuestra bronca, de expresar la violencia en lo inmediato, también tenemos que pensar en lo que hay detrás de todas estas violencias individuales, pensar en la violencia general, en las condiciones generales que la permiten, por qué se genera y cómo destruirla. Esto es tan o más urgente como matar al que nos mata. Lo que hace falta es ir a la raíz: se trata de destruir las condiciones materiales que reducen nuestra vida a un producto aprovechable o prescindible según las circunstancias, la instrumentalización de nuestros cuerpos y su sometimiento a las necesidades de este sistema que nos deshumaniza y atomiza hasta la muerte.

Boletín La Oveja Negra.
Rosario. Octubre de 2016.

Descargar panfleto en pdf (alentamos su copia y difusión)

domingo, 16 de octubre de 2016

Recomendamos: PALABRAS DE LUCHA HACIA LA RAÍZ

[Este panfleto fue repartido por las calles de la ciudad de Rosario en Octubre de 2016 en el marco de Encuentro Nacional de Mujeres]

En los últimos años asistimos a todo un movimiento social que aborda la “cuestión de la mujer” desde distintas ópticas, vértices y formas. Así, libros, páginas webs, agrupaciones de todo tipo, marchas, programas de televisión, diarios y también los ámbitos cotidianos hacen presente este tema, generan opinión, debates, algunos encuentros y desencuentros.

Esta cuestión muchas veces se presenta aislada del resto de las problemáticas con que nos encontramos cada día sobre–viviendo en el capitalismo. Sin desconocer las particularidades y especificidades, es importante luchar contra la lógica capitalista, casi como una advertencia, al momento de pensar estas realidades.

La ideología dominante nos dice que el capitalismo siempre estuvo acá, que siempre hubo escuelas, que siempre trabajamos y morimos en los trabajos, siempre formamos familias, parejas monógamas y heterosexuales y que, además, siempre hubo una diferencia radical entre una esfera pública y una privada, en la cual los problemas “personales” e “íntimos” no tienen origen social (son naturales) y, por tanto, son problemas individuales y deben ser solucionados de esa forma.

Tirando por tierra toda esta basura, podemos empezar a pensar desde una perspectiva que no atomice los problemas, sino que los historice y los ponga a jugar como parte de lo que son: un sistema de muerte, de ganancia y valorización constante en el que las necesidades y padecimientos de los seres humanos no son relevantes. Porque el capitalismo no es solo un modo de producir objetos–mercancías, es una relación social y como tal se ha desarrollado y modificado a lo largo de la historia, moldeando la explotación de todos y los vínculos que establecemos, impregnando incluso aquellos ámbitos o actividades que parecieran escapar a la lógica capitalista.

La mujer ha sido explotada y subordinada por el capitalismo desde sus inicios y de distintas formas a lo largo de la historia. Este desarrollo no es lineal ni exento de contradicciones. El Capital y el Estado fueron diseñando ideales y roles femeninos diversos según sus propias necesidades, sostuvieron y reforzaron la subyugación e invisibilización del trabajo doméstico de la mujer, naturalizándolo al mero rol femenino en un “equilibrio armónico” con el masculino, ambos necesarios al sistema productivo. Acompañando este proceso se separó hombres de mujeres y se los enfrentó en polos opuestos y funcionales. El hombre como trabajador fue el administrador principal del salario que repartía en el seno familiar para la reproducción de la futura fuerza de trabajo. Por lo tanto, se lo concibió como el protagonista principal de la producción social. Sin embargo, la reproducción de la sociedad capitalista corrió por cuenta de todos los explotados y explotadas.

Esto no ocurrió siempre del mismo modo, antes hubieron de sucederse otras muchas separaciones en la reproducción de cada ser humano y de la sociedad en su totalidad. La tierra y los cuerpos fueron sometidos al principio de la propiedad privada, enajenados y regulados desde la Iglesia y el Estado.

La división social del trabajo, los ciclos históricos de exclusión e inclusión de la mujer en el mercado de trabajo asalariado, la caza de “brujas” y la imposición de atributos diabólicos que culminarían en su contrario, en la mujer virginal y pasiva, determinaron los roles adecuados al proyecto de sociedad que se instauraba a la fuerza. Yendo un poco más lejos aún, hoy encontramos otro rol que coexiste y que presenta a una “supermujer” que mientras no abandona su “vocación” maternal en la esfera privada, busca posicionarse, en la esfera pública, como profesional exitosa y que aprendió a ciencia cierta lo que el sistema dicta: pisotear cabezas, ser egoísta y competir en el sistema.

