lunes, 6 de junio de 2016

EL ESTADO NO SOMOS TODOS

Palabras de un Primero de mayo

Quería comenzar con unas palabras de un viejo compañero, Fredy Perlman, de su libro Contra su historia, contra el Leviatán, que sirvió de inspiración para el pequeño folleto que repartimos hoy.
En ese texto nos cuenta que «(…) en la antigua Anatolia, las comunidades danzaban en las ruinas del Leviatan hitita, y construían sus chozas con las piedras escritas que contenían los registros de las grandes acciones del desaparecido imperio.»

En toda la historia de la humanidad hubo movimientos, comunidades e incluso individuos que afirmaron que el Estado no somos todos. El Estado, compañeros, son todos aquellos quienes nos dominan, gobiernan, reprimen, fumigan, envenenan, encarcelan, torturan, hambrean, desalojan, violan y exilian. El Estado es quien nos militariza, nos mata en las guerras, nos convierte en refugiados. El Estado es el que nos extorsiona, el que nos aumenta el costo de vida y, de vez en cuando, nos devuelve parte de la plusvalía que nos extraen los capitalistas, en forma de subsidios o planes sociales, como si estuviera haciéndonos un gran favor. El Estado es quien nos ordena cómo y cuántos hijos tener, con quiénes podemos compartir nuestra sexualidad, cómo y dónde pasar el tiempo. Y es que es tan pero tan megalómano que no solo aspira a controlar y dominar a la humanidad. El Estado es enemigo declarado de la vida toda, compañeros. De los animales, de plantas y árboles, de todos los organismos existentes y sus complejos vínculos. El Estado, como arma del Capital, es el gran transformador y destructor del mundo.

El Estado no somos todos. El Estado no es solo tres poderes, ni una docena de ministerios, ni una suma de grandes edificios. El Estado no es tampoco solamente el sindicato, el partido político, la ciencia, la academia. El Estado es también el mundial de fútbol, la nación, la moneda, la energía nuclear, los bombardeos y los portaaviones… El Estado es todo esto y mucho más, a veces un monstruo tan enorme que sus límites no quedan claros; lo que sí es evidente es que el Estado no somos todos.

El Estado es esa gran mafia que derrotó a todas las demás. El Estado es el partido de la burguesía, es la fuerza organizada de quienes representan al Capital. Para ellos el Estado es el que garantiza la seguridad, la libertad, la justicia y la igualdad. Según la ideología, la ideología dominante claro está, sin el Estado nos moriríamos de hambre, sin el Estado esto sería una guerra de todos contra todos. Pero nosotros nos burlamos desde hace siglos de sus categorías, de sus grandes falacias, de sus mistificaciones.

Es donde comienza el Estado que el hambre reina por doquier. Es con el Estado que las guerras progresan y se hacen cada vez más inhumanas. Con el Estado las condiciones de vida empeoran y con ellas todas las relaciones entre los seres vivos, entre las personas. Con el Estado la apatía gana y la solidaridad parece desvanecerse. El estado de cosas actuales no es más que el Estado dominándonos como cosas.

Es cuando comenzamos a atacar al Estado, o logramos correrlo momentáneamente, que recuperamos nuestra vida, que reconocemos nuestras capacidades, que afirmamos nuestra potencialidad. Fue en la plaza Tahrir, en El Cairo, hace apenas algunos años, donde durante la insurrección los proletarios se curaban entre sí y compartían toda su comida. Fue hace casi 80 años, en un glorioso julio del 36 en Cataluña, que por algunos meses el mundo se trastocó. Les robábamos a los burgueses las armas, las frazadas, organizábamos los abastos por cuadra, recuperábamos los grandes edificios y los poníamos a disposición de nuestras necesidades, e incluso nos osábamos a socavar las bases del dinero, el intercambio y la prostitución. Y también fue aquí, hace apenas 15 años, que nos ayudábamos entre vecinos, reconectándonos los servicios que el Estado nos desconectaba, discutiendo en la calle cuáles eran nuestros próximos pasos, recuperando por unos breves instantes una sociabilidad que creíamos perdida. Gritábamos: «¡Que se vayan todos! ¡Que no quede ni uno solo!»

El Estado no somos todos y no nos cansaremos de repetirlo. El Estado jamás podrá terminar de integrarnos. Siempre que haya Estado, compañeros, habrá rebelión, insumisión y revuelta. Siempre que exista el Leviatán habrá quienes lo combatamos. Y no se trata de unos pocos individuos concientes, ni de ideología, estética, gusto o puras divagaciones teóricas. Se trata de nuestras necesidades, compañeros. Se trata de que todos los explotados reconocemos en alguna fibra de nuestro cuerpo la enorme imposición, la gigante desposesión, la abrumadora violencia que ejercen contra nosotros. Se trata, por sobre todas las cosas, de la necesidad de rehacer la comunidad, de reencontrarnos con nuestra humanidad. De la gran necesidad que tenemos: dar muerte a la hydra Estado-Capital.

Y cuando nosotros, nuestra clase, quién sabe después de cuántas generaciones de proletarios en lucha, finalmente destruyamos al Estado, vamos a bailar y a reír sobre su tumba. No destruiremos solo sus edificios, sus billetes, sus empresas y sus escuelas. No derribaremos solo sus relaciones sociales, su dinero, su valor. También arrasaremos con su historia, su ideología y con su misma definición de lo que significa ser humano. Y será esta misma lucha la que nos hará olvidar, más rápidamente de lo que sospechamos, del dios, del patriarca, del gran carcelero, de sus leyes, de su economía y de su muerte en vida que nos impuso durante tantos años… Compañeros: tan presuroso vendrá el olvido como la puesta en práctica de una vida en comunismo y anarquía, sin Estado, sin Capital.

¡Viva el 1ro de mayo!

¡Por la revolución, total y mundial, por la comunidad humana!


Nota a la ilustración: 
Frente a la célebre frase de Hobbes «Bellum omnium contra omnes» (Guerra de todos contra todos) oponemos: «Bellum omnium contra statum» (Guerra de todos contra el Estado).

