lunes, 28 de marzo de 2022

Traducciones / Übersetzungen

Los compañeros del blog Panopticon nos comparten las traducciones de La Oveja Negra que realizaron hasta el momento.

«Für die Anarchie! Knäste, Staat, Patriarchat und Kapital abschaffen!»
(¡Por la anarquía! ¡Abolición de las prisiones, el Estado, el patriarcado y el Capital!)

Gegen den kapitalistischen krieg!
https://panopticon.noblogs.org/post/2022/03/20/oveja-negra-argentinien-gegen-den-kapitalistischen-krieg
Traducción de: ¡Contra la guerra capitalista! (nro.81)

Die Wörter und die Sachen
https://panopticon.noblogs.org/post/2021/10/23/argentinien-oveja-negra-die-woerter-und-die-sachen
Traducción de: Las palabras y las cosas (nro.77)

Bleib zu hause?
https://panopticon.noblogs.org/post/2021/04/28/argentinien-bleib-zu-hause
Traducción de: ¿Quedate en casa? (nro.75)

Die neue Normalität von immer
https://panopticon.noblogs.org/post/2020/11/26/la-oveja-negra-nummer-73-september-2020-die-neue-normalitaet-von-immer
Traducción de: La nueva normalidad de siempre (nro.73)

Coronavirus und Arbeit
https://panopticon.noblogs.org/post/2020/12/31/la-oveja-negra-coronavirus-und-arbeit
Traducción de: Coronavirus y trabajo (nro.70)

Coronavirus und soziale Fragen
https://panopticon.noblogs.org/post/2020/04/26/la-oveja-negra-jahr-neun-nummer-69-april-2020
Traducción de: Coronavirus y cuestión social (nro.69)

Krise und Coronavirus
https://panopticon.noblogs.org/post/2021/05/26/argentinien-krise-und-coronavirus
Traducción de: Crisis y coronavirus (entrevista)

martes, 22 de marzo de 2022

Tegen de kapitalistische oorlog!

Recibimos la traducción de un artículo de La Oveja Negra: ¡Contra la guerra capitalista! (marzo de 2022). 

La traducción corre a cargo de Arbeidersstemmen, que podemos traducir como La voz de los trabajadores.

Tegen de kapitalistische oorlog!  

Carpeta con traducciones de La Oveja Negra

 

«In Nederland begrijpt – voor zover bekend – geen enkele politieke groep de oorlog in Oekraïne vanuit het standpunt van de internationale arbeidersklasse. Daarentegen komen uit andere landen – zelfs uit Rusland – de eerste proletarische internationalistische geluiden die stelling nemen tegen alle bij deze inter-imperialistische oorlog betrokken landen. Zowel tegen de direct betrokken staten van Rusland, van de Oekraïne en van de afgescheiden ‘Volksrepublieken’, alsook tegen al de staten die hopen te profiteren van een nieuwe verdeling van militaire en economische invloedssferen, en die daarom geld, militaire instructeurs, troepen voor de vreemdelingenlegioenen aan beide kanten en massa’s wapens hebben geleverd en nog leveren. Laatste zijn alle staten van de wereld, waaronder ook Nederland. En alle staten van de wereld laten hun eigen arbeidersklasse betalen voor deze deelname aan de oorlog, onmiddellijk door de inflatie de inkomens van de arbeiders te laten opvreten, en door wat zal volgen, meer bezuinigingen op zorg, onderwijs, pensioenen en uitkeringen, meer aantasting van lonen, hogere arbeidsintensiteit, en meer oorlogspropaganda en repressie tegen wie zich tegen dat alles verzetten. Daarom: arbeidersstrijd ter verdediging tegen de kapitalistische aanvallen op onze levenssituatie, tegen de imperialistische deelname van Nederland aan de oorlog in de Oekraïne!
Volgt nu het artikel uit Argentinië.»

