miércoles, 30 de julio de 2014

REPRESIÓN PARA TODOS Y TODAS

El domingo 15 de junio, aprovechando el debut de la selección nacional de fútbol, la empresa de Quickfood Paty comunicó a sus 250 empleados su cierre y traslado. Los trabajadores se presentaron el lunes en la planta y decidieron ocuparla. La represión no se hizo esperar, y el martes policía federal, gendarmería e infantería arremetieron tanto dentro de la fábrica contra los trabajadores de Paty como afuera contra aquellos solidarizados con la resistencia.

Ese mismo martes en Buenos Aires, en plena fiebre mundialera, la policía federal reprimió la manifestación concentrada en la “Casa de Córdoba” dejando un saldo de 12 detenidos. (Ver: Córdoba: transgénicos y represión, en la Oveja Negra Nro. 18)

El 7 de julio, mientras muchos festejaron y sufrieron el minuto a minuto por la posible victoria de esos nuevos ricos abanderados de la patria, la gendarmería —con Berni a la cabeza— reprimió la protesta de los trabajadores ferroviarios de EMFER S. A. (Emprendimientos Ferroviarios S. A.) y TATSA (Tecnología Avanzada en Transporte S. A.). Al día siguiente, la ofensiva estatal se dirigió contra los trabajadores de Lear Corporation (transnacional autopartista de la industria automotriz, planta Pacheco), quienes cortaban la Panamericana.

El secretario de Seguridad y verdugo del pueblo Sergio Berni fue capaz de dejar al descubierto la verdadera cara del Estado y la función social que está destinado a cumplir (para quien prefiere olvidarla, sea por conformismo o por el miserable anhelo de formar parte de él). En mayo de este año ya había advertido: «Qué tantas leyes e interpretaciones. El que corta la General Paz tiene que ir preso. No hace falta ninguna ley, lea la Constitución, el Código Penal. No hace falta ninguna ley antipiquetes.» ¡Es por esto que no le interesa la ley antipiquetes, no por “sensibilidad social”!

Así es como, mientras los kirchneristas se hacen los distraídos, la izquierda vuelve al enésimo lamento de que el gobierno «había prometido no reprimir la protesta social». A los ciudadanos mediocres, por su parte, y aunque no están del todo de acuerdo, tampoco les molesta tanto.

Mientras tanto en la galaxia peronista, Leonardo Grosso —legislador por el Frente para la Victoria y responsable nacional del Movimiento Evita— twitteaba furioso que «Berni debería explicar por qué hace todo lo contrario a lo que hacía Néstor. Es funcional a la oposición.», y con un poco de demagogia para la muchachada, citaba una canción del artista ricotero y oficialista. Al parecer, la intención sigue siendo construir el mito de que “Él” era el bueno y “Ella” la mala. Recordemos cómo algunos se atrevieron a hablar de un peronismo sin Perón y siguieron adulando a la difunta Evita por el sólo hecho de haber muerto primero y haberse ahorrado algunas manchas de sangre proletaria. Una vez más todo puede ser usado para defender al monstruo peronista que nunca, en su negra historia, tuvo nada que ver con los intereses del proletariado. Siempre en defensa del Estado, la propiedad privada y el trabajo asalariado. Siempre reprimiendo cuando fue necesario.

Si bien todos los politiqueros y empresarios están de acuerdo, sólo Berni se anima a decirlo y a actuar en consecuencia: «Actuamos rápidamente con Gendarmería y Policía Federal para que sea un día normal. No se puede reclamar por 100 trabajadores y avasallar a cientos de ciudadanos».

Frente a la acusación de la promesa no cumplida de «no reprimir la protesta social» Berni responde con claridad: «esta protesta no es social, es política», zafando así con la letra chica del contrato. Pero su respuesta no es una simple salida por la tangente, no se trata de otra mera calumnia al estilo de «Son tan cobardes que ponen a las mujeres en las primeras líneas, son maniobras habituales de estos grupos de izquierda»; cuando este miserable lanza expresiones destinadas a deslegitimar los reclamos de los explotados no es inocente. Al decir que las protestas son obra de «inadaptados de los partidos de izquierda, con una clara intencionalidad de generar disturbios y caos» está repitiendo la máxima leninista de que los trabajadores no pueden llegar a revelarse por sus propios deseos y necesidades, sino gracias a una conciencia aportada desde afuera por la intelligentsia, los intelectuales del Partido. «Las historia de todos los países atestigua que, por sus solas fuerzas, la clase obrera solo puede llegar a tener una consciencia tradeunionista (sindicalista). En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras.» (Lenin, ¿Qué Hacer?). Menospreciando la lucha de los explotados, nos dice que salimos a protestar porque nos «lavan el cerebro unos zurdos». Y para colmo de males, encuadra de antemano —como quien tiene la ley y el arma a su favor— el terreno de la confrontación: «es política». Si es política sólo queda emplear el lenguaje del Estado: el de las súplicas y los derechos y deberes, el de la violencia monopolizada.