HABLANDO CON LAS PAREDES: «50.000 BECAS O LAVAR PLATOS»

Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan.

Hay personas que lavamos platos, lavamos vasos y cubiertos, lavamos pisos y vidrios, y lo hacemos por dinero. Una actividad sumamente degradante para ciertos profesionales de la ciudad que se ven representados por este stencil pintado frente a la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad Regional Rosario).

¿No es irónico que aquellos cuyo oficio consiste en el control del proceso de trabajo, la gestión de los “recursos humanos” y la eficiencia en los tiempos de producción —criterios a los que ellos mismos se ven sometidos—, se escandalicen porque una nueva gestión gubernamental pueda prescindir de ellos bajo la misma lógica? ¿No es tremendamente curioso, por no decir egoísta, luchar contra la precarización individual (o de gremio) contribuyendo a la precarización de los demás explotados?

No, porque cuando cada uno lucha por sus pequeños y mezquinos intereses el resto «que se arregle». Muchos ciudadanos han asumido como propia la competencia despiadada que ofrece el mercado ¡y con qué ímpetu compiten!

Cada asalariado tiene la necesidad de intentar mejorar sus condiciones de vida dentro del capitalismo. Las luchas salariales serán ineludibles y necesarias mientras exista el salario; sin embargo, hay un gran trecho entre reconocer esta necesidad y vociferar sobre “salario digno”. Y ese trecho se transforma en un abismo cuando se entra en una lógica de prestigio profesional y se denigra a los proletarios “no cualificados”.

El Capital sólo puede sobrevivir a costa de ajustes de cinturones cada vez más apretados y masacres cada vez más despiadadas. Pero para esto también precisa de una imbecilidad cada vez más masiva y de un egoísmo que esté a la altura de las circunstancias.

LUCHA Y REPRESIÓN EN EL SUR

En el mundo existe resistencia por parte de los explotados a los designios de los explotadores, que en función de la ganancia nos someten a condiciones de vida miserables.

En Tierra del Fuego y Santa Cruz, dos provincias al sur del territorio argentino, hace meses se viven momentos de huelga, manifestaciones y piquetes. En Tierra del Fuego, trabajadores de diferentes gremios llevan adelante una dura lucha contra el paquete de medidas de ajuste que se votaron en enero del corriente año, y a lo que debe sumarse la resistencia al tarifazo de gas que incluye aumentos entre 500 y 1200% .

En el transcurso de esta lucha vienen pasando cosas de las que debe hablarse. Cuando llevaban 43 días de protestas, activos y jubilados decidieron una manifestación en forma de piquete en una de las rutas del sector costero, la zona fue liberada y comenzaron a llegar camiones con patotas del sindicato de camioneros para levantar el piquete, golpeando y hospitalizando a hombres y mujeres. Luego hubo hostigamiento y persecuciones violentas por parte de la policía a familiares y participantes de la lucha.

A fines de mayo, luego de 90 días de acampe frente a la Casa de Gobierno, fueron desalojados y reprimidos por la policía fueguina, que bajó por las calles entonando las estrofas del himno argentino, para que minutos después otros patriotas, ahora de civil, desarmaran y quemaran las carpas.

El 1 de junio se desarrolló una movilización con paro de los obreros del gas contra el tarifazo. La huelga, las manifestaciones y la lucha siguen en Tierra del Fuego, a pesar del aislamiento que encuentran todas las luchas de los trabajadores en la actualidad.

En Santa Cruz, particularmente en la localidad de Rio Gallegos, también los proletarios viven momentos de lucha y conflictividad contra las medidas de ajuste que quiere aprobar el gobierno provincial, se levantó además un acampe frente a la Casa de Gobierno.

La policía levanta militantes y compañeros en lucha, para golpearlos y apretarlos. Las medidas de fuerza continúan con piquetes en las rutas y huelgas. A continuación reproducimos un texto escrito por los compañeros del boletín Chenque Negro, donde nos permiten acercarnos más a la situación vivida en el sur:

Santa cruz: conflictos

«(…) en vez de ir a la raíz del problema (el Capital), se llama a un frenético activismo, siempre sobre causas diferentes, contra tal gobierno, contra el liberalismo o el neoliberalismo, contra tal ajuste de cinturones o contra tal supresión de subsidio…, haciendo que cada lucha quede sin un mañana cuando el gobierno de turno cambie o el plan tal es cambiado por otro.» (Revolución, revista Comunismo Nº 62, noviembre de 2012)

Santa Cruz, provincia de la región argentina, viene manteniendo hace ya varios años, cantidad de conflictos sociales, con altibajos que se han acentuado en momentos con mayor intensidad, siendo el más significativo el periodo del 2007, y el impulsor de un método de lucha caracterizado por volcarse en las calles, con carpas instaladas frente a casa de gobierno, movilizaciones constantes, entre otros, llevando ciertas reivindicaciones laborales. Este momento histórico generó una ruptura con la cotidianidad laboral y social, más no con la concepción del trabajo y la explotación, por lo cual, una vez agotados los métodos de lucha, y tras la presión física (represión) y psicológica hacia los trabajadores por parte del Estado, culminó en una derrota que le llevó años poder recuperarse. Actualmente, la provincia se encuentra en un estado de “emergencia económica”, como lo llaman los parásitos del Estado, con déficit y desfinanciamiento, además de despidos, salarios pendientes y/o insuficientes, falta de servicios, con hospitales que no dan abasto o que se caen a pedazos, al igual que los edificios educacionales, entre otras cosas que empeoran aun más la situación de la gente. Ya el año pasado (2015) trabajadores municipales representados por el sindicato SOEM, llevaron un extenso y agotador paro sin resultados, exigiendo al día de la fecha la actualización de salarios y pagos pendientes, y sumándose este año al conflicto trabajadores de otros sectores. Con esto, aparece nuevamente la figura de la MUS (Mesa de Unidad Sindical), surgida en el conflicto 2007, la cual está conformada por los sindicatos ATE (sanidad), APEL (legislativos), ADOSAC (docentes), SOEM (municipales), empleados judiciales, Autoconvocados de la Ley 591 (empleados públicos sin representación gremial por su grado de precariedad), y jubilados, como forma de unificar y encarar los conflictos y las acciones a seguir. Es así que el 1 de marzo convocan a una movilización con gran concurrencia, acordando además la formulación de un reclamo permanente por paritarias y la realización de paros en conjunto, en toda la provincia. Pasan los meses, siguen las medidas de fuerza, con acampes y movilizaciones permanentes, y con la negativa del gobierno de sentarse a negociar. El 16 de mayo, se lleva a cabo un congreso convocado por el gremio docente ADOSAC, realizado en la localidad de Puerto Santa Cruz, donde se decide por mayoría un paro de 72 horas, y en seguir con la medida en caso de no llegar a un acuerdo. Lo cierto es que desde el gobierno no ofrecerán más que un 10% de aumento para trabajadores estatales, pero si, como se concretó hace unas semanas, se le asignó un aumento del 20% a la policía provincial del “valor punto”, lo que lleva a un agente ingresante a cobrar aproximadamente entre 19 y 21 mil pesos. Las fuentes del gobierno, advirtieron que con la Fuerza, la gobernadora Alicia hizo una excepción, debido a que, «ante un conflicto generalizado, será indispensable contar con la obediencia de la policía, para contener a los sindicatos».