Una traducción aproximada de esta introducción:

«En Holanda -que sepamos- ningún grupo político entiende la guerra de Ucrania desde el punto de vista de la clase obrera internacional. Por otra parte, desde otros países -incluso desde Rusia- surgen las primeras voces proletarias internacionalistas que se posicionan contra todos los países implicados en esta guerra interimperialista. Tanto contra los estados directamente implicados de Rusia, Ucrania y las "Repúblicas Populares" escindidas, como contra todos aquellos Estados que esperan beneficiarse de un nuevo reparto de las esferas de influencia militar y económica, y que por tanto han suministrado y suministran dinero, instructores militares, tropas para las legiones extranjeras de ambos bandos y masas de armas. Los últimos son todos los Estados del mundo, incluidos los Países Bajos. Y todos los estados del mundo hacen pagar a su propia clase obrera por esta participación en la guerra, inmediatamente dejando que la inflación se coma los ingresos de los trabajadores, y por lo que seguirá, más recortes en la sanidad, la educación, las pensiones y las prestaciones, más erosión de los salarios, mayor intensidad laboral, y más propaganda de guerra y represión contra los que se oponen a todo eso. Por lo tanto: ¡lucha obrera contra los ataques capitalistas a nuestras condiciones de vida, contra la participación imperialista de los Países Bajos en la guerra de Ucrania!
Sigue ahora el artículo de Argentina.»

domingo, 13 de marzo de 2022

¡CONTRA LA GUERRA CAPITALISTA!

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Ninguna guerra es fácil de comprender, ninguna situación “geopolítica” es simple de captar. Y, menos aún, cuando se supone que en el mundo no hay clases sociales: sólo quedan países, líderes e ideologías políticas. Así hay quienes apoyan y justifican las masacres y el horror de la guerra. Son quienes olvidan o quieren hacer olvidar que las guerras se hacen por dinero. Tal como señalan compañeros en Rusia en estos momentos, detrás de la guerra sólo están los intereses de quienes detentan el poder político, económico y militar: «Para nosotros, trabajadores, jubilados, estudiantes, sólo trae sufrimiento, sangre y muerte. El asedio de ciudades pacíficas, los bombardeos, la matanza de personas no tienen justificación.» (ver panfleto)

La guerra explicita el horror de una sociedad basada en la acumulación y la ganancia. Es la paz capitalista por otros medios. La que acontece en Ucrania se suma a las guerras e invasiones que lamentablemente ya no reportan novedad alguna (Palestina, Yemen, Siria) y a los millones de muertos por el hambre, la miseria, el trabajo, las enfermedades prevenibles o el suicidio.

En las zonas en conflicto se agregan las muertes y penurias por los bombardeos, la falta de agua, comida, medicamentos, abrigo y energía. Así como también ocurre en los campos de refugiados, en las cárceles, en el frente. Reclutan a proletarios de distintos países para masacrarse por los intereses de sus explotadores y gobernantes, ¡por los intereses de la burguesía! Encarcelan a quienes en Rusia se oponen a la guerra y lo manifiestan pública y colectivamente. Militarizan y aumentan la intensidad del trabajo mientras agudizan los ajustes. ¡Eso es una guerra! ¡Estas son las guerras contra el proletariado!

La guerra es la esfera de lo destructivo controlado, del desastre premeditado, de la gestión y administración de la muerte y la miseria. Esta competencia es inherente al Capital. Proletarios luchan, mueren y sufren el estado de guerra en nombre de uno u otro bloque, cuando los proletarios no tenemos patria ni nación que defender. Como señalaba Marx: «El obrero no es ni francés, ni inglés, ni alemán, pues su nacionalidad es el trabajo, la esclavitud libre, la venta de sí mismo y del propio trabajo. No está gobernado por Francia, Inglaterra ni Alemania, sino por el capital. El aire de su tierra no es ni francés, ni inglés, ni alemán, sino el aire de la fábrica. La tierra que le pertenece no es ni francesa, ni inglesa, ni alemana, sino aquella que se encuentra a unos pocos metros bajo tierra. Al interior de un país, el dinero es la patria del industrial.»

Pese a todo hay a quienes, empecinados en pertenecer o identificarse con algún bando capitalista, es decir asesino, justifican una u otra guerra, uno u otro ataque, uno u otro Estado. Con argumentos rancios, sean estos estalinistas o liberales, fascistas o antifascistas, incluso antiimperialistas, todos se concentran en apuntalar la explotación y la opresión: el capitalismo.

Claro que existen diferencias, que sean todos una mierda no significa que sean la misma mierda: Zelenski, Biden, Putin, la OTAN, los neonazis ucranianos, los neonazis rusos. Los dirigentes de Estados, sus conflictos y alianzas, sus paces y guerras, sus desarrollos y destrucciones, sus ciencias y religiones, sus ayudas humanitarias y controles de seguridad ¡todos sirven a un solo interés!: el mantener el dominio de la paz social, que no es más que la paz de los cementerios.