Votar, tener un salario y, por lo tanto, penetrar en el mundo de la explotación laboral —el tiempo muerto en el que nuestra vida depende de un horario, un patrón y obligaciones impuestas para poder consumir lo que el mercado nos ofrece—, ser profesionales, formar parte de las fuerzas represivas del Estado, son actividades que a lo largo de estos años nos han ido incorporando. Todo lo cual encima es propagandeado como un cambio en la sociedad, como un logro de las mujeres, como si nos susurraran al oído: «¡Muy bien! Pueden ser iguales a nosotros. Nuestro mundo es la única realidad posible, gracias por sumarse a contribuir a su crecimiento».

Mucho se ha dicho y se ha hecho en pos de la “liberación de la mujer”, mucho de eso sigue significando una mejor integración y adaptación en este mundo impuesto. La liberación y resistencia de la mujer ante un sistema que la necesita aplacada luchando por una ilusión de empoderamiento muy difícilmente podrá escapar de la lógica capitalista.

No se trata de estar agradecidas al sistema por permitirnos vendernos igual que los hombres en el mercado laboral o romper un poco el esquema psíquico de la pasividad que nos han inculcado resquebrajando el rol que nos impusieron para acomodarnos al siguiente que nos darán.

Sabemos que estos roles y relaciones sociales en las que estamos inmersas no están aquí desde siempre y no son eternas. Podemos destruirlas. Esa ha de ser la base que nos permita reflexionar sobre las particularidades de este tema y su imbricación con la totalidad del sistema que nos oprime.

Sabemos que las condiciones a las que nos enfrentamos no son nada sencillas y nos movilizan a preguntarnos muchas cosas: ¿Queremos mejorar nuestras condiciones en lo inmediato? Sí, claro, no queremos ser encarceladas por abortar, tratadas como cuerpos–objetos a los que violar y traficar, usadas para publicitar mercancías y otras tantas aberraciones. Pero, ¿para qué nos sirve pedirle al sistema que nos reduce a estos roles, nos encarcela y subyuga que cambie esta situación? ¿Por qué no pensar en la posibilidad de superar de raíz este estado de cosas? Son estas condiciones las que nos impulsan a luchar y es en la lucha donde vamos encontrándonos e inventando algunas respuestas. La imaginación y la creación son nuestras, destruyamos esta realidad y construyamos el horizonte que queramos.

Rosario. Octubre de 2016.
Contacto: palabrasdelucha@riseup.net

sábado, 17 de septiembre de 2016

UN PATRÓN ES UN PATRÓN

¿Qué podríamos decir de un empresario que explota a sus trabajadores y que en un momento dado decide dejar de pagar los salarios?

Digamos que esencialmente no debiese sorprendernos, tal el desarrollo de la economía, el negocio del burgués particular; pero que aún así no deja de provocarnos indignación y rabia. Nuestro desprecio debiese ser tan o más organizado que los planes para rearticular el funcionamiento de la producción de esa empresa.

¿Qué decir si este mismo empresario u empresaria maneja una cartera de licitaciones otorgadas por el Estado haciendo uso de dichos fondos para —además de acrecentar sus ganancias— ejercer el control social, forzando a responder a sus intereses particulares a quienes se vean “beneficiados” y velando por la represión de quien rechace tal chantaje?

Más indignación, algo de rabia. Tal vez no mucho más que desencanto ciudadano, pues tal es la dinámica que se denuncia en la “corrupción” de las instituciones. Pero hemos de tenerlo claro: el problema no es la corrupción, es el sistema todo.

Aun así, el péndulo del descontento del militante de izquierda o centroizquierda (si es que estas categorías tienen algún sentido) pareciera encontrar un magnetismo que escapa a las normas convencionales de la indignación cuando la acumulación capitalista es asegurada por alguno de sus pares. El patrón es visto con otros ojos y su participación en los negocios del Estado (cuando logra acunarse en su regazo) pareciera transmutarse de movimiento financiero a “movimiento social”, quedando todo cubierto por un fino manto de “promoción” e “integración social”. Toda indignación, toda rabia, toda expresión crítica que intente denunciar y luchar contra las fuerzas ciegas de la economía y del poder son borradas en nombre del progresismo, de la democracia, de la trayectoria de tal o cual militante.

Así las cosas, las condiciones materiales determinadas por el antagonismo de clases son ocultadas tras el velo de la ideología, pues para eso sirve la ideología. Es una fragmentación de la realidad en nombre de una idea, una falsa conciencia que parte de una doctrina y no de los hechos. Frente a la ideología política, la realidad es contundente: ¡no hay nada más parecido a un patrón de derecha que uno de izquierda!

