Se cumplen cuarenta años de la fecha planteada para el escenario distópico desarrollado por George Orwell en su famosa novela
y publicada al año siguiente. Ahora mismo están transmitiendo por televisión
No hay originalidad en sugerir que, entre otros aspectos, esta sociedad es “orwelliana”,
achacándole injustamente al autor semejante situación: donde los
alimentos y la calidad de vida son cada vez peores, reina el
individualismo, unos trabajan para sobrevivir mientras otros son
convertidos en población completamente sobrante (los “proles” de la
novela), se manipula la información, la guerra está a la orden del día,
así como la coerción, la vigilancia y la represión.
En 1984
lo perturbador es que a la coerción violenta y externa se agrega la
interiorización de esa coerción. Sociedad de control y sociedad
disciplinaria. Seres humanos autorregulados, reprimidos por sí mismos en
nombre de leyes que no controlan y se vuelven contra sus vidas. Ser
productivos, eficientes, obedientes. Todos contra todos, y todos para el
Partido en el caso de la novela, para el Capital en el nuestro. Hoy
la “policía del pensamiento” es la interiorización de la disciplina que
surge de las relaciones democráticas y mercantiles, que funcionan más
eficazmente que todos los milicos, espías y corporaciones mediáticas
juntas. Hoy el régimen totalitario es el modo de producción capitalista.
El Capital convierte a cada uno de sus
servidores en un funcionario de la mentira generalizada para beneficio
del Partido del orden. Es decir, de la burguesía actuando como clase
frente al proletariado, pese a su propia y despiadada competencia
interna que no es más que el combustible que la hace funcionar.
Los lemas del Partido en 1984 son: «la Guerra es la Paz, la Libertad es la Esclavitud, la Ignorancia es la Fuerza» explica
O'Brien, miembro fanático del Partido, al protagonista Winston Smith.
Ambos trabajan en el Ministerio de la Verdad donde se dedican a
manipular o destruir documentos históricos de todo tipo (fotografías,
libros y periódicos) para que las nuevas “evidencias” del pasado
coincidan con la versión oficial de la historia mantenida por el Estado.
Del mismo modo son nombrados el resto de los Ministerios. El Ministerio
del Amor se encarga de administrar los castigos, la tortura y la
reeducación de los desobedientes. El de la Paz de los asuntos
relacionados con la guerra. El de la Abundancia de la economía
planificada en un duro racionamiento. Recientemente se estrenó en
Argentina el Ministerio de Capital Humano, con el sinceramiento
apologético que caracteriza este liberalismo extremo. Aunque en verdad
la mayoría de la humanidad está desprovista de cualquier capital y solo
somos poseedores de la mercancía fuerza de trabajo. Al descaro burgués
se han opuesto eufemismos paradójicos más “orwellianos”, como el
memorable viceministerio venezolano para la Suprema Felicidad Social del Pueblo.
La guerra es la paz
«Israel es el único
Estado judío del mundo y la única democracia en la región, un faro de
valores humanos universales y libertades civiles en un vecindario
violento. Israel lucha por la paz con todos sus vecinos y ha logrado una
coexistencia pacífica y asociaciones prósperas con algunos países
árabes y musulmanes.» (Embajador de Israel en Colombia, noviembre de
2023)
En la novela de Orwell
los tres grandes Estados existentes están en guerra. Indistintamente,
siempre hay dos naciones que se alían contra la otra. Cuando Oceanía
cambia de aliado, el Gobierno cambia los registros del pasado para hacer
creer que su aliado actual ha sido siempre el mismo. Ninguna nación
busca la victoria y no quieren que la guerra acabe, ya que el
objetivo de la guerra es mantener al pueblo pobre, ignorante y
dirigiendo su odio contra países extranjeros. Otro objetivo de la guerra
es mantener la abundante producción armamentística entre la producción de sustitutos de alimento y ocio alienante.
En nuestro mundo no es mentira que la
guerra es la paz y la paz es la guerra. Que una no existe sin la otra.
Como reza la famosa cita de Clausewitz: «La guerra es la continuación de
la política por otros medios».
Si la guerra
es el uso de la fuerza para imponer violentamente objetivos políticos y
económicos, la guerra es también la economía “por otros medios”.
Hoy las guerras puntuales son profundizaciones de la guerra permanente
que llamamos paz. Es tan simple y tan triste como mirar el número de
muertos en el mundo en guerra y en épocas de paz social: cientos de
miles de muertes por bombardeos, hambre, enfermedad y suicidio.
Y si la
guerra es el conflicto de intereses entre un sector y otro, en el cual
unos pocos ponen a morir a su gente para recibir las ganancias, entonces
el modo de producción capitalista es la guerra. Es a esto a lo que le llamamos paz.
Volviendo a 1984, un
personaje llamado Syme dice «Los proles no son seres humanos», así como
hoy dicen los defensores del Estado israelí contra la población
palestina.
