Las jornadas de enero de 1919, tambien conocidas como «La Semana Trágica», se caracterizan no solo por ser el contexto insurreccional más notorio que haya ocurrido en la región, sino también por haber generado una reacción igualmente remarcable. Hablamos de la formación del mayor grupo parapolicial que conociera el proletariado por estos lares: la infame «Liga Patriótica Argentina».
Es el 19 de enero cuando, en una Buenos Aires caliente que acababa de vivir una inmensa revuelta, a la vez que se sucedían huelgas en Rosario y el sur de la provincia, oeste de Cordoba y Mar del Plata, grupos de pensadores, juristas, clérigos y jovenes de ideas cercanas al fascismo y al nacionalismo católico determinan unir esfuerzos anticomunistas y antianárquicos vía la formación de una organización de alcance nacional «Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden… No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes».
El bautismo de fuego de la organización en las calles ocurre aún antes de su formalización, cuando todavía se la conocía como «Comisión pro defensores del orden», durante el 9 y 10 de enero, cuando sus miembros repartieron armas en el Centro Naval a quien quisiera colaborar junto a militares, policías y bomberos en la sangrienta represión de los obreros en revuelta.
Meses más tarde la organización se formaliza y elige a su primer presidente: el rosarino Manuel Carlés. Formando patrullas callejeras antiobreras o difundiendo literatura y material nacionalista, la organización se caracterizó por estar al abrigo del poder estatal y de la financiación de la gran burguesía y de los terratenientes, que en 1921 solicitarían los servicios de la liga durante los eventos de la ya histórica Patagonia Trágica. Aquí en Rosario el 8 de mayo de 1928 serán los responsables del asesinato de Luisa Lallana de 18 años, durante la huelga de los portuarios.
Años más tarde, con el golpe militar y la década infame, y posteriormente bajo los gobiernos peronistas y su proceso de pacificación obrera, la Liga perdió el sustento social que la hacía una necesidad de los explotadores de la década que la vió nacer. Sólo con la profundización de las contradicciones de clase, y en un nuevo contexto internacional de revuelta, verían la luz semejantes grupos, con la secreta y poderosa Alianza Anticomunista Argentina durante los 70 como expresión máxima de la represión paraestatal.
Retornando a la actualidad, es importante mencionar que en las últimas semanas ocurrió el mayor paro de actividades policial en la historia de la región. El velo de la ideología demostró nuevamente que es insuficiente para controlar los deseos de los insatisfechos por esta sociedad de miseria. La sola promesa del no accionar policial produjo una nueva oleada de saqueos a los que las urbes argentinas se están acostumbrando año tras año. Fue en este contexto donde —a la medida de las circunstancias, a desesperados y desorganizados saqueadores respondieron pequeñoburgueses asustados— regresaron los fantasmas del pasado y se formaron grupos de comerciantes y niños bien para defender locales comerciales y perseguir a los saqueadores y sospechosos de serlo. Fastasmas viejos y nuevos, que deberemos ahuyentar, sin concentrarnos en ellos, cuando nuevamente podamos asaltar el cielo, para atacar y destruir a su señor: El Capital.
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