sábado, 23 de diciembre de 2023

Contra el liberalismo y todas las variantes de la sociedad capitalista

La megadevaluación y el decretazo del gobierno son un ataque de clase. Contra quienes trabajamos, alquilamos, usamos transporte, salud pública,  recibimos ayudas sociales y/o protestamos.

La burguesía, nacional o extranjera nos explota y nos oprime de diferentes maneras. Tengamos o no trabajo. De cualquier género, de todos los colores y diferentes capacidades.

Es momento de explorar nuevas perspectivas, nuevas maneras de luchar. Más allá de la patria, del Estado, de la democracia, de la lógica de la mercancía, de los partidos políticos y de los sindicatos.

Contra el liberalismo y todas las variantes de la sociedad capitalista. Por el comunismo y la anarquía.

La Oveja Negra, 23/12/23


*

Against liberalism and all the forms the capitalist society takes

The mega devaluation and the mega decree from the government are a class attack. Against everyone who works, rents, uses public transport, public health, receives social aid and/or protests.

The bourgeoisie, national or foreign, explodes us and oppresses us in various ways. Wether we have jobs or not. Of any gender, any color, and in different capabilities.

The time has come to explore new perspectives, new forms of fighting. Beyond homeland, the state, democracy, market-logic, political parties and unions.

Against liberalism and all the forms the capitalist society takes.
For communism and anarchy.

La Oveja Negra, 23/12/23

lunes, 18 de diciembre de 2023

Entrevista: «El denominado neoliberalismo y sus falsos críticos»

Entrevista realizada por CrimethInc.


La Oveja Negra & Cuadernos de Negación
Diciembre 2023, Rosario 

Publicado en inglés y español en: crimethinc.com/2023Argentina

 

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Contenido:

• Introducción por CrimethInc.

• ¿En qué esta figura repugnante como Milei es una continuación de viejas tendencias de extrema derecha y en qué se diferencia? Según tu lectura, ¿cómo logró ganar las elecciones?

• Nos gustaría que comentaran brevemente la política argentina de los últimos 50 años, teniendo en cuenta las continuidades y discontinuidades entre dictadura y democracia.

• ¿Cómo ve a Milei en relación con Jair Bolsonaro y Donald Trump?

• ¿Cuáles son las probables consecuencias negativas de la victoria electoral de Milei? ¿Qué cambia exactamente?

• ¿Qué fuerzas están preparadas para oponerse a Milei? ¿Cuáles son las perspectivas para la resistencia anticapitalista?

• ¿Qué estrategias son posibles en este contexto? ¿Cómo pueden personas de otros lugares apoyar a las fuerzas de resistencia anticapitalistas y antiautoritarias en el territorio dominado por el Estado argentino?

viernes, 17 de noviembre de 2023

DE LA NAKBA...

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La fundación del Estado de Israel es, para los expulsados y quienes lloran a sus muertos, la Nakba («catástrofe» en árabe): el momento en que los palestinos debieron comenzar su exilio, desposesión y desarraigo. La creación de cada Estado es una catástrofe y así deberían ser conmemoradas todas. ¿No está, acaso, el Estado argentino también fundado sobre la masacre, la desposesión y la expulsión de habitantes preexistentes? Se habla a veces de Israel como “Estado ilegítimo”, pero ¿qué Estado lo sería?

En 1948 el proceso de ocupación del territorio palestino para la creación del Estado de Israel supuso el abandono forzoso de los habitantes de sus tierras y hogares. Durante décadas, esta ocupación territorial se ha ido extendiendo bajo distintas formas de violencia sistemática. En estas últimas semanas, y tras una rápida escalada del conflicto, nos encontramos ante una brutal continuación de la Nakba. Con los habitantes de Gaza desplazados, bajo un asedio continuo mediante bombardeos, incursiones terrestres, y bloqueando el acceso de la población al agua, alimentos, sanidad, electricidad y comunicación.

Mientras tanto, los funcionarios de Estado de los países occidentales únicamente condenan el ataque del 7 de octubre para alinearse con la masacre que está llevando a cabo Israel con el apoyo de EE.UU. De igual modo proceden la mayoría de los medios masivos de (in)comunicación occidentales, que asimilan cualquier protesta a antisemitismo y cualquier reivindicación de la resistencia del proletariado palestino, incluso la mera condena al ataque llevado a cabo por Israel, con el apoyo a Hamás.

Con más de 15.000 muertos, la expulsión de 800.000 árabes palestinos en 1948 fue un acto de violencia y desplazamiento en masa sin precedentes en la historia de la región. La mayoría de los refugiados palestinos se asentaron precariamente en la Franja de Gaza (en ese entonces ocupada por Egipto) y en Cisjordania (ocupada por Transjordania, hoy Jordania), así como en Siria, Líbano, Egipto, Irak. La Nakba no se ha detenido, como el nuevo éxodo que sufrieron alrededor de 300.000 refugiados palestinos en 1967 durante la Guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó la Franja de Gaza y Cisjordania. Hoy asistimos en vivo y en directo a otro episodio de esta catástrofe, mientras la mayor parte del mundo mira para otro lado.

Pese a la distancia geográfica, no escribimos estas palabras a la ligera, con indiferencia ante el sufrimiento de las víctimas y sus seres queridos. Sin embargo, para el análisis de los acontecimientos debemos, por momentos, no partir de las emociones para apreciar adecuadamente lo sucedido. Este puñado de reflexiones, tienen como objetivo denunciar la presente matanza en Palestina así como comprender la situación actual.

En su ataque a Gaza, Israel ha proclamado abiertamente una intención genocida. El 31 de octubre y el 1 de noviembre Israel arrasó Jabalía, antiguo campo de refugiados ya urbanizado, al norte de Gaza, dejando unos 190 muertos. Ante este suceso renunció un alto funcionario de la ONU quien declaro: «sé bien que el concepto de genocidio a menudo ha sido objeto de abuso político, pero la actual matanza generalizada del pueblo palestino, arraigada en una ideología colonial etnonacionalista de colonos, la continuación de décadas de su persecución y purga sistemáticas, basada en su condición de árabes y sumada a declaraciones explicitas de intenciones por parte de los líderes del gobierno y ejercito israelíes, no deja lugar a dudas.» Hasta la misma ONU declaró que «Gaza es un cementerio de niños». Al cierre de este boletín, el número de asesinados en la Franja de Gaza asciende a más de 11.000, de los cuales alrededor de 5.000 son niños. Estas cifras oficiales continúan creciendo, con miles de desaparecidos y heridos. De los 2.3 millones de habitantes en la Franja, se estima que 1.6 millones se han debido desplazar a causa de los ataques, siempre al interior del reducido territorio, principalmente desde el norte hacia el sur.

Ahora bien, la definición de genocidio propia del derecho internacional puede hacernos perder de vista los motivos de clase detrás de un ataque étnico, nacionalista y religioso sobre una población. Israel funciona como un Estado confesional, brindando ciudadanía al “pueblo judío”, y más aun brindando apoyo económico y militar a los colonos en su afán expansionista. Evidentemente, los beneficios no son por igual, se trata de una sociedad profundamente estratificada (y zonificada) incluso entre la población judía, y fundamentalmente respecto de la población árabe (dejamos de lado aquí la inmigración como mano de obra barata proveniente de países como Tailandia). Israel fomenta la etnificación de parte del proletariado en tanto judíos, enfrentándolos al resto del proletariado etnificado en tanto árabe.

Desde este boletín hemos criticado la noción de pueblo desde nuestra propia realidad como “argentinos”. Decíamos en el nro. 86: «La población existe, sin embargo, la forma de categorizarla no es natural, la manera de designarla es política. No existe a la espera de ser reconocida y tener significado, es algo totalmente construido. Sin lo que “pasionalmente” conocemos como pueblo, la razón de Estado carecería de sentido. Los propios límites geográficos gracias a los cuales se puede definir “el pueblo argentino” se establecen a partir del Estado argentino. Primero el Estado después su pueblo, jamás al revés. Es de esta manera que decenas de poblaciones y comunidades quedan encerradas en las fronteras de la Argentina. En su acepción más corriente, para que exista un territorio determinado debe existir un Estado determinado. “El pueblo” no es un dato de la naturaleza, ni una clase social, siquiera un grupo sociológico, hay que construirlo y representarlo. Acontecimientos como las guerras, los mundiales o ciertos sucesos culturales refuerzan el concepto y ayudan a experimentarlo como realidad.»

En este caso, es el Estado Israelí el que ha construido una forma bien determinada de lo que significa ser “judío” y “palestino”, reforzadas por los frustrados intentos de un Estado Palestino separado. Desde una perspectiva anticapitalista no es necesario negar diferencias étnicas, culturales, religiosas entre proletarios para hablar de clases sociales, sino comprender cómo estas son abordadas, transformadas e impuestas por los Estados.

