martes, 4 de agosto de 2015

EL EJEMPLO GRIEGO

Tiempos agitados en Grecia. Tiempos de crisis, de desempleo, de aumento del costo de vida. Pero también —y paradójicamente— tiempos de reconexión de muchos explotados con la política, con la economía, con la retórica nacionalista.

Se anunciaba con bombos y platillos. Hace algunas semanas se votaba el referéndum para determinar popularmente si se aceptaba el paquete de ajustes que proponía la denominada Troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea). El pueblo dijo que no y el mundo progresista celebró la demostración de soberanía, «el ejemplo del pueblo griego». Días después, el gobierno acordaba con dichos organismos un paquete muy similar. «¿Qué pasó?» se preguntaban los esperanzados.

Pasó lo de siempre: se abandonaron las calles para pasar a las urnas, se dejó de confiar en el potencial colectivo para dejar el propio destino en manos de los políticos. En definitiva, se restableció la confianza democrática. Y los burgueses, más allá de referéndums y elecciones, acordaron lo que tenían que hacer para salvar a la economía. Ese es el ejemplo griego, ese es el ejemplo del cual tenemos que aprender los proletarios de todo el mundo.
¿La política contra la economía?
En el núcleo del pensamiento izquierdista y progresista se encuentra la idea de que las crisis pueden resolverse con referéndums, consultas populares, agitados discursos de neocaudillos o manifestaciones callejeras para ejercer presión política. Nada más lejos de la realidad. El Estado es manifestación de las relaciones sociales capitalistas de producción y no al revés. La política es el arte de la gestión del conflicto social provocado por el modo de producción y bajo ningún punto de vista podemos depositar nuestra confianza en dicha actividad. «No deleguemos la solución de nuestros problemas a aquellos que los están creando» decía un panfleto difundido en Tesalónica luego de una expropiación en un supermercado, el 5 de julio, el mismo día que se votaba el cacareado referéndum.(1) 

Las crisis son crisis y no juegos conceptuales de la esfera política. Son contextos de recesión, de desvalorización, de aumento de nuestra explotación. Apuntar a las grandes corporaciones, los buitres de las finanzas o los burgueses que se salen de la legalidad sin comprender, o al menos intuir, la lógica a la que nos somete el Capital puede empujarnos a confiar en los políticos con una retórica beligerante. Lamentablemente, empuja a miles de explotados a creer que el problema se encuentra más allá, en otro país. Para unos es Angela Merkel «y sus políticas», para otros los inmigrantes «que roban el trabajo». El Capital es mundial, y exteriorizar el problema nos deja desarmados frente a las posibles soluciones. 

El persistente atractivo del nacionalismo
En los últimos años hemos visto en numerosos países pertenecientes a la Unión Europea un resurgir del nacionalismo, o como lo llaman en muchos casos, Euroescepticismo. Muchos grupos de derecha están aprovechando el contexto de crisis, el problema inmigratorio y otros fenómenos para engrosar sus filas, y esto se nota cada vez más en las urnas. Pero no sólo la derecha lo instrumentaliza, y Grecia es un claro ejemplo. El partido gobernante actual (Syriza) llegó a la presidencia en una alianza con sectores de derecha bajo la premisa de una negociación fuerte con Europa y guiños sobre la posibilidad de dejar el euro (lo que la prensa denomina Grexit).

Sin embargo, esa perspectiva se demostró impracticable para el delicado estado de las finanzas griegas. Volver al dracma sería sólo ventajoso en el largo plazo y se requeriría de un préstamo extra para implementarlo, cosa que en la Troika se evaluó sin llegar a un acuerdo.
La moneda única es una clara determinación imperialista, la única tendencia que asume el Capital. Reduce los precios de los salarios y las materias primas y beneficia a las economías nacionales con un sector industrial y financiero desarrollado, que absorben una cantidad creciente de plusvalor generado en el continente. Esto se sabe desde que nació el euro mismo, pero el fervor del desarrollo económico y el rédito que obtuvieron los gestores del proceso de estandarización regional hizo que sólo ahora se comenzaran a escuchar voces críticas.

De esta manera, el mito de la soberanía nacional se vuelve cada vez más obsoleto en un mundo en el cual se desdibujan las identidades culturales, étnicas y lingüísticas para dar lugar al crecimiento rampante del monstruo Capital. Si continúa apareciendo es por dos razones: porque favorece la concentración de capitales, y porque es una herramienta que se ha probado una y mil veces útil para confundir a los proletarios, para ofuscar la existencia de las clases sociales. El persistente atractivo del nacionalismo es otra clara expresión de la contradicción capitalista. 

El persistente atractivo del “realismo” 
Los llamados al “realismo” no son más que la defensa de esta realidad, negando la posibilidad de su superación revolucionaria. Por un lado, tenemos al “realismo” típico del reformismo que nos ha dicho siempre que no es el momento para grandes transformaciones, que hay que ir de a poco. Pero el “realismo” típico de este momento ni siquiera habla de revolución a futuro, ya no nos habla de esperar, nos dice que no queda otra, que hay que aguantar.

“Ser realistas” es suponer que hay crisis y las seguirá habiendo, que hay gobierno y lo seguirá habiendo. El “realismo” es un recurso de autojustificación desde quienes intentan gobernar nuestras vidas. Nosotros no debemos permitir que gobiernen nuestras vidas ni tragarnos sus discursos.

«Pedimos disculpas a los marxistas de todo el mundo porque Grecia haya rechazado cometer un suicidio ritual para el avance de la causa. Ustedes han sufrido desde sus sofás» dice desde su propio sofá el primer ministro griego, haciendo una reivindicación del “realismo” y dejando entrever que quienes critican el orden de las cosas lo hacen cómodos desde sus sillones, tratándolos de intelectuales y generalizándolos como marxistas. Lo que este gestor de la miseria no comprende, y no esperamos que lo haga, es que quienes nos oponemos a su mundo de muerte somos quienes sufrimos día a día la explotación y la opresión. Algunos lo asumimos y actuamos en consecuencia, otros, pese a la evidencia cotidiana, se entregan a los cantos de sirena de estos psicópatas. 

La economía contra nosotros 
Las idas y vueltas de la negociación griega, que ya llevan años y seguirán por muchos más, nos confunden a los explotados y sirven para obligarnos a asumir posiciones ajenas. Detrás del acting del ministro Varoufakis con su «fuck you» y de los fuertes discursos del primer ministro Tsipras se esconden determinaciones como «la revisión de los convenios colectivos», aumento del IVA, reducción de pensiones, aumento futuro del precio del transporte y la energía eléctrica (por su privatización), y decenas de letras chicas. Eso es el Estado, esa es la izquierda, esa es la política, ese es el Capital.

Tasas de interés y ganancia, dividendos, futuros y derivados. Riesgo país, índice bursátil, PBI y PBI ajustado a la paridad del poder de compra. Cada vez hay más formas de conceptualizar numéricamente nuestra tragedia cotidiana de ir a trabajar. Cada vez son más complejas y cada vez juegan más a futuro con el plusvalor que nos extraerán en 20 o 30 años. 

Tiempos oscuros para el proletariado que vive en la región griega. Tiempos para la solidaridad internacional de los proletarios, especialmente de los que viven en los países acreedores. Tiempos para golpear todos juntos más fuerte y más preciso contra el Capital. No hay solución griega a la crisis griega. Luchemos todos en “nuestro propio” país, contra “nuestra propia” burguesía. Y ese es el ejemplo griego.

Notas:

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