lunes, 25 de abril de 2016

23 DE ABRIL: DÍA MUNDIAL DEL LIBRO Y DEL DERECHO DE AUTOR

Más de un centenar de países participarán el 23 de abril de las celebraciones del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, proclamado por la UNESCO en 1996. Editoriales, librerías, bibliotecas, escuelas, centros culturales y sociedades de autores del mundo entero conmemorarán la fecha, evidenciando una vez más que bajo el yugo capitalista las expresiones y reflexiones de la humanidad, por significativas o secundarias que sean, son inseparables de la propiedad privada. El libro es expuesto como mercancía, sus párrafos permanecen cautivos de la propiedad intelectual.

Mientras tanto, para que consumamos cultura en forma de libros, discos o películas nos dicen que «saber es poder», que el conocimiento nos enaltece como seres humanos, que nos distinguiría del vulgo popular. Estamos de acuerdo con David Graeber cuando escribe que «a los académicos les encanta la teoría de Foucault que identifica conocimiento y poder y que insiste en que la fuerza bruta ya no es un factor primordial en el control social. Les gusta porque les favorece: es la fórmula perfecta para aquellos que quieren verse a sí mismos como políticos radicales aunque se limitan a escribir ensayos que apenas leerán una docena de personas en un ámbito institucional. Por supuesto, si cualquiera de estos académicos entrara en una biblioteca universitaria para consultar un volumen de Foucault sin acordarse de llevar una identificación válida, decidido a hacerlo contra viento y marea, descubriría rápidamente que la fuerza bruta no está tan lejos como desearía creer: un hombre con una gran porra, y entrenado en su uso contra la gente, entraría pronto en escena para echarlo.»

Cuando criticamos la propiedad intelectual e intentamos sortearla no nos referimos a apropiarnos de un libro para su uso comercial, sino de tomarlo para fomentar su uso social, colectivo. Ahora bien, si cualquier proletario para sobrevivir decide copiar y vender las mercancías de Universal o Warner Bros, de editorial Planeta o Anagrama, está claro que no vamos a oponernos a ello.

Hoy “derechos de autor” equivale a “copyright”, aunque hace tres siglos, cuando este último se inventó, no existía ninguna posibilidad de “copia privada” o de “reproducción sin ánimo de lucro”, ya que sólo un editor tenía acceso a la maquinaria tipográfica mientras el resto de la sociedad estaba obligada a renunciar al libro si no podía comprarlo. Entonces, el copyright no era percibido como antisocial, era el arma legal de un empresario contra otro. Hoy es el arma de los empresarios contra el resto de la sociedad. Cuando en verdad nadie tiene ideas que no hayan sido directa o indirectamente influenciadas por las relaciones sociales que mantiene en las comunidades de las que forma parte: por ende, si la génesis del conocimiento es social, su uso también debe ser social.

Ya no estamos obligados a comprar un libro para leerlo, alguien puede prestárnoslo, podemos robarlo, fotocopiarlo, bajarlo de internet o acudir a las bibliotecas populares o independientes del Estado para leerlo, compartirlo y conversarlo con otras personas.

No suponemos que todo libro sea importante por el hecho de ser un libro, el libro es tan solo otra forma que encontramos los seres humanos para comunicarnos, para compartir conocimientos y experiencias, así como también puede ser una simple mercancía para generar ganancias donde ya no importa su contenido. Hay libros de compañeros o afines que son imprescindibles, libros del enemigo que es necesario leer, libros intrascendentes y libros dañinos, que quizás leídos de una forma crítica pueden leerse contra sus autores.

Por esto seguimos llevando adelante y alentando las iniciativas que tiendan a compartir la información y las reflexiones necesarias para cambiar esta realidad impuesta, con libros o sin ellos, para terminar de una vez y para siempre con la propiedad intelectual y toda forma de privación.

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