Los compañeros del blog Panopticon nos comparten una nueva traducción de La Oveja Negra:
Dekonstruktion?
https://panopticon.noblogs.org/post/2023/02/16/argentinien-oveja-negra-dekonstruktion
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Traducción de: ¿Deconstrucción? (nro.62)
* una versión ampliada de este artículo puede encontrarse, con el mismo título, en Cuadernos de Negación nro. 15: Notas sobre sexo y género (también disponible en versión digital)
Más traducciones al alemán:
https://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2022/03/traducciones-ubersetzungen.html
viernes, 17 de febrero de 2023
Dekonstruktion?
Dem grossartigen argentinischen volk, zum wohl?
Los compañeros del blog Panopticon nos comparten una nueva traducción de La Oveja Negra:
Dem grossartigen argentinischen volk, zum wohl?
https://panopticon.noblogs.org/post/2023/02/16/argentinien-oveja-negra-dem-grossartigen-argentinischen-volk-zum-wohl
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Traducción de: ¿Al gran pueblo argentino, salud? (nro.86)
Más traducciones al alemán:
https://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2022/03/traducciones-ubersetzungen.html
martes, 14 de febrero de 2023
«TODXS SOMOS JIMI»
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Todas las semanas mueren en Rosario personas a manos de la violencia mafiosa: tiratiros, balaceras, balas perdidas y ajustes de cuenta. Cada día escuchamos las detonaciones o nos lo cuenta alguien cercano, sino basta con abrir los diarios locales, prender la radio o la televisión para enterarnos sobre nuevas muertes y heridos de bala. ¡Hasta eso íbamos normalizando! Pero este caso es un salto en la gravedad de los asesinatos a los que nos habituamos desde hace ya más de diez años en la ciudad. Jimi no tenía absolutamente nada que ver con las tramas mafiosas que se disputan los territorios, tribunas y venta de drogas, ni siquiera simpatizaba por el fútbol. Ni siquiera fue víctima de un tiroteo a una casa, negocio o institución y se cruzó una bala que no iba dirigida a él. Los cuales son hechos gravísimos pero corrientes. A Jimi lo mataron solo para dejar un mensaje, antes de volver a su casa, un mensaje mafioso a algún rival, pero dejando implícitamente otro mensaje mafioso a toda la población: parece no importar la vida de casi nadie.
Lo primero que salió a decir públicamente un fiscal fue que se trataba de un problema entre barrabravas, ya que el cuerpo fue dejado en la puerta del estadio de Newell’s. Si se asume que “se matan entre ellos” el hecho es socialmente aceptable y parece menos grave. Pero no, nos están matando, los empresarios de la legalidad y la ilegalidad, sus soldaditos. Quienes por unos pesos tirotean, matan, golpean y también mueren, todo bajo el amparo del Estado, sus fuerzas de seguridad y sus funcionarios que por complicidad de negocios o por omisión también tienen las manos manchadas de sangre. Ese mismo aparato estatal que ni siquiera fue capaz de notificar a la familia de Jimi acerca de su muerte. Por eso puede ser que ninguno sale a dar la cara, o la darán cuando el caso sea lo suficientemente mediático o utilizable políticamente, porque para eso están. Quizás cuando la escalada de violencia crezca y estén en peligro sus hijos en sus barrios privados, o empiecen a secuestrar y matar policías, políticos y periodistas.
Mientras tanto matan a los nuestros. El día 1 de febrero después de pasar un día con amigos y ensayar con su banda punk asesinaron a Lorenzo Altamirano (Jimi) de 28 años quien, entre otras cosas, tocaba el bajo y era malabarista. El hecho sucedió cerca de la medianoche, cuando lo cargaron violentamente en un auto, y lo remataron en una de las puertas de la cancha de Newell’s.
En este contexto de tristeza y rabia el domingo 5 hubo una manifestación convocada por sus cercanos, amigos, familiares. El cierre del volante difundido decía: «Jimi era un pibe como vos y como yo, malabarista y músico, que solo volvía a su casa después de compartir una tarde con amigos. No sea indiferente, no espere a que le pase a uno de los suyos. Justicia x Jimi». Así fue que varias personas nos concentramos en 27 de febrero y Oroño, esquina donde él hacía malabares para ganar unos pesos y donde lo despidieron sus amistades por última vez. Al aproximarnos al punto de encuentro se veía gente con remeras de bandas, muchos punkis que en otro contexto nos cruzamos en recitales, varios niños y también gente mayor, todos con la angustia impregnada en las caras y los cuerpos. Luego de algunas breves palabras de quienes podían emitir un mensaje sin quebrarse, con volantes, pintura, ruido, pancartas y banderas arrancó una marcha por Oroño hacia Pellegrini, donde se encuentran los Tribunales. Allí se cortó el tránsito en la rotonda y se decidió ir hacia el estadio de Newell’s, a la puerta donde fue encontrado el cuerpo de Jimi. En ese lugar, después de un rato de concentración, aparecieron policías motorizados a toda velocidad, y otros con armas en mano para proteger unas paredes y dar otro mensaje mafioso: que ellos y solo ellos son el monopolio de violencia, que comparten por unos millones de pesos con quien pueda pagar una porción de dicho monopolio. Esa policía que, al igual que un ministerio, no significa seguridad, y que por más que cambie su jefe o el ministro una y otra vez, incluso si “hiciera bien su trabajo” no está para protegernos a nosotros sino a la propiedad y al buen funcionamiento de las instituciones. No debemos olvidar que el Estado está constituido a fin de cuentas por una “banda de hombres armados” en defensa de la propiedad, el intercambio y el trabajo asalariado.