La población palestina segregada en Gaza y Cisjordania, ha sido empleada tras la anexión de estos territorios como mano de obra barata en Israel principalmente en los sectores de la construcción y la agricultura, lo cual fue mermando con las décadas, sobre todo en el caso de los habitantes de la Franja que se fue convirtiendo cada vez más en una cárcel gigante de población sobrante para el Capital. La limpieza étnica llevada históricamente adelante por el Estado de Israel es aberrante, y en términos de contradicción de clase significa una matanza de fuerza de trabajo sobrante y opositora, con una tradición de lucha inquebrantable.

En cuanto a la situación geopolítica, se señala la intención de Hamás con su ataque de interceder sobre los avances en las negociaciones entre Arabia Saudita e Israel, así como la brutal respuesta de Israel y EE.UU. buscando preservar cierto equilibrio de fuerzas en Medio Oriente, de igual modo que la OTAN interviene en Ucrania frente a Rusia. En estos tiempos de marcado nacionalismo tanto en derechas como izquierdas, es importante no confundir el análisis geopolítico con posicionamiento en favor de uno de sus bloques. La situación geopolítica debe analizarse en el conjunto del Capital mundial, sus transformaciones y sus dificultades de valorización. La vinculación entre economías nacionales no funciona como un mero agregado de disputas y alianzas, son partes inseparables de una economía mundial, de la división internacional del trabajo de esta sociedad de clases. Y sus transformaciones no son más que cambios en ciertos aspectos de la explotación y valorización mundial, y de la reproducción de la fuerza de trabajo. La fragmentación y el conflicto interno son tendencias de los capitales, la competencia interburguesa dinamiza este modo de producción mundial.

En esta división global del trabajo, Israel es uno de los mayores proveedores de armamento y sistemas de seguridad para las clases dominantes del mundo. Aun siendo una sociedad muy pequeña, en 2007 su industria armamentista cubrió el 10% del mercado mundial, abasteciendo a 145 Estados. La industria bélica de Israel es una pieza clave en la represión y control de los movimientos sociales y en la repartición de los territorios para su explotación.

No existe, ni existió, ni existirán “buenos” o “malos” dirigentes burgueses, “buenos” o “malos” partidos burgueses; ni tampoco tiene sentido hablar de “buenas” o “malas” naciones o Estados. Ayer, hoy y mañana, el interés de la clase burguesa se encuentra y se encontrará siempre en guerra contra el proletariado. El trabajo, la explotación, la miseria y la guerra son las formas concretas de ese interés.

... A LA INTIFADA

Desde Israel y sus países aliados en todo el mundo remarcan en estos días que el antisionismo es igual al antisemitismo. Una mentira de patas muy cortas, que no resiste el menor estudio de la historia contemporánea. Desde la creación misma del proyecto sionista a fines del siglo XIX, judíos de todo el mundo se han opuesto al mismo, en un amplio abanico que incluye tanto posiciones revolucionarias como democráticas o religiosas. Asimismo, vemos en estos días cómo en diferentes países miles de judíos salen a la calle contra las matanzas que está perpetuando Israel.

Otra de las mentiras que intentan imponer los sionistas es que la resistencia palestina es igual a Hamás, así como en su momento se la asimilaba a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Aquellos que somos críticos de la ideología de liberación nacional y los procesos de lucha en torno a la misma, hayan sido derrotados o exitosos, cuestionamos tanto el accionar de la OLP y otras expresiones “laicas y socialistas”, como sus oposiciones o canalizaciones fundamentalistas en Medio Oriente, incluida Hamás. Estos grupos, que llamaron y llaman a los palestinos a “martirizarse” por la nación, tienen una clara historia de represión de las luchas obreras a punta de pistola, de opresión de mujeres y disidencias sexuales, y de difusión de las doctrinas virulentamente reaccionarias del nacionalismo y el islamismo. No podemos ignorar que Hamás y su proyecto de Estado islámico tenga participantes y adherentes entre los proletarios palestinos, sumidos en el terror y la desposesión durante décadas, pero también es necesario remarcar que históricamente su lucha y combatividad ha excedido por mucho a cualquier grupo que se la quiera adjudicar.

La primer Intifada, en diciembre de 1987, es el gran ejemplo de eso. ¿Y con qué salieron a luchar los proletarios palestinos por aquellos días? Con lo mismo que lo hacen sus hermanos de todo el mundo: con huelgas, piedras y disturbios callejeros, pero también con asambleas, huertas, canciones y pinceles. Todo se trastornó, incluso a nivel familiar, cuando las mujeres empezaron a participar en los disturbios y protestas. «Intifada» en árabe significa justamente eso: agitar, transgredir.

Yasser Arafat, sempiterno líder de la OLP fallecido en 2004, apareció para la claudicación, los llamados “Acuerdos de Oslo” en 1993 auspiciados por Bill Clinton. La OLP abandonaba su programa de creación de un Estado laico mientras Israel reafirmaba su poder de control; a los palestinos se les concedía tener quien los gobierne al interior de Israel, la llamada Autoridad Nacional Palestina y su propia policía…

Desde 1993, entonces, la resistencia en el cotidiano no es solo contra el ejército israelí sino también contra la policía palestina. Nuevas revueltas han estallado en estas décadas, siendo la más reciente la de los años 2018-2019, conocida como la Gran Marcha del Retorno, donde miles de palestinos se concentraban en la frontera Gaza-Israel para enfrentarse al ejército sionista. Uno de los días de mayor violencia fue el 14 de mayo del 2018, con decenas de muertos y miles de heridos en la frontera, día en que EE.UU. trasladó su embajada hacia Jerusalén.

La lucha cotidiana en Gaza, Cisjordania y los barrios árabes de Israel no puede quedar reducida al encuadramiento militarista. Molotovs y hondas, túneles para mover alimentos y medicamentos, solidaridad en las fronteras entre explotados nacidos aquí y allá, asambleas y poesía, deserción y desobediencia. La llegada de la noche para desgastar a soldados y colonos. De eso estamos hablando.

En el año 2013, durante una manifestación apareció una pintada en los muros de la cárcel de Ofer, Cisjornadia, llena de presos políticos. Allí se leía: «Global Intifada». La mejor solidaridad es entonces dentro de “nuestras” propias fronteras. Internacionalmente: de la Nakba a la Intifada. De la catástrofe global a la revuelta global.

Sin lugar a dudas hoy en día el proletariado en Israel no tiene aún la capacidad de desarrollar una práctica revolucionaria que se articule en torno a estas audaces formulaciones. Ni en Palestina, ni en la pacífica Argentina o en el resto del mundo. Pero saludamos las rupturas fugaces e incipientes de los trabajadores que en diversos rincones del planeta se niegan a producir y distribuir armas, así como a extraer los minerales necesarios para la industria armamentística y el envío de combustible para esta masacre, de los estudiantes que hacen huelga en Cisjordania, de los miles y miles de manifestantes que salen en todo el mundo a visibilizar y a protestar contra estas matanzas.

Quedará para otra ocasión profundizar en la crítica de la ideología de liberación nacional, así como continuar combatiendo la ignorancia de quienes suponen que la usura, el comercio o el accionar terrorista sean propios de un pueblo u otro, definidos en función de su etnia o religión. El sionismo y el islamismo en Medio Oriente son al mismo tiempo encuadramientos burgueses y justificaciones de las masacres sobre el proletariado que habita en la región.

Es en estas crueles y sangrientas ocasiones cuando queda claro, más allá de las consignas panfletarias, que estas guerras y estas masacres solo pueden tener fin acabando con las fronteras, las naciones y la sed de dinero que genera el modo de producción capitalista.

 

* Recomendamos los artículos y panfletos disponibles en panfletossubversivos.blogspot.com

DOS RELATOS

A veces estar loca es así. Hace tres días hay un niño palestino llorando en el patio de mi casa. No es una metáfora. Tiene entre nueve y diez años. Se abraza las rodillas en un rincón. Está sucio y tiene miedo. De día sólo solloza, casi sin hacer ruido, avergonzado de su dolor. Las lágrimas limpian la tierra de sus cachetes, dibujan líneas blancas. De noche me despierta su llanto. No es una idea, no es una representación: me despierta el ruido real del llanto aterrado del niño palestino que ahora vive en el patio de mi casa. Llama a su hermanita, sabe que no va a encontrarla, la sigue llamando. No sé cómo entiendo todo esto, no habla español, ni siquiera estoy segura de que hable un idioma humano. Sea como sea lo sé. De la misma forma en que las abuelas saben cuándo va a llover aunque los números del servicio meteorológico no puedan detectarlo. A veces estar loca es así. Yo agradezco estos dones oscuros. Y maldigo la cordura de las bombas cayendo sobre Gaza y maldigo la cordura de los medios y sus mentiras y maldigo la cordura de los mercados internacionales especulando con el precio del petróleo y maldigo la cordura de este genocidio transmitido en vivo y en directo. Hace tres días hay un niño palestino llorando en el patio de mi casa. Llama a su hermanita. No se va a dar por vencido. No es una metáfora.

