Han causado revuelo en organismos de
Derechos Humanos y sectores de izquierda los dichos de Alberto
Fernández. El jefe de Estado sostuvo que «toda la Argentina debe dar
vuelta una página, una página que nos distanció mucho tiempo por la
inconducta de algunos y hoy podemos decir que nuestros hombres del
Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea han nacido como oficiales en
la democracia». El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, es decir
el presidente de la Argentina, pone en duda que haya habido un plan
sistemático de desapariciones, asesinatos y secuestro de bebés en la
última dictadura cívico-militar. Esto atenta incluso contra la propia
institucionalidad por la cual fueron juzgados los milicos de su Estado.
Se trataría ahora de hechos aislados, de militares que actuaron
individualmente por falta de conducta. Por otra parte, el llamado a “dar vuelta la página” es un llamado a, finalmente, olvidar y perdonar.
¿Pero es este todo el problema? Si vamos
más allá de los discursitos recordaremos que es, como ya dijimos, el
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el responsable del monopolio
de la violencia estatal. ¿Es entonces tan importante qué dice? Del mismo
modo, visita y se saca fotos con asesinos de la talla de Benjamín
Netanyahu y Emmanuel Macron. ¿Cómo puede sorprendernos esto, si no es
más que un nuevo encargado de mantener el orden, para garantizar la
explotación y la opresión de clase de toda una región? Ningún
presidente, jamás, en ningún tiempo y lugar podría hacer otra cosa.
Lo que nos cuentan los distintos sectores
de la oposición, de izquierda a centroizquierda, es que un presidente
puede hacer bien las cosas, que el problema no es el Estado sino quien
lo comande porque, según ellos, se trata de una herramienta neutral, y
no de un arma de clase.
Los
democratizadores olvidan que los dichos de nuestro verdugo fueron
pronunciados nada menos que en la ceremonia de despedida de un nuevo
contingente, que durante seis meses cumplirá funciones en la Fuerza de
las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre (UNFICYP).
Recordemos qué hacen estos cascos azules. La reciente Misión de
Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), que había
iniciado su primera etapa en el 2004 tras el derrocamiento del
presidente Jean-Bertrand Aristide, llevó soldados de todo el mundo y
contó con la colaboración de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay
en el mejor momento del progresismo latinoamericanista. Son esos
«oficiales de nuestras tres fuerzas [que] han salido de la democracia y
para nosotros [el Partido del Orden] es una gran alegría». Son esos
mismos oficiales de las misiones de paz que van a reprimir, violar y
torturar a tierras lejanas de sus cristianos y democráticos hogares. Son
esos padres de “bebés cascos azules”, integrantes de las fuerzas
uruguayas, argentinas y brasileras que engendraron al menos 265 bebés,
consecuencia de violaciones y que luego abandonaron para regresar a sus
países y ser condecorados por los gobiernos progres respectivos.
Esta es la democracia, esto es lo que nos
oponen discursivamente a los golpes de Estado. Claro que cualquiera
puede elegir, mentalmente, un Estado de derecho antes que una Junta
Militar. Pero no se trata de una elección, sino de un chantaje. Y en
última instancia, nadie puede elegir nada, es el Capital a través
distintos sectores de la burguesía quien determina la forma de gobierno
de cada región según los intereses del orden y la ganancia.
Hoy nos toca orden y ganancia en beneficio de la burguesía, pero en nombre de un bienestar general. Ojalá
el problema fuera simplemente lo dicho por el presidente, pero es más
grave. No caigamos en sus trampas, en debatir quién dijo qué, en
criticar lo superficial de un sistema de muerte y padecimiento de muchos
en beneficio de pocos.
«Estoy feliz de que la Argentina participe
de la paz, porque creo en la paz» dice, mientras nosotros estamos
enojados, tristes, enfermos, estresados, deprimidos y tantos otros pasan
hambre, mueren de hambre… «La misma fuerza armada, el mismo Ejército
que viaja a Chipre para ayudar a la paz, es el que está ayudando en
Salta a resolver el problema de muchos hermanos que están muriendo por
el agua contaminada y allá están con sus camiones potabilizadores», dijo
el verdugo en referencia a la ayuda humanitaria contra los wichis.
Esta es la paz. Su paz. La paz de los cementerios.
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