No existe, ni existió, ni existirán “buenos” o “malos” dirigentes burgueses, “buenos” o “malos” partidos burgueses; ni tampoco tiene sentido hablar de “buenas” o “malas” naciones o Estados. Ayer, hoy y mañana, el interés de la clase burguesa se encuentra y se encontrará siempre en guerra contra el proletariado. El trabajo, la explotación, la miseria y la guerra son las formas concretas de ese interés.

En la guerra y en la paz nos ajustan “por los intereses del país”. Pero como decimos desde hace décadas y décadas en todos los continentes: el enemigo también se encuentra “en nuestro propio país”, es “nuestra” burguesía.

La fuerza revolucionaria del proletariado depende de su capacidad para luchar contra las diferentes fracciones burguesas, contra las diferentes formas de dominación que el Capital despliega. Es en este sentido que frente a toda guerra burguesa los revolucionarios se solidarizan con sus pares de las otras regiones y, así como lo han hecho en el pasado, hoy levantan y levantarán siempre una consigna internacionalista y revolucionaria contra la guerra. Puede que estas consignas no tengan actualmente la fuerza necesaria para ser una práctica masiva del proletariado, pero no por ello dejan de ser una dirección y perspectiva.

En la pacífica y mortuoria Argentina los gobiernos nos ajustan por el bien del país, los falsos críticos nos dicen que el problema no es la burguesía local sino el FMI. Nos hablan de “pueblo” como si en esta tierra solo hubiese intereses nacionales y no de clase. Así, nos quieren amansar en la paz y nos preparan para condiciones aún peores, o incluso para la guerra. En Ucrania se ha decretado ley marcial para reprimir todo tipo de acciones consideradas antipatrióticas, desatando a su vez una violenta campaña contra las personas que roban en tiendas o participan en saqueos. En el resto del mundo, el empeoramiento de las condiciones de vida a causa de la guerra ya ha comenzado. Tanto en los países directamente implicados, en sus vecinos de Europa, como en el resto del mundo, quien pagará los costos será el proletariado. Cuando la “guerra” al virus parecía terminar, otra ha comenzado. Una nueva justificación para ajustarnos los cinturones. En Argentina, durante la primera semana de marzo la harina aumentó el 52% en cuatro días. Desde el comienzo del conflicto se dispararon los precios de la materia prima base de la deficiente alimentación de esta región. Y aún hay quienes piensan que deciden el rumbo del país porque votan cada algunos años.

НЕТ ВОЙНЕ! (¡NO A LA GUERRA!)

Panfleto de la Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores de la Región de Rusia (KRAS-AIT)

La guerra ha comenzado.

Lo que temían, lo que advirtieron, lo que no querían creer, pero lo que era inevitable, sucedió. Las élites gobernantes de Rusia y Ucrania, instigadas y provocadas por el capital mundial, ávidas de poder e infladas con miles de millones robados a los trabajadores, se enfrentan en una batalla mortal. Su sed de ganancias y dominación ahora la paga con su sangre gente común, como nosotros.

El primer tiro lo disparó el más fuerte, depredador y arrogante de los bandidos: el Kremlin. Pero, como siempre sucede en los conflictos imperialistas, detrás de la causa inmediata se esconde toda una maraña de razones asquerosamente hediondas: esta es la lucha internacional por los mercados del gas, en el afán de las autoridades de todos los países por desviar la atención de la población de la tiranía de las dictaduras “sanitarias”, también la lucha de las clases dominantes de los países de la antigua Unión Soviética por la división y redistribución del “espacio postsoviético”, las contradicciones a mayor escala a nivel global, y la lucha por la dominación mundial entre la OTAN, dirigida por EE. UU. y China, desafiando a la vieja potencia hegemónica y sujetando a su carro al “hermano pequeño” en el Kremlin. Hoy estas contradicciones dan lugar a guerras locales. Mañana amenazan con convertirse en una Tercera Guerra Mundial Imperialista.

Cualquiera sea la retórica “humanista”, nacionalista, militarista, histórica o de cualquier otra índole que justifique el actual conflicto, detrás sólo están los intereses de quienes detentan el poder político, económico y militar. Para nosotros, trabajadores, jubilados, estudiantes, sólo trae sufrimiento, sangre y muerte. El asedio de ciudades pacíficas, los bombardeos, la matanza de personas no tienen justificación.

Exigimos el cese inmediato de las hostilidades y el retiro de todas las tropas a las fronteras y líneas de separación que existían antes del inicio de la guerra.