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Toda la noche cargamos cuerpos. Cuerpos envueltos en una bolsa de tela blanca. Algunos cuerpos son pesados, se niegan a abandonar la consistencia de la vida. Otros cuerpos son diminutos, pasaron por la tierra en un suspiro.
Cada vez que cerramos los ojos, vamos y volvemos por un corredor de escombros, cargando cuerpos que están tejidos con la misma carne de nuestros cuerpos vivos. Cargando cuerpos muertos a miles de kilómetros de distancia.
Lo que intuimos en el centro de la panza, los poderosos lo saben de memoria: somos igual de prescindibles que los cadáveres que cargamos. Esta lección de horror es personal y está dirigida también a nosotrxs.
Los cuerpos de lxs niñxs muertxs que cargamos con dulzura entre nuestras manos vacías, son intercambiables con los cuerpos vivos de nuestrxs niñxs. Esta es la lección que quieren que ignoremos, esta es la lección que no vamos a aceptar.
Porque sabemos que cuando cambie el viento, que cuando lluevan acá las mismas bombas que los matan en Gaza, ellxs también van a cerrar los ojos y a cargar a nuestros muertos. Ellxs también van a gritar nuestro dolor, que es el mismo que el suyo. Ellxs también van a luchar, aunque todo parezca impotencia.

MEKOROT: EL APARTHEID DEL AGUA

El apoyo oficial del Estado argentino al israelí no es un secreto. En eso están de acuerdo las principales fuerzas políticas. En el acto organizado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) asistieron dirigentes de La Libertad Avanza, Bullrich y Massa.

Por estos días en Argentina hay quienes se llenan la boca hablando de ascenso del fascismo, de la defensa de la vida, pero a fin de cuentas pareciera que solo están haciendo campaña por un candidato. Queda en evidencia cómo para estos defensores de la democracia local, la lucha contra el terror de la guerra a miles de kilómetros es un detalle. Es decir, hay miles de vidas que no significarían nada, solo una cuestión de discursos. Así estamos.

El apoyo no es solo simbólico, están los negociados. La compra de armas y seguridad al Estado israelí. Ahora se suma el acuerdo con Mekorot («fuente» en hebreo), compañía nacional del agua de Israel, que ha sido denunciada incluso por la ONU, Amnistía Internacional y distintos organismos de derechos humanos por restringir el suministro de agua a la población palestina, en lo que se ha dado en llamar “apartheid del agua”.

Mekorot no tiene un acuerdo directo con el gobierno nacional de Argentina, sino a través del Consejo Federal de Inversiones y convenios con distintas provincias, donde Santa Fe es una de ellas. El objetivo es la implementación de un Plan Maestro del Sector Hídrico que supone el control del agua por parte de esta empresa. De momento no sabemos qué harán en esta región.

No estamos denunciando que “se llevan nuestros recursos”. Primeramente, porque el agua es una necesidad vital reducida a un mero recurso en esta sociedad mercantil. Y, en segundo lugar, porque en tanto recurso no puede ser nuestra, sino de “nuestra” burguesía. En Argentina, Palestina o en cualquier lugar del planeta el agua es una necesidad humana básica.

Mientras tanto, en Gaza, entre el 90% y el 95% del suministro de agua está contaminado y no es apto para el consumo humano. Israel no permite el traslado de agua de Cisjordania a Gaza y la única fuente de agua dulce, el acuífero costero, es insuficiente para satisfacer las necesidades de la población. Este se está agotando gradualmente debido a la extracción excesiva y está contaminado por aguas residuales y por la infiltración de agua del mar.

Si aquí señalamos el caso de Mekorot no es para sumarlo a una lista de empresas a boicotear (se trataría de una lista imposiblemente larga como para enfrentar empresa por empresa), sino porque constituye un buen ejemplo de los múltiples aspectos del asedio israelí.

Según denuncias de organismos internacionales, Israel controla incluso la acumulación de agua de lluvia en la mayor parte de Cisjordania, y es frecuente que el ejército israelí destruya las cisternas que para este fin poseen allí los habitantes palestinos. Asimismo, Mekorot vende parte del agua a Palestina pero el gobierno israelí decide las cantidades. La compra de agua puede significar la mitad de los ingresos mensuales de una familia. Por su parte, los colonos israelíes, que viven junto a los palestinos, en algunos casos separados por unos cientos de metros, no sufren estas restricciones, ni la escasez de agua.

Así funciona el modo de producción capitalista, ni más ni menos. Los argumentos de estos capitalistas particulares son étnicos, pero es solo un discurso para justificar su sed de ganancia.

JORNADA INTERNACIONALISTA: NO A LA MASACRE EN GAZA

El viernes 17 de noviembre a las 19 hs. nos encontramos en la biblio para compartir y reflexionar sobre la actual masacre capitalista que está sucediendo en Medio Oriente.

Proyectaremos un fragmento del documental «Historias de la Intifada» (2014), sobre el estallido social de diciembre de 1987 que abrió un nuevo panorama de lucha en la región. También proyectaremos «Palestine Now» (2017), corto documental sobre la nueva generación de rebeldes que lucha tanto contra el Estado de Israel como contra la Autoridad Palestina.

Compartiremos además la presentación de este número de nuestro boletín.
 

viernes, 22 de septiembre de 2023

LA LIBERTAD DE AJUSTAR

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Las elecciones presidenciales 2023 parecen obturar cualquier capacidad reflexiva. Luego de las PASO, los candidatos del gobierno actual, sus cómplices y sus votantes nos dicen que los cambios se hacen en las urnas. En estos tiempos de visible abstención electoral nos dicen que votar no sería ya una obligación impuesta por el Estado sino un profundo deber cívico y ético.

El posicionamiento anti-Milei hace un llamado abierto a que prosiga el gobierno nacional actual. Es el acompañamiento al Ministro de economía de un país que tiene a la mitad de la población en la pobreza.

Claro que es sorprendente que un tercio de los votos vaya a la propuesta de La Libertad Avanza, pero no lo es menos el que otro tercio vaya a Massa y el otro a Bullrich.

Sin embargo, vale la pena relativizar. En realidad, en cada cifra estamos hablando de la mitad, ya que el 50% de la población obligada a votar decidió abstenerse, anular o votar en blanco. Por otra parte, el miedo ideológico y selectivo que hace temer por Milei, debe saber que Milei deberá “peronizarse” si quiere durar. Desde hace tiempo viene ablandando su discurso, y así pasó de la propuesta de quema del banco central a asegurar que no quitará las ayudas sociales. Incluso comienza a poner en duda algunos de sus caballitos de batalla como la dolarización.

Los 40 años de democracia se festejan a pura elección. En la mayoría de las provincias se realizan cuatro elecciones entre primarias y generales y, si hay balotaje, serán cinco. Millones de pesos gastados en impresión de boletas, publicidad, logística y quién sabe qué más. La fiesta de la democracia sale cara. En esta borrachera institucional donde la pasan bien unos pocos proponemos, a contracorriente, ir más allá de los discursos dominantes.

Para el fanatismo demócrata es más preocupante el discurso liberal que la realidad liberal de pobreza, ajuste y recortes. El desprecio por la realidad es tal que no importan las cifras o siquiera la percepción inmediata. Imaginemos por un momento que Massa dijese que hay que votarlo para mantener medio país en la pobreza, para que continúe el trabajo precario, para que la inflación se coma los salarios y ayudas sociales, para que sea cada vez más difícil alquilar una vivienda… sería el acabose. Pero como no dice eso y se lo asocia simbólicamente al progresismo, es lícito avalar todo su proceder llamando a votarlo, incluso con la nariz tapada “para que no gane la derecha”.

El día después de las PASO hubo un incremento del dólar oficial del 22%, llevando el precio del dólar de 285 a 350 pesos, con su correspondiente impacto inflacionario. Algo similar había ocurrido con la victoria aplastante de Fernández sobre Macri en las PASO de 2019 que auguraba no habría balotaje, y es de esperar otra escalada de ajuste durante esa zona gris de incertidumbre entre las próximas elecciones y la asunción del próximo presidente. Sean candidatos pro-mercado o pro-regulación, los “mercados” y los gobiernos continúan ajustando. Se echarán la culpa unos a otros para continuar haciendo creer que no es una cuestión de lucha de clases sino un problema político.

El fenómeno Milei

Javier Milei, por su parte, encarna la bronca pero también la esperanza. Es la nueva mercancía electoral por excelencia y está en boca de todos. Sus compradores afirman que está libre de culpas y se lo puede votar porque no es “casta”. Posteriormente podrán decir que no cumplió lo prometido, que no lo dejaron gobernar, o que no tuvo la posibilidad de ser presidente y cambiar el rumbo del país, etc., etc.: la historia del votante argentino promedio que es decepcionado una y otra vez, desde la urna hasta la tumba.

Pero no es solo eso: Milei dirige sus promesas y discursos a sus “bases” en un formato no convencional. Se refiere a necesidades inmediatas de la población: pobreza, inseguridad, imposibilidad de progresar. Luego tiene pobres argumentos como acabar con la emisión monetaria para acabar con la inflación, pedidos de mano dura u otros disparates como la venta de órganos o la libre portación de armas.

El progresismo repartido entre el gobierno oficial y la izquierda parlamentaria concluyó que, si Milei gana, es culpa de ellos. Las personas no tendrían voluntad propia. Por supuesto que todos los gobiernos son responsables, pero la autocrítica no suele referirse a lo que han hecho, sino a su capacidad de convencimiento. No por nada cala la idea de la “batalla cultural”. Si el vulgo elige bien o mal, es gracias a ellos. Un complejo de tutor que advirtió que las políticas identitarias, de género, etc. no dieron los resultados esperados.