Así como para los asesinos no valió nada la vida de Jimi, tampoco la valió para las autoridades estatales que salieron a decir que era una más del montón de muertes de personas relacionadas al narcotráfico en Rosario, presentando de alguna manera este caso como algo normal y preocupándose en primera instancia por garantizar que se juegue con público el partido del viernes 3 en dicho estadio, cosa que sucedió para la tranquilidad de la ciudadanía que mira para otro lado.
Ante toda esta tristeza y malestar es necesario dar importancia a las instancias de encuentros genuinos donde nos podemos reconocer en el otro y canalizar el miedo y el hartazgo en la complicidad de los que estamos podridos de esta vida de mierda y somos cada día más víctimas de esta sociedad violenta.
«Por más que callen, por más vueltas que dé el mundo, por más que nieguen los acontecimientos, por más represión que el Estado instaure; por más que se laven la cara con la democracia burguesa; (…) por más pactos que desarrollen con los controladores de clase; por más guerras y represión que impongan; por más que intenten negar la historia y la memoria de nuestra clase. Más alto diremos: asesinos de pueblos, miseria de hambre y libertad, negociadores de vidas ajenas, más alto que nunca, en grito o en silencio, recordaremos vuestros asesinatos de gentes, vidas, pueblos y naturaleza. De labio en labio, paso a paso, poco a poco.» (Salvador Puig Antich)
EL NEGOCIO DE MATAR
La sociedad capitalista y su consecuente “guerra de todos contra todos”, crea un terreno propicio para las mafias. Lo que las frena del exterminio mutuo es saber que la convivencia asegura su supervivencia. Han aprendido a negociar y a tolerarse, aún si están legalmente proscritas. En medio nos encontramos el resto de la población, a su merced, encerrados en las fronteras de su explotación, extorsiones e imposiciones.
Aunque el término mafia se refería inicialmente a un tipo de crimen organizado extendido desde su origen en Italia, hoy llamamos mafia a cualquier grupo de crimen organizado con similares características, independientemente de su origen o lugar de acción. Incluso podemos ampliar su uso, notando sus similitudes con instituciones y grupos respetados, que son quienes llaman mafia a los demás criminales.
El Estado es una mafia, y como en toda mafia la protección es tan sólo un pretexto. Su verdadera utilidad consiste en la consolidación de la administración de la vida social en el sentido más favorable para la explotación, se trate de “recursos humanos” o “recursos naturales”. Sus fuerzas de seguridad, esa “banda de hombres armados” al servicio de la burguesía nos cuida de lo que sus jefes sostienen: la organización de la escasez fruto de la propiedad privada y luego “nos cuida” de los mismos problemas que genera. Como en el caso de las extorsiones del crimen organizado no-estatal, nos “protegen” de una inseguridad que ellos mismos generan.
Los capitalistas conforman una mafia no simplemente porque algunos empresarios o algunos capitalistas sean mafiosos, sino porque son estructuras mafiosas, que exceden la supuesta voluntad de funcionarios y explotadores “honestos”… Si es que puede llamarse honestidad a la omisión y el mirar para otro lado en medio de una institución estatal o de explotación.
Empresas legales e ilegales conforman la sociedad capitalista. Son además mutuamente dependientes, bajo el amparo del Estado. Porque no se trata de un Estado ausente sino de un Estado cómplice. Esto no es simplemente el resultado de años de dejar crecer el crimen organizado mirando para otro lado, sino de la participación en la ganancia. Por eso se pueden cambiar figuritas, echar a tal o cual ministro o funcionario y la estructura sigue intacta.
Matar no es un negocio en sí mismo, matar es consecuencia de los negocios, o su presupuesto. La producción capitalista produce y administra la muerte, tanto en su faceta legal como ilegal desprecia la vida en pos de la ganancia.
