martes, 7 de febrero de 2012

SONRIA, LO ESTAMOS FILMANDO

Desde Mayo del 2011 en las calles de Rosario se han comenzado a instalar las prometidas cien “cámaras de seguridad”, principalmente por la zona comercial. Aunque hay cien más prometidas para los barrios que ya están a punto de instalarse.
El centro de monitoreo de estas cámaras está ubicado en la sede de la Guardia Urbana Municipal (GUM), de Richieri entre Montevideo y Zeballos. Los dispositivos, que grabarán durante las 24 horas, van a estar supervisados por “personal especializado” en una sala desde donde se operará por comando.
La gravedad del hecho ha pasado desapercibida y quien se inquiete con la noticia queda antes sus vecinos como paranoico, y no es para sorprenderse. El monitoreo de la vida cotidiana en los últimos 5 años es un hecho naturalizado por gran parte de la sociedad. Muchos veníamos siendo filmados en nuestros trabajos desde antes, “sonriendo” ante el “lo estamos filmando” de supermercados y comercios, y ofreciendo nuestros gustos y privacidad gratuitamente en el Facebook para actuales estudios de mercadeo. Además de dispositivos que por carecer de imagen no carecen de esta condición de monitorearnos: los teléfonos celulares con o sin su Gps, donde se nos puede localizar en cualquier momento. No es de extrañar entonces que el entretenimiento de los últimos años halla sido un programa como “Gran hermano” donde un grupo de personas es filmado las 24 hs del día, a lo que ahora se suman programas más miserables donde se muestra el contenido de los centros de monitoreo antes nombrados, pero del conurbano bonaerense. Allí se exhiben imágenes de situaciones que suceden en plena calle, y el canal de televisión en cuestión se escuda expresando que esas imágenes pueden ser emitidas porque eso sucede en el espacio público y no en el hogar de las personas filmadas.
Presentado de esta manera, podría parecer un plan orquestado y planeado de antemano por la clase dominante. No es la intención, la tecnología avanza en función de las necesidades de los burgueses y no es de extrañar que estos las aprovechen lo mejor posible y luego las democraticen, en todo el sentido de la palabra, para que las utilicen todos aquellos que tengan posibilidad de pagarlo o conseguirlo al precio que sea.
Se debe economizar la represión, unas potentes cámaras pueden ahorrar en gastos de movilización de fuerzas policiales y su correspondiente “costo político”.
En esto no puede dejarse pasar la oposición de Apropol (Asociación Profesional Policial de Santa Fe) a la colocación de cámaras, con un discurso en defensa de “los derechos y libertades” en el cual llegan a citar hasta a Noam Chomsky (¡!), estos perros guardianes hambrientos de sindicalizarse temen perder el monopolio de la violencia y el control, y deben temer también ser vigilados en sus excesos y sus “cobranzas”.
El Estado que antes se encargaba de garantizar el disciplinamiento hoy también se encarga del control. Y en materia de control están de acuerdo el Partido Socialista, el gobierno K y sus jóvenes militantes, los alfonsinistas, el ARI o el PRO, que viene instalando cámaras en Buenos Aires con gran interés en los ámbitos donde se mueven los jóvenes: boliches, zonas de bares y hasta escuelas, para que no se le escape nada en la próxima toma realizada por los estudiantes. Ya estarán tomando nota los socialistas locales, para prevenir las posibles revueltas estudiantiles en la ciudad.
Entre otras cosas, tristemente debemos constatar que estas cámaras son pedidas por los mismos vecinos de los barrios, esperando ingenuamente que esto termine con los robos y la violencia en las calles. Ignorando, por comodidad, que en cada salidera bancaria, cocina de droga, arrebatos y hasta en la trata de mujeres y niños, se encuentra la institución policial, y esto es constatado hasta en la prensa y en los Juzgados. Los mismos datos oficiales revelan que “sólo uno de cada diez crímenes del año se produjo en ocasión de robo”, el resto son “ajustes” “crímenes pasionales” y reyertas familiares, más los casos de “gatillo fácil” que no van a contarnos ni van entrar en las estadísticas como lo que son, así como tampoco van a contarnos cuáles son las verdaderas causas de este triste modo de vida que llevamos.
Los buenos ciudadanos preocupados por su bolsillo, vigilantes y vigilados de sus propios vecinos en una enfermiza sospecha mutua, no han reparado que más que los temidos negros y delincuentes, a quienes culpan de sus propias desgracias, las cámaras en cada sitio que fueron colocadas han servido para controlar los a ellos y agrandar la recaudación gubernamental, por medio de multas. Multas por sacar la basura a deshora, por estacionar mal el auto, etc., etc., y la Municipalidad de Rosario es experta en el tema de la recaudación, y como todo gobierno es experto en brindar soluciones que no solucionan nada. La cuestión de la “inseguridad” no puede tratarse tan a la ligera, ni solucionarse con respuestas técnicas, y es que antes hay que ubicarla en el lugar que corresponde que no es el dado por los medio de comunicación y discursos electoralistas. Este tema es de gran utilidad para mantener el orden actual en el que seguirá existiendo aquello llamado “inseguridad”.
Confrontando las mismas estadísticas oficiales observamos que actualmente es mucho más probable que una mujer sea atacada por una persona de su entorno y en un lugar que frecuenta, que por un desconocido en la calle como intentan inculcar quienes aterrorizan a la población. No obstante puede suceder, y por ser minoritario un hecho no deja de ser importante, pero queremos evidenciar a quien le sirve aquel discurso de “te matan por un par de zapatillas” ocultando los restantes problemas sociales y sus verdaderos orígenes. El delito no es una falla del sistema capitalista es un aspecto inseparable, que no sólo justifica estos accionares represivos y de control sino que canaliza una serie de negociados que de otra forma sería imposible llevar adelante y dejan más dinero que los comercios legales. Tráfico de drogas, armas, trata de personas y mercado negro son los principales ingresos para la burguesía mundial y dinamizan otros negocios legales como el turismo o la industria del entretenimiento, entre otros.
Nuevamente nos encontramos con un gran problema, un “pequeño detalle” es inseparable del sistema que lo contiene, es un detalle si, pero a sus vez está impregnado y enredado con el resto.
Alguna vez saldremos a la calle entonces masivamente con nuestros vecinos a hacer marchas luego de un asalto, a causa de un joven desesperado o de un gobernante angurriento, pero no para pedir mas policías, juicios o cámaras que nos filmen, sino para protestar contra un modo de vida que nos reduce a cosas, que nos iguala a una máquina, a una transacción o un par de zapatillas.