Es cierto que los liberales tratan sobre demandas populares, y es por eso que inciden en parte de la población. Se hacen eco entre quienes no temen “perder derechos” porque no los tienen, porque trabajan en la informalidad, porque no tienen trabajo, porque alquilan sin contrato, porque habitan pensiones, porque toman tierras, porque sobreviven en los márgenes de la legalidad. A esa población se dirige el progresismo desde su frasco.

¿Cómo no va a votar a Milei una fracción de esta población golpeada por gobiernos oficialistas y opositores los últimos años? Las ofrendas ideológicas pueden servir a quien está demasiado convencido, para el resto no tienen sentido. Milei promete además que el ajuste debe hacerse sobre la “casta” política, a diferencia de los otros que siempre amenazan con ajustar los cinturones y salvar ricos, a defender burgueses y presidentes. Y los ingenuos seguidores de Milei creen que es el primer candidato que cumplirá sus promesas porque no proviene de la política.

De igual modo, promete cambios violentos, no transar con las otras fuerzas políticas, no comerciar con países “comunistas” como China, acabar con las instituciones fracasadas del Estado, con el banco central. Y, como broche de oro, asegura puede hacerse en base a las mismas recetas liberales que llevaron a la peor crisis económica de la historia reciente. Canaliza la bronca contra los políticos hacia los parlamentos y el descontento económico hacia la economía nacional. Una habilidad admirable para sus contrincantes que comienzan a tomar nota e imitar. Es suficiente con advertir que movió todos los debates hacia los temas que planteó, hacia el terreno de la teoría liberal e impuso, como dicen los periodistas, su “agenda política”.

Quienes están disconformes con la situación del país (y no es para menos) pueden fácilmente empatizar con un personaje mediático que tiene un discurso supuestamente disruptivo, inflexible, agresivo. Solo los conformistas amantes del gobierno, abiertamente adictos o acompañantes críticos no pueden entender la situación.

La rebeldía se volvió de derecha, ¿y?

Ya no quedan dudas de que gran parte del descontento social es canalizado por derecha; se trata de un fenómeno que sucede en varios países. Si la rebeldía es apropiada por la derecha, ¿eso significa que debería volver a la izquierda? ¿A una izquierda que en Argentina es simplemente un furgón de cola del kirchnerismo? ¿Una izquierda que propone exactamente lo mismo que el progresismo y que por eso no tiene más opción que plantearlo por la vía parlamentaria e institucional?

La perspectiva obrerista y reformista de izquierda pertenece al pasado. El progresismo actual es un mero gestor del capitalismo reestructurado, que mantiene lo esencial del “neoliberalismo” del que dice oponerse bajo un discurso a medida de los nuevos movimientos sociales y políticas de mera contención social. La izquierda se halla completamente desorientada, buscando construir un nuevo sujeto en base a viejos paradigmas. Ahí reside su total impotencia y su derrotero.

Además del interrogante de por qué la rebeldía se volvió de derecha hay que preguntarse a su vez por qué el reformismo de izquierdas, por más combativo que pueda ser, no toma cuerpo en la clase proletaria. Para nosotros, el contexto de las últimas décadas de capitalismo reestructurado y el evidente fracaso progresista constituyen un evidente punto de partida para cuestionar el derecho, el reformismo, y dejar de expresar nuestras necesidades y luchas en el lenguaje de los amos. En lugar de construir una “nueva izquierda” o de darle consejos a la vieja, abogamos por la ruptura revolucionaria.

Desde los sectores más críticos de la izquierda se señala que el progresismo entre el desconcierto y el gesto despectivo hacia el neoderechismo, se abroquela en la corrección política y corre el riesgo de volverse parte del estatus quo. Demasiado tarde, ya es parte del estatus quo, y es su pata izquierda para que no se tambalee.

Cuando desde este boletín hablamos de “izquierda del Capital” no es un simple insulto. No hablamos de una izquierda que ha sido cooptada o corrompida, nos referimos a una forma particular de gestión capitalista y su correspondiente expresión ideológica de acuerdo al contexto. Hoy en día esta izquierda del Capital es eminentemente progresista y ha perdido, progresivamente, cualquier cariz de transformación social profunda.

Entonces, ¿por qué la izquierda debería recuperar las banderas de la transgresión? Si se trata históricamente de integración a la sociedad capitalista; de integrar sus instituciones, sus empresas, sus leyes, sus gobiernos, sus universidades.

La izquierda parlamentaria en Argentina puede mantenerse fuera del progresismo en el poder, pero piensa como tal. Por eso ya ni hablan de clases sociales, apuntan a los “excesos” pero no al modo de producción capitalista. Por eso se dedican a la vulneración de derechos, al “extractivismo”, al “gatillo fácil”, al Fondo Monetario Internacional pero no al fondo de la cuestión. No ven las causas de los problemas en el Estado que quieren dirigir ni en la economía capitalista que desean administrar. Llaman a votar en tiempos de voto en blanco, voto nulo y abstención. Se dirigen a los kirchneristas desencantados, a las “bases rebeldes” del peronismo, sea lo que sea que eso signifique.

La mejor versión de la izquierda es la que promete a los trabajadores seguir siendo trabajadores. Negociar nuestra fuerza de trabajo a través de los sindicatos para, a lo sumo, repartir un poquito mejor cuando hay viento a favor, pero sin alterar la sociedad. Se trata de mediadores históricos, un estrato de especialistas con la intención de mantener inalterables los polos de la relación capitalista… pero por las buenas.

La misión de la izquierda ha sido y es estabilizar la acumulación de capital y evitar o suavizar sus crisis. Incluidas las “crisis” con insurrecciones proletarias que vienen “suavizando” por todos los medios necesarios. El enfoque tradicional dice que a mayor crisis económica y peores condiciones de vida del proletariado (sea este empleado o desempleado, de cualquier género, color y capacidad) hay un mejor ambiente para el alza de la izquierda y los sindicatos. Pero la izquierda y el progresismo, tras el estallido del 2001 y la llegada del kirchnerismo, no aparecen como alternativa sino como responsables del momento actual. Así, en este ciclo infernal, aparece una renovada defensa del mercado con un ropaje a la moda de las nuevas derechas.

En Argentina la pobreza llega al 45%, la inflación supera el 120%, la economía está estancada desde hace más de diez años, crece el descontento con los partidos políticos tradicionales. Parece haber un agotamiento pero sin estallido. Las condiciones parecen estar dadas, pero ¿para qué?

¿Qué tenemos que hacer entonces los anticapitalistas? ¿Hacer una economía crítica o crítica de la economía? ¿Hacer política crítica o crítica de la política? ¿Hacer acompañamiento de este carro fúnebre o proponer una ruptura?

¿Ultraderecha o ultracapitalismo?

La burguesía ya no dice que esta es la mejor sociedad posible, dice que es la única que hay. Hace parecer cierto, así, aquello de que “es más fácil imaginar el fin al mundo que el fin del capitalismo”.

De este modo, personajes como Grabois parecen críticos del capitalismo solo porque consideran que hay que mejorar las relaciones entre explotadores y explotados, entre propietarios y no propietarios, porque piensan que hay que repartir mejor los recursos para mantener la paz social. Se ha erradicado del imaginario social la posibilidad del fin del capitalismo, de derecha a izquierda. Ahora no podemos sorprendernos cuando los pobres eligen la forma más capitalista de hacer capitalismo.

Evidentemente parece más realista intentar disminuir la miseria y repartir las ganancias, aunque no lo estarían haciendo. Pero de lo que se trata es del fin de los administradores de la miseria y de la ganancia. Del fin del Estado y la mercancía. Esto no es posible de inmediato o al interior de esta sociedad. Para comenzar a pensar una propuesta anticapitalista no podemos seguir suponiendo una de las opciones burguesas como más cercana a esos objetivos.

¿Por qué el descontento se vincula a los discursos liberales de derecha y no a la izquierda progresista (que también es bastante liberal)? Quizás porque las condiciones sociales son más propicias hacia el liberalismo que plantea un reaccionario como Milei. Porque el individualismo al que empuja el capitalismo es cada vez más parecido a una guerra de todos contra todos, porque no hay demasiados derechos donde reina el trabajo sin registrar y la desocupación, porque las políticas de género fracasan frente a los problemas reales de la división de género de esta sociedad machista, porque la derecha promete reprimir sin medias tintas, porque prometen meter bala y cárcel a los delincuentes de poca monta, porque el Estado responde poco y mal frente a los problemas de salud pública.

Milei no nos da la libertad de morirnos de hambre si no queremos o no podemos trabajar, solo la exhibe. Esa libertad nos la da el modo de producción capitalista. No nos morimos de hambre, enfermedad o penuria a fuerza de discursos liberales, sino a fuerza de condiciones materiales de existencia garantizadas por la clase burguesa y por cada candidato. Incluso, y hoy específicamente, por funcionarios como Massa, candidato estrella del “voto antifascista”.

