Desde hace décadas en Santa Cruz se
viven, bajo matices económicos distintos, situaciones similares de
ajuste, lucha y represión. Muchos aún rememoran la malaria vivida tras
el decreto del año 92 cuando, el entonces gobernador menemista Néstor
Kirchner, rebajó los sueldos un 15%. Otros tantos, el largo y duro
conflicto social del 2007, del cual se cumplen diez años y del cual
ofrecemos un relato como complemento a una segunda parte de este breve
artículo, en la que tratamos la situación actual. Haciendo hincapié en
aquello que respecta a la lucha social y el rol de los agentes del orden
social, transcribimos para los lectores de La Oveja Negra las palabras de un compañero.
Iniciamos entonces nuestro texto en
sentido cronológico, partiendo desde el año 2007, que comenzó con una
serie de paros escalonados por reivindicaciones laborales, asumido por
la Mesa de Unidad Sindical (MUS), conformada por sindicatos del sector
público, con gran acatamiento y movilizaciones masivas, superando las
diez mil personas en la calle.
El Gobierno Provincial, capitaneado hace
diecisiete años por el Frente Para la Victoria, no tardó en organizar a
los elementos más obedientes de los esclavos asalariados para hacer de
fuerza de choque. La lucha de los trabajadores estaba cada vez más
volcada en las calles y en las asambleas, y paralelamente el contexto se
endurecía, con grandes descuentos a los huelguistas y la militarización
de la ciudad. El 9 de mayo, infantería reprimió a balazo limpio una manifestación de trabajadores municipales,
dejando en esa ocasión quince compañeros heridos con balas de goma, y
uno de ellos con un plomo en el pie que le causó una amputación de tres
dedos. «Se auto hieren para dar lástima», dijo un funcionario. La bronca
colmó a los compañeros que marcharon de a miles por las calles de Río
Gallegos y Caleta Olivia, y realizaron cortes de ruta y piquetes en el
interior de Santa Cruz.
Rápidamente, la MUS canalizó la lucha y la
organización que emergía desde los acuerdos de base, llamando a
elecciones provinciales. Así, este gobierno que perdía la “legitimidad”
de sostener el reino de la mercancía, debía ser cambiado por uno mejor,
más democrático y efectivo. El gobernador Carlos Sancho renunció tras la
represión. Esta sencilla rotación de mandos fue
vendida como triunfo por los curas, patrones y sindicalistas de la
provincia. Esa fue la manera de ir pergeñando la derrota que se venía.
Los asalariados en Santa Cruz, eran un cuerpo gigante, pero sin huesos.
En junio, las expresiones del
antagonismo social a nivel local comenzaron a lidiar con una agudización
del ambiente represivo, que coincidía con la aprobación de la Ley
Antiterrorista. La Ley supuso una amenaza para los luchadores sociales
en 2007 y los años posteriores. En agosto, durante una movilización
fueron atropellados más de veinte trabajadores, quienes quedaron
gravemente heridos. Esta se realizaba paralelamente a un acto partidario
encabezado por Néstor y Cristina Kirchner. El asesino al volante no era
más que un ex Ministro de Gobierno del FPV, Daniel Varizat (ver
La Oveja
Negra nro.30:
2007: Atropello a trabajadores en Río Gallegos).
La confianza —mezclada con obediencia— en
el Estado, la Iglesia y el Gobierno como garantes de la paz social, y en
la Policía y la Gendarmería como gente «que también sufre como
nosotros», dio a los trabajadores más de un trago amargo. Esto,
que parece una inocentada de sindicalistas, partidos de izquierda y
partidos patronales coaligados, no es más que su función social
objetiva: hundir la lucha y llevar su reformismo a niveles insultantes.
Santa cruz en la actualidad
Desde 2015, a causa de la bancarrota
económica en la que se encuentra la Provincia, las condiciones laborales
generales se rebajan hasta el límite, pasando por demoras o falta en el
pago de sueldos, y frente a esto, el gobierno hace propuestas de pago
en cuotas y aumentos escalonados que no superan el 15%, variando según
el sector. Esta situación se arrastra hasta hoy.