En su necesidad, los proletarios se enfrentan al empresario–dirigente–militante que los explota, cara a cara con el patrón como lo que es. Los obreros empleados por Sueños Compartidos, a mediados del 2011, realizaron diferentes acciones de protesta en los complejos de viviendas en construcción en los que trabajaban en Capital Federal, Gran Buenos Aires, Rosario, Santiago del Estero y Salta. Esa lucha, huérfana de la solidaridad de los militantes de izquierda, fue una medida desesperada ante una realidad de sueldos e indemnizaciones por despidos impagos. Los patrones siempre buscan justificarse, más aún los de izquierda, y la Fundación Madres de Plaza de Mayo con Hebe de Bonafini a la cabeza se presenta como víctima del desvío de fondos llevado a cabo por su apoderado Sergio Schoklender. De lo único que se habla masivamente es de la corrupción y sus responsables, y de la utilización política del gobierno actual para avanzar sobre la oposición. Se habla del desvío de fondos, del exponencial crecimiento patrimonial de la Fundación y sus dirigentes, pero no de la explotación y el sometimiento que hace posible todo esto. De lo que se trata aquí es que Sueños Compartidos era una empresa constructora con más de 5000 empleados, con contratos millonarios con el Estado, donde se apremiaba a los trabajadores que buscaban organizarse por fuera de la UOCRA para luchar por sus necesidades, y en la que se los forzaba a trabajar en condiciones insanas y con jornadas excesivas en nombre de la noción de que «Madres no es una empresa», construyendo casas de Telgopor para otros pobres. Del mismo modo, correspondería referirse al rol de la organización Tupac Amaru o de los sindicatos y sus diferentes negociados a través de obras sociales, centros de capacitación, etc. Cuando el escándalo se desató en 2011, Hebe afirmó: «Los Schoklender son estafadores y traidores. Pero una cosa son ellos y otra son las Madres, que pusimos el cuerpo 34 años para reivindicar a nuestros hijos». La lucha de una organización, por más importante que haya sido, no puede llevarnos a seguir respetando a quienes se convirtieron en una empresa, una entidad apéndice del Estado, que llegó incluso a defender la intervención de gendarmería en los barrios.

No nos interesa deliberar respecto de los delitos económicos en juego, cuando la Justicia persigue y castiga a un burgués particular no se pone en peligro la burguesía en tanto que clase, y mucho menos la ideología que representa el acusado.

La Constitución Nacional está para defender la libertad de explotar y la privación de propiedad para la mayoría de los habitantes del territorio argentino. Los patrones no serán juzgados, naturalmente, por el robo permanente de tiempo, salud y energía a sus empleados, ni siquiera por la represión física que utilizan cuando los trabajadores demandan lo que la ley de los ricos les promete. Los patrones serán juzgados por evasión de impuestos, por corrupción, es decir, por lo que la Ley tipifica como delito: quitarle ilegalmente la propiedad a algún otro capitalista, no aportar lo debido a las arcas del Estado, etc. La Ley, incluso cuando se pronuncia contra algún burgués, existe para proteger la vida… de la burguesía, de sus instituciones y de esta paz de los cementerios.

Pero el “militante” sobreinformado de televisión y redes sociales, cargado de ideología por la universidad, el partido político o tal vez la tradición familiar, prefiere ignorar la lucha de clases, prefiere, en cambio, reproducir el gusto por lo que formalmente se le ha dicho que debe luchar, eligiendo las causas que más le provoquen identificación entre la multiplicidad de ofertas existentes, sin mediar ninguna contemplación de la realidad.

No vamos a extendernos en hacer la necesaria crítica a la dependencia ideológica que genera el mandato de líderes. A lo que estamos apuntando es más bien a la falacia de creer que la realidad de la dominación del Estado y el Capital se torna flexible según la conveniencia o incluso el gusto personal del militante.

Nuestro esfuerzo no intenta machacar con el dedo acusador a una Hebe de Bonafini o a una Milagro Sala, queremos hacer presente la miseria del militantismo, aquel que participa del funcionamiento del orden social al mismo tiempo que lo condena o simula hacerlo sin hacerse cargo de la realidad social en la que vive.

Es evidente que hay intereses burgueses en la condena pública y el procesamiento jurídico a estos patrones de izquierda, no somos incautos, sabemos que entre jefes hay competencia, incluso sabemos que la competencia es el motor de su movimiento, basta leer las portadas de los diarios y las intrigas palaciegas que alimentan la política. Pero no podemos olvidar tratarlos como lo que son: patrones. Y no son patrones porque aquí lo escribimos, lo son pues se han erigido en ello.

La relación salarial no sirve para explicarlo todo, pero cuando no tenemos en cuenta nuestra posición en el antagonismo social terminamos defendiendo al empresario local frente al extranjero, al que sonríe frente al que no, al que antes no era burgués frente al que siempre lo fue. Si bien generalmente los burgueses vienen tras generaciones de dominadores, hay nuevos ricos que proceden de familia obrera y pobre. Claro, serán vistos con desprecio por esos burgueses de familia de renombre, pero el mercado mundial no discrimina raigambre a la hora de hacer circular y multiplicar dinero.

Desde nuestra perspectiva, la de los trabajadores que se las han visto con su explotación, estos individuos no merecen otra contemplación que la que se tiene con cualquier burgués.

LLEGAN LOS CYBORG

El primer ser humano reconocido como cyborg estará de visita por la Argentina a mediados de octubre, para participar de un Encuentro Internacional de Diseño en Mar del Plata llamado Trimarchi. No se trata de un relato de ciencia ficción. Los cyborgs existen, están entre nosotros y son menos estrambóticos de lo que prometían las películas. El acrónimo cyborg proviene de cyber (cibernético) y organism (organismo), y Neil Harbisson es la primera persona en el mundo reconocida como tal por un gobierno. Nacido con acromatopsia (solo percibía los valores blancos, negros y grises) decidió solucionarlo implantándose una antena en la cabeza de forma permanente. Esta le permite oír las frecuencias del espectro de luz incluyendo colores invisibles para el resto de los mortales, como infrarrojos y ultravioletas, desarrollando, según los organizadores del evento, «una sinestésica teoría del color y el sonido que no podíamos dejar de compartir». Sucede que esta criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos viene en calidad de artista y activista, acompañado por otra artista y activista cyborg llamada Moon Ribas, quien posee un implante sísmico online en su brazo que le permite percibir terremotos mediante vibraciones en tiempo real en cualquier lugar del planeta, que aplica a sus coreografías. También pertenece a la Cyborg Foundation, una organización especializada en facilitar a los humanos el deseo de convertirse en cyborg.

No vamos a opinar de sus disciplinas artísticas sino de su actividad política, del transhumanismo y de la coartada políticamente correcta con la cual buscan difundir su propuesta: «El ser humano está destinado a convertirse en cyborg; llevamos siglos usando la tecnología como herramienta y el siguiente escalón es que pase a ser parte de nuestro cuerpo». Claro, siempre que se pueda acceder a la megamáquina tecnológica que cumpla los caprichos de quien quiera ser un transhumano. Ya desde hace años en el ámbito feminista circula el Manifiesto Cyborg escrito por Donna Haraway, donde afirma que: «El cyborg es una criatura de un mundo posgénero; no tiene nada que ver con la bisexualidad, la simbiosis preedípica o el trabajo no alienado». Nuevamente se intenta dar un contenido positivo a esta pesadilla capitalista.

Zoltan Istvan, líder del Partido Transhumanista en Estados Unidos, es aún más claro: «Un día, nuestra herramienta será la inteligencia artificial y la herramienta nos reemplazará. Por supuesto, nos convertiremos en parte de la herramienta. Nos convertiremos en parte de la tecnología y nos fundiremos con ella». Promete que así viviremos más de quinientos años y que desaparecerá la discriminación porque podremos cambiarnos de sexo o de color de piel cada semana gracias al desarrollo de la nanotecnología. Suena escalofriante, aunque ridículo, y sin embargo es el extremo de un razonamiento que no tarda en extenderse.

Los obedientes de nuestra época —caracterizada por el dogma imperturbable de dudar de todo y de todos con su necesaria dosis de indeterminación—, se arrodillan ciegamente ante la ciencia y toda la tecnología que la hace posible. Los interminables y fofos debates sobre poderes, micropoderes y macropoderes muestran su verdadero carácter al confiar sus esperanzas y sus vidas en manos de la institución médica, de las multinacionales farmacéuticas y del mismo Estado. Sea con terribles definiciones de sometimiento como la de Istvan, o con la infinidad de indefiniciones propias de aquellos que quieren “liberarse” a fuerza de tecnología, todos acompañan los delirios productivos de esta época decadente. Por el momento vamos a ahorrarnos las tentadoras suposiciones sobre un mundo en el cual la cantidad de estos personajes sea cada vez mayor, pero no vamos a pasar por alto la peligrosidad de esta proposición ya en marcha y la realidad que la hace posible.