“Que se vayan todos” y “casta”

Cuando Milei ganó inesperadamente las PASO, sus militantes cantaron “que se vayan todos”. Amarga victoria de la antipolítica que cede la confianza a nuevos políticos. Más de veinte años después del 2001, el “que se vayan todos” es un reclamo por derecha. Quienes piensan adecuadamente con el poder solo recuerdan la miseria. Podrían votar a Massa y cantar: “que se queden todos”.

La movilización social ha sido reprimida o asimilada e institucionalizada, en fin, democratizada. (…) Del 2001 algunos insisten en recordar las “políticas neoliberales”, la pobreza y la desesperación. Olvidan, ocultan o desfiguran la protesta masiva, la desobediencia colectiva, la autoorganización, los ataques al Estado y su policía, a la propiedad privada. (…) Esta primer ruptura puede ser una válvula de escape pero también puede sentar las bases para avanzar en la lucha revolucionaria. Ir más allá requiere algo más que reunirse y actuar juntos. Requiere superar lo que se ha creado, saberse capaces, ser conscientes de la propia fuerza. (La Oveja Negra nro. 44, 2001 - ¡Qué se vayan todos! - 2016)

Sin embargo, hoy el problema no es simplemente una crisis de representatividad. No es la “casta” como dicen desde la derecha ni la “clase política” como dicen por izquierda. No pueden ser el problema porque tales cosas no existen… a pesar de que ahora los opositores de Milei se ocupen de decir que en realidad es él la verdadera casta.

Se trata de una puja por instalar falsos antagonismos, un esfuerzo de la clase dominante, en competencia interna, por imponer una caracterización social funcional, ocultando a la vez la compleja trama del capitalismo y sus propias contradicciones. La “casta política” se ofrece como el objeto de repudio más inmediato, más simple de señalar y propio de una época en la que la política como herramienta burguesa de reproducción y transformación viene manifestando su impotencia frente a las crecientes problemáticas sociales.

La construcción de ese enemigo común frente a “las necesidades de los individuos” (por izquierda hablan de “pueblo”) es más que un eslogan de campaña. Es una construcción simple, de rápida identificación práctica, fácil de asimilar para la pereza intelectual y la bronca generalizada, como la raíz de todos los males. Con esto no estamos diciendo que la representación política no sea parte de la opresión capitalista, sino que esta puede asumir diversas formas y discursos, manteniendo intacto el fondo de la cuestión: una sociedad de explotación basada en la ganancia.

¡TERRORISTA ES EL ESTADO!

Así como el contexto económico ha favorecido la difusión del discurso liberal, la violencia narco y el crecimiento del delito en general han promovido el discurso de mano dura para acabar con el crimen. Esta “lucha contra el crimen” contribuye a su vez a la legitimación de la represión de ciertas expresiones de lucha social, como cortes de calle u ocupaciones territoriales. Todo esto alimenta el rechazo generalizado a cualquier forma de lucha que sobrepase o se acerque a los límites de la legalidad, mientras crece la confianza en las fuerzas armadas en detrimento de la imagen pública de los políticos.

En septiembre de este año la diputada nacional y candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, propuso un homenaje a los milicos de la última dictadura en la Legislatura porteña bajo la fachada de «Homenaje a las víctimas del terrorismo». Mientras otros defensores de la dictadura, como Ricardo Bussi en Tucumán, se han sumado como candidatos a la fuerza política de este mismo espacio político.

El homenaje resultó muy conveniente para todas las partes, incluidos los progresistas y su campaña del mal menor basada en el miedo, quienes indignados y amargados con el evento, lo tildaron de “negacionista”. La historia de la lucha de clases busca ser reducida, en el pasado y en el presente, a una lucha política. Unos buscan reflotar la “teoría de los dos demonios” y otros señalar que “los únicos terroristas fueron las fuerzas armadas y sus cómplices”, desviando así la mirada del Estado y la democracia.

Cuando nos hablen de negacionismo y terrorismo, tengamos cuidado. Muchos de quienes hoy se rasgan las vestiduras democráticas pertenecen a espacios políticos que fueron cómplices de la dictadura y cuyos gobiernos han continuado aplicando métodos terroristas de asesinato y desaparición en democracia. Son los héroes de la democracia que acompañaron las leyes de “punto final” y “obediencia debida”, y posteriormente los indultos. Los asesinos de Maxi y Darío, de Santiago Maldonado, los responsables de la Ley Antiterrorista o el Proyecto X, los cómplices de las mafias policiales y criminales que han dado rienda suelta al delito, ahora dicen asustarse del avance de la derecha. Se trata de una puesta en escena que no sorprende en plena campaña electoral, pero sí llama la atención acerca de cuántas personas se suben ad honorem a este tren.

Lo sucedido en Jujuy a mitad de año fue un fuerte ejemplo de lo que puede venir en materia represiva. La clase capitalista, sus políticos y su policía atacaron ferozmente a quienes protestaron por las pésimas condiciones de vida y contra la reforma constitucional que, entre otras cosas, allana el camino para la represión y los desalojos necesarios para los negocios extractivistas. El gobernador fue condecorado inmediatamente como candidato a vicepresidente.

La consigna generalizada de ese momento fue «Abajo la reforma. Arriba los salarios», luego se fue desgastando para llevarla al terreno de las instituciones: «Abajo la reforma. Arriba los derechos». Otra vez las abstracciones frente a las necesidades inmediatas de una población golpeada por la desocupación y los sueldos de miseria.

En aquellos días compartíamos un panfleto titulado Jujuy: represión y lucha en tiempo de campaña electoral que cerrábamos diciendo que, mientras nos entretengamos en sus campañas y sus puestas en escena, lo fundamental permanecerá intocable: una forma de sociedad que necesita que unos pierdan para que otros ganen.

NUEVO LIBRO: CONTRA EL LIBERALISMO Y SUS FALSOS CRÍTICOS

Anticomunismo, “marxismo cultural”, “ideología de género”, fascismo, neoliberalismo, casta, inflación… Con este nuevo libro proponemos abordar varios de los tópicos en boga a partir de la irrupción liberal-reaccionaria en Argentina, en un contexto social cada vez más duro y en el marco del ascenso internacional de las derechas alternativas. Al profundizar en estos y otros aspectos, buscamos comprender esta llamativa manifestación local y el ascenso de la figura de Javier Milei.

Debido a su particular enfoque económico y su apología del mercado, nos adentramos en la crítica de la escuela austríaca de economía y las premisas del pensamiento liberal: la libertad, la igualdad y la propiedad. De este modo, enfrentamos al liberalismo y a sus pretendidos detractores, comenzando por desnaturalizar el capitalismo y rechazando la apuesta por gestionarlo mejor. Aunque publicado en pleno contexto electoral, la perspectiva de este libro lo excede ampliamente.

Editado por Lazo Ediciones.


miércoles, 21 de junio de 2023

Jujuy: Represión y lucha en tiempo de campaña electoral

La clase capitalista, sus políticos y su policía reprimen ferozmente a quienes protestan contra la reforma y las pésimas condiciones de vida en Jujuy. El Estado festeja democráticamente el día de la bandera a palo, bala y secuestro. Allanan el camino para reprimir con más leyes a su favor de cara a los necesarios desalojos que trae la extracción de litio en la zona y a una profundización en el empeoramiento de las condiciones de supervivencia.

Los precandidatos presidenciales de Juntos por el Cambio apoyan abiertamente al gobernador Gerardo Morales. Lo mismo que la derecha liberal. Nos dicen que la gente es tonta y que entonces son manipulados por el kirchnernismo y la izquierda, que hay que mantener la paz y el orden. Desde el Frente de Todos, que también están para mantener la paz y el orden, aseguran que los represores son otros y dan lecciones de moral. Parecen ignorar que a largo plazo también se beneficiarán de estas leyes.

Esta es una democracia capitalista, no es ni se parece a una dictadura. Hace casi cuarenta años que hay elecciones. Basta de chantajearnos con el objetivo de defender el “mal menor”.

Capitalismo no es simplemente deuda con el FMI y extractivismo. El Capital siempre es extractivista, depredando el territorio y también la especie humana, extrayendo nuestra energía, tiempo y cuerpos para generar ganancia.

La lucha está en las calles, pero no es solo contra los excesos de esta sociedad mercantil sino contra la normalidad de la paz social, del intercambio, del comercio, de la compra y venta de nuestras vidas. Esa es la base para que exista la represión, los Morales, los desalojos, la destrucción de un territorio, así como también y por sobre todo, el trabajo y el desempleo, los ricos y los pobres.

Acá hay una cuestión de fondo que no cabe en los discursos y polémicas entre candidatos de uno y otro bando. Y mientras nos entretengamos en sus campañas y sus puestas en escena lo fundamental permanecerá intocable: una forma de sociedad que necesita que unos pierdan para que otros ganen.

