El 8 de marzo no conmemora una jornada en
la que fueron quemadas vivas las trabajadoras de una fábrica textil de
Nueva York. Dichos sucesos ocurrieron, pero no un 8 sino un 25 de marzo,
en el año 1911. Casualmente seis días después de la primera celebración
del Día Internacional de la Mujer que se realizó el 19 de marzo de 1911
en Europa, más precisamente en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Puede parecer una tontería, pero es
muy significativo que en el imaginario popular se haya instaurado como
origen del 8 de marzo una historia de mujeres que fueron justamente
víctimas, en este caso de un incendio, sustituyendo a la realidad en la
que las mujeres fueron iniciadoras de una combativa huelga por sus
condiciones de existencia.
El incendio de la fábrica de confección de
camisas Triangle Waist Co. fue el desastre industrial con más víctimas
mortales en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en la
historia de los Estados Unidos. Murieron 123 trabajadoras y 23
trabajadores. La mayoría de las víctimas eran mujeres y además jóvenes e
inmigrantes de Europa del Este e Italia, tenían entre 14 y 23 años de
edad. La tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio en
llamas, puesto que los responsables de la fábrica de camisas habían
cerrado todas las puertas de las escaleras para evitar los robos, según
posteriores justificaciones.
La huelga de las camiseras de Nueva York o
el Levantamiento de las 20.000 fue una huelga laboral que comenzó el 23
de noviembre de 1909 y se detuvo el 15 de febrero de 1910, aunque
algunas protestas continuaron. Un año más tarde tuvo lugar el incendio
al que hacíamos referencia, el cual puso en evidencia las terribles
condiciones de trabajo de las mujeres inmigrantes.
Desde el principio, las jóvenes en huelga
fueron blanco de una fuerte represión por parte de la patronal, las
fuerzas armadas del Estado y los tribunales de justicia. Las empresas
Triangle y Leiserson contrataron matones para complementar a la policía.
En la corte suprema, las huelguistas se enfrentaron a magistrados que
señalaban su mal comportamiento, «usted está en huelga contra Dios y la
naturaleza», llegó a decirle uno de ellos.
Tal como mencionamos, el 8 de marzo no fue
la fecha de la primera celebración del día de la mujer. Pueden
rastrearse algunos antecedentes como el del 3 de mayo de 1908 en el
teatro Garrick de Chicago, donde se organizó un acto denominado Día de
la Mujer, presidido por destacadas miembros del Partido Socialista como
Gertrude Breslau-Hunt.
Recién en 1910, en la II Conferencia
Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, se proclamó
el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, a propuesta de
Clara Zetkin respaldada unánimemente por la conferencia a la que
asistían más de cien mujeres procedentes de diecisiete países. El
objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio
para las mujeres.
Hoy como ayer
es preciso retomar la lucha internacional de las mujeres proletarias
pero por la emancipación total y no por más derechos, sino por otra
vida. No desde la victimización sino desde la fuerza rebelde, y
tampoco desde las conferencias de quienes pretenden representarnos para
llevarnos a votar, sino fuera y contra las organizaciones, partidos y
movimientos del Estado, que es a fin de cuentas quien brega por el orden
de cosas que nos mantienen en la opresión y la explotación.
El 8 de marzo debemos asumirlo como lo que
es: otra fecha conmemorativa, otra buena ocasión para reconocernos
mutuamente y una buena oportunidad para reflexionar colectivamente.
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