Existe cierta lógica entre los sectores combativos del proletariado de que con violencia contra los representantes del Estado y una buena cuota de autonomía tenemos por resultado un movimiento revolucionario. Sin embargo, lo necesario no es suficiente. La normalidad capitalista puede ser mantenida tanto con partidos autoritarios, como con asambleas constituyentes, referéndums, e incluso con manifestaciones que pueden emplear la violencia.
La ruptura revolucionaria se trata de otra cosa, donde la organización, la coordinación y la acción misma son parte inseparable del contenido social, de la crítica a esta sociedad. Aunque el Capital nos imponga sus condiciones de cosificación, separación, legalidad y jerarquía, esto no significa que tengamos que reproducirlas, sino todo lo contrario.
De hecho, si observamos con atención, en las revueltas actuales no hay una perspectiva de gestionar el objeto de las protestas. En Chile, por ejemplo, el movimiento no se planteó la nacionalización y gestión obrera del transporte, simplemente evadieron pagarlo e incluso lo destruyeron. Por supuesto que años y años de ideología ciudadanista impuesta por todo tipo de instituciónes y herramientas estatales (escuelas, urbanismo, horarios, créditos y deudas, consumo, iglesias, monogamia, propiedad privada y un sinfín de otras más invisibles) han servido para que la propuesta de una Asamblea Constituyente, carta que intenta jugar el reformismo para calmar la agitación en Chile en estos días, no parezca impuesta por los que quieren ser los próximos en dirigir a los pacos. Es una idea que ya está dando vueltas hace años, y por eso en algunas asambleas barriales se plantea como solución. El problema no es solo que sigamos escuchando al reformismo, que es tan solo la continuación de la represión por otros medios, porque plantea que los cambios se hacen simplemente con manifestaciones, peticiones y legislaciones. O que nos comamos el cuento de que existe un solo y mismo proyecto, que tanto proletariado como burguesía deberíamos luchar por lo mismo, gestionándolo de diferentes maneras. Sino que lo más terrible es que estamos en una fase del capitalismo que incluso si quisiera concedernos algunos cambios para mejorar en lo inmediato algunas condiciones de nuestras vidas, como hizo cuando rebajó las extenuantes jornadas laborales que amenazaban directamente con liquidar la fuerza de trabajo, no podría hacerlo. Las condiciones de vida de nuestra clase empeoran cada vez más y el capitalismo, por sus propias contradicciones internas, no puede mejorarlas. Quienes piensan que una asamblea constituyente, o cualquier otro decreto, va a significar una mejor vida para nuestros hijos están completamente equivocados. La única manera de que el capitalismo no nos arrastre hacia un desastre mayor es terminando con él y su Estado.
Sin embargo, en las barricadas y asambleas, a pesar de la ideología democrática dominante, de ninguna manera se puso en práctica una perspectiva tan mezquina como: "hacer lo que el gobierno debería hacer y no hace." Por otra parte, ¿qué debería hacer el gobierno? No es nuestra tarea llevar a cabo lo que el gobierno hace o promete sino todo lo contrario. El gobierno, acá o en cualquier país, hace lo que es necesario para bien de la economía y para eso está. Claro que necesitamos alimentarnos, conocer, aprender, vivir una existencia saludable, amarnos, cuidarnos, comunicarnos, jugar. Pero esas necesidades significan lo contrario a gestionar escuelas, hospitales, cárceles, estadios, parques y plazas, mercados, monopolios mediáticos, etc... Ya que todas estas instituciones y lugares solo satisfacen necesidades de una vida mercantilizada.
Los métodos expuestos como indiscutibles son las armas de la burguesía que nos destruyen día a día. Su comida no alimenta, así como sus medios de comunicación nos incomunican, su noción de “salud” nos enferma y nos mata, las escuelas nos embrutecen y su libertad nos esclaviza.
Parece ser que estamos ante una nueva oleada mundial de revueltas proletarias. Algunas características ya se vienen repitiendo desde hace décadas: los centros laborales no son el espacio central donde transcurren las luchas masivas, ni son el detonante de las mismas. Esto no significa que las personas asalariadas no participen, sino que el proletariado en su conjunto (sin distinción de sexo, edad o si están empleados o no) se lanzan a luchar contra aspectos que afectan a la reproducción social en su conjunto: el precio del transporte, la represión, la salud, el acceso al agua, a la tierra, la vivienda. Porque la mercantilización de la vida no tiene fronteras, y la respuesta a la misma no se limita a la explotación en el trabajo. Por ello, el encuentro en las calles y las plazas, la interrupción de la circulación de mercancías, los saqueos e incluso la destrucción de las mercancías saqueadas. Así también, es difícil encontrar reclamos concretos a los gobernantes, lo que significa una fortaleza ya que es muy difícil cooptar movimientos sociales que no reclaman nada en el lenguaje de los gobernantes.