Tampoco las actuales protestas de los trabajadores sobrepasaron estas limitaciones. La ideología dominante, lamentablemente y como no puede ser de otra manera, continúa siendo la de la clase dominante. Pero las propias contradicciones hacen estallar por los aires las concepciones que hasta el momento del estallido parecían inmutable. Porque los explotados y oprimidos no tenemos los mismos intereses que los patrones y gobernantes, porque si luchamos en su terreno estamos perdidos y si hablamos el lenguaje del amo no podremos esperar nada más que el mantenimiento de lo existente. Berni es una persona despreciable, por sobre la medida de lo repugnante de todo gobernante, pero no es más que el portavoz de todo este entramado de normalidad que sostiene día a día a la sociedad capitalista.

NO SOMOS ARGENTINOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS: SOMOS PROLETARIOS.

Hace algunos años uno podía advertir que las manifestaciones —o mejor dicho “procesiones”— suplicando paz en Palestina, Irak o Irán eran inútiles, ya que no hacían más que expresar un sentimiento de impotencia. Hoy esa impotencia se agudiza al limitarse al horror por ver la guerra a través de la pantalla o a mostrar a través de Facebook fotos morbosas de las víctimas de los bombardeos. Hoy son los niños palestinos, mañana un perro maltratado. Pero esta realidad, considerada parcialmente, oculta que además del horror y la muerte causada por los milicos en aquella parcela de tierra también hay seres humanos que resisten con los medios que tienen a su alcance, a pesar de las limitaciones existentes. Y eso no se muestra. No se muestra para que los espectadores se limiten a angustiarse un poquito de tanto en tanto en medio de una avalancha de información, intentando autoconvencerse de que nada se puede hacer. Pero la verdad es que sí se puede, luchando en “nuestro” país contra la misma burguesía que ataca en la Franja de Gaza. Destruyendo la ilusión de una impotencia generalizada es posible luchar, sin importar nuestra ubicación geográfica, contra los mismos intereses del dinero que guían tanto al Estado de Israel como a todos los Estados, a las empresas israelíes y a las de todo el mundo. Es posible y necesaria la lucha contra el discurso de la ideología dominante, basado en la mentira de que los intereses de los explotados son los mismos que los del Estado donde sobreviven, sea en Palestina o en cualquier lugar del mundo.

Un volante firmado por Proletarios Internacionalistas titulado “Masacre proletaria en Palestina” expresa que: «Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente Medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital. Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.»

Y juntos queremos decir que no somos ni argentinos, ni israelíes, ni palestinos. Y que además debemos enfrentar la opresión burguesa, esté disfrazada de terrorista o de antiterrorista.

MEMORIA: POR SACCO Y VANZETTI

El 23 de agosto se cumplen 87 años de la ejecución de Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti en Massachusetts (EEUU). Es imposible, en un breve artículo, describir la gran campaña internacional desplegada por su libertad desde 1920, cuando fueron condenados, y agudizada a principios de 1927, año en el que se cumpliría la sentencia. Sólo diremos que fue extraordinaria y que todo el movimiento proletario revolucionario hizo lo posible por liberarlos. Cuesta, en estos tiempos de apatía y estupidez general, imaginar que millones de trabajadores se movilizaron en todo el mundo para salvar a dos inmigrantes condenados por ser anarquistas y agitadores —y, en el caso de Vanzetti, por pertenecer además a los círculos galleanistas—. ¿Fueron inocentes del asalto de Pearl Street y de la muerte de dos personas? Tal vez sí, tal vez no. No importa. Al Estado y al Capital tampoco le interesó. No le interesó ni siquiera el testimonio de Celestino Madeiros, uno de los implicados, quien aseguró que ninguno de ellos se encontraba allí en el momento del asalto. Fueron condenados igual (1).

Si bien aquellos años estuvieron marcados por huelgas generales, publicaciones en diversos idiomas, mitines, atentados, marchas y disturbios, no se alcanzó el objetivo deseado. Hay que decir que en Argentina este fracaso pasó a formar parte de una derrota más general del proletariado de la región. A fines de los años veinte el reformismo y la política hacían mella en el movimiento proletario y los años de contrarrevolución que se vivirían hasta, por lo menos, finales de los sesenta se veían venir. Los revolucionarios estaban jugando sus últimas cartas y el caso de estos compañeros había sacudido la modorra general. Pero el escarmiento pareció funcionar.

Después de 7 años de agitación, en la víspera de la ejecución, la huelga en Argentina, encabezada por Buenos Aires y Rosario, fue total. En la ciudad de Santa Fe y en los pueblos del interior se vivió la misma expectativa. Al acercarse la hora final la gente se congregó en la puerta de los diarios para saber si tantos años de lucha habían logrado la ansiada libertad.

En Nueva York se concentraron 14.000 policías y en Londres y Berlín se vivieron los episodios más sangrientos, con violentos disturbios.

El juez Thayer no dio marcha atrás. Madeiros fue ejecutado primero y Sacco y Vanzetti, comunistas anárquicos, revolucionarios, siguieron por el camino a la silla eléctrica.

Reproducimos a continuación el saludo que Vanzetti, en nombre de ambos, envió a sus hermanos de este territorio unas semanas antes de su ejecución.

