domingo, 19 de septiembre de 2021

NEGOCIO, DELITO Y MUERTE EN ROSARIO

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En la ciudad de Rosario estamos viviendo un inusitado contexto de violencia que ha venido agravándose en los últimos años. Sumado a la gran cantidad de robos comunes que se suceden en toda la ciudad, los hechos de violencia extrema vinculados al narcotráfico y al crimen organizado han incrementado notablemente la situación de riesgo y miedo en que habitamos.

Evidentemente, la miseria, la marginación, el desempleo y el deterioro de los lazos sociales influyen tanto en el crecimiento de la violencia, como del narcotráfico y del delito en general, retroalimentándose. La corrupción de las fuerzas de seguridad y del sistema judicial, así como de los políticos y empresarios “legales” con su participación directa o indirecta en la industria del delito es notable, y el narcotráfico en particular ha adquirido una dimensión tal que el problema ya se plantea como inabordable por los funcionarios a cargo. Tampoco debe olvidarse el desastre que significa la justicia penal en la Argentina, donde la mayoría de las personas privadas de su libertad no tienen condena y pertenecen prácticamente en su totalidad a los sectores más marginados de la sociedad.

Cuando desde diferentes sectores nos oponemos a pedir más mano dura, somos acusados de defender a los delincuentes, no solo por la burguesía sino también por otros explotados y oprimidos. Si bien como clase somos los que principalmente padecemos los asaltos o la preocupación por zafarlos, esto no puede justificar la brutalidad estatal. Cuando los explotados no pelean contra los explotadores, pelean entre ellos mismos. Y la publicidad del “trabajador honrado” que pide mano dura es la coartada que precisan ciertos sectores de la burguesía para poder implementarla. (Ver: Venganza por mano propia en nro.43 de este boletín)

En la ciudad de Rosario, entre enero y marzo de este año se registró un promedio de 2,3 personas baleadas por día, cifra que incluye los asesinatos y heridos por armas de fuego. Así comenzó el año y así continúa. Entre el lunes 6 y el martes 7 de septiembre, se llegó al récord de 6 muertes por homicidios en 24 horas, 5 de las cuales sucedieron en el plazo de 10 horas. Según un informe del Observatorio de Seguridad Pública, dependiente del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, cerca del 80% de los 212 homicidios que este organismo registró el año pasado fueron con un arma de fuego y cerca del 50% tuvieron por motivo «tramas asociadas a organizaciones criminales y/o economías ilegales», relacionados principalmente con lo que se denomina como narcomenudeo. Un 7,5% sucedieron en situación de robo, un 30% por conflictos interpersonales y un 13% están aún en investigación. El 90% de las víctimas fueron hombres y 2 de cada 3 muertos tenían entre 15 y 34 años.

La violencia armada acontece casi en su totalidad fuera del centro y se acrecienta en los barrios de la periferia urbana. Incluso durante el aislamiento social y obligatorio continuó aumentando el número de asesinatos y heridos de bala. Esta situación empezó a evidenciarse hace ya una década, llegando en 2013 a duplicarse las tasas de homicidio que se habían dado hasta 2010. En 2014 se llegó a la cifra de 254 muertes por homicidio, que no ha variado sustancialmente en los últimos años. Entre 2014 y 2020 la tasa de homicidios promedio en Rosario fue de 16 cada 100.000 habitantes, una de las más altas del país junto con la ciudad de Santa Fe, que llega a 19. Recordemos el Triple crimen de Villa Moreno sucedido el 1° de enero de 2012, donde fueron asesinados Mono, Jere y Patom, militantes del Frente Popular Darío Santillán (ver nro.1 de este boletín). Este caso puso de relieve cómo la violencia narco impacta sobre el común de los habitantes de los diferentes barrios de Rosario, completamente al margen de las bandas en conflicto.

Como veíamos, la mayoría de los homicidios están relacionados con disputas territoriales dentro del mapa de la venta de drogas, donde las fronteras de cada grupo narco se establecen y desplazan de acuerdo a su nivel de violencia. Pero no solo son los personajes ligados al narcotráfico quienes asesinan y balean: hay desde barrabravas por el control de la tribuna y sus negocios, hasta empresarios farmacéuticos que contratan sicarios para eliminar a la competencia. No todo es competencia leal en el capitalismo, así como el gatillo fácil existe entre derechos y garantías.