Esta conflictividad social, además, tiende a sincronizarse porque las medidas de austeridad en épocas de crisis son globales. Porque el aumento de la explotación y el empeoramiento de las condiciones de vida no es un problema nacional o de políticas neoliberales. Ni los burgueses eligen este escenario ni los proletarios en lucha elegimos el nuestro. Las fuerzas ciegas de la economía nos han traído hasta acá. Ahora es importante saber qué hacemos, no de cara al futuro ¡sino lo que ya estamos haciendo!
Pese a la represión y las diferentes distracciones, como clase, buscamos evadir, paralizar la economía, transgredir la normalidad. Veamos el ejemplo en Santiago de Chile, se evade pagar el metro para cumplir con las obligaciones que el mismo Capital no nos permite cumplir, como pueden ser ir a trabajar o estudiar. En esa contradicción estalla la revuelta. En la sociedad capitalista la reproducción de la vida es inseparable de la reproducción del Capital, nos reproducirnos necesariamente como seres mercantilizados. Sin embargo, nuestra existencia se opone al Capital, porque a mayor ganancia del capitalista mayor es nuestro padecimiento, un alza en el boleto es una reducción de los salarios, el tiempo de transporte es tiempo directamente ligado al trabajo. Y la revuelta estalla se comprenda o no. Por eso se puede comenzar evadiendo pagar un pasaje y terminar enfrentado a los carabineros, porque necesariamente nuestras vidas y las necesidades del Capital se encuentran en completo antagonismo «¡Hasta que valga la pena vivir!» gritan los rebeldes al otro lado de la Cordillera.
Es un secreto a voces que la ganancia capitalista depende cada vez más de mecanismos financieros, aplicados no solo al desarrollo de la producción concreta de cosas y su comercialización, sino directamente al saqueo del proletariado mediante mecanismos de deuda e inflacionarios, orquestados entre empresas, Estados y bancos. También es otro secreto a voces que todos los gobernantes son títeres de diferentes intereses comerciales. Esto nos empuja a una respuesta cada vez más total y cada vez menos esperanzada en las reformas. Sin duda el camino aún es largo, pero vamos “tomando conciencia” porque las circunstancias apremian y no gracias a la influencia de quienes se atribuyen traernos esa conciencia desde afuera. Para eso es importante tener en cuenta lo que el proletariado en lucha hace, pero también qué no hace en relación a ciclos de lucha del pasado.
«Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.
(...) Lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calles de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.» (Proletarios Internacionalistas, Revuelta internacional contra el capitalismo mundial. Noviembre 2019)
La ruptura revolucionaria se trata de otra cosa, donde la organización, la coordinación y la acción misma son parte inseparable del contenido social, de la crítica a esta sociedad. Aunque el Capital nos imponga sus condiciones de cosificación, separación, legalidad y jerarquía, esto no significa que tengamos que reproducirlas, sino todo lo contrario.
De hecho, si observamos con atención, en las revueltas actuales no hay una perspectiva de gestionar el objeto de las protestas. En Chile, por ejemplo, el movimiento no se planteó la nacionalización y gestión obrera del transporte, simplemente evadieron pagarlo e incluso lo destruyeron. Por supuesto que años y años de ideología ciudadanista impuesta por todo tipo de instituciónes y herramientas estatales (escuelas, urbanismo, horarios, créditos y deudas, consumo, iglesias, monogamia, propiedad privada y un sinfín de otras más invisibles) han servido para que la propuesta de una Asamblea Constituyente, carta que intenta jugar el reformismo para calmar la agitación en Chile en estos días, no parezca impuesta por los que quieren ser los próximos en dirigir a los pacos. Es una idea que ya está dando vueltas hace años, y por eso en algunas asambleas barriales se plantea como solución. El problema no es solo que sigamos escuchando al reformismo, que es tan solo la continuación de la represión por otros medios, porque plantea que los cambios se hacen simplemente con manifestaciones, peticiones y legislaciones. O que nos comamos el cuento de que existe un solo y mismo proyecto, que tanto proletariado como burguesía deberíamos luchar por lo mismo, gestionándolo de diferentes maneras. Sino que lo más terrible es que estamos en una fase del capitalismo que incluso si quisiera concedernos algunos cambios para mejorar en lo inmediato algunas condiciones de nuestras vidas, como hizo cuando rebajó las extenuantes jornadas laborales que amenazaban directamente con liquidar la fuerza de trabajo, no podría hacerlo. Las condiciones de vida de nuestra clase empeoran cada vez más y el capitalismo, por sus propias contradicciones internas, no puede mejorarlas. Quienes piensan que una asamblea constituyente, o cualquier otro decreto, va a significar una mejor vida para nuestros hijos están completamente equivocados. La única manera de que el capitalismo no nos arrastre hacia un desastre mayor es terminando con él y su Estado.
