Un 18 marzo de 1871 sucedió en París una experiencia insurreccional breve, cuya mayor característica fue haber propuesto un modo distinto de administrar la riqueza que se produce socialmente. Decimos ‘breve’ porque en términos temporales duró dos meses pero, al igual que otros sucesos de época, produjo hondas impresiones, orientaciones y enseñanzas en el emergente proletariado.
Por lo general, cuando se habla en la historiografía de la Comuna de París, se habla del poder estatal, del gobierno de la Comuna y lo que deriva de él. Nuestra memoria busca hacer hincapié en quienes quisieron cambiar la historia.
Para ello es necesario hablar de burgueses y proletarios de hace 150 años atrás, lo que nos sumerge en otro mundo. Una época en que el capitalismo y los diversos aspectos administrativos, jurídicos, bélicos, estaban asentándose y su comercio se encontraba en ascenso de norte a sur y de este a oeste.
También el proletariado estaba desarrollando en su mundo otro mundo. De manera difusa si se quiere, se planteó un cambio social y modos para llegar a conseguirlo. Estallaban por diferentes lugares las luchas contra el Capital, incluso se formó la Asociación Internacional de Trabajadores (1864), desde la que emergieron dictados como el que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra suya. Se estudió la condición de la clase, sus oficios y su formación, se buscaron las causas de su malestar. Se manifestaron las emergentes diferencias entre las tendencias de lo que podríamos llamar el pensamiento socialista, y que luego de la Comuna serían cada vez más abismales.
Las nuevas metrópolis estaban colmadas y en esa atmósfera surgió una conclusión clave: ya se había dejado gobernar a la burguesía durante demasiado tiempo. Y por otro lado, la fuente de desgracias no residía en tal o cual forma de gobierno, sino en el principio y en el hecho mismo del gobierno, cualquiera este fuese.
El hecho histórico de la Comuna, para la memoria de nuestra clase, consiste en haber aspirado además a una negación del Estado. La potencia de su accionar consistió en mostrar a todos los pueblos explotados que el único camino de la emancipación es el de la revolución social. Se pusieron en crisis las tradiciones políticas del radicalismo burgués y se dotó de una base real a la iniciativa revolucionaria. Así de brutal fue también la respuesta burguesa, que dio fin a La Comuna con una feroz represión.
La Comuna inaugura los tiempos nuevos, en cuyas aspiraciones la cuestión social se tiene que resolver con la emancipación definitiva y completa de la clase proletaria. Esto se logrará con la lucha y la expresión de una solidaridad real a través, y a pesar de, las fronteras de los Estados. En esta unión fraternal y universal el proletariado matará a la propiedad, fundando sobre su ruina una nueva humanidad.
Para ampliar recomendamos:
La Comuna de París, Proletarios Internacionalistas. Lazo Ediciones, junio 2017
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