Hacemos un llamado a los soldados enviados a combatir a que no se disparen unos a otros y más aún a que no abran fuego contra la población civil.

Los instamos a que se nieguen en masa a cumplir las órdenes criminales de sus comandantes.

¡PARAR ESTA GUERRA! ¡BAYONETA AL SUELO!

Llamamos a la gente en la retaguardia a ambos lados del frente, a los trabajadores de Rusia y Ucrania a no apoyar esta guerra, no ayudarla, al contrario, ¡resistirla con todas sus fuerzas!

¡No vayas a la guerra! ¡Ni un solo rublo, ni un solo hryvnia de nuestros bolsillos para la guerra! ¡Hagan huelgas contra esta guerra si pueden!

Algún día, cuando tengan suficiente fuerza, los trabajadores de Rusia y Ucrania exigirán la completa responsabilidad de todos los políticos presuntuosos y oligarcas que nos enfrentan entre nosotros.

Recordamos: ¡NO A LA GUERRA ENTRE LOS TRABAJADORES DE RUSIA Y UCRANIA! ¡NO HAY PAZ ENTRE CLASES! ¡PAZ A LAS CASAS - GUERRA A LOS PALACIOS!

 

Nota: este y más panfletos internacionalistas en panfletossubversivos.blogspot.com

SOBRE EL NUEVO ACUERDO CON EL FMI

Ante un nuevo acuerdo de Argentina con el FMI crece la indignación. ¿De quiénes? La interna del peronismo, la izquierda, nacionalistas de todo color. Este es el resultado del abandono de la crítica de la explotación por la obsesión con la opresión, de hablar de saqueo para no enfrentar a la burguesía nacional, del patriotismo, del antimperialismo, del neo-retro-anticolonialismo, de la tibieza de criticar al capitalismo solo en su aspecto extractivista y destructor de paisajes, así como de la creencia en que la sociedad capitalista podría funcionar mejor sin capital financiero, sin organismos de crédito internacionales como el FMI.

La cuestión es el antagonismo de clase, no “patria o buitres”, ni “pueblo o FMI”. La oposición es de clase, entre explotadores y explotados. No hay salida en la unidad con la burguesía nacional y su progresismo. Detrás de la patria está la sociedad capitalista, detrás del pueblo y la nación se esconde la contradicción de clase.

El ajuste no es simplemente una imposición del FMI ni comenzó en el gobierno anterior. La burguesía que nos explota en la Argentina sea de origen local o extranjero, necesita mantener nuestros sueldos por el piso para mantener la competitividad en el mercado mundial, dada la baja productividad de gran parte de las empresas radicadas en el país. Se trata de un problema estructural acerca de qué y cómo se produce, de la división internacional del trabajo y no simplemente del rol de las finanzas, los organismos de crédito o ciertas políticas en particular.

La pobreza, el hambre, el desempleo, la cuestión de la vivienda no pueden solucionarse con la simple medida de dejar de pagar la deuda como parecen creer los optimistas del capitalismo, desde trotskistas hasta peronistas. Los hay más optimistas, algunos afirman que bastaría con no pagar los intereses de la deuda para arreglar las cosas, al menos las más urgentes.

La nula perspectiva anticapitalista lleva a pensar que la deuda sería un mecanismo de dominación neocolonial, y por lo tanto el no pago sería una medida de soberanía, del tipo “segunda independencia”. Nos hemos acostumbrado a un consignismo oportunista, a aquello que suena bien, da votos o suma adherentes, sin poder comprender la dinámica capitalista y mucho menos enfrentarla. Es ingenuo pensar que, en caso de conseguir frenar el pago al FMI en las calles, se podría dar inicio a un proceso de lucha más amplio y profundo del proletariado. Suponiendo que el Estado se ahorre ese dinero y sin entrar en los posibles resultados de entrar en default: ¿cómo es que el no pago de la deuda significaría un aumento de salarios y jubilaciones o mejoras en los servicios? Si ese es el objetivo, ¿por qué no luchar directamente por conseguirlo en vez de poner el foco en el FMI?