Sin embargo, en las barricadas y asambleas, a pesar de la ideología democrática dominante, de ninguna manera se puso en práctica una perspectiva tan mezquina como: "hacer lo que el gobierno debería hacer y no hace." Por otra parte, ¿qué debería hacer el gobierno? No es nuestra tarea llevar a cabo lo que el gobierno hace o promete sino todo lo contrario. El gobierno, acá o en cualquier país, hace lo que es necesario para bien de la economía y para eso está. Claro que necesitamos alimentarnos, conocer, aprender, vivir una existencia saludable, amarnos, cuidarnos, comunicarnos, jugar. Pero esas necesidades significan lo contrario a gestionar escuelas, hospitales, cárceles, estadios, parques y plazas, mercados, monopolios mediáticos, etc... Ya que todas estas instituciones y lugares solo satisfacen necesidades de una vida mercantilizada.
Los métodos expuestos como indiscutibles son las armas de la burguesía que nos destruyen día a día. Su comida no alimenta, así como sus medios de comunicación nos incomunican, su noción de “salud” nos enferma y nos mata, las escuelas nos embrutecen y su libertad nos esclaviza.
Parece ser que estamos ante una nueva oleada mundial de revueltas proletarias. Algunas características ya se vienen repitiendo desde hace décadas: los centros laborales no son el espacio central donde transcurren las luchas masivas, ni son el detonante de las mismas. Esto no significa que las personas asalariadas no participen, sino que el proletariado en su conjunto (sin distinción de sexo, edad o si están empleados o no) se lanzan a luchar contra aspectos que afectan a la reproducción social en su conjunto: el precio del transporte, la represión, la salud, el acceso al agua, a la tierra, la vivienda. Porque la mercantilización de la vida no tiene fronteras, y la respuesta a la misma no se limita a la explotación en el trabajo. Por ello, el encuentro en las calles y las plazas, la interrupción de la circulación de mercancías, los saqueos e incluso la destrucción de las mercancías saqueadas. Así también, es difícil encontrar reclamos concretos a los gobernantes, lo que significa una fortaleza ya que es muy difícil cooptar movimientos sociales que no reclaman nada en el lenguaje de los gobernantes.
Esta conflictividad social, además, tiende a sincronizarse porque las medidas de austeridad en épocas de crisis son globales. Porque el aumento de la explotación y el empeoramiento de las condiciones de vida no es un problema nacional o de políticas neoliberales. Ni los burgueses eligen este escenario ni los proletarios en lucha elegimos el nuestro. Las fuerzas ciegas de la economía nos han traído hasta acá. Ahora es importante saber qué hacemos, no de cara al futuro ¡sino lo que ya estamos haciendo!
Pese a la represión y las diferentes distracciones, como clase, buscamos evadir, paralizar la economía, transgredir la normalidad. Veamos el ejemplo en Santiago de Chile, se evade pagar el metro para cumplir con las obligaciones que el mismo Capital no nos permite cumplir, como pueden ser ir a trabajar o estudiar. En esa contradicción estalla la revuelta. En la sociedad capitalista la reproducción de la vida es inseparable de la reproducción del Capital, nos reproducirnos necesariamente como seres mercantilizados. Sin embargo, nuestra existencia se opone al Capital, porque a mayor ganancia del capitalista mayor es nuestro padecimiento, un alza en el boleto es una reducción de los salarios, el tiempo de transporte es tiempo directamente ligado al trabajo. Y la revuelta estalla se comprenda o no. Por eso se puede comenzar evadiendo pagar un pasaje y terminar enfrentado a los carabineros, porque necesariamente nuestras vidas y las necesidades del Capital se encuentran en completo antagonismo «¡Hasta que valga la pena vivir!» gritan los rebeldes al otro lado de la Cordillera.
Es un secreto a voces que la ganancia capitalista depende cada vez más de mecanismos financieros, aplicados no solo al desarrollo de la producción concreta de cosas y su comercialización, sino directamente al saqueo del proletariado mediante mecanismos de deuda e inflacionarios, orquestados entre empresas, Estados y bancos. También es otro secreto a voces que todos los gobernantes son títeres de diferentes intereses comerciales. Esto nos empuja a una respuesta cada vez más total y cada vez menos esperanzada en las reformas. Sin duda el camino aún es largo, pero vamos “tomando conciencia” porque las circunstancias apremian y no gracias a la influencia de quienes se atribuyen traernos esa conciencia desde afuera. Para eso es importante tener en cuenta lo que el proletariado en lucha hace, pero también qué no hace en relación a ciclos de lucha del pasado.
«Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.
(...) Lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calles de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.» (Proletarios Internacionalistas, Revuelta internacional contra el capitalismo mundial. Noviembre 2019)
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