La profundización de la represión, así como su aceptación social, no es algo de los últimos meses. La desaparición de luchadores y la muerte de jóvenes en manos de la policía tampoco. El gobierno de los Derechos Humanos, con la excusa del narcotráfico y la inseguridad, invadió con su Gendarmería Nacional todos los barrios del país. Donde algunos ven una “grieta”, nosotros solo vemos continuidad.
A principios de agosto de este año se nacionalizó el cerco informativo, con difamación y mentiras permanentes para desprestigiar los reclamos de la comunidad mapuche, que no son solo en torno a la propiedad de la tierra, sino también sobre el modo de vida en la tierra.
En estos años, se acusó a los mapuche de estar vinculados a las FARC, a ETA, a una supuesta invasión inglesa y, últimamente, resuena su vinculación con el anarquismo. En Chile, donde el Estado se despacha sin clemencia contra las comunidades en lucha, esto se ha vuelto recurrente.
Hace siglos que a los revolucionarios y sectores en lucha se los estigmatiza y persigue, bajo distintos motes. Esto sirve para aislar, para neutralizar, para hacer más fácil la persecución, haciendo distinguibles a los sectores combativos ante los ojos del resto de la sociedad, la cual, a través de estas simplificaciones categóricas, va a garantizar por acción u omisión la delación y la vigilancia.
La mentira es esencial en el orden capitalista y sus falsos críticos. Por un lado, se comenzó un operativo nacional de propaganda para difamar la lucha de la comunidad mapuche en el sur argentino. Varios medios masivos de comunicación vienen articulando un discurso reaccionario. TN, Clarín, Crónica, Infobae, La Nación y tantos otros medios regionales insisten en confundir a la comunidad mapuche con la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), a la RAM con los anarquistas, a las herramientas para labrar la tierra con arsenales terroristas...
Pero los discursos por sí solos no sirven de mucho, siempre vienen a acompañar el garrote. Los discursos nauseabundos, malintencionados y llenos de estupidez de los periodistas son el festejo de las irrupciones en la vida de las personas, de las golpizas en las movilizaciones y los allanamientos.
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