Muy claros son nuestros enemigos al afirmar, sin pelos en la lengua, que necesitan de las fuerzas policiales para mantener el control de la situación social, y que cuando la situación se desborde de los límites soportables, allí tendrán a sus perros bien alimentados, entrenados y obedientes para cumplir su función, y rompernos la cabeza.

La realidad nos está dando datos, nos está hablando sobre el accionar de las partes, es decir, sobre nosotros, que para poder seguir viviendo debemos acudir a las calles a exigir un poco de mejoría a nuestra detestable rutina, o soportar la miseria de nuestros días. Y del otro lado, los gobernantes y empresarios que con sólo decir «estamos en crisis», o «no hay plata», asumen la situación como dada, y a curtirse cada uno como pueda. Eso sí, ellos lo miran desde el sillón de sus lujosas casas. Y sin embargo y a pesar de las experiencias históricas lejanas y recientes, se sigue apelando al derecho democrático, al derecho a la huelga, al derecho a la vivienda, a la “negociación de las partes”, etc., y mientras estamos hundidos en el mismo barro, reclamando siempre los mismos puntos y volviendo a la larga derrotados a trabajar. No existe el cambio social bajo los términos reformistas. Hoy tendremos quizás dos mangos más que nos servirán para comer un poco mejor de vez en cuando, hasta que los aumentos vuelvan a aplastarnos, o hasta que debamos trabajar más y más horas para sostenernos.

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El boletín, si bien demanda esfuerzo y dinero para su realización, es gratuito ya que nuestra intención es profundizar la lucha y la crítica anticapitalista.

¡Muchas gracias!

MEMORIA: ESPECIAL - LA HUELGA SOLIDARIA CON KURT WILCKENS (1923)

Para este número en la sección Memoria realizamos un apéndice de 8 páginas sobre estos sucesos históricos. El material consultado para realizarlo está disponible en el archivo histórico-social de la Biblioteca "Alberto Ghiraldo".

Descargar archivo en pdf: 8 páginas (tamaño A4).

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LA HUELGA SOLIDARIA DE 1923  

Vivimos días en los que los recuerdos vienen y van como sombras. La normalidad capitalista permanece en las alturas de lo indiscutible frente a una historia de combate y resistencia que ha sido mitificada, escondida y deformada, que se ha escindido y establecido por fuera de la memoria colectiva. Pero este extrañamiento de la historia por parte de los proletarios no ha sido por leyes abstractas o divinas, sino a causa de la fuerza del Capital y la propiedad privada en su triunfo y dominación sobre la naturaleza y el ser humano. De ese auténtico mar de tinieblas que es la memoria histórica de la clase explotada, extraemos a modo de faro nuestro presente relato.

En este artículo y gracias a publicaciones de la época intentaremos relatar las jornadas de la huelga general de junio de 1923, cuando desde la cárcel salió un llamado a todo el proletariado a ocupar su puesto de lucha contra la burguesía. Y ese temperamento solidario de los explotados en la región argentina fue asumido a lo largo y ancho del mundo bajo una misma aspiración: ¡Venganza! ¡Justicia! Kurt Wilckens había sido asesinado en su celda y la venganza no llegaría de manera pandillesca, ni la justicia, esperando algo de las leyes de los explotadores, sino a modo de huelga, de barricada, de manifestación y lucha contra el enemigo. Vengar a Wilckens implicaba una vez más vencer a la burguesía. No era un hecho individual, sino social y, por lo tanto, no era solo un hecho coyuntural, sino también un hecho histórico.

Para 1923, la vida humana había sido fuertemente sacudida. Fundamentalmente, los cambios y el desarrollo de la técnica en Inglaterra y Francia generaron grandes cambios a nivel mundial en las herramientas con las que se trabajaba la tierra y con las que se intervenía en la naturaleza. Esto trastocó el modo de vida del proletariado, en tanto que relaciones de trabajo y a su vez marcos sólidos dentro de los cuales los humanos estaban encerrados. El proceso de producción capitalista es un proceso histórico real. Los proletarios establecieron relaciones sociales en función del modo de producir y formaron también sus ideas, sus aspiraciones, sus principios en función de estas relaciones.

Las relaciones de trabajo, fueron y son, hoy más que nunca, relaciones de propiedad y las relaciones de propiedad, a su vez, relaciones entre las clases que luchan unas contra otras. Y todas las relaciones en su conjunto descansan en el desarrollo del trabajo, resultan del proceso de trabajo. A esta altura del siglo XX —cuando los hechos tenían lugar—, la guerra, el hambre, la miseria y la esclavitud generadas en función de la ganancia capitalista habían causado revoluciones sociales. De Oriente a Occidente grandes colmenas de la clase explotada hacían huelgas, saboteaban la producción y las máquinas, realizaban charlas y propaganda subversiva, buscaban a través de su movimiento anular todo lo que impedía la realización de una vida plena. Las revoluciones en Rusia y en Alemania animaron los corazones en miles de cuartuchos donde los proletarios eran apilados después de cumplir su jornal.

