lunes, 18 de noviembre de 2019

Anexo I/ Haití: ¡Viv Revolisyon!

Al mismo tiempo que ardían las calles de Ecuador, Chile y Hong Kong, el proletariado incontrolado en Haití hacía lo propio ya desde hacía tiempo. Las mismas formas de lucha. Barricadas, saqueos, incendios de empresas u oficinas estatales, ataques a las fuerzas del orden. La quita de subsidios al combustible, como parte de las medidas de austeridad impuestas por el FMI en julio del 2018 detonaron en un estado de revuelta casi permanente que en las últimas semanas se llevó la vida de 42 personas.

Decirles incontrolados a nuestros hermanos de clase en la isla caribeña no es una exageración y veamos por qué.

La población de Haití sobrevive, entre la venta ambulante y la explotación en maquilas textiles o de electrónica. El desempleo oscila el 70 %. En el año 2010, las paupérrimas condiciones de vida en la isla, se vieron agudizadas por un terremoto de 7° en la escala Richter. Según datos oficiales fallecieron entre 200.000 y 316.000 personas. El país quedó reducido a escombros. El Capital que, como el Rey Midas, puede convertir lo que sea en oro, inició una invasión a la isla para salvaguardar negocios y crear otros, a la vez que proteger la democracia. Junto con los portaviones de EEUU, y con la venia de la casta política local, llegaron también toda una caterva de ONG y misioneros pentecostales levantando la bandera del humanitarismo. En ese año la cantidad de ONG se contaron por 20.000, generando negocios millonarios a costa de la agonía de toda una población.

El manoseo y los negocios proyectados en el país más empobrecido del continente no es exclusivo de EEUU. De hecho, antes del terremoto, la República Bolivariana de Venezuela ya había iniciado su programa de caridad llamado Petrocaribe en 2005. Gozando de una bonanza económica, el gobierno de Hugo Chávez creó esta entidad a fin de enviar petróleo a la isla. Esta pagaría un 40% de su valor, revendiendo ese petróleo en el mercado interno, con el compromiso de usar el excedente para proyectos de infraestructura. Obviamente nada de eso pasó. En nombre de la Patria Grande de uno y otro lado se llenaron los bolsillos. Los funcionarios bolivarianos Bernardo Álvarez (Petróleos de Venezuela S.A) y Pedro A. Canino González (embajador) expresaron su conformidad con la administración de Petrocaribe, apoyando a las autoridades del país. Pero lo peor estaba por venir y bajo el nombre de la integración latinoamericana. Terremoto, ganancias a costa del sufrimiento, negocios millonarios que no cambiaron nada.

Los ánimos del proletariado empezaron a caldearse. A los 8 días del terremoto se levantaron barricadas en Puerto Príncipe. La prensa dio a conocer las que fueron levantadas con cadáveres humanos, intentando crear la imagen de un territorio asolado por salvajes. Cualquier atisbo de rebelión debía ser interrumpido. Ni lerda ni perezosa la ONU profundizó su “Misión de Paz” en la región, llevando más de sus Cascos Azules hacia el Caribe. La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) que había iniciado su primera etapa en el 2004 tras el derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide, trabajaría en «el país para cumplir su mandato de establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del Gobierno de Haití, apoyar la constitución de un estado de derecho, y promover y proteger los derechos humanos.» (sic)

La misión, que llevó soldados de todo el mundo, contó con la colaboración de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay en el mejor momento del progresismo latinoamericanista. Lula Da Silva sería el director de honor de la misión siendo el mandatario que más efectivos envió. El ex ministro de Defensa argentino Agustín Rossi declararía en el 2013, al mandar más asesinos allí: «[la Argentina] está doblemente comprometida con Haití, como integrante de la MINUSTAH y también como hermano latinoamericano».

Los disturbios y protestas contra los cascos azules se fueron sucediendo desde su llegada, siendo reprimidos por la policía. Mientras tantos los soldados de “NuestrAmerica” y otros países, se encargaban de hacer lo que mejor saben: herir, asesinar, explotar sexualmente y violar. De estas violaciones, como en Vietnam, aparecieron niños huérfanos de padres soldados, esta vez latinoamericanos.

El contingente nepalés aportó una cepa de colera que en 3 años había matado a más de 8000 personas. Muy pocos levantaron la voz por estos proletarios masacrados. ¿Sería hacerle el juego a la derecha y al imperialismo? La intervención humanitaria reciclada en MINUSJUSTH (Misión de las Naciones Unidas de Apoyo a la Justicia en Haití) terminó en 2017, reemplazada ahora por otra, llamada Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití, BINUH por sus siglas en inglés.

El proletariado en Haití toma las calles una y otra vez. Lo está haciendo ahora, contra su propia burguesía y contra los invasores de la democracia, sean o hayan sido ONG con médicos bien intencionados, misioneros, funcionarios bolivarianos o soldados yanquis o argentinos. Como en todos lados estalla la revuelta y como en todo el mundo falta la revolución.

Haití, como Chile, son territorios de experimentación social. Lo saben los habitantes de las favelas de Brasil. Tras masacrar en el Caribe, las armas se volvieron contra los habitantes los morros. La Unidad de Pacificación Policial, nació en paralelo con la MINUSTAH tomando lecciones de ella.

Por eso la revolución no es un bello sueño sino una maldita necesidad. El internacionalismo no es un lema humanista sino una condición para mandar a la mierda a este sistema.

Los antepasados esclavizados de los haitianos, entre 1791 y 1804 se sublevaron, pasaron a degüello a todos los patrones de la isla y luego derrotaron a la armada napoleónica1. La memoria de los cimarrones aún está viva en esas bandas de incontrolados de machete, piedra y barricada que surgen de los barrios de Puerto Príncipe.


Nota:
(1) Para conocer mejor la memoria de lucha del proletariado negro esclavizado en EEUU y El Caribe recomendamos el folleto La Hidra y El Dragón. Un estudio histórico de los métodos de organización de Russell Maroon Shoatz. Maroon Shoatz fue miembro fundador de The Black Panther Party. Mantiene una mirada crítica hacia aquellas concepciones militaristas marxistas - leninistas de la organización.

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