Abajo la reforma. Arriba los salarios
Abajo las reformas. Arriba la revolución social

sábado, 29 de abril de 2023

1° DE MAYO CONTRA EL TRABAJO

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En un nuevo aniversario del 1° de mayo insistimos con una despiadada crítica del trabajo. Sin dudas se trata de una provocación. Pero una provocación justificada, necesaria y revolucionaria que sostenemos desde hace al menos veinte años en cada conmemoración de esta fecha de memoria y lucha. La primera vez que lo hicimos público fue la mañana del 1° de mayo de 2004 en la Plaza de la Cooperación (Rosario):

«El trabajo no dignifica, mortifica. Gastar sueldo dignifica, competir dignifica, sobre esforzar el cuerpo dignifica, sobre esforzar la mente dignifica, no estar con los seres queridos dignifica, no tener vidas fuera del trabajo dignifica, madrugar para trabajar dignifica, dormir para volver a trabajar dignifica, arriesgar la vida en el trabajo dignifica, ver como se nos fue la vida dignifica, renunciar a los sueños dignifica. ¡¿Estamos dispuestxs a seguir siendo dignxs de esa manera?! No celebremos el trabajo. El trabajo nos somete y nos mata. El trabajo no dignifica

Pensamos que podría causar rechazo, pero sucedió todo lo contrario. Es que cualquier persona que trabaja y quiere cambiar el mundo puede sentir suyas estas palabras.

Con los años la crítica del trabajo de la cual nos hacíamos eco, que ya venía de larga data y desde diferentes puntos del globo, fue gozando de cierta popularidad, o al menos fue creciendo. Esa popularidad en no pocas ocasiones la desligó de su aspecto revolucionario, transformador. Así, comprensiblemente, se critica al trabajo desde los pesares personales, muchas veces para enaltecer el ocio o para suponer que esta crítica significaría abandonar el trabajo ahora, individual o grupalmente. Una propuesta inobjetable, pero buscamos ir más allá. Por nuestra parte, insistimos en la crítica del trabajo como parte del nuevo mundo que queremos:

«Mientras las mayorías festejan el “día del trabajador” o peor aún el “día del trabajo”, algunos seguimos convencidos de la necesidad de librarnos de este. Es decir, de liberarnos de la forma que ha adquirido la actividad humana bajo el capitalismo. (…)

Miseria material, pero también afectiva, social. La realidad son las terribles condiciones de trabajo, las tareas sumamente alienantes, asquerosas y repetitivas que nos vemos obligados a realizar. La realidad es que no decidimos qué producir, ni disponemos de lo que producimos. Sean gigantescas empresas públicas o privadas, o pequeños productores, siempre se trata de unidades de producción aisladas, unidas únicamente por el intercambio mercantil, basándose en la obtención de la mayor ganancia posible. (…)

Mientras quieren convencernos de las virtudes del trabajo asalariado y que si trabajamos duro podremos disfrutarlas, parecieran olvidar las incesantes guerras, la contaminación, los accidentes laborales, los suicidios, los problemas psíquicos y físicos, la explotación infantil y un largo etcétera. Se dirá que todos estos son “detalles” a eliminar, sin embargo son parte constitutiva del mundo del trabajo asalariado, de su normalidad, y sin estos elementos no sería lo que es.» (La Oveja Negra nro. 8, El trabajo no dignifica, 2013)

Ser trabajador no es una identidad escogida, es una imposición de este modo de producción. Por eso comprendemos la crítica al trabajo como una cuestión social y no meramente como un padecimiento individual:

«El ciudadano, en su frenesí de consumo, consume ideología, consume identidad y tarda en comprender que hay realidades impuestas que no ha adquirido en el mercado. Ser proletario no es una identidad elegida, es una realidad social. Y sentir orgullo por esta condición es como enorgullecerse por ser esclavo. No amamos ser proletarios. Y revolución no significa, de ninguna manera, expandir la condición de los trabajadores a toda la humanidad.» (Cuadernos de Negación nro. 4, 2010)

Criticamos el trabajo y aún hablamos de proletariado, porque justamente criticamos lo que nos condena a ser parte de esta clase social. Por proletariado, una vez más, no se trata del trabajador hombre, fabril, sindicalizado y padre de familia:

«Teniendo en cuenta la importancia que tenía el obrero en los comienzos de las grandes luchas proletarias, es comprensible que muchos hayan buscado el “sujeto revolucionario” en los obreros y que “proletariado” haya sido, en muchos casos, interpretado como un sinónimo. (…) se veía al proletario en tanto trabajador y reproductor del Capital, y no como su enterrador, a la vez que se desestimaba, en muchos casos, la importancia de los campesinos y se fortalecía la ideología del progreso capitalista con sus monstruosas ciudades y fábricas, en oposición al “atraso” del campo. Muchos obreros se sentían parte de ese desarrollo y a lo sumo querían quitar a los burgueses del medio para gestionar y “disfrutar” ellos mismos del progreso capitalista. (…)

El obrerismo venera el trabajo manual, el “trabajo con martillos”. Su visión del proletariado es el “hombre musculoso”. Mediante el rechazo del trabajo comercial y de oficinas, rechaza a una gran parte de trabajadoras asalariadas, revelándose a sí mismo también como sexista.» (Cuadernos de Negación nro. 3, 2010)

¡Abajo el trabajo!

Sin duda, no todo lo que hacemos es trabajo. Hacer no es sinónimo de trabajar. El trabajo es una forma de actividad específica en una sociedad específica. Nuestros órganos no hacen su trabajo, ni trabajan un motor u otras máquinas:

«“Trabajo” suena hoy a los oídos de todo el mundo como el perfecto sinónimo de “actividad”, puesto que para la mayoría de los seres humanos el trabajo ha llegado a ser, lamentablemente, la totalidad de su vida. Y no hablamos solo de la forma de conseguir dinero para subsistir, todo es vivido como trabajo: los quehaceres domésticos, la creatividad artística, tener relaciones sexuales, la militancia política, criar un hijo o salir con amigas.» (Cuadernos de Negación nro. 3)

La crítica del trabajo va dirigida principalmente a la crítica de la explotación. En cuanto a la noción de explotación no vamos a emprender una discusión de orden moral. La reproducción de la sociedad capitalista está orientada hacia la máxima obtención de ganancia posible. Y la principal fuente de ganancia es el plusvalor, que se produce a través de la explotación del trabajo asalariado:

«Por “explotación”, se entiende casi siempre un trabajo precario y mal pagado, lo que efectivamente es el caso de la inmensa mayoría de los asalariados del planeta. Pero esta definición restrictiva implica que crear durante seis horas diarias software educativo a cambio de un buen salario y en un ambiente que respete el entorno, sin ninguna discriminación étnica, sexual o de género, en conexión con los habitantes del barrio y las asociaciones de consumidores, ya no sería explotación. En una palabra, una sociedad en la que cada uno se lo pasa bien yendo al mercado el domingo por la mañana, pero sin que nadie sufra la ley de los mercados financieros. En suma, el sueño de las clases medias asalariadas occidentales extendido a seis mil millones de seres humanos…» (Gilles Dauvé, Declive y resurgimiento de la perspectiva comunista)

¡Abajo el ocio!

Trabajo y ocio son las dos caras de la misma moneda. El salario no paga por el trabajo hecho sino por la reproducción de la fuerza de trabajo, la cual precisa algo de esparcimiento: fútbol, netflix, música. Si el “tiempo de ocio” existe es porque existe un “tiempo de trabajo” que lo define.

«Destinamos cierta cantidad de horas a lo que definimos como esparcimiento, para recuperarnos del estrés generalizado en que vivimos diariamente. Pausamos nuestro rol de productores de objetos y servicios, para darle paso a nuestro rol de consumidores de productos y servicios.

Realizar nuestros momentos de ocio y diversión en la sociedad mercantil generalizada tiene similitudes con el trabajo asalariado: hay que hacerlo rápido y bien, se vuelve repetitivo y obligatorio, no hay tiempo para descansar, se rechazan las pasiones, se cumple con la norma de la ideología dominante.

Divertirse parece ser directamente proporcional al dinero gastado, por eso se pasea por shoppings y centros comerciales, por eso se paga para hacer deportes, música o tener sexo, o se paga para ver a otros hacer deportes, música o tener sexo.» (Cuadernos de Negación nro. 3)

¡Abajo el desempleo!

Mientras existan el dinero y la propiedad privada nunca alcanzarán para todos. Bien, lo mismo podemos decir del trabajo:

«En un mundo con trabajo jamás habrá suficiente para todos. El desempleo es una condición del mundo del trabajo. El desempleo es un rasgo permanente y estructural de la sociedad capitalista, que precisa de una masa de desocupados para garantizar bajos salarios y condiciones laborales siempre deficientes. En otras palabras, si todos estuviésemos empleados o tuviésemos la posibilidad de cambiar de un empleo a otro podríamos exigir siempre mejores sueldos o mejores condiciones laborales sin el fantasma del desempleo pisándonos los talones. (…)

Es a partir de nuestras condiciones de existencia que sacamos las lecciones para “hacer teoría” y no tenemos “principios” previos a los hechos. El malestar y la necesidad que padecemos quienes trabajamos, las situaciones de precariedad y peligro a las que nos vemos sometidos, nos fuerzan a tomar conciencia de la sociedad en la que estamos y a la cual contribuimos día a día a mantener. De nosotros depende ampararnos en personajes que nos quieren dirigir y nos llevan a diversos callejones sin salida o comenzar a pensar y explorar otras posibilidades. Para esto es importante que no confundamos la defensa de la fuerza de trabajo con la defensa de la fuente de trabajo. Ni defendamos la ganancia de los explotadores. Ni confiemos en quienes viven de nuestro esfuerzo.» (La Oveja Negra nro. 70, El trabajo es la peste, 2020)

¡Abajo el trabajo doméstico!