Quienes viven fuera de Rosario sabrán que las balaceras sobre casas, autos y locales comerciales se han vuelto una práctica diaria. Ajustes de cuentas, aprietes para desalojar casas donde instalar “búnkers”, cobro de deudas y hasta infidelidades son algunos de los motivos, aunque muchos de los atacados no encuentran explicación alguna. Ese es el nivel de violencia en la resolución de conflictos interpersonales. Así como aumenta el trabajo precario, con las apps de delivery a la cabeza, otra “salida laboral” en Rosario es el sicariato: también en moto, sin cobertura médica y pago por trabajo hecho.

Más allá del sensacionalismo de los medios de comunicación en torno a estos temas, y de las comparaciones con México o Colombia que poco explican, remarcamos la gravedad de esta situación que dificulta aún más las condiciones de vida de nuestra clase. Qué decir de quienes pierden a seres queridos en robos o disputas, o a sus hijos reclutados como “soldaditos” de los “búnkers”, arriesgando la vida por robar un teléfono o sumergidos en adicciones.

Usos de la inseguridad e industria del delito

Se trata de un secreto a voces que la delincuencia es de utilidad para la sociedad capitalista: como señala Foucault, cuantos más delincuentes y más crímenes existan, más miedo tendrá la población; y cuanto más miedo en la población, más aceptables y deseables se vuelven el control y la protección estatal. Incluso, agregamos, a sabiendas de que esta no protege ni protegerá.

La delincuencia posee también una utilidad para la producción y la circulación, se trata de una empresa provechosa y en continuo crecimiento indispensable para el lucro capitalista: tráfico de armas, de drogas, venta de personas. Toda una serie de negocios que, por una u otra razón, no pueden ser legales.

Por otra parte, ciertas organizaciones criminales contribuyen también a combatir manifestaciones, ocupaciones y piquetes, desaparecer a opositores y luchadores sociales, y proveer de seguridad y guardaespaldas a políticos, sindicalistas y empresarios.

En un artículo titulado sugestivamente Concepción apologética de la productividad de todas las profesiones, Karl Marx dice que, así como el filósofo produce ideas, el poeta poemas o el cura sermones, el delincuente produce delitos. De este modo, produce también la policía, los manuales de derecho y códigos penales, los funcionarios que se ocupan de los delitos y sus castigos, así como también arte y literatura. Marx dice que podríamos poner de relieve hasta en sus últimos detalles el modo en que el delincuente influye en el desarrollo de la productividad. Que los cerrajeros jamás habrían podido alcanzar su actual perfección, si no hubiese ladrones. Y la fabricación de billetes de banco no habría llegado nunca a su actual refinamiento a no ser por los falsificadores de moneda. En este sentido, agregamos el desarrollo tecnológico en materia de seguridad, así como el crecimiento de este sector en particular, que aparece como alternativa frente a la ineficacia o participación estatal en el delito.

Los negocios legales se supone son lo contrario a los negocios ilegales, de modo que la conciencia ciudadana pueda dormir tranquila. Pero unos no existen sin los otros. El turismo se retroalimenta con el tráfico de drogas y personas para esclavizar sexualmente, así como ciertos minerales que son utilizados por empresas altamente tecnologizadas para la producción de teléfonos son extraídos mediante la esclavitud y la guerra en el Congo. En el caso del narcotráfico en Rosario se han demostrado vínculos claros con el desarrollo inmobiliario, las concesionarias de autos o la representación de jugadores de fútbol.

Mientras exista dinero habrá robo

En realidad, el robo es una constante para los explotados, aunque no se perciba como tal: el desempleo, la precariedad del sector “informal”, el aumento de la inflación y los sobreprecios, no parecen indignar tanto como la denominada inseguridad de las calles. Desde el patrón al gobierno, desde el sindicato al empresario, nuestra vida es consumida día a día. Será que la sociedad ha naturalizado la miseria, pero no todavía que un desconocido nos asalte. Costumbre o no, la denominada inseguridad empeora las condiciones de vida de nuestra clase. Reduce la capacidad de movimiento, achica el salario o como sea que nos ganemos la vida en gastos relativos a la seguridad (rejas, taxis, reposición de objetos robados, alarmas comunitarias, cámaras de seguridad, seguros), por no hablar del estrés generado, las consecuencias físicas, o hasta las pérdidas humanas.

“Nos robamos entre pobres” se suele señalar de modo crítico. Eso no importa a las fuerzas ciegas del dinero. La ambición, el lucro y la competencia anteponen la ganancia a cualquier precio. Sí, a cualquier precio. Nosotros también tenemos precio, y no porque el asaltante nos haya puesto uno: ya lo teníamos desde antes. La generalización de la sociedad mercantil y su “guerra de todos contra todos” crea un suelo fértil para estos robos y asaltos, así como el desarrollo del crimen organizado. Mientras exista propiedad, Estado, policía y un culto al progreso individual, habrá enfrentamientos entre explotados. Mientras exista dinero, no habrá suficiente para todos.