Cárcel de Dedham, Mass, 1927.
 A los trabajadores argentinos:
Nosotros deseamos decir a los compañeros, a los amigos, al pueblo argentino, que sabemos cuán grande, sublime y heroica es su solidaridad hacia nosotros.
Sabemos que han dado el pan y el reposo, su sangre y su libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dio su vida por nosotros.
Su solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana. Su sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, mas nos sostiene el ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros.
Compañeros, amigos, pueblo de la Argentina: nosotros morimos con ustedes en el corazón.
Y que ninguno de ustedes se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno pierda el ánimo, cuando les llegue la triste nueva de nuestra muerte, que ella no los espante.
La vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está empañada de sangre, sembrada de fosas. Sólo los fuertes la pueden recorrer. Ustedes son fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los corazones: ¡Viva la anarquía y la revolución social!
Y recuerden de cuanto queremos decirles: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillarnos, para acobardarnos, para vencernos, destruirnos y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud. El enemigo se ha embriagado con el llanto de nuestras mujeres, de nuestros viejos y de nuestros niños. Nos ha torturado, átomo por átomo, insultado, escupido, clavado, befado, empapado los labios de hiel y vinagre y, finalmente, ofrecerá a Mammón el humo de nuestras carnes maceradas y maltrechas.
Y este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar a la entera humanidad.
Hay que aplastarle la cabeza. Él pasaría de buena gana sobre los cuerpos de los rebeldes, de los revolucionarios y de los libertarios: él se prepara a pisotear a la humanidad.
Los caídos, todos los caídos, deben ser vengados. ¡Guay si no lo son!
Nosotros les enviamos un abrazo fraterno y el saludo augural.
Bartolomeo Vanzetti.

Recordemos algo más… Al cumplirse un año de la ejecución, una huelga general en Rosario y Santa Fe, llamada por la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y la USA (Unión Sindical Argentina), paralizó ambas ciudades. «La ciudad parecía vacía» informaron los diarios. Incluso algunos gremios la sostuvieron varios días más.

En 1932 la casa del juez Thayer voló por los aires. Sobrevivió. Vivió el resto de su vida con custodia policial.


(1) Para ampliar recomendamos “Unas breves notas sobre Sacco y Vanzetti” (A. Bonanno): disponible en la web.

domingo, 27 de julio de 2014

Recomendamos: CUANDO LOS MALES LLEGAN...

Alerta antirrepresiva para contagiarla, mejorarla y hacerla práctica. Sobre la invasión de Gendarmería y la represión del Estado capitalista en la región argentina.

Julio de 2014, en algún lugar del estado argentino.

Disponible en la feria de la Biblioteca Alberto Ghiraldo, en algunos de los puntos de distribución de La Oveja Negra y aquí el archivo para descargar e imprimir (ya impreso se dobla una vez al medio y luego otra quedando los tres verdugos al frente y el burgués y su perro guardián al dorso).

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«Cuando los males llegan, no vienen separados como espías, sino reunidos en batallones.» (Shakespeare, Hamlet)

Varias de las ciudades controladas por el Estado argentino finalmente tienen los espacios verdes que los ciudadanos reclamaban: cientos de milicos invaden las calles, los uniformes crean un paisaje desolador, hay verde pero no es césped ni son árboles. Sumándose al azul, ya no del cielo, sino de las diversas policías que organizan día a día la industria del delito, gendarmería invade el territorio y no tarda en instalarse para, en pocas semanas, entrar en confianza y empezar la represión, los chanchullos y los “abusos de autoridad”.

¿Quién puede confiar en quienes escriben las leyes y son dueños de las armas? Los ciudadanos, es decir los seres humanos ciudadanizados, no solo confían sino que orgullosamente los mantienen y, en el máximo de la estupidez, les aplauden. Pudo verse con la llegada de gendarmería a algunos barrios, puede verse en cada período de elecciones cuando se festeja al verdugo de turno o a los aspirantes a ello.

Quienes llegamos a fin de mes con lo justo, si es que llegamos, sabíamos que este iba a ser un año difícil. Los gobernantes también lo sabían y redoblaron la apuesta represiva, sin descuidar el proyecto represivo a largo y corto plazo. Del otro lado, la gran mayoría de los explotados y oprimidos indiferentes en el “mejor” de los casos, aplaudiendo en los peores, ni piensan que la represión les puede tocar a ellos, que mañana podríamos tener que salir masivamente a reclamar como sucedió y sigue sucediendo.

Para apelar a un mínimo de entendimiento de los “honestos ciudadanos que no se meten en nada” hay que tirarles en la cara «el próximo podés ser vos» o «la próxima puede ser tu hija» lo cual es angustiante, ya que no debería ser necesario apelar al dolor propio para poder comprender el ajeno. No hay que enfrentar la situación porque «el próximo puedo ser yo». Que le pase algo a mis semejantes es motivo suficiente. ¿Pero quiénes son mis semejantes? Aquí el concepto de clase social nos parece el más oportuno: semejantes somos quienes tenemos que vender nuestro tiempo y fuerza para vivir, quienes no vivimos de las demás personas. Pero no se trata de una realidad local sino mundial, nos define ser esa clase internacional que en su propia existencia se opone a las ganancias de los explotadores y opresores de todo el planeta, porque a mayor ganancia de ellos mayor es nuestro padecimiento. Es una gran mentira que si les va bien a los ricos nos va bien a todos, que los intereses de la nación son los intereses de todos quienes habitamos allí. Los burgueses ganan más dinero cuando nos dejan sin laburo, cuando nos hacen trabajar más tiempo, más duro, comer peor comida y vivir en peores condiciones. Entonces cuando nosotros, proletarios, aceptamos sin rechistar toda la ideología de la burguesía estamos yendo contra nuestros intereses de clase y nuestras propias necesidades.