Los asesinatos del narco se llevan a cabo por dinero, como cuando un empresario legal asesina por desprecio u omisión. No son fenómenos psicoindividuales ni hechos extraordinarios.
No se trata de excepciones o excesos de la sociedad capitalista, sino de la regla. No hay sociedad capitalista sin todas estas mafias. Por todo esto no se trata de una cuestión de principios sino de imposibilidad, no se puede terminar con las mafias y sus supuestos excesos sin terminar con el Estado y el Capital. ¡Si no cambia todo no cambia nada!
* Para ampliar recomendamos el libro Plomo y humo. El negocio del Capital que publicamos con Lazo Ediciones a fines del año pasado. Disponible también en su versión libre y gratuita en nuestro sitio web. Al igual que el audio de su presentación en la biblio y el especial nro. 63 de Temperamento Radio.
SOBRE LA JUSTICIA
Respecto del caso Fernando Báez Sosa como el de Lucio Dupuy una gran franja de la sociedad argentina supone que penas más duras es igual a más justicia. Parece no haber discriminación por género, el mismo odio para una pareja de lesbianas que para ocho “hijos sanos del patriarcado”. En Argentina lo máximo es “perpetua” (35 años de cárcel), pero mucha gente quiere más… ¿será la pena de muerte?
Hay un odio generalizado y una impotencia que las instituciones del Estado parecen no poder canalizar. ¿Es sólo discurso? ¿O hay una incipiente intención de acción por fuera de las instituciones para ser aún más sanguinario que lo que propone actualmente el propio Estado?
La denominada opinión pública, apurada y “participativa”, juzga y opina rápidamente sin tiempo para pensar.
El inmediatismo punitivista produce la culpabilización de individuos, le es imposible “condenar” una relación social, porque para el individuo hay todo un entramado listo para juzgarlo, mientras que para la relación social no basta con aplicar dispositivos legales, ni hay satisfacción inmediata. Sin embargo, para mantener esa perspectiva conformista es preciso hacer abstracción de los agravios constitutivos de nuestra sociedad, desde el trabajo asalariado a la religión, de la represión al urbanismo.
Por otra parte, cuando se pide justicia y se habla de condenas, y no solamente en lo relativo a brutales asesinatos, se pide al Estado y su Poder Judicial que resuelva una cuestión emocional para el cual no fue creado y que es incapaz de satisfacer.
La muerte es convertida en show. Y como en todo show, hay gustos variados e intérpretes para todos ellos. Incluso hay rivalidades discursivas para entretenerse y que las cuestiones de fondo continúen intactas. Mientras tanto, la muerte no acaba, sucede todos los días, tanto en un asalto a mano armada, donde el asaltante valora tan poco su vida que no distingue entre la vida y una cartera, como en un “accidente” laboral donde el patrón prefiere sacar mayores ganancias relegando la seguridad de sus empleados. Sus manifestaciones son muchas: accidentes de tránsito, una explosión por negligencia, sobredosis de drogas, desnutrición, envenenamiento por agrotóxicos, gatillo fácil e innumerables otras. La realidad es que, si bien nos venden todas estas muertes como casos aislados, proceden de lo mismo, del dinero por sobre la vida, de un sistema en el cual la vida no es más que mercancía, cuantificable, clasificable y prescindible, como cualquier otra mercancía de cualquier góndola del planeta.
Las leyes del Estado condenan al individuo y no a la sociedad de la que forman parte. No podrían proceder de otra manera pues significaría condenarse a sí mismas. Así se encarcela o castiga a una persona para no transformar la sociedad que nos determina a ser lo que somos. Lamentablemente el ciudadano supone lo mismo, que toda responsabilidad es individual y así se evita la responsabilidad social, pensarnos como una sociedad, y una sociedad que hay que transformar.
El Estado conceptualiza la violencia de tal modo que le permite presentarse como externo al problema y, por tanto, como una potencial fuerza para el bien, en lugar de uno que está implicado en su producción. Sus leyes sobre la violencia tampoco han acabado con el problema ni están en miras de hacerlo, su intención es regular, del mismo modo que regulan los robos, los homicidios o la contaminación. El hecho de que el Estado regule el delito, pone a sus diversos agentes en un lugar privilegiado para formar parte del mismo.
Hace algunos años, a partir de las manifestaciones, coordinaciones y protestas en torno a Santiago Maldonado primero y tras el asesinato de Rafael Nahuel, pudimos expresar algunas reflexiones que fuimos conversando colectivamente:
No es fácil emprender una lucha donde no se pide Justicia al Estado. El lenguaje político quiere hacer creer que si no hay diálogo con el Estado no hay nada, que fuera de las lógicas estatales no hay nada. Pero hay y mucho, y no solo mucho sino rico y diverso. Nos embroncamos, sufrimos y reímos juntos y no aislados, fuera del espacio privado donde está legitimado mostrar los sentimientos, irrumpimos en la normalidad de las ciudades, nos organizamos fuera (y si es posible contra) partidos y sindicatos. En esa misma práctica proponemos una manera diferente a la establecida de llevar adelante una lucha.