La libertad es la esclavitud
«Viva la libertad, carajo.» (Javier Milei)
Milei expresó que existe la «libertad de morirse de hambre»,
porque todos somos libres de hacer lo que queramos. En primer lugar la
posibilidad de trabajar asalariadamente no existe para todos, o muchas
veces se presenta bajo condiciones de explotación deplorables, por lo
cual no hay mucho para elegir. Pero lo interesante aquí es que Milei expone con brutal claridad el significado de la libertad en el modo de producción capitalista.
Más allá del pesimismo que suscita Orwell
nos interesa señalar la noción de libertad de esta sociedad capitalista.
Y pensar también que dicha palabra, en un acto de crimental, ha sido
históricamente apropiada por revolucionarios para romper el estatus quo a
través de los últimos siglos. Para eso vamos a volver sobre el libro
que redactamos y publicamos recientemente, Contra el liberalismo y sus falsos críticos (Lazo Ediciones, 2023):
Libertad de empresa, librecambio, libertad
de mercado, libertad de prensa, libertad de culto, libertad sindical.
«Libertad, libertad, libertad» reza el himno nacional argentino, de ese
Estado erigido sobre la masacre y la desposesión.
Los apóstoles de la libertad pretenden, en
su mayoría, mantener en su lugar el mundo capitalista de la economía y
las cadenas del asalariado. Los explotadores anónimos del mundo de
Orwell hacen gritar a sus esclavos: «La libertad es la esclavitud»,
cuando la realidad ha rebasado, desde hace mucho tiempo, esta ficción
ambigua. «El trabajo libera» estaba escrito en las puertas de los campos
nazis de trabajo forzado.
La ignorancia es la fuerza
«Si el Partido podía
alargar la mano hacia el pasado y decir que este o aquel acontecimiento
nunca había ocurrido, esto resultaba mucho más horrible que la tortura y
la muerte. (…) Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el
Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira
pasaba a la Historia y se convertía en verdad.» (George Orwell, 1984)
La palabra de Oxford Dictionaries del año 2016 fue post-truth, es decir, posverdad.
Este neologismo describe la situación en la cual, a la hora de crear y
modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia
que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. No se
trata de la tradicional falsificación de los hechos, sino de darles una
importancia secundaria.
Aún en esta desgracia nos dicen que
vivimos en el mejor de los mundos, o al menos en el único posible: «La
alteración del pasado es necesaria (…) el miembro del Partido, lo mismo
que el proletario, tolera las condiciones de vida actuales, en gran
parte porque no tiene con qué compararlas.»
Milei señaló recientemente «esta es la
herencia que dejan: una inflación plantada del 15.000% anual, que vamos a
luchar con uñas y dientes para erradicarla» y agregó que «por más que
este número parece un disparate, implica una inflación del 52% mensual».
Así es que una inflación de 30% mensual como la de enero parece menos
brutal en comparación con los números del Ministerio de la Verdad. Hoy
juegan a la confusión, anteriormente el INDEC inventaba cifras.
«Lo más curioso era —pensó Winston mientras arreglaba las cifras del Ministerio de la Abundancia— que ni siquiera se trataba de una falsificación. Era, sencillamente, la sustitución de un tipo de tonterías por otro.
(…) Las estadísticas eran tan fantásticas en su versión original como
en la rectificada. (…) Por ejemplo, las predicciones del Ministerio de
la Abundancia calculaban la producción de botas para el trimestre
venidero en ciento cuarenta y cinco millones de pares. Pues bien, la
cantidad efectiva fue de sesenta y dos millones de pares. Es decir, la
cantidad declarada oficialmente. Sin embargo, Winston, al modificar
ahora la “predicción”, rebajó la cantidad a cincuenta y siete millones,
para que resultara posible la habitual declaración de que se había
superado la producción. En todo caso, sesenta y dos millones no se
acercaban a la verdad más que los cincuenta y siete millones o los
ciento cuarenta y cinco. Lo más probable es que no se hubieran producido
botas en absoluto. Nadie sabía en definitiva cuánto se había producido
ni le importaba. Lo único de que se estaba
seguro era de que cada trimestre se producían sobre el papel cantidades
astronómicas de botas mientras que media población de Oceanía iba
descalza. Y lo mismo ocurría con los demás datos, importantes o
minúsculos, que se registraban. Todo se disolvía en un mundo de sombras
en el cual incluso la fecha del año era insegura.»
La fuerza de
la ignorancia no es solo la delegación y desaparición de los
conocimientos indispensables para la vida, sino el declive constante de
la inteligencia crítica. Es decir la aptitud para comprender el
tiempo que nos toca vivir y cuales son las condiciones actuales para su
transformación. Orwell escribió en su Diario de guerra:
«Si gente como nosotros comprende la situación mejor que los supuestos
expertos, no es porque tenga poder alguno para predecir acontecimientos
concretos, sino porque puede percibir la clase de mundo en que vivimos».
De nosotros depende no acabar afirmando
que “2+2=5” cuando el Partido lo requiera. Que la lucha no termine, no
vencernos a nosotros mismos. No amar al Gran Hermano.