En la región argentina no fue diferente, a causa de la acumulación de riquezas gigantescas de un lado y de legiones enormes de proletarios sin propiedad por el otro, la lucha de clases, entre poseedores, capitalistas y trabajadores se hizo cada vez más aguda. Desde principios de siglo se sucedieron miles de huelgas y manifestaciones en contra de las condiciones de vida, lo que traía aparejado persecuciones, encarcelamientos y deportaciones. Tal situación era posible porque la asociación entre capitalistas era usual y permitida, mientras que la de los obreros hostigada ya que representaba grandes peligros para aquellos. En todos estos peligros hay masacres. Y para rastrear la huelga general de 1923 debemos ir un poco más atrás. Vamos a partir desde los episodios que devienen en tragedia en la lejana Santa Cruz y luego al intérprete de la justicia proletaria, que se convertiría en brazo ejecutor de un anhelo colectivo.

Los obreros de la Patagonia

Reproducimos a continuación algunos párrafos del folleto publicado en junio de 1922 por la Federación Obrera Local Bonaerense (La Patagonia Argentina, A los hombres honrados – Buenos Aires):
«Entre los trabajadores del campo que se encuentran actualmente en la Patagonia no todos han sido siempre trabajadores del campo. La enorme mayoría ha ido de afuera, de Chile, de Europa y desde aquí (de B. Aires). Todos eran hombres de alma bien puesta, dotados de gran energía, cansados de la esclavitud estrecha del salariado en las ciudades, y que no queriendo continuar la misma vida quedándose en las poblaciones de la costa, ganaron las estancias, buscaron anchura y libertad.

Se engañaría el que quisiera ver en ellos los mismos tipos; carne del estanciero, que se sirve de ellos como elemento político, que ha servido para malones o montoneras, de las campañas de aquí…

Entre ellos hay muchos hombres de verdadera instrucción, ex–obreros de las ciudades, muchos que por la lucha social se han visto obligados a buscar otro campo, bloqueados por los patrones; todos que conocen las ideas nuevas; más aun, que por amarlas profundamente han sido arrojados a la Patagonia (…)»

Respecto a la organización obrera se lee:

«En Rio Gallegos existe una Federación Obrera Local, que responde poco más o menos a los principios de la FORA. La organización de Rio Gallegos era débil relativamente, pero recibía delegados de los trabajadores del campo. Últimamente había llegado a formar una escuela y una biblioteca, con la ayuda de los trabajadores del campo. Pero esta no tenía el control de la organización de las estancias.
La organización de los trabajadores de las estancias, es una cosa de que merece hablarse. Los trabajadores están organizados por estancias y por pacto enteramente verbal.

En los grandes establecimientos, donde los obreros son numerosos, hay un sub–comité. Este tiene por radio de diez o doce estancias más. La comisión directiva nombra un delegado de zona que recorre periódicamente su radio llevando las circulares, folletos o libros que desde Rio Gallegos le envía la Federación. A pesar de las grandes distancias de los fríos intensos, “1° de Mayo” órgano de la federación local, era distribuido con mucha regularidad. Este sistema de organización por sub–comités daba muy buenos resultados. (…)

Los sub–comités habían tomado medidas en contra de los llamados mercachifles, expendedores de bebidas alcohólicas. ¡Lo mismo con el juego de naipes y de taba! (…)

El comedor de los peones les sirve de sala de asambleas, y estas se realizan todas las noches a la terminación de la cena. Allí se discuten las cosas ocurridas durante el día, y se dan las órdenes a los delegados que tienen ante la administración. En este comedor están alojados los carteles, todos los manifiestos que son propios de una sede obrera tan enterrada en el medio de la tierra como esta, y reina un ambiente de la mayor cordialidad. Esto era hasta hace poco.
En la huelga general del campo del año pasado (1920) en que, se recordara, la prensa burguesa hablaba de los bandidos del sur, los trabajadores tuvieron un triunfo también general.»

La reacción burguesa (1921–1922)

La prensa era voz de los terratenientes y ganaderos. Desde sus columnas fustigaba a los huelguistas, esparciendo rumores y leyendas sobre bandas de rufianes y rojos que aterrorizaban en la Patagonia. Ese triunfo sobre la opinion pública no bastó nunca para detener un movimiento como el que se había fortalecido en el sur, pero sí abría el camino para que las arbitrariedades policiales se echaran a andar, encarcelando obreros de Rio Gallegos y otros puntos de Santa Cruz.

El mes de octubre de 1921 avanzaba y con él la rabia burguesa. Los militares enviados desde la capital iban destruyendo y robando en los locales obreros, y fué así que los explotados del pueblo de Rio Gallegos se declararon en huelga y los del campo siguieron a los primeros nuevamente, y así en todo lugar del sur donde llegaba la noticia de los atropellos, se hacía abandono del trabajo.

