[Este panfleto fue repartido por las calles de la ciudad de Rosario en
Octubre de 2016 en el marco de Encuentro Nacional de Mujeres]
En
los últimos años asistimos a todo un movimiento social que aborda la
“cuestión de la mujer” desde distintas ópticas, vértices y formas. Así,
libros, páginas webs, agrupaciones de todo tipo, marchas, programas de
televisión, diarios y también los ámbitos cotidianos hacen presente este
tema, generan opinión, debates, algunos encuentros y desencuentros.
Esta
cuestión muchas veces se presenta aislada del resto de las
problemáticas con que nos encontramos cada día sobre–viviendo en el
capitalismo. Sin desconocer las particularidades y especificidades, es
importante luchar contra la lógica capitalista, casi como una
advertencia, al momento de pensar estas realidades.
La
ideología dominante nos dice que el capitalismo siempre estuvo acá, que
siempre hubo escuelas, que siempre trabajamos y morimos en los
trabajos, siempre formamos familias, parejas monógamas y heterosexuales y
que, además, siempre hubo una diferencia radical entre una esfera
pública y una privada, en la cual los problemas “personales” e “íntimos”
no tienen origen social (son naturales) y, por tanto, son problemas
individuales y deben ser solucionados de esa forma.
Tirando
por tierra toda esta basura, podemos empezar a pensar desde una
perspectiva que no atomice los problemas, sino que los historice y los
ponga a jugar como parte de lo que son: un sistema de muerte, de
ganancia y valorización constante en el que las necesidades y
padecimientos de los seres humanos no son relevantes. Porque
el capitalismo no es solo un modo de producir objetos–mercancías, es
una relación social y como tal se ha desarrollado y modificado a lo
largo de la historia, moldeando la explotación de todos y los vínculos
que establecemos, impregnando incluso aquellos ámbitos o actividades que
parecieran escapar a la lógica capitalista.
La
mujer ha sido explotada y subordinada por el capitalismo desde sus
inicios y de distintas formas a lo largo de la historia. Este desarrollo
no es lineal ni exento de contradicciones. El Capital y el Estado
fueron diseñando ideales y roles femeninos diversos según sus propias
necesidades, sostuvieron y reforzaron la subyugación e invisibilización
del trabajo doméstico de la mujer, naturalizándolo al mero rol femenino
en un “equilibrio armónico” con el masculino, ambos necesarios al
sistema productivo. Acompañando este proceso se separó hombres de
mujeres y se los enfrentó en polos opuestos y funcionales. El hombre
como trabajador fue el administrador principal del salario que repartía
en el seno familiar para la reproducción de la futura fuerza de trabajo.
Por lo tanto, se lo concibió como el protagonista principal de la
producción social. Sin embargo, la reproducción de la sociedad
capitalista corrió por cuenta de todos los explotados y explotadas.
Esto
no ocurrió siempre del mismo modo, antes hubieron de sucederse otras
muchas separaciones en la reproducción de cada ser humano y de la
sociedad en su totalidad. La tierra y los cuerpos fueron sometidos al
principio de la propiedad privada, enajenados y regulados desde la
Iglesia y el Estado.
La
división social del trabajo, los ciclos históricos de exclusión e
inclusión de la mujer en el mercado de trabajo asalariado, la caza de
“brujas” y la imposición de atributos diabólicos que culminarían en su
contrario, en la mujer virginal y pasiva, determinaron los roles
adecuados al proyecto de sociedad que se instauraba a la fuerza. Yendo
un poco más lejos aún, hoy encontramos otro rol que coexiste y que
presenta a una “supermujer” que mientras no abandona su “vocación”
maternal en la esfera privada, busca posicionarse, en la esfera pública,
como profesional exitosa y que aprendió a ciencia cierta lo que el
sistema dicta: pisotear cabezas, ser egoísta y competir en el sistema.
Votar,
tener un salario y, por lo tanto, penetrar en el mundo de la
explotación laboral —el tiempo muerto en el que nuestra vida depende de
un horario, un patrón y obligaciones impuestas para poder consumir lo
que el mercado nos ofrece—, ser profesionales, formar parte de las
fuerzas represivas del Estado, son actividades que a lo largo de estos
años nos han ido incorporando. Todo lo cual encima es propagandeado como
un cambio en la sociedad, como un logro de las mujeres, como si nos
susurraran al oído: «¡Muy bien! Pueden ser iguales a nosotros. Nuestro
mundo es la única realidad posible, gracias por sumarse a contribuir a
su crecimiento».
Mucho
se ha dicho y se ha hecho en pos de la “liberación de la mujer”, mucho
de eso sigue significando una mejor integración y adaptación en este
mundo impuesto. La liberación y
resistencia de la mujer ante un sistema que la necesita aplacada
luchando por una ilusión de empoderamiento muy difícilmente podrá
escapar de la lógica capitalista.
No
se trata de estar agradecidas al sistema por permitirnos vendernos
igual que los hombres en el mercado laboral o romper un poco el esquema
psíquico de la pasividad que nos han inculcado resquebrajando el rol que
nos impusieron para acomodarnos al siguiente que nos darán.
Sabemos
que estos roles y relaciones sociales en las que estamos inmersas no
están aquí desde siempre y no son eternas. Podemos destruirlas. Esa ha
de ser la base que nos permita reflexionar sobre las particularidades de
este tema y su imbricación con la totalidad del sistema que nos oprime.
Sabemos
que las condiciones a las que nos enfrentamos no son nada sencillas y
nos movilizan a preguntarnos muchas cosas: ¿Queremos mejorar nuestras
condiciones en lo inmediato? Sí, claro, no queremos ser encarceladas por
abortar, tratadas como cuerpos–objetos a los que violar y traficar,
usadas para publicitar mercancías y otras tantas aberraciones. Pero,
¿para qué nos sirve pedirle al sistema que nos reduce a estos roles, nos
encarcela y subyuga que cambie esta situación? ¿Por qué no pensar en la
posibilidad de superar de raíz este estado de cosas? Son estas
condiciones las que nos impulsan a luchar y es en la lucha donde vamos
encontrándonos e inventando algunas respuestas. La imaginación y la
creación son nuestras, destruyamos esta realidad y construyamos el
horizonte que queramos.
Rosario. Octubre de 2016.
Contacto: palabrasdelucha@riseup.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario