[Este texto fue difundido inicialmente en el I Congreso de investigadorxs sobre anarquismo. 26, 27 y 28 de octubre de 2016, Buenos Aires]
El movimiento anarquista que en Argentina cristaliza su mayor actividad entre 1890–1930, y, de manera minoritaria en las décadas posteriores, es un instante de nuestra propia clase en lucha contra la explotación capitalista.
Las y los militantes del movimiento social anarquista, sus organizaciones, las editoriales con sus programas de folletos, libros y periódicos, ocupan un espacio preponderante en la lucha revolucionaria. Experiencias que debemos continuar, regenerando constantemente nosotros este proyecto, enlazándonos con innumerables esfuerzos que atraviesan el tiempo y las fronteras.
La actividad desplegada por los revolucionarios, responde a las necesidades y posibilidades de cada momento, según las capacidades y experiencias acumuladas. Hay que recordarlas y comprenderlas en su contexto, pero siempre buscando aprendizajes para la lucha actual. La seguidilla de datos, lo curioso, los nombres de los periódicos, el hallazgo de algún folleto, la figura del panadero que bromea poniéndole nombres a las facturas, organizadores y anti–organizadores, protestistas y antorchistas, foristas y faquistas… no se puede dejar la cosa en la crónica. Necesitamos ir de la cantidad a la calidad, de las historias al pensamiento histórico. Ejercer la memoria desde y para la práctica subversiva.
Quienes buscan historizar situaciones, grupos, personas desde lo particular, como si estas hubieran estado inmóviles en parcelas, dejan de lado aquello que hay de universal en la actividad revolucionaria de la humanidad. Hacen un trabajo en vano, destinado al olvido como el de tantos otros roedores que vivieron del pasado a fuerza de carcomer madera y papel de archivo.
En mayo de 2014, escribíamos unas pequeñas líneas en nuestro boletín, comentando acerca de un nefasto homenaje estatal a la compañera Virgina Bolten
«Quienes abogan por la libertad de culto (sean religiosos o no), quienes dirigen a la sociedad desde sus asquerosas bancas, quienes defienden la institución familiar, no pueden estar de acuerdo con el viejo y pertinente lema «Ni dios, ni amo, ni marido». Sin embargo, este 1° de mayo inauguraron una placa conmemorativa a Virginia Bolten, aquella revolucionaria que editaba junto a otras compañeras el periódico comunista anárquico La voz de la mujer, y a quien pretenden presentar simplemente como una feminista y sindicalista que «nos invita a reflexionar sobre las desigualdades». ¡Qué infamia! ¡Qué asco!
Años atrás el consejo puso en el saladillo una placa conmemorativa para homenajear a Joaquín Penina, en ella se lamentaron de que el joven anarquista catalán “fue fusilado sin derecho a juicio” (sic).
Este nuevo “homenaje” es la mentalidad democrática en acción igualarlo todo a nada, vaciar de contenido toda expresión revolucionaria, reescribir la historia, generalizar la ignorancia.
Algunas buenas conciencias podrán decir que un homenaje es mejor a nada y que, de todos modos, nos recuerda la historia de Virginia Bolten… Y claro que nos la recuerda ¿pero de qué manera ¿Qué historia o incluso, ¿qué sentido tiene la historia de los revolucionarios para quien no quiere revolucionar la historia? Tiene el sentido de la democracia, que se presenta como un logro por el cual, dicen, lucharon hasta los mismos anarquistas sin saberlo. Los mediocres buscan así presentar su lucha por cambiarlo todo como una simpática ignorancia extremista que luego evolucionó hacia las vías reformistas y progresivas de la democracia. Así nos quieren convencer de que quienes luchaban contra el Estado lo hacían para mejorarlo o de que quienes combatían contra la explotación buscaban simplemente leyes y un “mejor reparto” del botín capitalista. (…)
La historia de lucha por la emancipación humana no ha terminado, se traza con palabras y hechos, en tiempo pasado, presente y futuro, agresiva y tímidamente; y no guardará espacio para ninguna placa homenaje a los “homenajeadores” verdugos del pueblo.» (Des-memoria: Homenaje estatal a Virginia Bolten, La Oveja Negra nro.16)
La vigencia de la lucha por el comunismo y la anarquía no está en lo viejo de ciertas ideas. Es la necesidad de una sociedad sin Estado, sin clases sociales y sin capitalismo lo que aun nos mueve como oprimidos. Frente a nosotros no tenemos algo histórico, ajeno y exterior, en lo que podemos buscar la imparcialidad, sostener una práctica académica por completo irreflexiva, establecer una narración detallada pero carente de contenido, sin vinculación con las necesidades de los explotados de ayer y hoy.
Mas que solidarizar con los vencidos o como búsqueda de una verdad en una batalla cultural con el presente, debemos buscar mas allá. Como sustrato que convoca a los vencidos de todos las épocas justamente, a interrumpir el tiempo del desarrollo capitalista con la fuerza de la revolución social.
Las y los militantes del movimiento social anarquista, sus organizaciones, las editoriales con sus programas de folletos, libros y periódicos, ocupan un espacio preponderante en la lucha revolucionaria. Experiencias que debemos continuar, regenerando constantemente nosotros este proyecto, enlazándonos con innumerables esfuerzos que atraviesan el tiempo y las fronteras.
La actividad desplegada por los revolucionarios, responde a las necesidades y posibilidades de cada momento, según las capacidades y experiencias acumuladas. Hay que recordarlas y comprenderlas en su contexto, pero siempre buscando aprendizajes para la lucha actual. La seguidilla de datos, lo curioso, los nombres de los periódicos, el hallazgo de algún folleto, la figura del panadero que bromea poniéndole nombres a las facturas, organizadores y anti–organizadores, protestistas y antorchistas, foristas y faquistas… no se puede dejar la cosa en la crónica. Necesitamos ir de la cantidad a la calidad, de las historias al pensamiento histórico. Ejercer la memoria desde y para la práctica subversiva.
Quienes buscan historizar situaciones, grupos, personas desde lo particular, como si estas hubieran estado inmóviles en parcelas, dejan de lado aquello que hay de universal en la actividad revolucionaria de la humanidad. Hacen un trabajo en vano, destinado al olvido como el de tantos otros roedores que vivieron del pasado a fuerza de carcomer madera y papel de archivo.
En mayo de 2014, escribíamos unas pequeñas líneas en nuestro boletín, comentando acerca de un nefasto homenaje estatal a la compañera Virgina Bolten
«Quienes abogan por la libertad de culto (sean religiosos o no), quienes dirigen a la sociedad desde sus asquerosas bancas, quienes defienden la institución familiar, no pueden estar de acuerdo con el viejo y pertinente lema «Ni dios, ni amo, ni marido». Sin embargo, este 1° de mayo inauguraron una placa conmemorativa a Virginia Bolten, aquella revolucionaria que editaba junto a otras compañeras el periódico comunista anárquico La voz de la mujer, y a quien pretenden presentar simplemente como una feminista y sindicalista que «nos invita a reflexionar sobre las desigualdades». ¡Qué infamia! ¡Qué asco!
Años atrás el consejo puso en el saladillo una placa conmemorativa para homenajear a Joaquín Penina, en ella se lamentaron de que el joven anarquista catalán “fue fusilado sin derecho a juicio” (sic).
Este nuevo “homenaje” es la mentalidad democrática en acción igualarlo todo a nada, vaciar de contenido toda expresión revolucionaria, reescribir la historia, generalizar la ignorancia.
Algunas buenas conciencias podrán decir que un homenaje es mejor a nada y que, de todos modos, nos recuerda la historia de Virginia Bolten… Y claro que nos la recuerda ¿pero de qué manera ¿Qué historia o incluso, ¿qué sentido tiene la historia de los revolucionarios para quien no quiere revolucionar la historia? Tiene el sentido de la democracia, que se presenta como un logro por el cual, dicen, lucharon hasta los mismos anarquistas sin saberlo. Los mediocres buscan así presentar su lucha por cambiarlo todo como una simpática ignorancia extremista que luego evolucionó hacia las vías reformistas y progresivas de la democracia. Así nos quieren convencer de que quienes luchaban contra el Estado lo hacían para mejorarlo o de que quienes combatían contra la explotación buscaban simplemente leyes y un “mejor reparto” del botín capitalista. (…)
La historia de lucha por la emancipación humana no ha terminado, se traza con palabras y hechos, en tiempo pasado, presente y futuro, agresiva y tímidamente; y no guardará espacio para ninguna placa homenaje a los “homenajeadores” verdugos del pueblo.» (Des-memoria: Homenaje estatal a Virginia Bolten, La Oveja Negra nro.16)
La vigencia de la lucha por el comunismo y la anarquía no está en lo viejo de ciertas ideas. Es la necesidad de una sociedad sin Estado, sin clases sociales y sin capitalismo lo que aun nos mueve como oprimidos. Frente a nosotros no tenemos algo histórico, ajeno y exterior, en lo que podemos buscar la imparcialidad, sostener una práctica académica por completo irreflexiva, establecer una narración detallada pero carente de contenido, sin vinculación con las necesidades de los explotados de ayer y hoy.
Mas que solidarizar con los vencidos o como búsqueda de una verdad en una batalla cultural con el presente, debemos buscar mas allá. Como sustrato que convoca a los vencidos de todos las épocas justamente, a interrumpir el tiempo del desarrollo capitalista con la fuerza de la revolución social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario