Es muy
significativo que en el imaginario popular se haya instaurado como
origen del 8 de marzo una historia de mujeres que fueron víctimas, en
este caso de un incendio en una fábrica textil de Nueva York. Se eluden
además los hechos reales, puesto que las trabajadoras habían sido
iniciadoras de una combativa huelga por sus condiciones de existencia.
El incendio, ocurrido el 25 de marzo de 1911, puso de manifiesto la
terrible realidad laboral que venían enfrentando las mujeres
inmigrantes.
Hoy como
ayer es preciso retomar la lucha internacional de las mujeres
proletarias, pero por la emancipación total y no por más derechos, sino
por otra vida. No desde la victimización sino desde la fuerza rebelde.
Tampoco desde las conferencias de quienes pretenden representarnos para
llevarnos a votar, sino por fuera de y contra las organizaciones,
partidos y movimientos del Estado que, a fin de cuentas, es quien brega
por el orden de cosas que nos mantienen en la opresión y la explotación.
Al 8 de
marzo debemos asumirlo como un día de lucha, de memoria, otra buena
ocasión para reconocernos y reflexionar colectivamente.
Sabemos que
las circunstancias a las que nos enfrentamos no son nada sencillas y nos
movilizan a preguntarnos muchas cosas. Queremos mejorar nuestras
condiciones en lo inmediato. No queremos ser encarceladas por abortar,
ni tratadas como cuerpos-objeto a los que violar, traficar y asesinar.
Pero, ¿para qué nos sirve pedirle al sistema que nos reduce a estos
roles, nos encarcela y subyuga, que cambie esta situación? ¿Por qué no
pensar en la posibilidad de superar de raíz este estado de cosas?
También en esto tenemos que pensar mientras nos encontramos en la calle,
y a esto nos referimos cuando proponemos profundizar la lucha. Para no
dejar de lado tantos esfuerzos de compañeras del pasado que, como
nosotras en el presente, pararon y salieron a la calle masivamente. Los
avances logrados fueron parciales, sus límites no permitieron que la
situación de las mujeres cambie porque es imposible que se transforme
sin transformar todo, porque nuestra lucha se opone prácticamente a este
sistema cosificador y valorizador de nuestras vidas.
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