LUZ, CÁMARA, ELECCIÓN

Durante agosto y septiembre hemos asistido, quizás, a la campaña política más bizarra de la historia de este país. No vamos a enumerar canciones, actuaciones y demás extravagancias de los políticos. La fiesta de la democracia ya se reduce a un video de Tik Tok.

En las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 12 de septiembre se definieron las candidaturas de las agrupaciones políticas que disputarán diferentes cargos legislativos en la mayoría de las provincias. Para noviembre nos espera otro show de cara a las generales.

En la elección se expresó un claro rechazo al oficialismo. Producto de esta derrota, comenzaron a desarrollarse varias tensiones internas en el gobierno. Por parte de los sectores más abiertamente kirchneristas se exige un cambio de rumbo inmediato con aumentos en salarios y ayudas sociales. Han desarrollado una desopilante capacidad para no responsabilizarse de nada: primero “pero Macri”, ahora contra su propio presidente.

Referentes de sindicatos y movimientos sociales, provenientes principalmente de un oficialismo crítico, insisten en la urgencia de repartir un poco más para paliar la miseria. Evidentemente, la supuesta inclusión y la ampliación de derechos no reditúan la suficiente cantidad de votos. En una entrevista radial del mes pasado, Juan Grabois, dirigente de Patria Grande y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), insistía sobre el importante rol de este tipo de organizaciones en la actualidad: «Hay que dejar de pensar que el problema de la conflictividad social en argentina somos los movimientos sociales. El Polo Obrero hoy está conteniendo 60 grupos que si no estuvieran desfilando por la 9 de julio estarían haciendo cosas peores. Ustedes no entienden lo que nosotros hacemos por la paz social en este país, no lo dimensionan». Ha sido justamente la profunda institucionalización de la lucha y los movimientos sociales lo que explica las grandes imposibilidades para el desarrollo de expresiones de lucha combativas, que permitan empezar a cambiar este rumbo. A pesar de la terrible situación de pobreza y desempleo y a pesar de las fuertes convulsiones sociales que han sacudido a diferentes países de la región, la paz social aún domina en este país.

La participación en las PASO fue del 67% del padrón. Tendencia similar a la que se venía dando en los comicios previos de este año realizados en Jujuy, Misiones, Salta y Corrientes. En esta última se esperaba una afluencia mayor a las urnas porque se elegía gobernador. Sin embargo, la participación no superó el 65%. Desde hace años los votos en blanco e impugnados son ninguneados mediáticamente para no opacar la fiesta de la democracia. En esta oportunidad, la suma de ambos alcanzó un relevante 7% a nivel nacional que fue interpretado por diversos medios como votos dirigidos contra el gobierno que no logran ser captados por las fuerzas opositoras. Aunque en el “voto bronca” cabe de todo, en definitiva se trata de un fuerte descontento general y no simplemente de temor y apatía producto del coronavirus.

De este descontento han sabido aprovecharse algunos candidatos presentándose como “antipolíticos”. Si bien es un posicionamiento compartido por varios candidatos de izquierda a derecha que buscan sacar tajada del cansancio, fue la fuerza política “La libertad avanza” en la ciudad de Buenos Aires, la que obtuvo mejores resultados en este sentido. Esto podría ser simplemente una curiosidad coyuntural, de no ser porque Trump y Bolsonaro llegaron al poder apelando a dicho sentimiento de descreimiento en los políticos, aunque no en el orden social. Por el momento parece lejana esta posibilidad, a la vez que una parte del caudal de votos de dicha fuerza política se debe a la novedad y a un rechazo de lo establecido (completamente limitado, claro está), más que una adhesión a ciertos postulados liberales o de derecha que promueven este tipo de candidatos.

«Vamos a dinamitar el sistema» gritó Javier Milei en campaña, quien se decía anarcocapitalista y ahora es la sorpresa de las elecciones. No es el primero que dice odiar a la “casta política” y tener que «meterse en el barro de la política para luchar por la libertad y para construir el país que nos merecemos como sociedad». De izquierda a derecha siempre usan la misma metáfora. El personaje en cuestión dijo que su proyecto de país «se resume en una sola consigna: primero estás vos». Y esa es la tónica de la campaña, porque es la tónica de nuestro tiempo. Así puede pensar incluso la mayoría de quienes se asustan de estos nuevos personajes: “primero yo”. Es el mismo ridículo que habla de clase política, en sintonía con quienes afirman el fin de las clases sociales, e inventan nuevas “clases”, ya sea una casta, una élite o unos chetos. Es la misma lógica absurda que se preocupa por los personajes, sus biografías y las características personales, y no por el rol de los funcionarios estatales, justamente, en la máquina estatal. Sobre esa base se asientan las campañas electorales.