La delincuencia existe. Existe uno que te roba el teléfono en la calle y también otro que roba desde su despacho. Al primero se lo culpa de todos los males y al segundo se lo elige, se lo aplaude, se lo vota, se le compran sus productos y se le creen sus mentiras. La ideología del “sálvese quien pueda” es repugnante, tanto cuando un pobre roba a otro como cuando un empresario contamina un río por sus ganancias, aunque claro, hay una pequeña diferencia de condiciones, de billetes y de daños a corto y largo plazo.

El fenómeno de la delincuencia que muestran día y noche por la tele no es una sensación pero tampoco es lo único que sucede. Bien se podrían mostrar constantemente la destrucción del planeta, el robo diario a millones de trabajadores por sus patrones o noticias de personas movilizadas no por su egoísmo sino por un sentido de comunidad. Sin embargo, la publicidad de la inseguridad tiene una utilidad, porque cuantos más crímenes haya, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo tenga la población, más aceptables se volverán todas las medidas represivas del Estado y el Capital. Se concede tanto espacio a la “inseguridad” como si se tratase de una novedad cada día. Esto sirve a toda una serie de medidas para reprimir ya no sólo a quienes se manifiestan abiertamente contra este sistema sino también, y especialmente, a todas las mujeres y los hombres que por su condición social son los explotados y oprimidos en este antagonismo de clases. Estas medidas preventivas sirven para el fichaje y el control de quienes tarde o temprano tendrán que rebelarse si no quieren perecer, de quienes no tienen salidas individuales como prometen en la televisión, de quienes deben luchar como un solo ser para poder vencer.

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LEY ANTITERRORISTA: es una reforma al código penal que tipifica el terrorismo y define las “asociaciones ilícitas terroristas” como las que tienen como propósito «aterrorizar a la población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo». A partir de ahora, puede ser “terrorista” cualquier persona u organización acusada de promover el odio, el terror o que según el poderoso de turno ejerza “coacción agravada”, definición que queda abierta para que, según la ocasión, los jueces puedan calificar así la conducta que crean oportuna castigar. Este tipo de leyes son impuestas a los mismos gobiernos por las empresas que vienen a invertir en la región para asegurarse un mínimo de paz social y de herramientas de castigo ante las probables protestas por despidos, sueldos, desalojos y destrucción que la avaricia de cualquier empresa multinacional genera.

PROYECTO DE LEY ANTIPIQUETES: esta es una muestra de cómo la burguesía actúa como una misma clase frente a la clase de los explotados y oprimidos. Diversas empresas y partidos del gobierno nacional y de la oposición están de acuerdo con el pedido, que hiciera la presidenta, de un proyecto de ley para facilitar aún más la represión de la protesta social. El primer proyecto del Frente para la Victoria establece qué diferencia una protesta “legítima” de una “ilegítima”: la clave es que no entorpezca el transporte público y que no se cometan delitos. Teniendo en cuenta que interrumpir el tránsito es un delito en el código penal y obstaculizarlo una contravención, cualquier manifestación puede ser definida como ilegítima. Por lo cual, si no tenemos la suficiente fuerza un pequeño reclamo puede ser disuadido y sus participantes procesados. Esta ridícula ley también estima, no sólo pedir permiso para protestar, sino pedir permiso con días de anticipación, a sabiendas de que muchos reclamos se dan espontáneamente de acuerdo a lo sucedido.

CONDENA A LOS PETROLEROS DE LAS HERAS: el 12 de diciembre de 2013, el Poder Judicial de Santa Cruz condenó a cadena perpetua a cuatro trabajadores petroleros –Ramón Cortez, José Rosales, Franco Padilla y Hugo González– y a otros seis a cinco años de prisión por supuesta coacción agravada, lesiones y asesinato de un policía. El conflicto se remonta al año 2006, cuando los petroleros de Las Heras reclamaban por su encuadramiento sindical en la rama productiva que les corresponde para poder incorporarse a un convenio colectivo que cuenta con mejores escalas salariales y condiciones de trabajo. También demandaban la suba del mínimo no imponible, monto a partir del cual los asalariados tributan el impuesto a las ganancias. Luego de 20 días de huelga y movilizaciones, el poder judicial ordenó la detención de varios trabajadores. Los petroleros reaccionaron marchando sobre la alcaldía a exigir su liberación, siendo brutalmente reprimidos. En circunstancias por demás de confusas, murió un policía. Fueron apresados más de 17 trabajadores y acusados por desmanes y asesinato.

Durante los tres años de detención (2006–2009) les arrancaron testimonios a través de tortura física y psicológica, con los que se rearmó la causa en el 2010, por la cual hoy el Estado intenta encarcelarlos de por vida. Estos hechos no sólo sientan un precedente para el resto de los trabajadores a la hora de luchar por nuestras necesidades, sino que además desenmascaran el verdadero rol del Estado: reprimir ante los conflictos que ponen en riesgo los intereses de quienes nos explotan.

