Las estrellas dominaban la madrugada cuando los obreros tomaron sus posiciones el día 5. Mieres, Sama de Langreo, La Felguera y otras localidades de la cuenca del río Nalón fueron tomadas rápidamente por los insurrectos. Gijón y Oviedo, las ciudades más importantes de la zona, tuvieron que esperar algunas horas debido a algunos problemas técnicos y a la falta de armamento que sufrían los más de 30.000 revolucionarios en la zona.
El día 6, las noticias del fracaso de la huelga general en el resto de la península no desanimaron a los combatientes, que blindaban camiones y fabricaban municiones en los talleres expropiados. Mientras tanto, el ejército de la república se preparaba a enviar cuatro divisiones completas y un ataque conjunto entre ejército, marina y aviación.
Los comités organizaron rápidamente la distribución comunitaria de alimentos. Los vecinos contabilizaban cuánto pan se iba a consumir y se producía en función. El dinero se mantuvo sólo para la compra de productos suntuosos. En la cuenca minera, con predominio de luchadores anarquistas organizados principalmente en la CNT, se proclamó el fin de la explotación del hombre por el hombre: el comunismo libertario.
Las mezquindades de los socialistas, organizados en torno al PSOE y al sindicato UGT, que no compartieron su armamento con los proletarios no encuadrados, y que se habían embarcado en esta aventura como parte de una estrategia política paralela a su tradicional costumbre parlamentaria, dificultaron la defensa de lugares estratégicos como Gijón, que cayó a manos de una incursión naval.
Una tras otra fueron cayendo las barricadas proletarias, hambreadas y sin municiones. Finalmente, el 18 de octubre, tras dos semanas de levantamiento el Estado recuperó el control del territorio. La experiencia revolucionaria quedaba nuevamente en espera y a los insurrectos les aguardaba la cárcel y las vejaciones de los militares, principalmente africanos, traídos a propósito desde tan lejos para evitar posibles solidaridades.
1500 mineros, la columna vertebral del proletariado revolucionario en la región, cayeron en los combates y muchos otros fueron torturados y asesinados en los meses de ocupación militar. La difícil tarea de reconstruir la fuerza proletaria fue asumida de inmediato en cárceles, minas y fábricas, y afortunadamente los compañeros registraron para la memoria histórica las tareas que realizaron, y las dificultades y problemáticas que atravesaron en esas dos semanas.
La comuna de Asturias puede haber sido fugaz, pero su experiencia resulta importantísima para nuestra clase, en su permanente ejercicio de lucha y organización por la revolución mundial.
El día 6, las noticias del fracaso de la huelga general en el resto de la península no desanimaron a los combatientes, que blindaban camiones y fabricaban municiones en los talleres expropiados. Mientras tanto, el ejército de la república se preparaba a enviar cuatro divisiones completas y un ataque conjunto entre ejército, marina y aviación.
Los comités organizaron rápidamente la distribución comunitaria de alimentos. Los vecinos contabilizaban cuánto pan se iba a consumir y se producía en función. El dinero se mantuvo sólo para la compra de productos suntuosos. En la cuenca minera, con predominio de luchadores anarquistas organizados principalmente en la CNT, se proclamó el fin de la explotación del hombre por el hombre: el comunismo libertario.
Las mezquindades de los socialistas, organizados en torno al PSOE y al sindicato UGT, que no compartieron su armamento con los proletarios no encuadrados, y que se habían embarcado en esta aventura como parte de una estrategia política paralela a su tradicional costumbre parlamentaria, dificultaron la defensa de lugares estratégicos como Gijón, que cayó a manos de una incursión naval.
Una tras otra fueron cayendo las barricadas proletarias, hambreadas y sin municiones. Finalmente, el 18 de octubre, tras dos semanas de levantamiento el Estado recuperó el control del territorio. La experiencia revolucionaria quedaba nuevamente en espera y a los insurrectos les aguardaba la cárcel y las vejaciones de los militares, principalmente africanos, traídos a propósito desde tan lejos para evitar posibles solidaridades.
1500 mineros, la columna vertebral del proletariado revolucionario en la región, cayeron en los combates y muchos otros fueron torturados y asesinados en los meses de ocupación militar. La difícil tarea de reconstruir la fuerza proletaria fue asumida de inmediato en cárceles, minas y fábricas, y afortunadamente los compañeros registraron para la memoria histórica las tareas que realizaron, y las dificultades y problemáticas que atravesaron en esas dos semanas.
La comuna de Asturias puede haber sido fugaz, pero su experiencia resulta importantísima para nuestra clase, en su permanente ejercicio de lucha y organización por la revolución mundial.
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El sábado 11 de octubre a las 18 hs. en el local de la Biblioteca, reflexionaremos acerca de uno de los períodos más emblemáticos de la historia de la guerra de clases. ¿Cómo se desarrolla un levantamiento proletario? ¿Cuáles son las tareas que debe realizar? ¿Fue posible prefigurar otra forma de relacionarnos entre seres humanos, a pesar de lo corto de la experiencia asturiana?
Proyectaremos un breve video titulado Asturias. La última revolución obrera, para luego brindar una charla sobre el tema. Los esperamos para conversar y debatir.
Proyectaremos un breve video titulado Asturias. La última revolución obrera, para luego brindar una charla sobre el tema. Los esperamos para conversar y debatir.
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