MEMORIA: JOAQUIN PENINA

¡Viva la Anarquía! Fue su último grito. Al instante, una serie de descargas por parte del escuadrón de fusilamiento destrozarían el pecho de aquel albañil catalán. Un último tiro de gracia del subteniente Rodríguez definiría su suerte.
Joaquín Penina caía muerto la noche del 10 de septiembre de 1930 en manos del régimen cívico-militar encabezado por Uriburu y Agustín P. Justo, convirtiéndose así en el primer caso de desaparición forzada en Argentina. Este accionar, décadas más tarde, sería retomado de manera sistemática por el régimen de Videla y compañía.
Penina cruzó el Atlántico, de España hacia Rosario, en 1925. Proveniente de una pequeña aldea llamada Gironella -ubicada en la provincia de Barcelona- rápidamente tomó contacto con sus compañeros de ideas y consiguió trabajo como albañil. Adhirió al movimiento de la F.O.R.A., participando activamente de la Federación Obrera Local Rosarina (adherida a ésta), en la Sociedad de Resistencia de Oficios Varios. También llevaba a cabo una ardua actividad propagandística, distribuyendo libros, periódicos y folletos, que casi siempre pagaba con sus pequeños ahorros, y los regalaba o vendía a precios mínimos.
A escasos días de estallar el golpe de Uriburu, el joven catalán es detenido junto con su compañero de vivienda, Victorio Constantini, siendo trasladados ambos al Departamento de Policía. Allí, horas más tarde se sumará otro detenido, Pablo Porta, que había acudido a la casa de Penina, siendo atrapado por la policía cuando se retiraba.
Porta y Constantini recuperarían su libertad, pero Penina no correría la misma suerte. Allí se lo acusa de escribir y repartir un folleto contra el gobierno militar, lo que significa, estando en vigencia la Ley Marcial, la pena de muerte. Así, horas después de su detención, sería transportado a las barrancas del Saladillo, donde se concretaría el cobarde acto perpetrado por el Ejército y la Policía.
El fusilamiento de Penina se encuadra en un contexto que marca el inicio en el país de una serie de dictaduras apoyadas por sectores burgueses, terratenientes, clericales y civiles. Marca también el comienzo de la decadencia del movimiento obrero revolucionario en la región, que empieza a ser subsumido por la participación política y el sindicalismo, que se manifiesta en la naciente Confederación General del Trabajo.
Recordamos a Penina por su honradez, su ética y su entrega al ideal ácrata. No es nuestra intención convertirlo en un mártir. Fue simplemente un joven proletario que pagó las consecuencias de su accionar revolucionario, sin arrepentirse. Y frente a la muerte, su eco repercute para llegar al oído de todos los rebeldes, en un grito supremo: ¡Viva la Anarquía!