PROYECTO X: es una unidad especial de Gendarmería Nacional Argentina que cuenta con una base de datos creada en el año 2002 y actualizada en el año 2006, obtenida mediante inteligencia y espionaje a militantes y organizaciones sociales. Esta base de datos permite entrecruzar información y acelerar su análisis. No es ninguna novedad que el Estado, tanto en democracia como en dictadura, espía, controla y vigila. Por lo tanto, no vamos a solicitar que lo hagan en un marco de legalidad. Mientras haya Estado habrá servicios de inteligencia y, en consecuencia, espionaje.

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Todo esto se trata de leyes, y no confiamos en que nuestra libertad esté garantizada por escribir unas nuevas, pero tampoco podemos permitir estos atropellos. La ley se establece para conservar y robustecer las posiciones de la minoría dominante. Así, en los tiempos presentes, en que el arma de la minoría es el dinero, el objeto principal de las leyes consiste en mantener inalterables la riqueza del rico y la pobreza del pobre. La idea de justicia que favorece al poderoso habría de parecerle muy justa a éste e injusta al humilde. Sin embargo, nace la idea en sentido contrario: el poderoso encuentra la ley todavía estrecha a su deseo, ya que él mismo la dictó y es capaz de hacer otras nuevas. De todos modos, qué importa que los poderosos juzguen a los débiles según su capricho o según la ley, que no es más que el capricho de los poderosos de ayer.

A estos sucesos no tan extraordinarios cabe sumar otros que, decididos deliberadamente o no, sirven a los mismos fines: mantener el orden de los burgueses para que puedan seguir enriqueciéndose a costa nuestra. El encuadramiento de los proletarios en diversos partidos y sindicatos u otras organizaciones con otros nombres, pero que cumplen sus mismas funciones, han sido y son un freno y un obstáculo para la lucha, una ayuda para que todo este entramado de muerte continúe con normalidad. En los peores casos estas organizaciones llegan a negociar la vida y la existencia de sus miembros, en un sistema de delegación que permite que unos astutos dirigentes se llenen los bolsillos a costa de sus dirigidos. Cuando esto no sucede, estas formas organizativas buscan canalizar toda la rabia, el amor y la creatividad de los proletarios en “políticas serias” o “reclamos entendibles”, lo cual quiere decir buscar en el enemigo un interlocutor válido y hablar su propio lenguaje, entrar en su propio terreno (una de las peores decisiones en cualquier combate). Así, empantanados en una lógica paternalista, se le pide al político que nos de soluciones y al empresario que no nos explote, es decir, dos contradicciones irrealizables. En todo caso, se solicita al primero que emparche un poquito los problemas y al patrón que explote menos, lo cual es un pedido “más realista” así como miserable y asqueroso.

Luchar para transformar la vida es una necesidad vital, así como una posibilidad real que precisa de apoyos y simpatías, pero también de participación, compromiso y decisión. Las luchas deben dejar de entretenerse con lo superficial e ir a la raíz de los problemas. El lenguaje común debe compartirse entre nosotros y no con el oponente. Cuando hay un lenguaje común con el enemigo es porque hay un objetivo común y solo diferimos en cómo alcanzarlo. Al enemigo no se lo dialoga, se lo combate. Decidamos no dejar canalizar nuestras necesidades de manera democrática: la necesidad de organizarse en “derecho a reunión” o “libertad sindical”, la necesidad de expresarse en “libertad de prensa”, la huelga en “derecho a huelga” o la satisfacción de nuestras necesidades humanas como “derechos básicos”.

Alguno pensará que «suena muy bien pero es irrealizable», ¡lo que es irrealizable es modificar timidamente un poquito del sistema! ¡lo que es irrealizable es una revolución parcial, meramente política, económica o cultural, que deje intactos los pilares donde se asienta todo este sistema capitalista!

Quienes difundimos y escribimos textos como este no lo hacemos por altruismo o por caridad, por lástima o por ideología. Lo hacemos por nosotros mismos, y ese nosotros hace referencia a lo que expresábamos anteriormente: una clase social, el proletariado.

Hemos expuesto que las condiciones actuales no son las mejores, que la correlación de fuerzas con los que mandan no nos favorece. Y no tenemos una receta mágica para poder salir instantáneamente de esto. Sin embargo queremos, con estas palabras, contagiar una crítica de lo existente que se vaya propagando por todas partes como si fuese un virus. Una crítica que asumimos conversando, leyendo y estando atentos a lo que pasa y sucede a nuestro alrededor. Una crítica que necesariamente se hace carne y debe hacerse masiva. Para imponerse firme y ferozmente a este estado de cosas. Por estos motivos es muy importante hacer circular estas hojas y este tipo de reflexiones.

¿Hace falta más unidad? Debemos comprender que si hoy somos débiles no es porque estamos divididos, sino que estamos divididos porque aún somos débiles. Nuestras condiciones de existencia pueden juntarnos (en el trabajo, buscándolo, donde habitamos, etc.) pero la lucha nos encuentra y nos hace tomar noción de nuestra fuerza.

Asumamos, en las luchas que ya suceden y en las venideras, que mientras haya trabajo y salario habrá desocupados y reclamos salariales, que mientras exista la propiedad privada habrá especulación inmobiliaria, que mientras haya Estado habrá represión y que mientras exista el dinero habrá codicia (se trate de Monsanto, el patrón de una empresa familiar, los narcos, los políticos, los curas o los sindicalistas).