Las sociedades de clase, a lo largo de su historia y en pos de su reproducción, debieron controlar cuatro elementos fundamentales e inseparables de la vida de la especie: el cuerpo, la sexualidad, la reproducción y la crianza de los hijos. En este punto, la división sexual y la dominación específica sobre quienes tienen la capacidad de gestar hijos se vuelve esencial. Lo que conocemos como mujer y hombre se basa en esa característica anatómica (la capacidad de gestar hijos) y la división social creada a partir de la misma en las sociedades de clase por la necesidad de crecimiento poblacional.

El control de las mujeres (su cuerpo, su sexualidad, su capacidad reproductiva) permite controlar al mismo tiempo al resto de la población. A su vez, es determinante en la crianza de niñas y niños, así como en el sostenimiento de la familia o al menos de la reproducción de la fuerza de trabajo en la sociedad actual.

El trabajo asalariado requiere de una esfera específica dedicada a ciertas tareas necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo: el trabajo doméstico, cuya asignación reproduce la división sexual construida a través de las diferentes sociedades de clase.

La asignación de ciertas labores a un determinado grupo de personas definido según su capacidad reproductiva es lo que ha constituido históricamente a las mujeres, y a quienes no la tienen como hombres. Es esta división social en dos sexos la que ha creado lo que conocemos como sexo biológico que naturaliza lo que se ha construido socialmente.

Se supone, además, que las mujeres están naturalmente inclinadas hacia el cuidado y a las labores domésticas. Así como se supone que los hombres están naturalmente inclinados a los trabajos rudos y peligrosos, por los cuales mueren a montones todos los años en los mal llamados “accidentes laborales”.

«El modo de producción capitalista, pese a su imagen racionalista y científica también produce mitos. Uno de ellos es que el trabajo es ajeno a la historia, que existe desde siempre y que, por tanto, no podría dejar de existir. (...) cuando miles de proletarios en el mundo insistimos con la consigna “¡Abajo el trabajo!” no estamos proponiendo que haya que dejarse morir de frío e inanición, sino que debemos luchar para constituir una comunidad donde nuestras necesidades de alimento y techo, así como de goce y creatividad sean puestas en común sin ser una coartada para cuantificarlas y generar ganancias. (…)

Otro mito necesario para apuntalar la normalidad capitalista es exponer el trabajo doméstico como un atributo natural de las mujeres, quienes se supone que, por naturaleza, serían buenas cocineras, lavanderas, amantes, sensibles, débiles y, por sobre todo, dependientes. No es ninguna casualidad, el primer paso para la domesticación es la creación de dependencia.

Una dependencia que es tanto económica como ideológica, basada en el mito de que siempre fue el trabajador asalariado hombre el que llevó el pan a la mesa. Y en el pobre imaginario social –¡y aunque estaba a simple vista!– este trabajador habría carecido de la necesidad de cuidados, porque se trataba de un adulto sano que se valía por sí mismo. Esta falacia no sólo invisibilizó –e invisibiliza– esos cuidados, sino que además produce un modelo, especialmente masculino o masculinizante, que se caracteriza por su pretensión de no necesitar de nadie. Un individuo que rechaza la interdependencia humana en nombre de la fuerte y prominente independencia típica del capitalismo.

Tal como sucede con cualquier trabajo, la función de la ideología dominante es que el trabajo doméstico sea naturalizado, amalgamado a cualquier actividad humana, cuando en verdad se trata de un fenómeno social determinado e histórico. El trabajo doméstico de las mujeres se encuentra bajo mayores sombras aún que el trabajo asalariado, por ser considerado, erróneamente, un atributo natural de la personalidad femenina, una aspiración del “ser mujer”. Pero lo que se olvida es que para crear la imagen de ese supuesto atributo natural fueron necesarios siglos enteros de desposesión y de persecución misógina.» (La Oveja Negra nro. 46, ¡Abajo el trabajo doméstico!, 2017)

Lo que proponemos es indagar y asumir la implicancia entre clase y género desde una perspectiva de abolición del trabajo. No se trata de sumar la “cuestión” de la mujer a la “causa de la clase obrera” en tanto luchas paralelas, tal como suele comprender el reformismo.

¡Abajo el proletariado!

La crítica y el rechazo del trabajo expresados en luchas, reflexiones teóricas y en la vida cotidiana están estrechamente vinculados al declive del obrerismo, del orgullo y la identidad obrera. Evidentemente, algo cambió en la sociedad capitalista: precarización y flexibilización del trabajo, globalización y deslocalización de los centros productivos, financiarización creciente de la economía en general y un destacado papel del Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo (subsidios, ayudas sociales).

Producto de estas transformaciones, el proletariado no ha desaparecido ni mucho menos, pero las posibilidades de su lucha han cambiado drásticamente. Ya no hay una preocupación predominante en las luchas proletarias acerca de la gestión del mundo del trabajo. Aquello estaba necesariamente ligado a un imaginario de la revolución donde se mantenían muchos de los rasgos fundamentales del modo de producción capitalista y su sociabilidad: gestión de los medios de producción sin cuestionarlos, desarrollo de la industria, crecimiento poblacional, familia y, en los sectores más reformistas, incluso el nacionalismo y el Estado.

Analizamos las luchas recientes y en curso advirtiendo sus límites, pero no en relación a un pasado idealizado que no fue, sino en función de las posibilidades actuales:

«Las revueltas desatadas en diferentes partes del mundo en las últimas décadas, así como los “nuevos movimientos sociales”, a pesar del carácter interclasista y ciudadanista que observamos en muchas ocasiones, dejan en claro la persistencia de la lucha de clases. Al mismo tiempo nos advierten del carácter diverso que el proletariado tiene y ha tenido. La centralidad de la reproducción social en las luchas nos recuerda que la revolución debe implicar bastante más que la certeza de tener techo y comida. Debe atender, no solo como punto de llegada sino de partida, la denominada cuestión de género, lo racial, la sexualidad, la familia, la naturaleza de la cual formamos parte.» (La Oveja Negra nro. 76, 1° de mayo: Memoria y perspectivas, 2021)

La lucha de clases de las últimas décadas no se ha centrado en luchas obreras ni en los lugares de trabajo. Se manifiestan nuevos protagonistas. Nos referimos a las luchas y protestas de proletarios desempleados, al movimiento de mujeres y disidencias sexuales, a las denominadas luchas medioambientales, a las antirrepresivas, o contra el narcotráfico y otras mafias. Que se manifiestan en las calles, las rutas, fuera de las ciudades y hasta en los hogares. Que necesariamente deben frenar la circulación más que la producción y que suelen enfrentarse o dirigirse al Estado más que a una empresa o un patrón (y de ahí la posibilidad de su carácter interclasista y ciudadanista que mencionábamos anteriormente). Esto no significa que la explotación y el trabajo hayan perdido centralidad en la sociedad capitalista, justamente sus transformaciones han modificado y puesto de relieve diferentes aspectos de la reproducción de la fuerza de trabajo.

Esto no sólo ha permitido criticar el obrerismo, sino el cuestionamiento de nuestra existencia como clase:

«Quienes no buscan convertirse en una potencia más entre todas las potencias de este mundo, quienes aspiran a destruir todas esas potencias, podrían resumir su programa así: “Abajo el proletariado”. Evidentemente, no en el sentido de una oposición a los proletarios en cuanto seres humanos. (…) Los revolucionarios no proponen la mejora de la condición proletaria. Proponen su supresión. La revolución será proletaria por quienes la realicen y antiproletaria por su contenido.

Proletarios, un esfuerzo más para dejar de serlo…» (Abajo el proletariado. Viva el comunismo, Les amis du potlatch, 1979)

¡Viva la revolución social!

La historia no es solamente el pasado, y mucho menos un pasado mitificado. Podemos hacer historia, no sólo estudiarla:

«Si damos un vistazo a la sociedad moderna, es evidente que para vivir, la gran mayoría de las personas están obligadas a trabajar, a vender su fuerza de trabajo. El conjunto de las facultades físicas e intelectuales que poseen los seres humanos, sus personalidades, que deben ser puestas en movimiento para producir cosas útiles, no pueden emplearse más que a condición de venderse a cambio de un salario. La fuerza de trabajo generalmente es percibida como una mercancía que se compra y se vende, al igual que las demás. La existencia del intercambio y del trabajo asalariado nos parece algo normal, inevitable. Sin embargo, la introducción del trabajo asalariado implicó conflictos, resistencias y masacres. La separación del trabajador de los medios de producción, lo que hoy ha llegado a ser una cruda realidad aceptada como tal, tomó un largo tiempo y no pudo llevarse a cabo más que por la fuerza. (…)

A través de su sistema educacional como por su vida política e ideológica, la sociedad contemporánea oculta la violencia pasada y presente sobre la que descansa la situación actual. Oculta tanto su origen como la mecánica de su funcionamiento. Pareciera que todo es resultado de un contrato libre en que el individuo, como vendedor de su fuerza de trabajo, se encuentra con la fábrica, la oficina o la tienda. La existencia de la mercancía parecería ser lo más obvio y natural del mundo, y los desastres que causa periódicamente a diferentes escalas, a menudo son vistos como catástrofes cuasi naturales. (…) Lo que en esencia mantiene oculto es que la insubordinación y la revuelta podrían ser lo suficientemente grandes y profundas como para acabar con esta relación y hacer realidad otro mundo.