En el contexto actual, el problema de la deuda se ha reducido a una disputa política de cara a las elecciones del 2023: al oficialismo y a la oposición poco les importa realmente qué implicará el acuerdo y su “letra chica”, sino el significado que se le adjudica en torno a la desastrosa situación actual, su pasado reciente y su futuro, y a la que ningún sector político quiere quedar pegado a pesar de ser todos responsables. Por eso, fracciones del kirchnerismo dicen oponerse al acuerdo, para mantener cierta distancia del gobierno del que forman parte. El trotskismo fantasea con que el kirchnerismo le ha dado la razón y supone que con este nuevo acercamiento le podrá quitar algunos votos.

Al margen de lo coyuntural, el “no al pago de la deuda externa” y en particular el rechazo al FMI son, desde hace décadas, consignas que implican al proletariado en la gestión económica del país, abrazando una perspectiva estatista y nacionalista. Por ello, la exigencia del no pago suele venir acompañada de propuestas sobre la nacionalización de la banca o la estatización del comercio exterior, o bien de propuestas básicamente proteccionistas, que ya han demostrado su alcance cada vez más limitado en un mercado mundial crecientemente internacionalizado.

Desde una perspectiva revolucionaria no nos interesa involucrarnos en la gestión de la economía, sino en la crítica para su superación. Pero no podemos dejar de observar cómo quienes se pretenden sus gestores, o en todo caso reclaman una mejor gestión, no comprenden siquiera su dinámica.

La izquierda parlamentaria y su programa de Máximo

A comienzos de febrero Manuela Castañeira, joven promesa del trotskismo argentino, twitteó: «Llamamos a Máximo Kirchner, a Lozano y a todos los sectores kirchneristas críticos del acuerdo a que pasen a los hechos: ¡Hay que tomar las calles junto a la izquierda en repudio a este plan de saqueo brutal para derrotarlo, romper con el FMI e imponer desde abajo una salida en favor de las y los trabajadores!» El candidato a presidente Nicolás del Caño no fue menos: «La renuncia de Máximo Kirchner [como presidente del bloque oficialista en diputados] confirma lo que venimos denunciando desde el @Fte_Izquierda: el acuerdo con el FMI es un nuevo pacto de coloniaje y significará un duro ajuste contra el pueblo trabajador». Por su parte, la diputada Myriam Bregman respondía al diario La Nación: «Lo que acaba de hacer Alberto Fernández es legitimar y ponerle firma a la estafa macrista, algo que nunca puso en duda.» Luego, durante la discusión del acuerdo en el Congreso llegó a hablar de la creación del «virreinato del FMI».

No esperábamos menos. Hasta hace poco, el Frente de Izquierda de los Trabajadores no se distinguía en sus análisis y propuestas del entonces Frente para la Victoria. En la campaña electoral, los trotskistas aseguraban como argumento a su favor que el kirchnerismo no podía realizar tales propuestas y ellos sí. El ahora FIT-Unidad ya no se distingue de los sectores “disidentes” del Frente de Todos. Su programa de máxima es un programa de Máximo.

Es por eso que el socialismo nacional le reclama al presidente que cumpla, que no decepcione a su pueblo. Porque según estos aspirantes a gobierno o ya apoltronados en él, la deuda externa argentina conformaría un mecanismo de dominación “semicolonial”, y por eso llaman a no pagar la deuda, para marcarle el camino a la burguesía nacional. Esta, en cambio, no pareciera hacerse eco del rechazo al FMI, ya que ningún sector del empresariado local se ha pronunciado en contra del acuerdo. Todos, incluso con sus diferencias, aceptan su necesidad. Ocurre que Argentina es un país soberano, con capacidad de autodeterminación. La burguesía argentina no sufre de ninguna prohibición por parte de un país externo sobre qué producir o comerciar, o una apropiación directa del excedente producido. La fuga de capitales que tanto se denuncia en torno a la deuda externa, que ha sido llevada a cabo tanto por burgueses argentinos como extranjeros durante décadas, es el resultado de la dificultad para la reinversión productiva de plusvalía en el país. El problema es estructural, por eso se fuga el dinero, porque rinde más afuera. El capital en su forma dineraria se mueve por la rentabilidad y seguridad de sus inversiones, no por la simple voluntad o maldad de sus poseedores. Evidentemente siempre hay estafadores, pero esa no es la esencia del problema. Suponer que todo se trata de una gran estafa implica un enfoque moralista, subjetivista y hasta conspirativo sobre la dinámica social capitalista, que fomenta la idea de que mejores personas al mando del gobierno y las empresas pueden torcer nuestro destino.