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Esta alerta antirrepresiva es impotente si seguimos siendo espectadores, si no la hacemos propia para contagiarla, mejorarla y hacerla práctica. Es nuestra responsabilidad responder o no responder ante la explotación y a la represión. De nosotros depende. 

domingo, 6 de julio de 2014

A 100 AÑOS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL: NI GUERRA ENTRE PUEBLOS NI PAZ ENTRE CLASES

Debió ser horrible… Ver a tus hijos partir en un tren al frente, prácticamente esclavizados. Esperar en un acorazado el tacto de las heladas aguas del Báltico. Correr a ciegas tras las trincheras en Ypres, mientras tus pulmones se llenan de una fantasmal agonía. Verte obligado a fusilar a un proletario como vos, sólo por haber nacido en otra región.

Debió ser horrible vivir la Primera Guerra Mundial. Debió ser aún peor ser consciente de las múltiples oscuridades que se cernían una vez más sobre todos los desposeídos de este mundo. La conscripción forzada, las marchas interminables, el hambre generalizado para todos los proletarios, la relocalización, los refugiados.

Es que tras largos años de escaramuzas, tensiones diplomáticas, escaladas armamentísticas, retóricas nacionalistas, conflictos étnicos y un sinfín de otros elementos, parecía que la burguesía mundial y un pequeño remanente de aristócratas iban a determinar la veracidad de sus argumentos de la forma más vieja que conocen las clases dominantes, la guerra total.

El conflicto duraría poco más de cuatro años, y tendría ciertas particularidades que lo harían inédito y relevante para pensarlo desde una perspectiva de clase. Fue batallado en todos los continentes y tuvo un número nunca antes visto de combatientes y de bajas. Fue la primera guerra de la sociedad industrial, del avión, del dirigible y el reconocimiento, del tanque, del submarino, de las armas químicas, de la criptografía. Fue la primera guerra de la mujer trabajadora, del sistema médico tecnificado, de los campos de batalla que se gestionaban como fábricas y de las fábricas que se gestionaban como campos de batalla. Fue la guerra del proletariado derrotista, de los grandes acontecimientos revolucionarios. Fue la guerra batallada no sólo en los frentes sino en cada casa, con la tarea añadida para la burguesía de mantener a raya a las mujeres como productoras, a los niños como futuros soldados, a los hambrientos en las filas del racionamiento para evitar los saqueos.

Las guerras son, ante todo, guerras contra el proletariado


La guerra es la esfera de lo destructivo controlado, del desastre premeditado, de la gestión de la muerte. Es guerra porque el proletariado produjo, esclavizado en fábricas y campos, los medios excedentes para desarrollarla. El mismo proletariado que necesita la burguesía para concretarla en el terreno. En los campos de batalla europeos y asiáticos murieron millones de proletarios, jóvenes principalmente, desempleados en sus lugares de origen, y que organizados discutían propuestas que atentaban contra el dominio de la burguesía.

Por sobre todas las cosas es guerra contra el proletariado. No sólo en el momento en que las armas se disparan, es guerra también en la mina, en la acería y en el taller, destruyendo cuerpos para fabricar armas, latas de alimentos, uniformes y un largo etcétera, redireccionando una producción que excedía notoriamente al mercado y poniéndola al servicio del interés expansionista nacional.

El término «Primera Guerra Mundial» esconde además, bajo la siempre neutra apariencia de la historia en tanto que disciplina de profesionales, que la guerra es, ante todo, un fenómeno permanente. Nunca hay entretiempo cuando se trata de las destructivas pulsiones del imperialismo. Nunca hay descanso ni paz genuina en el reino del Capital. Siempre hay que expandir, competir, conquistar, batallar, controlar, dominar. La historia del Capital es la historia de la guerra, y si hasta el siglo XX a nadie se le había ocurrido denominar a algún conflicto particular como “guerra mundial” es sólo porque ,aunque el Capital ya era evidentemente mundial, iba por su consumación efectiva e internacional. Woodrow Wilson —comandante de los Estados Unidos en su entrada tardía a la guerra— acuñó el término «la guerra que terminaría con todas las guerras». Una gran guerra imperialista que definiría de una vez y para siempre quiénes serían los legítimos líderes del mundo, los que sí podrían garantizar la estabilidad de su imperio colonial para finalmente poder gozar de un capital en permanente e ininterrumpida expansión, que pudiera darle una estabilidad de miseria a los trabajadores y nunca más volver a la precariedad y el horror de la guerra. Para implantar la democracia parlamentaria como forma suprema de hacer fluir al Capital por los más pequeños poros de la sociedad. Ni que hablar de lo erróneo y malintencionado de las palabras de Wilson, quizás el primer emperador de una de las más grandes dinastías guerreras que conocemos los humanos. Lo importante es comprender que los discursos burgueses, sean humanistas, pacifistas o netamente proimperialistas, siempre vislumbran un fin. Sin embargo, el Capital excede aun a la clase a la cual le lega su mandato en la tierra, promoviendo un estado permanente de guerra y conflicto mundial, una gran hoguera en la cual tirar las mercancías superfluas, se trate de seres vivos u objetos.

La guerra a la guerra

Previamente a la guerra, se presumía la entereza del compromiso antimilitarista en las filas anarquistas y socialistas. En cada reunión y en cada congreso se expresaba la fraternidad internacional, la paz mundial, lo absurdo de la guerra.