Relata un obrero de aquellos días: «(…) Nadie pensaba en huelgas y menos en revueltas. Pero según se ha visto después, los estancieros si pensaban, no estaban conformes con la tranquilidad; el pliego firmado no era de su agrado, y había que anularlo, había que provocar a los obreros (que ya el año anterior había demostrado ser rebelde), llevarlos a la huelga, un castigo horroroso que por el terror matase todas las rebeldías (…). E idearon el plan, por cierto bien preparado y mejor secundado por las autoridades todas de aquel territorio. Mientras la Federación llevaba la tranquilidad al campo, ilustrando a los trabajadores con conferencias en distintas zonas, distribuyendo un sinnúmero de folletos anarquistas, que tanta falta hacían y hacen en esta región, la policía de Rio Gallegos, con el pretexto, en algunos casos, de sumariar a varios compañeros que tuvieron participación en la huelga de diciembre y enero de 1920–21, (ocho meses después de terminada) empezó a tomar presos obreros por docenas, y sin previo sumario y aun sin tomar declaraciones, a “deportar” para Buenos Aires. Y lo mismo hacían las demás policías de toda la costa. Ante esta clara y desvergonzada provocación ¿que habíamos de hacer? ¿Cruzarnos de brazos, dejar, impasibles, que los compañeros de las poblaciones sufrieran solos, encerrados en las mazmorras, las inhumanas palizas que a diario les daban a muchos y demás vejámenes de toda clase? No. Así que basto que se insinuara el paro general, para que los trabajadores del campo respondiésemos como un solo hombre. Nuestra idea fue solo cruzarnos de brazos, pero los estancieros no permitieron que nos mantuviésemos así; contando con los crumiros del “libre trabajo” que habían traído, nos echaron de las estancias como a perros inservibles. Y empezó el peregrinaje por los campo, en grupos que cada día se hacían mayores, sin saber qué hacer ni dónde ir. En estas circunstancias, sin trabajo ni esperanza de conseguirlo sin una vergonzosa claudicación, se resolvió jugar el todo por el todo; provocar el temor en el ánimo de los estancieros, para ver de conseguir así que influyeran ante las policías para que cesasen en las prisiones y deportaciones y pusiesen en libertad a los inocentes que martirizaban y mantenían presos. Se arrearon las caballadas como si fuese a hacer una revolución, y se tomaron a los estancieros y administradores que se pudo, todo sin que hubiera que lamentar un solo grave incidente personal. El grupo de la zona norte de Rio Santa Cruz, el número de 450 compañeros, más animosos, tomo, sin la menor violencia, el pueblo Paso Ibáñez. En posesión del pueblo, y con un crecido y valioso número de prisioneros, a quienes se les decía que si no había arreglo se les llevaría en calidad de rehenes y garantía contra el fuego de las tropas (ya llegadas), se intento llegar a un acuerdo que terminara con tal estado de cosas. Se propuso volver al trabajo a condición de que fueran puesto en libertad a los presos por cuestiones obreras y reintegrados a sus hogares los que tan injustamente habían sido deportados.

El chacal, digo coronel Varela, contesto que los obreros pusieran en libertad a los rehenes y que él, a su vez, haría otro tanto con los detenidos en la comisaria de Puerto Santa Cruz y que inmediatamente entrarían en vías de arreglo; que él había venido a arreglar pacíficamente, no a masacrar a nadie.

Al día siguiente los trabajadores ponían en libertad a los estancieros y Varela hacia otro tanto con los presos en Santa Cruz. Pero no bien hubieron llegado los patrones al pueblo, el chacal volvió a encarcelar a esos mismos trabajadores, y empezó a avanzar hacia Paso Ibáñez con todas sus fuerzas de caballería y con la marinería del “Almirante Brown”

Desde noviembre los militares iban viajando por las estancias, poniendo en fila a los obreros y buscando «cabecillas», fusilando y quemando cadaveres por cientos, asesinando obreros solo por serlo, o por estar federado. Los obreros fueron pronto obligados a cavar sus propias tumbas y mientras algunos realizaban las ejecuciones, Viñas Ibarra y Varela requisaban el resto de los obreros, despojándolos de todo lo que tuviera algún valor.

Testigos de la época dicen cosas del siguiente tenor: (en torno a los fusilamientos) «Un estanciero que tenía veintisiete trabajadores en la estancia, los sindicó a todos.»

(…) «noventa y siete fueron llevados al río Centinela, unas cinco leguas de La Anita. En ese lugar hay un puente, el cual había sido destruido por las fuertes correntadas que producen los deshielos. Allí fueron obligados a trabajar los infortunados camaradas; la mayoría arrastrados por la creciente; otros muertos a culatazos por resistirse a trabajar. El compañerito Juan Estévez, de diez y seis años de edad, fue muerto en una forma atroz, que yo no puedo describir, y que con solo oír la narración de lo sucedido, la sangre se me subleva y los nervios se me ponen en tensión.

Igual cosa hicieron con el camarada Camparro, un muchacho de diez y ocho años, pero altivo y fuerte. Este camarada, cuando vio que los 97 iban a ser muertos y en esa forma tan criminal, les tiró con una pala y los insultó hasta el cansancio. Lo amarraron a un poste y después de veinticuatro horas, cuando ya parecía muerto, se le sacó de allí y fue arrojado a una hoguera, en donde ardían otros cadáveres aún…» De los 97 solo sobrevivieron dos compañeros.

En Río Chico hicieron otro acto salvaje. Los compañeros que habían huido de Paso Ibáñez, siguieron marchando, improvisaron un campamento a las orillas del Río, hasta que vieron llegar algunos autos, uno de ellos con una bandera blanca. Del auto se baja el compañero Oterello y un militar. Oterello, que pertenecia a la organización obrera y se había quedado en la ciudad para lograr un acuerdo, manifiesta que la cosa se había arreglado y que no había que ejercer resistencia a las fuerzas militares que venían con él (Varela y veintitantos milicos). Hubo compañeros que desconfiaron a tal afirmación y huyeron con rumbo desconocido. El resto de los obreros entregaron unos cinco mil caballos y armas. Acto seguido empezo la cacería, fueron buscando a los «cabecillas» según una lista que tenían las tropas. Diez fueron atados atados desnudos a la intemperie, se fusilo durante toda la noche y al amanecer con mas bravura. Aquellos que no eran fusilados, eran amarrados, golpeados hasta perder el conocimiento e incendiados. La cremacion de cadaveres era el acto siguiente al fusilamiento para no perder tiempo cavando tumbas.

En Jaramillo fué asesinado junto a otros obreros, el compañeros Jose Font, también conocido como «Facón Grande». En el lago San Martín fueron ultimados de 360 a 380 compañeros y en la zona de Puerto Deseado un grupo de 90 que se habían entregado ante la promesa de que la huelga se había solucionado satisfactoriamente.