Los intentos de los seres humanos por transformarse a sí mismos no son hechos recientes sino todo lo contrario, parecería ser propio de la condición humana. Sin embargo, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar? Los transhumanistas apoyan la emergencia de la nanotecnología, la biotecnología y las posibilidades de la inteligencia artificial. Desde una perspectiva emancipatoria afirmamos que esos desarrollos son solo necesarios para el Capital. Sucede que la asimilación de la lógica capitalista por parte de cada persona y su determinación en cada una de las relaciones sociales hace pasar sus necesidades como las nuestras: es su coartada perfecta. No sabemos cuáles serían nuestros deseos si el Capital no existiese, y este tipo de elucubraciones tampoco aportan demasiado. Lo que sí es fundamental es pensar qué es lo que necesita este sistema asqueroso para mantenerse en su posición dominante, así como entender que muchas de las necesidades que se nos plantean como tales no son ni naturales ni eternas para nuestra especie. El progreso burgués no debe ser cambiado de manos, no tenemos manera de administrar y gestionar algo que desde un comienzo existe no solo a pesar de nosotros sino contra nosotros, los oprimidos y explotados del planeta entero.

Nos ponemos en alerta ante un nuevo atropello a nuestra condición de seres humanos, a nuestra especie toda. Maximilien Rubel en su artículo Contra el pacifismo nuclear afirmaba: «Si es técnicamente posible hacer una cosa, esta debe hacerse. Si es posible fabricar armas nucleares, deben fabricarse aunque se corra el riesgo que nos destruyan a todos. Si es posible ir a la Luna o a otros planetas, debe irse aunque queden muchas necesidades insatisfechas en la Tierra. (…) Todo lo que la tecnología hace posible, lleva consigo la obligación de realizarlo». Sabemos cómo funciona el capitalismo a través de la tecnología. Desde el momento en que “gracias” a los teléfonos móviles existe la posibilidad de ser localizables de forma permanente, esto se nos impone socialmente como una obligación, los mismos localizados contribuimos a hacer cumplir tal condena.

Si no luchamos contra las condiciones materiales que garantizan la explotación y la dominación de la ganancia sobre la vida, con su necesario racismo, machismo y diferentes maneras de desprecio entre seres humanos, acabaremos ajustando nuestros cuerpos a las necesidades del mercado, de los designios tecnológicos, y no seremos ya tratados como cosas, seremos literalmente cosas.

RESISTENCIAS MENORES. OPINIONES MAYORES

«Son ocho las escuelas incendiadas en la Provincia de Buenos Aires» 29 de abril, 2016.
«Más de cien escuelas en Kenia fueron incendiadas por sus propios alumnos. El Gobierno decidió llevar a más de un centenar de estudiantes ante los tribunales y los acusó de conspiración»
28 de julio, 2016.

«Vándalos, inadaptados y drogadictos»; «falló la integración»; «hay que asignar más recursos a educación y menos a políticas represivas»; «hay que aumentar las horas de cursado, la escolaridad doble turno es un estándar en los países nórdicos»; «hay que meterlos a todos en cana»… Cada uno se apresurará a elegir su opinión, ya que nadie quiere recibir con el culo flojo los puntapiés que dan los medios de comunicación.

Aquellos que al salir de un cotidiano trámite en la municipalidad, un banco o una empresa de telefonía móvil, murmuran con malestar que van a prender fuego todo, que van a matar al gerente o a esos hijos de puta, condenarían sin duda a los incendiarios. Quizás lo justifiquen diciendo que «no tiene nada que ver una empresa con una escuela», o con algún otro vericueto patriótico/ciudadanista. Pero en el fondo parecería que odian y antagonizan a quienes se atreven a hacer lo que ellos y ellas solo se permiten pensar en esos míseros segundos de bronca, en los que el Estado y el Capital les “falló”. Más aún, se verán obnubilados por el hecho de que los atacantes no robaron nada… ¿Una actividad criminal, premeditada, cuyo móvil —directo o indirecto— no es el ánimo de lucro? Solo puede ser obra de individuos con problemas mentales.

El sabelotodo, que hizo los deberes y sabe que en Kenia “pasan cosas raras”, acusará como buen cosmopolita occidental a musulmanes, grupos guerrilleros o bandas tribales. «Nos enteramos de que los chicos de otras escuelas incendiadas ya estaban de vacaciones, y quisimos lo mismo» dijo uno de los jóvenes incendiarios, casi como adelantándose insolentemente a las hordas de opinólogos.

Los demás, los ciudadanos que fielmente respetan la legalidad y las normas éticas imperantes, que están fervorosamente integrados a esta sociedad y nunca jamás tienen pensamientos suicidas, agresivos o sediciosos, no tendrían opinión alguna. Y es porque solo existen en los modelos de estadistas y en la ideología ciudadanista que nos somete.

Los pedagogos se resignan crecientemente y se refugian reconociendo la derrota de la escuela como elemento integrador e igualitario, explicitando la natural degradación de este espacio a meras tareas de contención. ¿Contención para que no ocurra qué? Pensamos. Mientras tanto pibes de todo el mundo le presentan resistencia a su obligación, con las herramientas que tienen a mano y sin ninguna ilusión de que la crítica de las escuelas venga del lado de los funcionarios de la escolarización.

TRES IMPORTANTES NOTICIAS DE LA LUCHA SOCIAL

La rabia y el dolor movilizan a cientos en respuesta a la violencia del progreso capitalista. Es común lo que sigue, la lucha impulsa en distintos lugares a generaciones que ni siquiera se adivinan entre sí a oponerse a los mandatos de la economía para defender la vida. El devenir de la lucha social está lleno de idas, venidas y, qué duda cabe, grandes fracasos. La gestión, el negociado, el realismo expresado en conformismo, la confianza más ingenua en promesas políticas o la apatía general son constantes en situaciones donde, como un chispazo, se encendió la rebelión y así como llegó se fue. Y lo peor es que la reacción capitalista nunca se queda quieta ahí donde el proletario fracasa. Allí donde claudicamos, el Capital encuentra terreno fértil para seguir expandiéndose. Esa expansión continúa generando resistencia. En la lucha de la Humanidad contra quienes la convierten en mercancía se expresan victorias, grandes o pequeñas, que se extienden más o menos en el tiempo. Qué alegría es poder conocerlas para hacerlas nuestras y que revivan en nuestras luchas de hoy. Y qué alegría mayor cuando esas victorias se están produciendo ahora y acá cerca y vemos cómo, por momentos, los explotados reunidos y movilizados sirven de escudo contra los ataques del armatoste capitalista.

Desde Malvinas Argentinas en Córdoba y Andalgalá en Catamarca

Aunque todavía sin comunicado oficial (1) todo indica que Monsanto abandona el pueblo cordobés después de cuatro años de lucha y casi tres de bloqueo directo a la construcción de la planta. Los rebeldes enfrentaron las sucesivas represiones de la policía local y la UOCRA, y también las contrariedades que nunca faltan entre los mismo vecinos.

La empresa ordenó el desmantelamiento de lo poco que se había construido y puso el terreno en venta. Aún así se mantendrá el bloqueo hasta que hayan sacado el último tornillo. Es bueno recordar también que a inicios del año pasado la multinacional Syngenta canceló su proyecto de semillas transgénicas en Villa María a causa del bloqueo. Doble triunfo entonces.

Veremos qué depara el futuro, ya que hay rumores de que Bayer, reciente adquisidora de Monsanto, instalará laboratorios en el predio.

En Andalgalá, tras más de seis años de asambleas, marchas, cortes y enfrentamientos contra Agua Rica, propiedad de Yamana Gold, el juez Cecenarro ordenó frenar todas las actividades de la minera. El último paso es realizar un nuevo informe de impacto ambiental.

Uno de los puntos cúlmine de la lucha se dio el 15 de febrero del 2010. La gendarmería y la policía reprimieron el corte a la empresa e inmediatamente se desató la pueblada exigiendo la libertad de los detenidos, arremetiendo contra los perros del orden y destruyendo e incendiando propiedades del Estado y la minera.

¡Facundo Jones Huala está en libertad!

El 1° de septiembre Facundo Jones Huala, detenido en Esquel desde el 27 de mayo y con pedido de extradición a Chile (ver La Oveja Negra nro. 41) quedó en libertad.

Se cayó el pedido de extradición y aunque parecía que se lo iba a derivar a prisión domiciliaria inmediatamente después la Justicia ordenó su libertad total. Se registraron, como tantas veces en estos casos, enormes irregularidades en la causa, incluyendo torturas a testigos para crear testimonios falsos.

Durante su detención fueron muchas las expresiones de solidaridad, no solo en la zona sino en otras regiones de Argentina y del mundo.

Compartimos sus palabras al momento de pisar nuevamente las calles. Palabras de amplio sentido universal que resuenan en la Patagonia, en Córdoba, en Catamarca y en cualquier lugar del mundo donde se sublevan los corazones contra la mercancía:

«Quiero aprovechar este momento para agradecer a todo mi pueblo, al pueblo nación Mapuche y a todos los revolucionarios y progresistas que aún viven en esta sociedad, para que podamos liberar de la opresión a todo el mundo porque no solamente los mapuches tenemos derecho a luchar. Espero que en este momento histórico empiece a replantearse todo el mundo la verdadera historia y la estructura de esta sociedad capitalista y opresora que nos mantiene en la miseria, que se mantiene a fuerza de represión y tortura por culpa de esos perros de azul que nos tienen encarcelados y que cuidan los intereses de los poderosos, de los ricos. Nosotros, la nación Mapuche vamos a darle una lección de historia y vamos a cambiar esta historia de opresión que durante ciento treinta años nos ha mantenido en la marginación.