Pero la realidad de la guerra desnudó la sustancia detrás de muchos discursos. Por un lado, importantes personalidades del movimiento anarquista, como Piotr Kropotkin y Jean Grave, publicaron el Manifiesto de los dieciséis. En éste abogaban por una victoria de la Entente contra “los agresores”, Alemania y el Imperio Austrohúngaro; además estaban influidos por un tacticismo que presuponía que una derrota de estos imperios devendría en revolución. Afortunadamente, Goldman, Berkman, Malatesta y tantos otros compañeros denunciaron la desviación y el manifiesto tuvo una influencia ínfima en el movimiento.

Por otra parte, la II Internacional, principal heredera del marxismo ortodoxo, abandonó, para sorpresa de no tantos, el compromiso antimilitarista que había defendido en proclamas y en actos callejeros. Replegándose en cada una de sus secciones nacionales cada partido socialista se dedicó a parlamentar y gestionar el esfuerzo de guerra, votando presupuestos y denunciando “excesos”. Minorías comunistas derrotistas y revolucionarias florecieron en Alemania e Italia, rompiendo los carnets de sus partidos y afirmando su oposición a la guerra, no sólo discursivamente sino también saboteando la producción y difundiendo las posiciones proletarias entre los soldados.

Como se afirmó en ciertos ámbitos militantes, no es de las ideas de donde parte la contraposición con este sistema de muerte. Cuando las pulsiones humanas más aberrantes salen a la luz, cuando las promesas de progreso se silencian entre balas de cañón y los gritos de muerte ahogan las risas aparecen seres humanos dispuestos a oponerse por la fuerza a la catástrofe. Mujeres viudas en Glasgow rehusándose a pagar alquiler.

Proletarios alemanes y franceses fraternizando en las trincheras, engañando conjuntamente a sus oficiales para disfrutar de la vida unos días más.  Proletarios italianos en los Alpes, hastiados de hambre y sufrimiento disparando a sus comandantes para poder volver a sus casas. Saqueadores en Austria, robando la comida de los burgueses.

La revolución rusa de 1917 se desencadenó en este marco de miseria y muerte, siendo la guerra un claro detonante de las revueltas de febrero que llevaron a la caída del zar.
Las deserciones en el ejército que ya se venían desarrollando previamente se hicieron masivas durante los gobiernos provisionales, que no cumplieron con la promesa de terminar la guerra. El proletariado, tanto en el frente como en la retaguardia, no dudaba en enfrentarse a la guerra y a sus propios explotadores por mejores condiciones de vida, transformando a la guerra imperialista en guerra de clases. Pero este enfrentamiento a la guerra imperialista era en gran parte limitado ya que suponía como solución una paz negociada entre los Estados beligerantes, cuando de lo que se trataba era de extender la revolución hacia el resto del mundo, principalmente a los países en guerra. Claro que esta tarea era enorme y dependía de la iniciativa del resto del proletariado, pero en vez de invitar a luchar juntos contra los oficiales y burgueses del mundo entero, a propagar el derrotismo y la revolución, el proletariado en Rusia apoyó en gran medida las negociaciones de paz llevadas adelante por los bolcheviques, que firmaron en marzo de 1918 el Tratado de Brest–Litovsk. En este tratado, la Rusia soviética renunció a Ucrania, Finlandia, Lituania, Polonia, etc., traicionando el impulso revolucionario en dichas regiones. A la vez, significó un fortalecimiento de las potencias centrales, sobre todo de Alemania, que pudo trasladar a muchos de sus hombres al frente occidental alejándolos de la Rusia revolucionaria. En este tratado, se ponía claramente de manifiesto el carácter burgués que comenzaba a tomar el proceso revolucionario con los bolcheviques a la cabeza, negociando con el resto de nuestros explotadores para comenzar a fortalecerse como Estado. Esta paz, según los bolcheviques, significaba ganar tiempo para la “revolución”. Tiempo para la conformación del “ejército rojo” en contraposición al proletariado en armas, tiempo para la represión interna, tiempo para fortalecer la economía nacional, tiempo para la contrarrevolución.

A pesar de esto, el proletariado en Alemania no tardó en rebelarse contra sus verdugos, constituyendo otra de las expresiones más importantes de derrotismo durante la “Primera” Guerra Mundial. Los marinos alemanes, siendo enviados a una misión suicida hacia fines de octubre de 1918 y luego de años de sufrir la represión de sus referentes comunistas, se negaron a zarpar y en cambio tomaron las ciudades portuarias de Kiel y Wilhelmshaven, formando consejos de obreros y soldados. La revuelta triunfó y pronto esos mismos proletarios tomaron Hamburgo, mientras que en el resto de las ciudades grandes se tomaban lugares de trabajo, se daban escaramuzas contra el ejército y los consejos se multiplicaban. En simultáneo la guerra finalizaba y la Entente afirmaba que sólo negociaría con un gobierno democrático. El Partido Socialista Alemán se apresuró para ponerse a la cabeza de ese gobierno y preparar la represión contra los revolucionarios, que se consumó principalmente en Berlín pero también en otras ciudades en enero de 1919, matando a miles de proletarios armados. La revolución comunista fracasó y en su lugar, como muchas otras veces, se impuso el mito de la revolución democrática.