La siguiente es la descripción de los sucesos de Cañadón León (zona de San Julián) encabezada por el Capitan Anaya: «Tocole en suerte “someter” a un grupo de 70 y tantos obreros. Rendidos y desarmados y puestos en filas antepuestas frente al contingente de tropas que aquel mandaba, dio esta orden: “Cabecillas, al frente’” Nadie da un paso. Y dirigiéndose a sus soldados: “A ver, diez argentinos al frente” (salen todos). Preparen…apun…fuego!… Se desploman diez o doce compañeros. Y dirigiéndose otra vez a los obreros asombrados: “Cabecillas al frente”. Igual quietud. “Soldados argentinos! preparen…apun…fuego!…” Nueva masacre, hasta por tercera vez. Convencidos de que si seguía así iba a concluir con todos, a la cuarta vez fueron señalados algunos que podrían merecer una distinción por su entusiasmo. Indicarlos, hacerlos formar y fusilarlos, todo fue uno; y para que no pudieran sentir envidia por la suerte corrida por sus compañeros, los pocos que quedaban también fueron ultimados. Así, ni pocos quedarían para hacer nuevas huelgas en el futuro.»

Y cuando la Patagonia está casi completamente bajo control militar, suceden hechos como los siguientes:
«En la estancia Ruben Aike, de la fuerte compañía Las Vegas, un obrero no quiere trabajar más y pide la cuenta. Las fuerzas que cuidan (como a las demás) estancias, lo insultan y provocan, y por fin, le pegan tres balazos. Como acudieron, a las detonaciones, los demás trabajadores, no tuvieron tiempo de ultimarlo sin ser vistos. Mal herido, al siguiente día resuelven llevarlo a Rio Gallegos, pero a pocas leguas de la estancia fallece, dicen, y lo entierran en el campo.»

Relatar por completo los sucesos en la Patagonia resulta imposible. Se habla de 1.500 víctimas como resultado de la campaña dirigida por el teniente coronel Varela. Chilenos, españoles y argentinos fueron masacrados. La prensa felicitaba desde sus columnas semejante pacificación. Se pensaba incluso dar a Varela el ascenso a grado de General y hasta un monumento. Pero, a medida que llegaban las noticias, empezaron las protestas y la condena de los hechos.

Pasaron días y meses en aparente tranquilidad, el teniente coronel Varela cumplía funciones en la capital, lejos de las fosas comunes y los cuerpos humeantes, lejos de pensar que la condena a sus actos estaba aún pendiente. Sin saber de dónde partiría el rayo que lo fulmine. En ciertos momentos hubieran sido las masas populares en movimiento de rebelión, pero en el estado de ánimo de 1921–23 la represalia se esperaba de individuos aislados. Esa condena llegó el 25 de enero de 1923.

La muerte de Varela

Kurt Gustav Wilckens era un anarquista de origen alemán, que perseguía a Varela hace algún tiempo. En diversas ocasiones intentó ultimarlo, pero al verlo con sus hijos, pensó que no debía caer la condena sobre los niños por los crímenes de su padre. Finalmente el 25 de enero de 1923, lo encontró. También ese día hubo un problema: una niña se interpuso y debió acercarse demasiado al militar, por lo que la bomba que le arrojó alcanzó a herir su pierna. Varela y Wilckens cayeron. Pero viendo al militar con vida, Wilckens se levantó y lo remató a tiros de revólver. Cumplida su obra e imposibilitado de huir, se dejó arrestar tranquilamente.

De una declaración del 29 de enero, copiamos lo que sigue:

«El detenido, cuyas heridas en la pierna lo retienen aún postrado en cama, manifestó con tranquilidad ser el autor único del atentado, y agregó que fue motivado por la actuación de la víctima en los sucesos del territorio de Santa Cruz.

Confesó haber arrojado la bomba al teniente coronel Varela en el preciso momento en que éste pasaba por frente a la casa señalada con el numero 2493 de la calle Fitz Roy, en cuyo zaguán se hallaba oculto.
Agrego que al verlo en el pavimento con vida aún, le hizo los seis disparos del revólver, ignorando cuantos de los proyectiles dieron en el blanco…

Al ser preguntado por el doctor Malbrán sobre la forma y sitio donde adquirió la bomba, Wilckens, visiblemente contrariado, se negó a contestar, aún cuando expresó no haberse arrepentido del hecho cometido.»

Manuel Carlés, el famoso jefe de la Liga Patriotica, se expresó así en el entierro del pacificador de la Patagonia:

«Es una traición esta muerte. ¡Mano extranjera, sin honor ni ley, ha muerto el jefe del ejército! ¡Que al menos esta tragedia pueda servirnos de lección! Ya que el congreso suprime la pena de muerte, que libra a la sociedad de las fieras humanas, y deroga la ley de orden social que previno el suelo patrio de la importación de prófugos y amnistiados extranjeros, que al menos, y así se lo pedimos al señor presidente, al menos que se imponga al extranjero el juramento de respetar las leyes y las instituciones nacionales…Esta muerte es una enfrenta a la cultura nacional y una traición a la fe jurada de la hospitalidad.»
La realidad de los sentimientos de la casi totalidad del pueblo fue mas bien de simpatía para Wilckens que de condenación de su hecho.

Por primera vez, después de enero de 1919, miles de trabajadores se convocaron en las plazas alrededor de la bandera de los anarquistas para gritar la solidaridad con Wilckens; se circularon listas de suscripción para aliviar la suerte del compañero preso, juntándose algunos miles de pesos. Pero la solidaridad seguiría extendiéndose, la acción había conmovido a los trabajadores de Argentina que ahora vigilaban celosamente a su hermano herido. En las filas de los trabajadores revolucionarios, la acción de Wilckens despertó júbilo y admiración, su gesto se anunciaba con respeto y cariño y cuanto más se conocía su vida privada, su carácter de propagandista, más se le abrazó por su sacrificio. Entre la noche y la sangre, por sobre el mar y las cumbres, náufragos o centinelas se reconocían al grito de: ¡Viva Wilckens! y el compañero se yergue como un peñasco cuyo recuerdo despues de siglos seguiría pegando contra las olas y acercandose al abismo; pero fué entonces cuando al desmoronarse se oyó un crujido en el espacio y una lluvia de piedras anunció gravemente: Kurt Wilckens ha caído.