Así que hermanos muchas gracias. Esto es el resultado de la movilización de todas las comunidades de ambos lados de la cordillera y de la gente que solidariamente ha comprendido el nivel de conciencia de nuestra nación, el nivel de conciencia de nuestros milicianos, de nuestros combatientes. ¡Un abrazo y saludo muy grande a todos mis peñi y lamien que combaten a ambos lados de la cordillera! ¡A los weychafes que arriesgan su vida todos los días, y no importante que los baleen, no importa que los gaseen, siguen combatiendo por la libertad! ¡Somos combatientes ancestrales de la libertad pu peñi, pu lamien! ¡Hasta vencer o morir! ¡Mari chi Weu!» (2)


Notas:
(1) Monsanto usó el medio capitalista La Voz del Interior para anunciarlo como mera noticia. Ver: «Monsanto puso a la venta su terreno y se desactiva el proyecto».
(2) Peñi: Hermano, Lamien: hermana, Weychafes: Guerreros, Pu: prefijo que da sentido plural a las palabras, Mari chi Weu: diez veces venceremos.

miércoles, 17 de agosto de 2016

AHORRO ENERGÉTICO Y DISCIPLINAMIENTO

Desde hace décadas el ecologismo oficial nos culpa del desastre ecológico. Como si nuestra supervivencia diaria fuese responsable del calentamiento global o la extinción de otra especie animal. Los ecologistas perciben el planeta Tierra como «una fuente de recursos naturales», nos reducen a ciudadanos, a consumidores, y así quieren que nos percibamos a nosotros mismos. Los ciudadanos para comportarse como tales deben esperar a votar, o quejarse por las vías institucionales. Los consumidores deben reducir sus posibilidades humanas de protesta colectiva y lucha social a una actitud individual: consumir o no consumir, consumir más o menos. En ambos casos el problema que se desprende es uno y el mismo: cuando se habla con el lenguaje del amo necesariamente se defienden sus reglas.

En un artículo titulado Olvidémonos de las duchas cortas, o por qué el cambio personal no implica un cambio político Derrick Jensen aborda el tema:

«Hablemos del agua. Hoy en día oímos con mucha frecuencia que el agua empieza a escasear en el mundo. Está muriendo gente por falta de agua. Los ríos se van secando. Por eso tenemos que darnos duchas más cortas. ¿Ven la desconexión? ¿Acaso el ducharme me hace responsable del agotamiento de las reservas acuíferas? Pues no, porque más del 90% del agua que utilizan los seres humanos la consume la agricultura y la industria. Y el 10% restante se divide entre los usos municipales y el consumo de seres humanos de carne y hueso. En conjunto, los campos de golf municipales consumen tanta agua como las personas que habitan el municipio. Los seres vivos (humanos y peces) no se están muriendo porque el mundo se esté quedando sin agua, sino porque el agua se está robando.

Hablemos de energía. Kirkpatrick Sale lo sintetizó: es una historia que se ha venido repitiendo en los últimos 15 años: el consumo individual (residencial, automovilístico, y así sucesivamente) representa apenas una cuarta parte del consumo total; la gran mayoría del consumo (energético) se debe a usos comerciales, industriales, corporativos, gubernamentales y agropecuarios (sin mencionar los usos militares). Por lo tanto, incluso si todos nos trasladásemos en bicicleta y nos calentásemos con estufas a leña, ello tendría un impacto insignificante en el uso de energía, en el calentamiento global y en la contaminación atmosférica.»

Los ecologistas, como los sindicalistas, se especializan en tanto que negociadores de la vida abocados al regateo. Interesados en no abolir las causas de los problemas sino en conservarlos, haciendo lo posible para que sea tolerable para los más desfavorecidos del reparto, para garantizar la paz social y evitar sobresaltos en el mantenimiento de la maquinaria capitalista.

Sin embargo, dirigentes de varios países, entre ellos los de Argentina, que saben de sobra estos datos, insisten con la austeridad, con el ahorro energético, con el cuidado del agua. Se trata de una sofisticada manera de disciplinamiento de la clase explotada.