LA GUERRA HOY...

La competencia burguesa se nos mete por los poros, así como su nacionalismo y su muerte.
Es esta competencia inherente al Capital la que desencadenó la guerra civil en Ucrania. Hoy proletarios luchan, mueren y sufren el estado de guerra en nombre de uno u otro bloque. Esta falsa dicotomía entre naciones se desvanece al entender que los proletarios no tenemos patria ni nación que defender. En todas las sociedades de clase la guerra es expresión de la explotación como característica común a todas ellas. La guerra capitalista tiene como motivo histórico la existencia de crisis ligadas al antagonismo entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. No es posible liberarse de estas crisis sin abolir sus contradicciones.
 
Las respuestas a las diferentes crisis, que sentimos en carne propia, no se resuelven con dicotomías burguesas, como la entrada a la Unión Europea, la anexión a Rusia o la declaración de independencia de una república. El proletariado parece levantarse sólo en su forma deshumanizada, es decir, como ciudadanos y no como clase. Cuando las contradicciones de clase no pueden afirmarse como tales se materializan como bloques ideológicos, nacionalistas o étnicos, retrasando aún más cualquier emancipación humana.
 
Así en la denominada Euromaidán ucraniana, miles de personas salieron a la calle y derrocaron al presidente de turno. Estas protestas y disturbios tuvieron una fuerte impronta europeísta y nacionalista, y fueron arengadas por grupos de extrema derecha, como Pravy Sektor (partido político paramilitar calificado también como neonazi y fascista). Esta ofensiva proeuropeísta desencadenó nuevos disturbios al sur y este del país. Los prorrusos (partidarios del presidente derrocado) se manifestaron contra el nuevo gobierno reclamando un acercamiento a la Federación Rusa. Así las tropas rusas entraron en el territorio de Crimea cristalizando una guerra civil a la que se le imprimió un carácter mundial, ya que en la misma se implicaron algunas de la más grandes potencias mundiales. Esto se evidenció con la medida de presión que puso en peligro el suministro de gas a Europa. Los negocios burgueses implicados en estos conflictos como siempre son muchos.
 
Este 26 de junio se firmó finalmente el acuerdo entre Ucrania y la UE, lo cual significaría la incorporación de Ucrania a la Asociación Oriental para posibilitar una zona de libre mercado y acuerdos militares, entre otras cosas.
 
Mientras la burguesía negocia en base a sus intereses imperialistas, nosotros morimos en una guerra que no nos pertenece. Nuestra guerra es contra su guerra, es la guerra al Capital y al Estado. Una vez más reafirmamos las consignas (ver Oveja Negra nro. 14) de los compañeros internacionalistas en Rusia: ¡Ni una gota de sangre por la nación! ¡Ni guerra entre pueblos ni paz entre clases!

CÓRDOBA:TRANSGÉNICOS Y REPRESIÓN

En la tarde del miércoles 11 de junio en la puerta de la legislatura de Córdoba manifestantes reclamaban por que no se apruebe otra ley a favor del dinero y en contra de la vida, requerida por los grandes inversores que llegan al país (¿qué es sino también la ley antiterrorista?). La “Ley Monsanto” abre aún más las puertas al uso de agrotóxicos, la instalación de plantas semilleras y consuma la política de sojisación en la región. Los policías a las órdenes del Estado, que están a las órdenes de las empresas, que está a las órdenes de la ganancia, comenzaron una democrática represión no sólo con gases sino también con disparos.
 
«Arrojando un saldo de 27 detenidos, tres de los cuales estaban heridos de gravedad, y de más de 20 heridos. En el medio los legisladores provinciales continuaban sesionando y alrededor de las 22:00 hs., cuando las organizaciones sociales y políticas estaban frente a la comisaría primera exigiendo la libertad de los detenidos, aprobaron la nueva ley de ambiente. (…) Minutos más tarde, las organizaciones desconcentraron hacia diferentes puntos y los efectivos policiales comenzaron un trabajo de inteligencia y caza de brujas. Tenían marcados y marcadas a diferentes militantes y en busca de éstos fueron. Continuaba el escenario represivo a plena luz del día, en el centro de Córdoba, y por las espaldas llegaron grupos especiales (Gendarmería, ETER e Infantería) a detener y reprimir a los manifestantes. Al calor de los cortes de calle, reclamos y escraches, se logró que a las 22:00 hs. del viernes se liberara al último de los seis detenidos cuya liberación había sido firmada», informa la  Coordinadora Antirrepresiva de Córdoba (La ley Monsanto reprime y gana poder en Córdoba).
Los compañeros dan cuenta del calvario por el cual pasaron los detenidos y la necesidad de luchar por el desprocesamiento.
 
El martes 17 de junio se reprimieron las movilizaciones de apoyo realizadas en Buenos Aires, de la mano de las fuerzas del orden y de Monsanto, es decir del Estado y el Capital. El resultado: 12 detenidos, uno de ellos hospitalizado.
 
Esta es la democracia, esta es la libre competencia, este es el gobierno del dinero. Es evidente que todo Estado es represor de los explotados. Es evidente que Monsanto no solo debe irse de Argentina o de América Latina. ¡Monsanto debe irse del planeta! Porque su existencia es un peligro para la humanidad y para toda la vida.