El asesinato de Wilckens

«Bajo la dolorosa impresión que nos ha producido el asesinato del querido compañero Wilckens, quizás no acertamos a expresar con claridad nuestro pensamiento. Porque parece que la mente se negara a funcionar como tratando de significar que es el brazo quien debe levantarse airado para castigar ese nefando crimen, este crimen tan repugnante como cobarde, perpetrado por los elementos más abyectos de la sociedad: los militares, los amigos de monstruo que masacró al proletariado de la Patagonia. La mente se niega. No es la imprecación impresa la que debe llenar hoy todos los ámbitos de la capital con sus protestas rotundas; es el alma popular, herida en lo más sensible, que debe estallar atronando tierra y cielo, como el estallido de mil bombas a un tiempo…» (Del nro. extraordinario de La Protesta, en la calle desde las 14 del 16 de junio de 1923)

La noticia del asesinato de Wilckens, mientras dormía en su celda, produjo en el movimiento obrero una sacudida inolvidable; la huelga general iba de sangre a sangre, de corazón a corazón y de cuerpo a cuerpo. Los panaderos, que se reunían en la mañana del 16 de junio para tratar asuntos del gremio, al saber lo sucedido suspendieron la reunión y declararon la huelga. La huelga general se hizo efectiva en Buenos Aires, casi sin atender la declaración oficial de las organizaciones obreras centrales: la FORA y la USA.

Los obreros desconfiaban de la USA por su orientación históricamente reformista y, fundamentalmente, porque sus jerarcas habían tenido un rol preponderante en la masacre de la Patagonia puesto que sus delegados, de la entonces llamada FORA del IX, en oposición a la FORA comunista anárquica, habían negociado la vida de los obreros. Sin embargo, los gremios contenidos en la USA adhirieron también a la huelga. El resto del proletariado sabía que al momento de asumir una actitud frente al Estado y al Capital estos sabrían buscar sus excusas y rodeos para justificar su miseria sindicalista.

La huelga general solidaria

La FORA resolvió el mismo día viernes 13 de junio dar a publicidad en La Protesta la siguiente declaración de huelga:

«Compañeros: El más alevoso asesinato ha sido cometido por las hordas de la Prisión Nacional. La venganza que se venía tramando ha sido puesta en práctica ayer de madrugada, mientras nuestro querido compañero dormía.

Una descarga de fusil destrozole el pecho. El asesinato no puede ser mas bárbaro ni más baja la venganza. Han procedido, pues, como solo saben hacerlo los cobardes.

La FORA, consecuente con sus principios, ha declarado la huelga general, en toda la República.
¡Trabajadores! Que nadie se llame a silencio. No lanzarse a la calle en esta emergencia significa solidarizarse con los bárbaros sucesos de la Patagonia y con el repudiable asesinato cometido en la Prisión Nacional.
Compañeros, proletarios, hombres concientes, ¡A la calle!

La violenta situación que al proletariado le ha creado el cobarde asesinato de Kurt Wilckens, reclama como una inexorable obligación de honor que los trabajadores, todos, respondan al desafío insolente y audaz del militarismo con la huelga general. ¡Que todas las actividades cesen de inmediato! ¡Que los trabajadores, como una ola incontenible, enérgica y viril, inunden las calles de la capital, haciendo vibrar su protesta!

En el día de hoy y sucesivos, todos los locales obreros deben estar llenos de trabajadores, donde se les informará y tendrá al corriente de la marcha del movimiento. Las CCAA deben permanecer constantemente reunidos, para seguir la marcha de los acontecimientos.

¡Trabajadores, hombres dignos! Los momentos son de lucha y de coraje: frente al crimen viril y alevoso, se imponen los gestos enérgicos y las actitudes decididas. ¡Que cada uno ocupe su puesto!
El Comité de Huelga de FORA»

El 16 de junio los locales obreros se vieron frecuentadísimos por las noches en busca de noticias; la efervescencia crecía y los ánimos estaban dispuestos a la acción. La FORA intentó comunicar telegráficamente la noticia de la huelga al interior, pero las oficinas telegráficas se negaron a transmitirla; la huelga se hacía efectiva en todo el país de la misma forma espontánea que en Buenos Aires.

17 de Junio

En la ciudad se respira una aire de expectativa. Los choferes habían declarado el paro la noche anterior, y éste era absoluto; los panaderos lo habían declarado antes del mediodía del 16; los lavadores y limpiabronces de autos por la tarde; y así sucesivamente. Solo marchan algunos tranvías. La ciudad dependía de lo que resolvieran los obreros y existía en todas partes esa sensación. Era domingo y el aspecto bullicioso de ese día en la gran ciudad contrastaba con este domingo del 17 de junio, presagio de violentas explosiones.

Los sindicatos autónomos y los adheridos a la USA también decretaron la huelga. La Protesta, el Comité Pro Presos y la FORA reclamaban el cadáver de Wilckens. Los locales estaban repletos, principalmente el de los panaderos, en Bartolomé Mitre 3270.

Se comenzaron a recibir noticias del paro en el interior; de Rosario informó telefónicamente la Federación Obrera Local (FOL) que había sido declarada la huelga y el proletariado respondió unánimemente; hubo enfrentamientos y detenciones. En Avellaneda se obligó a cerrar las puertas del comercio. La Federación Local Bonaerense constató la unanimidad del paro en la capital. Los reclusos de la Penitenciaria Nacional donde fué asesinado Wilckens se declararon también en huelga, negándose a recibir el rancho. Se dió cuenta de numerosos arrestos en todos los barrios de la Capital. Hasta que se recibió por fin la versión exacta sobre el estado de Wilckens: fallecido a las cuatro de la mañana, después de una penosa agonía. Las autoridades policiales temiendo al masivo entierro de Wilckens, en lugar de entregar su cadáver a los obreros, lo llevaron clandestinamente a la Morgue y después a la Chacarita, donde lo depositaron en la calle 3, sepultura 57, tablón 4.