Volviendo al outsider economista, este afirmó en conferencia de prensa el domingo tras las elecciones que «no es un problema de personas sino de ideas». En realidad, su discurso se nutre de ambas cuestiones, y aparece tanto la crítica a los políticos ineptos y corruptos, como un profundo idealismo que, como tal, está lejos de comprender lo que está ocurriendo. Su incansable discusión de ideas en los medios se ha basado en citar datos de la realidad seguidos de postulados y conceptualizaciones tautológicas, muy propias del pensamiento económico liberal y que nada explican sobre la dinámica social.(1)

Este discurso, a su vez, se ha moderado en su incursión política, apelando cada vez más a las emociones, al «despertar de los leones de la libertad». Pero no nos detenemos en este suceso electoral únicamente por su peso propio, sino por su relación con la política en general. Cuando el idealismo demócrata y progresista comienza a ser insostenible, qué mejor que un buen contrincante que le permita seguir luchando en su propio terreno, para seguir evitando un desborde social. Y así nos llamarán a hacer frente contra la derecha, junto a una parte de los verdugos del pueblo, así hablarán de “fascismo” para llamar a hacer un Frente antifascista con quienes hoy nos gobiernan y explotan.

Diferentes caras, diferentes personajes para gestionar y administrar la normalidad capitalista. Esa que a veces señalamos como extractivista, injusta, machista, represiva, especuladora, racista. Esa de la cual denunciamos sus supuestos excesos, que en verdad no son más que su esencia. La pregunta del qué ha sido reemplazada por el cómo: ya no se pregunta qué tipo de sociedad es esta, sino cómo puede ser llevada adelante.

Como decíamos en el artículo Repres(entac)iones en el nro. 62 de este boletín: Esta sociedad mercantil generalizada es una sociedad de la representación. No simplemente por la democracia representativa o por la importancia de las apariencias. Es que, el corazón de este mundo, la mercancía, se muestra con un rostro que no es el suyo y nunca expresa su naturaleza profunda. Las mercancías no se detienen, en el momento del intercambio, a decirse qué son. Se relacionan entre sí en función de una forma exterior, de un envoltorio: cada una envuelve una porción de trabajo que le es indiferente. Y puesto que todo es mercancía, nuestro mundo es una sociedad de la representación. 

 

Notas:
(1)
Sobre los argumentos liberales más comunes hemos reflexionado en el nro. 11 de Cuadernos de Negación. Se trata de los apartados Críticas a las críticas de las teorías marxianas del valor y Minusvalías.

Nuevo Folleto: LA COMUNA DE PARÍS

En el año del 150° aniversario de la Comuna de París, desde Lazo Ediciones publicamos un artículo de Rodrigo Vescovi (autor de Acción directa en Uruguay 1968-1973) acerca de este fundamental suceso en la lucha por la revolución social. Esta publicación se suma a la edición que realizamos del libro La Comuna de París. Revolución y contrarevolución (1870-1871) de Proletarios Internacionalistas en junio de 2017, cuya lectura recomendamos para ampliar sobre el tema. El folleto incluye también un mapa infográfico acerca de la situación político militar de París del 22 de mayo de 1871.

«La Comuna de París fue un breve, aunque imponente, proceso  insurreccional desatado en el contexto de una cruenta guerra entre Francia y Prusia. Con una población sitiada y hambreada, y un gobierno progresista que, como de costumbre, no colmó las necesidades de la gente, el 18 de marzo de 1871 se produjo la revuelta y la proclamación de la Comuna, iniciando un proceso de profunda transformación social. Aunque ahogado brutalmente en la represión, este suceso significó para el proletariado internacional que la revolución era posible y, con ella, una sociedad sin clases, Estado ni propiedad privada.»

Ya está disponible en nuestra feria y será incluido en la próxima entrega de las suscripciones de la biblio junto al nro. 15 de Cuadernos de Negación: Notas sobre sexo y género.

La Comuna de París también se puede descargar su edición digital:
Descargar folleto con mapa
Descargar folleto sin mapa
Descargar mapa