Rompiendo
algunos mitos y muchas falsificaciones históricas y lingüísticas,
se ha de señalar que la palabra democracia
no viene de dos palabras (demos,
que supuestamente significaría “pueblo”, y cratos
que supuestamente significaría “poder”, dando lugar así al
término “el poder del pueblo”). La palabra democracia deriva de
tres palabras: demiurgos
o artesano, geomoros
o campesino y cratos
o Estado (en griego arcaico, y no “poder”, significado que, por
razones políticas, va a adquirir más adelante, en la época
clásica, para justificar el orden social vigente). De la fusión de
las dos primeras palabras demiurgos y geomoros surgirá una nueva,
demos,
que va a aparecer en la época clásica, siendo por tanto un
neologismo que no existía cuando se funda este orden socio-político.
Con este juego de palabras entre artesano y campesino se formará la
palabra “pueblo” para justificar el nuevo aparato estatal y
refrendar el orden social impuesto. Claramente el pueblo son los
artesanos, comerciantes y campesinos y para ellos está hecho el
nuevo régimen. Quienes no formen parte de estas clases no serán
parte del pueblo. Así pues, nos encontramos con que democracia no
significa «el poder del pueblo», sino el «Estado de los artesanos
y los campesinos».
Estos
dos estamentos iniciaron hacia finales del siglo V a. C. una rebelión
contra la monarquía Ática, a la que, en una época convulsa y
confusa y mediante un proceso y por unas causas no muy conocidas,
derrocarían para instaurar el nuevo modelo. Pero además conviene
hacer una nueva aclaración. La sociedad ateniense en el momento
inmediatamente anterior a la instauración de la democracia estaba
compuesta por tres clases o estamentos sociales: los eupátridas,
en la cima de la pirámide, que eran los nobles y el estamento del
que salía el monarca; los demiurgos, que eran los artesanos y
comerciantes, pero no unos artesanos cualquiera, sino los maestros
artesanos y dueños de los talleres (es decir personas con esclavos y
asalariados que dirigían la producción y el comercio al servicio de
los eupátridas); y los geomoros o campesinos, campesinos
propietarios de tierras y dueños de esclavos. Estos tres eran los
estamentos entre los hombres libres, estamentos subdivididos a su vez
según rango, riqueza y posición social. Después en la escala más
baja de la pirámide estaban los metecos
o hijos de padre ateniense y madre extranjera (que solían ser los
asalariados o los ayudantes de demiurgos y geomoros), hombres libres
pero que no tenían los mismos derechos que los atenienses libres, y
más abajo aún estaban los esclavos. Aparte estaban las mujeres que
no sólo no gozaban de la condición de “ciudadanos” sino que ni
tan siquiera alcanzaban la categoría de “personas”.
Es
con estas características y en este contexto que nace la democracia.
Al principio de una forma tosca, después, a casi un siglo de su
fundación, Pericles la perfeccionará aún más. El funcionamiento
democrático iba a ser relativamente sencillo. Los atenienses mayores
de edad (hombres libres con propiedades) se reunían en el ágora o
plaza en representación de sus familias (mujeres, hijos y esclavos)
y allí escogían un número limitado de magistrados por un periodo
de dos años. Cada magistrado tenía una función específica. Unos
serían jueces, otros gobernantes, otros controlarían al gobierno,
otros funcionarios, etc. En las asambleas del ágora, que eran
relativamente periódicas, los propietarios delineaban las líneas
generales de la dirección de la polis y la política de la ciudad y
los gobernantes se encargaban de ponerla en práctica con un margen
de maniobra bastante amplio, pero ciñéndose a lo decidido por las
asambleas. La mayoría de las veces funcionaban mediante simples
referéndum o eligiendo entre propuestas presentadas por los
magistrados o las comisiones elegidas para algún asunto específico.
Los referéndum solían ser bastante generalistas, quedando la
aplicación de las decisiones, las modalidades y los tiempos en manos
del gobierno. Lo que un gobernante no podía hacer era saltarse a la
torera las decisiones asamblearias u obrar fuera de las directrices
(bastante amplias) marcadas. Claro que las intrigas, conspiraciones y
manipulaciones preexistían en bastantes siglos a la democracia con
lo cual siempre podía aplicarse alguno de estos corrientes métodos
políticos para justificar lo que fuera. En caso de duda o falta de
acuerdo, tradición, oráculos y sacerdotes (lo que venía a ser más
o menos la misma cosa) se encargaban de “aclarar” la
incertidumbre.
Es
importante señalar el hecho de que las magistraturas, elegidas por
períodos anuales o bianuales, no eran cargos remunerados, con lo
cual se limitaba aún más el acceso a las mismas (¿quién podía
permitirse el lujo de desatender sus actividades o negocios durante
uno o dos años para cumplir con la patria sin arruinarse?).
Este
“paraíso” social construido sobre la sangre de esclavos y
mujeres quedaría sólo reducido para la hermosa ciudad de Atenas.
Para el resto sólo quedaba el vasallaje, pues Atenas fue un imperio
tanto comercial como militar que sometió a sus vecinos y derrotó en
tan enconadas como duraderas guerras a todos los demás imperios
regionales rivales (a sus vecinos del sur, los lacedemonios
-espartanos para la posteridad-, o a sus menos vecinos del este, los
persas). Atenas llegó a liderar un auténtico imperio comercial,
político y militar basado en ligas y federaciones en las que imponía
su hegemonía, que se extendería, sin necesidad de la típica
invasión militar al uso, desde la actual Turquía a Girona a lo
ancho, y desde la actual Eslovenia a Túnez a lo largo.
Nota:
Este artículo es un extracto del libro de los Grupos Anarquistas Coordinados (región española) titulado Contra la democracia, más precisamente del capítulo El surgimiento de la democracia: la antigua Grecia. La tenencia de dicho libro fue uno de los motivos que el juez Bermúdez consideró relevantes para ordenar la entrada en prisión preventiva de siete presuntos integrantes del GAC durante la instrucción judicial de la Operación Pandora en diciembre de 2014.
No queremos olvidar tampoco el carácter social de la democracia, su íntima relación con el mercado. «Ese símbolo de la democracia que los griegos nos legaron, aplaudido tanto por políticos conservadores como por los apologistas del asambleísmo, el ágora, hacía de mercado. La democracia se generalizaba allí donde se generalizaba el dinero.» (Cuadernos de negación nro.9)
Hoy como ayer, la democracia es la opresión de unos pocos sobre el resto, es la forma de organización social que adquiere el poder de los explotadores, la misoginia en acción, la preservación de la esclavitud y la propiedad privada. Esta no es una “falsa democracia” ¡esta es la verdadera democracia!
Hoy como ayer, la democracia es la opresión de unos pocos sobre el resto, es la forma de organización social que adquiere el poder de los explotadores, la misoginia en acción, la preservación de la esclavitud y la propiedad privada. Esta no es una “falsa democracia” ¡esta es la verdadera democracia!
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