A las 16 horas, se produjeron incidentes frente al local de Bartolomé Mitre 3270; resultaron algunos heridos y tres tranvías que pretendían continuar su marcha sufrieron algunos desperfectos; entre los pasajeros y los huelguistas se cambiaron algunos golpes y sonaron algunos tiros. La policía realizó varios arrestos de camaradas clausurando locales. Los vendedores de diarios, igualmente en huelga, no recibieron más que la prensa obrera y diarios como Crítica que asumían la defensa de Wilckens.

Copiamos algunos párrafos de los manifiestos de declaración de huelga:

«¡Trabajador, hermano, escucha! Detén por unos días el trabajo, mezcla tu voz de repudio y de protesta con las nuestras; grita para robarles la tranquilidad y el sueño a los poderosos asesinos y habrás levantado el monumento más grande y puro a la memoria del vengador. Que el santo y seña sea: Acción, acción, acción» (El Comité de Huelga de la Federación de la Industria del Calzado).

… «El pueblo, ¿Qué piensa hacer el pueblo frente a tanto dolor e injusticia tanta? Las barricadas son nuestro puesto de honor; son, en fin, la cumbre deslumbrante que se yergue altiva ante nuestros ojos atónitos de horror y de espanto, como un soberbio interrogante»… (Obreros en Dulce Unidos).

«¡Arriba los corazones! Que cada uno ocupe su puesto de combate. La calle debe ser nuestro cuartel, la inteligencia nuestro jefe. ¡Adelante!»…
(Comisión de Huelga de los Galponistas, Escaleristas y Anexos).

18 de Junio

La FOL Bonaerense publicó también un enérgico manifiesto, en el que recomendaba a los trabajadores estar atentos a los delegados y al Comité de huelga y no reanudar las tareas hasta que, de común acuerdo con todos los gremios, se diera oficialmente por terminado el paro. Y sobre todo que desoyeran a los sectores reformistas que fueron a esta lucha arrastrados por los acontecimientos, que se redoblaran los esfuerzos, puesto que al asesinato de un compañero se le sumaba la provocación policial y la negación a la entrega del cadáver. La FORA y la FOL.B convocaron un mitin para el 19 a las 14 horas en la plaza del Once. El entusiasmo estaba muy lejos de decrecer; del interior se recibían continuamente noticias. La USA declaró terminada la huelga para el día 19 a las 18 horas y la prensa burguesa y del PC publicaron la resolución de la USA de dar por terminado el movimiento. Pero la FORA lo reafirmó y con la FORA estaban los explotados. Los trabajadores de Buenos Aires se prepararon para concurrir al mitin convocado por la FORA y la FOL.

19 de Junio

«Como la huelga se inició el sábado a la tarde, y eso en forma parcial, y el domingo no puede ser considerado como un día de paro forzado por esa decisión de las organizaciones obreras, podemos decir que recién ayer comenzó la huelga general de protesta. Se comprende, pues, la necesidad de mantener en tensión el ánimo popular, para que esta acción llene sus objetivos y haga sentir sus efectos sobre la vida económica del país. Con 24 horas de paro general, máxime cuando hay quienes tienen la avilantez de traicionar esta causa colectiva, no puede considerarse terminada la protesta del proletariado. ¿De que serviría este gesto, si no hiciéramos sufrir a la burguesía, moralmente responsable del asesinato de Kurt Wilckens, el peso de nuestras decisiones? El paro general debe prolongarse hasta que llene plenamente sus objetivos. Y esos objetivos no pueden encerrarse en una simple protesta platónica»… Editorial de La Protesta

Miles de obreros se reunieron en el local de los panaderos y alrededores, la plaza Once estaba policialmente ocupada, se realizaron numerosos arrestos; los concurrentes al mitin de la FORA invadieron la calle; las provocaciones cobardes de la policía llevaron a un choque y el mitin fue prohibido. En la refriega resultaron tres muertos, unos 60 heridos y más de trescientos presos. De la policía también hubo algunas bajas. Al tenerse noticia de los sangrientos sucesos, casi todos los gremios resolvieron la continuación del paro.

20 de Junio

El 20 de junio la FORA y la FOL se dirigieron al proletariado con un manifiesto llamando a seguir la huelga. Esta fue continuada; pese a la lógica traición de la USA, los gremios de la FORA quedaron en su puesto de lucha, acompañados por la simpatía y la solidaridad efectiva de algunos gremios de la USA y de otros autónomos.

«Y ahora que la USA consumó una traición más, abandonando al proletariado en los momentos más graves, nos dirigimos a los obreros de esa entidad, en el sentido de que por encima de la voluntad de sus jefes y de los judas que los explotan y engañan, prosigan con nosotros la lucha, y vengan fraternalmente a pelear por la justicia y a morir por la libertad»…
En estas circunstancias, y habiendo enterrado la policía clandestinamente el cadáver del camarada Gomba, uno de los caídos en Bartolomé Mitre, la FORA y la FOL Bonaerense acordaron por la tarde dar por terminado el paro para el jueves a las seis de la mañana. Algunos gremios tuvieron que continuar el paro a consecuencia de conflictos planteados debido a la huelga general; la mayoría de los presos fueron poco a poco saliendo en libertad.

A modo de cierre

En todo el país, la huelga general de solidaridad y de protesta puso un sello memorable a las jornadas del 17 al 21 de junio. No hay registro de lo realizado en cada población de la República Argentina, pero en todos los centros urbanos donde había organización obrera la huelga fue espontánea y trajo duros enfrentamientos, como en Bahía Blanca, Córdoba y Santa Fe, en aquellos lugares donde no hubo fuerza suficiente los compañeros realizaron concentraciones para demostrar su indignación. Lo mismo sucedió en el exterior, desde donde las noticias llegaban lentamente y se publicaron miles de artículos, panfletos y octavillas, por toda América y Europa, e incluso se realizaron decenas de actos solidarios.

Resta decir sobre estos días las palabras de un compañero: «Nada de lo que los inspiró está muerto ahora en nosotros o ha sido en nosotros rectificado. Todo lo que ellos atacan o acarician sigue igualmente de pié, cerrado o fluyendo. Los hechos que ellos comentan son nada más que un pretexto para destacar nuestra alma frente a la entraña burguesa.»