jueves, 30 de julio de 2020

VIOLENCIA ESTATAL Y RESISTENCIA EN LA PATAGONIA

El 1° de agosto de 2017 hubo una represión en Pu Lof en resistencia, departamento Cushamen, en las cercanías de Esquel, Provincia de Chubut. Allí desaparecen a Santiago. Esta represión se complementa con otras anteriores a su desaparición, así como con posteriores situaciones represivas, de amedrentamiento y jugadas jurídico-mediáticas los días siguientes mientras comenzaba su búsqueda.

Es necesario remarcarlo: durante años las comunidades mapuche de la Patagonia, al menos las que se han inclinado a la lucha antes que a la negociación, vienen resistiendo de diversas maneras el despojo y la contaminación del territorio frente a distintos proyectos de índole extractivista, así como a la represión y violencia policial permanente en los barrios periféricos en los que son confinados. El pueblo mapuche, que no es chileno ni argentino, tiene una larga tradición de combate y desde mediados de los ‘90 encabezó distintas experiencias de recuperación y resistencia territorial. Hablamos sobre todo de Chubut, Río Negro y Neuquén. Aunque se trata de una explicación geográficamente muy amplia, sirve para reforzar que, por un lado, ni la represión, ni la recuperación territorial surgieron ese día de modo espontáneo y, por otro, que no hay un solo grupo o modo de lucha y organización del pueblo mapuche.

Si hablamos particularmente de la recuperación de tierras en la que Santiago estaba brindando su apoyo, podríamos mencionar al menos brevemente que en 2015 se dio inicio a dicho proceso en tierras productivas de la Compañía de Tierras del Sud Argentino, perteneciente a la multinacional Benetton, la cual fue acompañada por diversas reivindicaciones del Movimiento Mapuche Autónomo del Puelmapu. Esta cuestión no pasó desapercibida para ninguno de los capitalistas de la zona, por lo que se inician las tareas de identificación de los miembros de las comunidades y familias que participan en el conflicto con el fin de neutralizarlas. Los señalan como extremistas delincuentes y criminalizan sus expresiones combativas, buscando aislarlas para posteriormente hacerlos foco de una crueldad y violencia aterradoras. La tensión, además de la provocada por la propia recuperación de Cushamen, giró en torno a diferentes demandas territoriales específicas, como el cese de paso de un tren turístico, o antirrepresivas, como la liberación de Facundo Jones Huala.

La búsqueda o intento de recuperación de un modo de vida ancestral a través del control territorial efectivo, tan opuesta al mundo de la devastación y la prepotencia de los dueños de todo en la Patagonia, trajo como contragolpe una dura reacción por parte del Estado y sus gendarmes, la cual fue fomentada por la prensa, aplaudida por los burgueses y amparada por su ley para proteger su paz.

Ya en enero de 2017, gendarmes y policías atacan la comunidad con un saldo de detenidos y heridos, dos muy gravemente. Dicho escenario es la antesala de la segunda detención de Facundo Jones Huala, lonko de la comunidad, que ya había sido detenido y liberado en 2016. Esto ocurre a manos de gendarmería el 28 de junio. A un mes de la detención hay protesta y represión en Esquel y Bariloche. Santiago lucha anónimamente con tantos otros en aquel entonces.

Finalmente, el martes 1° de agosto, en la ruta 40 se realiza un corte para visibilizar la situación. El Estado envía a gendarmería para desalojar el corte y se desata la cacería. Aquí es donde, tras entrar los gendarmes a balazo limpio, los compañeros van arrojándose y cruzando el río como pueden, mientras los gendarmes disparan sin cesar un momento. Allí se verá por última vez al Lechu, con agua hasta las rodillas y los gendarmes en la orilla.

Tras meses de lucha, su cuerpo es plantado 400 metros río arriba desde donde se lo vio por última vez.

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