domingo, 19 de mayo de 2024

¿QUÉ HUELGA?

DESCARGAR EN PDF
Una huelga es la interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de quienes trabajamos con el fin de reclamar ciertas condiciones o manifestar una protesta hacia un patrón particular o conjunto de patrones. Cuando por decisión de la empresa la actividad se paraliza de modo parcial o total suele hablarse de lockout o paro patronal.

Por estas latitudes las huelgas de los trabajadores suelen ser llamadas paros, quizás por la discontinuidad con aquel método histórico del movimiento obrero revolucionario en relación al desarrollo capitalista. Actualmente la situación es otra, y no es posible restaurar ninguna época anterior. En los últimos años desde los sindicatos los paros han tenido por objeto políticas económicas de los diferentes gobiernos antes que la disputa salarial en sí.

El reclamo más necesario e inmediato hoy es el aumento de salarios, ayudas y jubilaciones. «Unidad de lxs trabajadorxs y al que no le gusta se jode, se jode». Muchos explotados se preguntan dónde están sus representantes. Y pareciera que los representantes políticos y sindicales no aparecen, pero ahí están: negociando nuestro precio, nuestra miseria, preparándose para las próximas elecciones e incluso viviendo del esfuerzo ajeno, porque no olvidemos: muchos de ellos no son simples burócratas sino empresarios.

Una huelga o ser huelguista no es lo mismo ahora que a fines de 1800, cuando compañeros proponían la finalidad revolucionaria: convertir la huelga en huelga insurreccional generalizada capaz de llevar a un punto final la posición decisiva de la burguesía en el conjunto de la vida social, una situación sin retorno. Recordemos que hasta el día de hoy conmemoramos el 1° de mayo por los anarquistas que fueron asesinados legalmente en Estados Unidos por participar en las protestas de lucha por la jornada laboral de ocho horas; que tuvieron su origen, justamente, en la huelga iniciada el 1° de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en lo que conocemos como “Revuelta de Haymarket”.

Hoy tenemos las ocho horas para una parte del proletariado asalariado, muchos trabajan menos horas, tantos otros más de ocho repartidas entre varios trabajos, y millones están desempleados. Los avances tecnológicos y organizativos hicieron que el Capital pueda producir cada vez más en menos horas, y que pueda prescindir de una masa de personas que ya no constituyen un “ejército de reserva” sino una “población sobrante”.

Sin embargo, hay confianza en la burguesía. Al menos en un sector, por parte de la clase explotada. Quienes eligen el mal menor olvidan con rapidez que están eligiendo el mal. De momento, para muchos una huelga general parece la mejor medida para derrotar al gobierno de Milei y “el plan de ajuste del FMI”. Así como servía para tumbar el DNU, la Ley Ómnibus, etc., etc. Solo faltaba que la CGT ponga la fecha del segundo paro general, realizado finalmente el 9 de mayo. Algunos confían en la dirección pasivamente y otros “luchan” contra la burocracia sindical exigiendo a la propia mafia sindical que haga lo suyo: “ponele fecha la puta que te parió”. La ilusión de unas bases que desbordarían sus dirigencias, pero siempre dentro de los anchos bordes institucionales. Recuerda a la tibieza de quejarse de las medidas de Milei pero a la vez exigirle que ejerza de presidente y deje de perder tiempo en redes sociales.

Paro y/o movilización

Vamos a la huelga. Pero, en la situación que estamos, hay que ser conscientes de que las huelgas generales convocadas por las centrales sindicales abarcan a menos de la mitad de las personas que trabajan, ya que el trabajo precarizado y sin contrato abunda, por no hablar de la gran masa de proletarios desempleados. Eso pone en duda que sean “generales”. Se puede suponer que “si para el transporte, para todo”... no es tan así. En nuestra ciudad, debido a los ataques narco, cada dos por tres para el transporte y eso no significa que debamos dejar de ir a trabajar. Queda bajo “responsabilidad de los empleadores”, que muchas veces significa “arreglate como puedas y vení”. Esta es una realidad tanto para los informales, quienes ganan el día a día, así como para el resto de trabajadores no sindicalizados o cuyos sindicatos no paran, como quedó claro desde las cuarentenas de años anteriores (con más de 100 días de paro de transporte en 2020).

Por otra parte, el apoyo al actual gobierno sigue siendo alto. Entre la esperanza y la resignación, millones de trabajadores formales e informales suponen que todo esto es para bien. Entre los descontentos con el actual gobierno, muchos desconfían de las medidas de fuerza por su sola procedencia: una oposición política que ya mostró su forma de gobernar y, si hilamos más fino, cuya principal fortaleza residió en institucionalizar las luchas y movimientos sociales de las últimas décadas.

Cuando a comienzos de año la CGT llamó a un “paro”, se asemejaba más a una movilización que a un paro que tiene por finalidad atacar las ganancias de la burguesía. Si el movimiento obrero hace siglos empleó la huelga es porque desde su lugar de productores el hecho de parar la producción implicaba un trastrocamiento de la normalidad capitalista y principalmente un golpe a las ganancias de la burguesía que tenía que ceder a riesgo de perder más. Este segundo paro no tuvo movilización, eso gustó al gobierno, aunque se quejaron de que la economía perdió 500 millones de dólares... los mismos que dicen que son los empresarios quienes generan la riqueza.

Llegado a cierto nivel de ajuste, los sindicatos se ven forzados a tomar medidas en defensa del salario, ya que de lo contrario su rol quedaría aún más desdibujado. Como señalaba la Internacional Situacionista respecto al rol histórico de cualquier sindicato: «se aplasta contra el suelo y menea la cola para demostrar al amo que ladra solo porque es un perro, pero, con todo, un perro fiel».

La CGT reacciona principalmente como opositor político al gobierno de turno. Esto se hace evidente con solo mirar la caída del salario durante el gobierno anterior sin ningún paro general, haciendo de Fernández el primer presidente no re-electo sin ser confrontado con este tipo de medidas desde 1983. La CGT fue también vanguardia en salir a apoyar abiertamente la candidatura de Sergio Massa.

El reciente paro convocado por la CGT se mantuvo pese a que el gobierno cedió frente al reclamo de los sindicatos por las “cuotas solidarias”, tan importantes para sus recaudaciones. De momento, el gobierno no impedirá estos aportes extraordinarios a los gremios por parte de afiliados y no afiliados, los cuales están incluidos en los convenios y se han ido generalizando desde los años 90 “para compensar la desafiliación”.

La reforma laboral incluida inicialmente en el DNU quedó frenada en la justicia, por lo que el gobierno arremetió con un nuevo proyecto de ley que vuelve a incluir una “modernización laboral”, que si bien está bastante acotada respecto de la anterior, no deja de ser un fuerte ataque a los asalariados. La nueva ley Bases que incluye esta reforma ya fue aprobada en Diputados y espera su votación en el Senado.

Claro que hay que enfrentar las reformas laborales que buscan formalizar las condiciones precarias de los trabajadores informales, extender períodos de prueba, atacar el derecho a huelga y facilitar los despidos, entre otros aspectos. Pero no nos olvidemos que incluso sectores sindicales ven con buenos ojos ciertos aspectos de la reforma laboral, como el modelo ya implementado por la UOCRA de fondos de desempleo en reemplazo de las indemnizaciones, entre muchos otros retrocesos.

Tampoco los principales referentes de la oposición parecen estar muy en desacuerdo con el trabajo sucio que les ahorran: «Resulta ineludible discutir seriamente un plan de actualización laboral que brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales surgidas a la luz de los avances tecnológicos y de una pandemia que trastocó todos y cada uno de los ámbitos de la vida de las personas”, indicó Fernández de Kirchner en un documento de febrero de este año.

Mientras tanto, tal como nos referimos en el número anterior de este boletín, el salario no para de achicarse.

La emancipación de los trabajadores…

Una huelga no es simplemente una protesta, menos un desfile, parte de una campaña electoral o un acto simbólico; es una acción histórica de la clase proletaria para generar pérdidas a los burgueses y desde ahí reclamar. Bajo la modalidad actual, la cuestión de los salarios, ayudas y jubilaciones aparecen como un reclamo más del montón, entre el patriotismo, la soberanía nacional, la cultura, los “derechos conquistados”, etc.

Nos encontramos, manifestamos, pero no es una receta mágica para cambiar el futuro de millones de personas. No se trata de cantidad de gente, banderas, pancartas, panfletos, piedras o intervenciones artísticas, sino de algo más que tampoco es la simple suma de todo aquello.

Si no tenemos una propuesta de clase, tan solo queda ser furgón de cola de quienes sí tienen propuesta, los que llaman a “poner el cuerpo” y no debatir. Así se puede obedecer y marchar o salirse y tirar piedras, pero de fondo no hay mucho más que la defensa de la patria (y por tanto de amplios sectores de la burguesía) y/o de la democracia (que busca armonizar la relación entre explotadores y explotados). En fin, esperar que venga un “buen gobierno” para que nos salve.

Si continuamos el mismo camino de esperar-votar-protestar-votar porque creemos que ya está todo decidido, vamos a acabar siempre en el mismo lugar. Y así, las marchas, los paros, los carteles, las pintadas, los panfletos o las piedras no sirven para un objetivo propio sino ajeno. Es cierto que de momento no parecen dar las fuerzas ni la inteligencia, sin embargo, ¿cuándo vamos a empezar? ¿Cómo comenzar a construir un mundo nuevo mientras se confía en el viejo?

«La emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos» decían los estatutos de la antigua Asociación Internacional de Trabajadores, aquella de la época de Marx y Bakunin. Claro que los tiempos han cambiando, y mucho, sin embargo algunas premisas siguen vigentes. Seguramente no la de una huelga general insurreccional que abra las puertas a una nueva sociedad. Los compañeros del pasado, los bakuninistas por ejemplo, tan solo estaban ensayando experiencias de acuerdo a su situación, pero con una finalidad: la emancipación total. Marx señalaba que si los esfuerzos dirigidos a esta gran finalidad han fracasado fue por falta de solidaridad entre proletarios de diferentes ramas del trabajo en cada país, e incluso entre países. Por limitarse a una “guerra de guerrillas” contra los efectos del sistema existente en vez de esforzarse, al mismo tiempo, por cambiarlo; es decir, por la abolición definitiva del sistema del trabajo asalariado.

Nuestras respuestas generalmente no están en el pasado. Incluso cabe hacer nuevas preguntas, si es que hay una intención de ir al fondo de nuestros problemas y no entretenernos con los fenómenos superficiales del capitalismo, con los debates políticos, y los dichos de tal o cual famoso.

A juzgar por su indignación selectiva, pareciera que a gran parte de los insatisfechos lo que más les horroriza es, a fin de cuentas, que el peronismo no esté en el gobierno nacional. Si partimos de allí, es en vano hacerse estas preguntas que van fuera y contra el permanente campañismo electoral.

* * * * * * * * * * * * * * * * * *

Nos encontramos el sábado 25 de mayo a las 18 hs. en la biblio para conversar en torno a la huelga como método de lucha proletaria a lo largo de la historia. Desde la denominada «huelga insurreccional generalizada» del joven movimiento obrero hasta los denominados «paros» sindicalistas de hoy. Tomando como punto de partida sus formas, pero también sus contenidos y sus contextos.

2 comentarios:

  1. Boletín muy interesante. No soy de Argentina, pero creo que es comentario relevante sin importar de qué país vienes, los de abajo somos los de abajo, ya sea en Argentina o en cualquier otro país. Muchas gracias por la información y los mejores deseos.

    ResponderEliminar