Por eso resulta mejor no hablar de plusvalor y explotación: eso no trae votos ni adhesiones militantes. Mejor hablar de saqueo, de colonia, de estafas y buitres, mover banderitas argentinas, hermanarse con los gobernantes y explotadores. Mejor exigir al Estado que aplique supuestas medidas de transición al socialismo. Se trata de un socialismo que se parece cada vez más a la misma sociedad actual, solo que sin extractivismo y con más paridad de género.

¿Un problema de fondo?

Una crítica usual apunta a que las cláusulas del FMI consisten en la reducción del gasto público y consecuentemente de servicios públicos y beneficios sociales, las cuales deben llevarse a cabo como condiciones de los préstamos realizados. En este nuevo acuerdo, la exigencia que más directamente afectaría al proletariado pareciera ser la reducción del déficit fiscal que buscará obtenerse con el aumento de varios servicios, eliminando o reduciendo, por ejemplo, subsidios a la energía. Por un lado, cabe señalar que estos aumentos ya se veían venir al margen del acuerdo y, de hecho, ya se están implementando. Por otro, el gobierno asegura que los aumentos serán “segmentados” de acuerdo con el nivel de ingresos, pero ya conocemos de sobra los maquillajes redistributivos. Para el grueso de la población se afirma que los aumentos no superarán porcentualmente a los aumentos de salario, pero parecieran olvidar que gran parte de la misma no cuenta con un salario formal. Frente a esta cuestión, una vez más: ¿no sería más sencillo que enfrentemos directamente el aumento de los servicios?

Los argumentos contra el FMI por sus injerencias tienen asidero, pero aislados de una comprensión de conjunto no hacen más que desviar la raíz del problema. Las movilizaciones anti-FMI en Argentina y otros países del mundo fueron muy propias del auge antiglobalización de principios de este siglo, que se caracterizó por limitarse a la crítica de los excesos del capitalismo contemporáneo. Estas protestas solo han logrado avances en la visibilización de la problemática. Sin embargo, más allá de poder situar la cuestión de la deuda en la agenda pública, nunca en la historia reciente se ha conseguido en las calles algo más que resultados simbólicos. Al igual que ocurre con el discurso antineoliberal, se acaba idealizando un capitalismo supuestamente más bondadoso en el pasado en torno al cual se busca articular propuestas, sin comprender que el presente es producto de ese pasado y no su contrario. Más allá de la izquierda parlamentaria y el progresismo, el problema de la deuda es asumido por muchos proletarios en lucha como una cuestión central, lo que constituye otro motivo importante por el cual reflexionar al respecto.

Mientras escribíamos este artículo, la Cámara de Diputados votó a favor del acuerdo en una nueva sesión maratónica entre el jueves 10 de marzo y la madrugada siguiente, siendo rechazado por la izquierda, un sector del kirchnerismo y otros. Ahora queda a la espera de la votación del Senado para hacerse efectivo. Durante la tarde del jueves se produjeron movilizaciones en diferentes partes del país, con su epicentro a las afueras del Congreso, convocadas por numerosas organizaciones de izquierda, gremiales y sectores del kirchnerismo. En general la movilización se desarrolló de manera pacífica, tal como se encargaron de remarcar algunos de los dirigentes que buscaron despegarse de algunas acciones aisladas de violencia como pedradas y quema de contenedores y cubiertas, que fueron reprimidas dejando un saldo de varios detenidos. Ya se han hecho costumbre este tipo de movilizaciones a las afueras del Congreso que, lejos de expresar un rechazo de las instituciones y sus representantes, buscan ser partícipes de lo que ocurre en su interior.

Hace algunos años atrás, en un 1° de mayo decíamos: «Hoy algunos celebran que se discute más política, y eso… ¿qué significa? Significa, sobre todo, que pensemos nuestras necesidades en los términos de la gestión capitalista. Que si perdemos el trabajo sea por la falta de “industrialización” del país, o la apertura y cierre de importaciones, que las subas de impuestos sean por la falta de soberanía energética, que la inflación sea por las políticas monetarias o la especulación comercial. Se nos invita a discutir y preocuparnos sobre la estatización de alguna industria o sobre la deuda externa. La raíz de los problemas no es cuestionada y nuestra imaginación es destruida. Nos llaman a opinar sobre cada detalle, para que así no tengamos una noción de la totalidad. Nuestros enemigos más evidentes y nuestras acciones más directas se diluyen en problemas de expertos».

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Nro. 58, marzo de 2022:
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El persistente atractivo de la religión

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