Este invierno Macri insistió con que la Argentina debe bajar los niveles de consumo de energía. «Voy a hablar de esto obsesivamente, en cada circunstancia», señaló. «Esa misma obsesión que tiene todo el mundo, es la obsesión que tenemos que tener cada uno de nosotros, en el país, por ver cómo son nuestros comportamientos diarios, ver en qué cosas podemos ahorrar energía».

En perfecta igualdad democrática un proletario cualquiera y un burgués de la industria química tienen la misma responsabilidad según la visión de quienes destruyen el planeta y de los ecologistas que administran la catástrofe.

Una forma sencilla y austera de vivir se nos impone mediante mezquindad y tarifazos. Queramos o no, debemos abrigarnos dentro de casa por la escasa calefacción o para poder pagar la próxima boleta del gas.

Queremos cambiar la vida, transformar el mundo, y esto no significa despilfarro y desprecio por el planeta. Al contrario, significa destruir la relación separada, mercantil y utilitarista con aquello que, nos dicen, es distinto de nosotros: la naturaleza. Por esto nos negamos a sentir que «todos los argentinos» tenemos los mismos problemas. No nos tragamos el cuento de una crisis energética general, que en realidad afecta principalmente a la industria o, mejor dicho, a los empresarios de tales industrias. El problema no es que nos duchemos cinco minutos más, el problema es que la cuenca del Paraná está envenenada con glisfosato porque la ganancia importa más que la vida, importa a costa de la vida.

Amarga victoria del ecologismo, los gobiernos del mundo se vuelven cada vez más ecologistas por necesidad ¡por la necesidad del dinero! Es la misma burguesía quien debe denunciar los efectos secundarios de su atropello sobre la vida. Y mientras nos arrojan la cuenta de los platos rotos nos hablan sobre la urgencia por solucionar este problema que «nos atañe a todos», se presentan como los únicos posibles salvadores del planeta, los mismos que lo han arruinado.

En las condiciones actuales, el “desarrollo sostenible” no es una opción para la toma de conciencia, se ha vuelto un requisito forzoso para la supervivencia del capitalismo.

TERRORISMO Y REPRESIÓN

A pocas semanas del último ataque terrorista en la ciudad de Niza, los milicos de esta región salieron a advertirnos de que quizás podamos ser víctimas de otros terroristas que no sean ellos mismos: la “inteligencia” de las fuerzas represivas argentinas anunció que si bien no existen indicios evidentes de que vayan a perpetrarse ataques «existen muchos factores que influyen a mantener una constante alerta».

No sabemos hacia donde conducirán realmente estas elucubraciones, pero en sus declaraciones parecen continuar con la lógica de las fuerzas del orden de las regiones afectadas por los ataques: tomar medidas preventivas que significan perfeccionar el aparato represivo del Estado, así como, de paso, tirar mierda hacia posibles sospechosos, por lo general inmigrantes “árabes” o hijos de ellos, llegando incluso a sospechar de los refugiados que van llegando de Siria. A pocos días de sus declaraciones procedieron a la detención de dos jóvenes de 21 años, totalmente ajenos a la cultura islámica, por “tuitear” amenazas hacia el presidente de este país. Un chiste que les costó caro, pues uno de ellos sigue detenido, mientras la ministra de justicia habla de «la necesidad de un castigo ejemplar».

Sin embargo, lo que aquí, por el momento, no son más que palabras de las autoridades, en países como Francia es moneda corriente, donde la protesta social no para de crecer, al ritmo que crece el racismo, la paranoia y la represión.

La lucha contra el terrorismo es desde hace décadas el chivo expiatorio por excelencia de estados como Estados Unidos, Francia e Inglaterra, para promover sus guerras en Medio Oriente. Sobre este complejo panorama de extrema violencia no debemos olvidar que somos los proletarios quienes morimos en sus bombardeos y en sus atentados, que sufrimos la represión y la segregación social que nos enfrenta unos contra otros.

No podemos limitar nuestra respuesta a una simple indignación contra el terrorismo islámico que actúa en occidente. Somos una clase mundial, que sufre la violencia de otra clase mundial que es la burguesía. El terrorismo islámico es inseparable de la dinámica capitalista, son intereses burgueses y no delirios religiosos de algunos extremistas los que promueven sus organizaciones y sus ataques. (Recomendamos la lectura del Apéndice “El Estado Islámico” en Guerra social y telaraña imperialista en Siria de Proletarios Internacionalistas).

Como decíamos en La Oveja Negra nro. 25, en relación al atentado en Charlie Hebdo: «Para terminar con el terrorismo islámico hay que acabar con el terrorismo de Estado, con el terrorismo cotidiano del sistema capitalista.»