SOBRE EL ASESINATO DE TRES MILITANTES DEL FRENTE POPULAR DARIO SANTILLAN


Extraído del boletín informativo nro. 641 de CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) - correpi.lahaine.org
En la noche del año nuevo, tres militantes del FPDS, Jonathan Brasante, Claudio Suárez y Adrián Leonel Rodríguez, de 17, 19 y 21 años, fueron acribillados, en el Barrio Moreno de Rosario, por sicarios vinculados a barras bravas de fútbol y al narcotráfico. No es difícil advertir la mano de la policía santafesina detrás de estos asesinatos.
Como es común en estos casos, los medios de desinformación masiva, levantando la fuente policial, hablaron de “ajuste de cuentas” entre delincuentes, de enfrentamiento y de víctimas con antecedentes penales. En los barrios más populosos y pobres, de los que abundan en Rosario, son frecuentes este tipo de ejecuciones, luego presentadas como “ajustes” entre bandas.
Es innegable la vinculación de las barras bravas con la policía, que gerencia el delito en los barrios, y con los políticos y burócratas sindicales, que los utilizan como fuerza de choque.
En el Barrio Moreno tiene jurisdicción la Comisaría 15ª de Rosario, conocida porque en sus celdas, en 1996, los presos Acosta, Ramírez, Olivera, Comesaña y Bocutti murieron quemados y, porque Claudio Ramón “Caiola” Moreira, fue fusilado por un policía de esa dependencia mientras estaba tendido en el suelo.
Todo indica que los ejecutores son sicarios enviados por Sergio “Quemado” Rodríguez, traficante de cocaína desde hace 30 años, en el barrio La Tablada, en connivencia con la policía, que quiso vengar un ataque sufrido por su hijo Maximiliano a manos de otros barras bravas. Uno de los asesinos, que se encuentra prófugo, Ariel Sebastián “Teletubi” Acosta, estuvo involucrado hace años en el ataque contra un micro de Newell’s, donde murió Walter Cáceres, de 14 años, ataque que pudo realizarse gracias a las armas que proveyó un suboficial y, que fue organizado por el secretario de un comisario. Al otro prófugo, Damián “Damiancito” Martínez, le encontraron un chaleco antibalas en el allanamiento de su domicilio.
Es tan evidente la complicidad policial con las barras bravas, que el mismo gobernador “socialista”, Antonio Bonfatti, lo reconoció al declarar que “hay relaciones en las que es parte la policía, abogados penalistas, barras de fútbol y el narcotráfico”. Olvidó mencionar que los políticos y los burócratas sindicales utilizan a estos mercenarios como fuerza de choque.
Sin embargo, pese a este reconocimiento, su ministro de Seguridad, Leandro Corti, anunció mayor presencia de la policía en los barrios pobres, designados eufemísticamente como “zonas con altos índices de delitos”.