El sistema de salud se deterioró a un
nivel crítico, suspendiendo servicios por falta de profesionales e
insumos básicos (gasas, jeringas, suturas, etc.), así como por problemas
con la obra social de los trabajadores estatales, la “Caja de Servicios
Sociales”, intervenida hace 27 años por emergencia e irregularidades.
Los trabajadores nuevamente son empujados a las calles por las
condiciones de vida, en un largo y extenso proceso de lucha que parece
tener su eco en lo sucedido años atrás.
A continuación, se transcriben las
palabras de un compañero en lucha del sector docente, quien nos da una
breve apreciación del contexto:
«Con respecto a las luchas del años
pasado y este, se puede decir que el conflicto se ha agravado. Con
respecto a la organización de los trabajadores, estos solamente se
organizan a través de sus sindicatos. Se pueden ver pequeños grupos
trotskistas que intentan adueñarse del poder, pero no son elementos
revolucionarios para nada, solamente quieren llegar a sus fines. Es
más, podés ver cómo negocian con las camarillas dirigentes de estos
sindicatos, a pesar de que en el discurso digan que no, que está todo
mal, que los otros son de la patronal y todo, uno puede ver cómo hacen
acuerdos, que tiran para el mismo lado y limitan el accionar de los
trabajadores.
Fundamentalmente, el sindicato lo único
que hace es limitar el accionar de los trabajadores, siempre trata de
poner un freno. La lucha no la orienta en un sentido de lucha de clases,
el único fin de la lucha es la de recomposición salarial sin
cuestionar, sin pensar una crítica al capitalismo, al trabajo
asalariado, está vacía de contenido. Es solamente pelear por el valor de
nuestra fuerza de trabajo, y nada más. Y ni siquiera eso, porque es un
chamuyo, porque ni siquiera lo pelean realmente, ellos arreglan y
después te dan lo que quieren. (…) El problema mayor es que fomentan ese
espíritu ciudadanista que cree que con la democracia se puede hacer
todo, se va a lograr todo, que haciendo marchas vamos a conseguir algo, o
presentando notas o haciendo denuncias, ese espíritu está en la gente
(…)».
En los últimos meses hemos tomado
conocimiento en distintas ocasiones de la grave situación económica y el
posterior plan de austeridad que se vive en esta provincia del sur de
Argentina. Los medios lo presentan como el corolario de la «corrupción
K», como un «pedazo de Venezuela en Argentina». De acuerdo a la actual
versión presidencial, eso es lo que le iba a pasar al país si el
anterior modelo continuaba al mando del Estado Argentino. Las
interpretaciones discursivas no nos preocupan, en esto, como en todo lo
trascendental, importan los hechos, y la mierda de vida precaria que
enfrentamos a diario nos sirve para darnos por entendidos en lo que
diferencia a un político burgués de otro: nada.
La disputa sobre los errores y aciertos
que se producen en el manejo de la maquinaria capitalista, cómo debe
organizarse y administrarse la producción que devasta la tierra, los
ríos y los animales tampoco va a entretenernos. Sabemos que esas
prácticas y discusiones baratas nunca atacan la raíz de las cosas.
Apenas arañan penosamente la superficie del problema ofreciendo
soluciones aún más humillantes que sus emisores.
En el campo de la lucha y de la memoria,
como en todos los aspectos de la lucha entre explotados y explotadores,
es preciso defender la revolución social como objetivo, estimular la
fuerza revolucionaria para avanzar en un sentido de ruptura colectiva
con el ciudadanismo. Romper el aislamiento. Aprender de las derrotas y
errores.
Partamos de una premisa sencilla: quiénes
son ahora y en todo tiempo los amigos y los enemigos de la emancipación
de la clase proletaria, una vez más, no por lo que dicen, sino por la
función social que cumplen. Actuemos en consecuencia y habremos dado un
gran paso.