Las relaciones de producción en las que participan las personas son independientes de su voluntad: cada generación se ve confrontada a las condiciones técnicas y sociales legadas por las generaciones precedentes. Pero puede alterarlas. Aquello que llamamos “historia” está hecho por personas.» (Gilles Dauvé, Capitalismo y Comunismo, Lazo Ediciones, 2020)

En cada época, la lucha del proletariado expresa y enfrenta nuevas preguntas:

«Estas pueden hacernos importantes señalamientos acerca de la sociedad capitalista y su superación, pero la revolución finalmente dependerá de lo que podamos hacer en tanto clase. La lucha es inevitable y necesaria, nos transforma y buscamos transformarla en una definitiva. Nuestra preocupación es que la lucha de clases sea capaz de producir algo más que su propia continuación.

Por esto confiamos en que es tan importante no solo participar sino también comprender, estudiar y debatir el desarrollo de las luchas del presente. Porque en las posibilidades y condiciones de estas luchas, en sus críticas y rupturas, se delinea el horizonte revolucionario.» (La Oveja Negra nro. 76, 1° de mayo: Memoria y perspectivas)

viernes, 17 de febrero de 2023

Dekonstruktion?

Los compañeros del blog Panopticon nos comparten una nueva traducción de La Oveja Negra:

Dekonstruktion?

https://panopticon.noblogs.org/post/2023/02/16/argentinien-oveja-negra-dekonstruktion
PDF
Traducción de: ¿Deconstrucción? (nro.62)
* una versión ampliada de este artículo puede encontrarse, con el mismo título, en Cuadernos de Negación nro. 15: Notas sobre sexo y género (también disponible en versión digital)

Más traducciones al alemán:
https://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2022/03/traducciones-ubersetzungen.html

Dem grossartigen argentinischen volk, zum wohl?

Los compañeros del blog Panopticon nos comparten una nueva traducción de La Oveja Negra:

Dem grossartigen argentinischen volk, zum wohl?

https://panopticon.noblogs.org/post/2023/02/16/argentinien-oveja-negra-dem-grossartigen-argentinischen-volk-zum-wohl
PDF
Traducción de: ¿Al gran pueblo argentino, salud? (nro.86)

Más traducciones al alemán:
https://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2022/03/traducciones-ubersetzungen.html

martes, 14 de febrero de 2023

«TODXS SOMOS JIMI»

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En la ciudad de Rosario ocurrió un hecho brutal. Chuparon al azar en auto a una persona que volvía caminando de noche a su casa, lo pasearon, lo bajaron y le metieron tres tiros para una vez baleado dejarle una nota en sus ropas.

Todas las semanas mueren en Rosario personas a manos de la violencia mafiosa: tiratiros, balaceras, balas perdidas y ajustes de cuenta. Cada día escuchamos las detonaciones o nos lo cuenta alguien cercano, sino basta con abrir los diarios locales, prender la radio o la televisión para enterarnos sobre nuevas muertes y heridos de bala. ¡Hasta eso íbamos normalizando! Pero este caso es un salto en la gravedad de los asesinatos a los que nos habituamos desde hace ya más de diez años en la ciudad. Jimi no tenía absolutamente nada que ver con las tramas mafiosas que se disputan los territorios, tribunas y venta de drogas, ni siquiera simpatizaba por el fútbol. Ni siquiera fue víctima de un tiroteo a una casa, negocio o institución y se cruzó una bala que no iba dirigida a él. Los cuales son hechos gravísimos pero corrientes. A Jimi lo mataron solo para dejar un mensaje, antes de volver a su casa, un mensaje mafioso a algún rival, pero dejando implícitamente otro mensaje mafioso a toda la población: parece no importar la vida de casi nadie.

Lo primero que salió a decir públicamente un fiscal fue que se trataba de un problema entre barrabravas, ya que el cuerpo fue dejado en la puerta del estadio de Newell’s. Si se asume que “se matan entre ellos” el hecho es socialmente aceptable y parece menos grave. Pero no, nos están matando, los empresarios de la legalidad y la ilegalidad, sus soldaditos. Quienes por unos pesos tirotean, matan, golpean y también mueren, todo bajo el amparo del Estado, sus fuerzas de seguridad y sus funcionarios que por complicidad de negocios o por omisión también tienen las manos manchadas de sangre. Ese mismo aparato estatal que ni siquiera fue capaz de notificar a la familia de Jimi acerca de su muerte. Por eso puede ser que ninguno sale a dar la cara, o la darán cuando el caso sea lo suficientemente mediático o utilizable políticamente, porque para eso están. Quizás cuando la escalada de violencia crezca y estén en peligro sus hijos en sus barrios privados, o empiecen a secuestrar y matar policías, políticos y periodistas.

Mientras tanto matan a los nuestros. El día 1 de febrero después de pasar un día con amigos y ensayar con su banda punk asesinaron a Lorenzo Altamirano (Jimi) de 28 años quien, entre otras cosas, tocaba el bajo y era malabarista. El hecho sucedió cerca de la medianoche, cuando lo cargaron violentamente en un auto, y lo remataron en una de las puertas de la cancha de Newell’s.

En este contexto de tristeza y rabia el domingo 5 hubo una manifestación convocada por sus cercanos, amigos, familiares. El cierre del volante difundido decía: «Jimi era un pibe como vos y como yo, malabarista y músico, que solo volvía a su casa después de compartir una tarde con amigos. No sea indiferente, no espere a que le pase a uno de los suyos. Justicia x Jimi». Así fue que varias personas nos concentramos en 27 de febrero y Oroño, esquina donde él hacía malabares para ganar unos pesos y donde lo despidieron sus amistades por última vez. Al aproximarnos al punto de encuentro se veía gente con remeras de bandas, muchos punkis que en otro contexto nos cruzamos en recitales, varios niños y también gente mayor, todos con la angustia impregnada en las caras y los cuerpos. Luego de algunas breves palabras de quienes podían emitir un mensaje sin quebrarse, con volantes, pintura, ruido, pancartas y banderas arrancó una marcha por Oroño hacia Pellegrini, donde se encuentran los Tribunales. Allí se cortó el tránsito en la rotonda y se decidió ir hacia el estadio de Newell’s, a la puerta donde fue encontrado el cuerpo de Jimi. En ese lugar, después de un rato de concentración, aparecieron policías motorizados a toda velocidad, y otros con armas en mano para proteger unas paredes y dar otro mensaje mafioso: que ellos y solo ellos son el monopolio de violencia, que comparten por unos millones de pesos con quien pueda pagar una porción de dicho monopolio. Esa policía que, al igual que un ministerio, no significa seguridad, y que por más que cambie su jefe o el ministro una y otra vez, incluso si “hiciera bien su trabajo” no está para protegernos a nosotros sino a la propiedad y al buen funcionamiento de las instituciones. No debemos olvidar que el Estado está constituido a fin de cuentas por una “banda de hombres armados” en defensa de la propiedad, el intercambio y el trabajo asalariado.

Así como para los asesinos no valió nada la vida de Jimi, tampoco la valió para las autoridades estatales que salieron a decir que era una más del montón de muertes de personas relacionadas al narcotráfico en Rosario, presentando de alguna manera este caso como algo normal y preocupándose en primera instancia por garantizar que se juegue con público el partido del viernes 3 en dicho estadio, cosa que sucedió para la tranquilidad de la ciudadanía que mira para otro lado.

Ante toda esta tristeza y malestar es necesario dar importancia a las instancias de encuentros genuinos donde nos podemos reconocer en el otro y canalizar el miedo y el hartazgo en la complicidad de los que estamos podridos de esta vida de mierda y somos cada día más víctimas de esta sociedad violenta.

«Por más que callen, por más vueltas que dé el mundo, por más que nieguen los acontecimientos, por más represión que el Estado instaure; por más que se laven la cara con la democracia burguesa; (…) por más pactos que desarrollen con los controladores de clase; por más guerras y represión que impongan; por más que intenten negar la historia y la memoria de nuestra clase. Más alto diremos: asesinos de pueblos, miseria de hambre y libertad, negociadores de vidas ajenas, más alto que nunca, en grito o en silencio, recordaremos vuestros asesinatos de gentes, vidas, pueblos y naturaleza. De labio en labio, paso a paso, poco a poco.» (Salvador Puig Antich)

Jimi presente.