Podía parecer raro convocar movilizaciones, jornadas y escraches, donde nos cuidábamos entre todas las personas presentes, coordinando en situaciones de urgencia, sin siglas, sin aparatos detrás, sin venderle nada a nadie. En fin, organizándonos de forma diferente porque buscamos algo diferente. No tendría sentido un cambio en los modos organizativos para tener la misma finalidad que una organización política, sindicalista o de derechos humanos.
Se nos dirá que es gracias a la lucha que avanzan las investigaciones, que algunos milicos asesinos se encuentran en prisión, sean los asesinos de Santiago o de Rafael. Y estamos totalmente de acuerdo, pero si los meten en cana no es precisamente para que la lucha siga y sea cada vez más potente, sino, por el contrario, para que la lucha cese. La razón por la que algunos obedientes asesinos van presos, esos soldaditos reemplazables que no son individualmente esenciales para el buen funcionamiento del Capital, es para que no vayan presos los administradores y gestores de la muerte y la miseria. Mejor dicho, para que nosotros no vayamos directamente contra ellos.
Es cierto que criticar la Justicia burguesa en un país como Argentina es difícil, porque puede ser leído como una justificación de los “antiderechos” que en general antes son anti-muchas otras cosas. También puede entenderse como una exculpación de los responsables materiales de un asesinato. Sin embargo, su crítica es necesaria porque el reclamo de leyes y derechos suele ser no sólo fruto de la desesperación ante un atropello, sino también contribuir al mantenimiento del orden. Un orden democrático y capitalista que garantiza que estas brutalidades van a seguir existiendo.
Evidentemente, no es la misma situación cuando civiles “comunes” cometen una atrocidad y los casos se vuelven mediáticos, que los asesinatos de personas inocentes a manos de las fuerzas policiales o las bandas narco. En el primer caso, los responsables se convierten más fácilmente en el chivo expiatorio de una parte importante de la sociedad que condena la violencia a la vez que la reproduce por otros medios. Su crítica al Estado que mencionábamos al comienzo, exigiendo mayores castigos, no hace más que reforzar el ejercicio de la violencia más explícita, incitando incluso a la venganza por mano propia, o en todo caso a manos de quienes ya están tras las rejas. Por otro lado, en el caso del narco y de las fuerzas policiales, más allá de la simple idea de “mano dura” para combatir al crimen que siempre está presente cuando se trata de los primeros, la complejidad es más evidente, no se trata de un problema entre ciudadanos, sino de personas sometidas a la violencia de organizaciones criminales o el propio Estado. La idea de justicia se aproxima más a la denuncia de la violencia, incluso se busca comprender su función social, pero en tanto demanda al Estado termina por limitarse a una regulación de la misma. Por eso insistimos en la necesidad de ir más allá del Estado, contra su propia lógica de la violencia, y no limitarnos a los excesos de esta sociedad brutal y asesina.
PATRIARCADO, TRABAJO DOMÉSTICO Y GÉNERO
Comenzamos en 2007, dando impulso al boletín La Oveja Negra (2012) y la editorial Lazo Ediciones (2013). Conformando así la propuesta editorial de la biblioteca que venimos sosteniendo desde hace varios años.
Si bien damos importancia a la circulación impresa, también ponemos a disposición todos los números de la revista en su versión digital de descarga gratuita, al igual que del resto de nuestras publicaciones. A su vez, hace algunos años armamos una biblioteca virtual donde compartimos los libros y artículos citados en cada número de la revista, así como otros relacionados que nos parece importante tener en cuenta.
Los últimos tres números de la revista están dedicados a la división sexual en el capitalismo, su vinculación con la división de clase y la superación revolucionaria de ambas. A partir de las luchas masivas por todo el planeta y aportes teóricos de diferentes corrientes abordamos la cuestión del patriarcado, el trabajo doméstico e indagamos en las nociones de sexo y género, profundizando respecto de las formas en que el Capital articula e interviene sobre las diferencias. A su vez, presentamos algunas críticas acerca de los enfoques dominantes sobre estos temas para aportar a las luchas en curso.
En el próximo número que venimos preparando trataremos la cuestión del aborto y la población en la sociedad capitalista. A partir de los procesos de lucha de los últimos años en torno al aborto, fuimos indagando en su relación con el control de la natalidad, el creciente cuestionamiento de la división sexual y en la población como principal fuerza productiva.