Ante el horror de la masacre en Gaza y el persistente atractivo del nacionalismo local, volvemos a preguntar: ¿no están los Estados fundados sobre la masacre, la desposesión y la expulsión de habitantes preexistentes?
En ocasiones, se habla de Israel como “Estado ilegítimo”, pero ¿y los otros Estados? El argentino también está fundado sobre masacres y desposesiones generalizadas que parecen lejanas. Esa es la patria que se supone hay que defender, la que “no se vende”.
Milei y sus “fuerzas del cielo”, la cita bíblica que se convirtió en eslogan y como han dado en llamar su misión mesiánica, apoyan explícitamente las fuerzas aéreas y terrestres del Estado de Israel que lleva adelante una masacre en Gaza. Es la ratificación de un alineamiento incondicional sobre cómo Israel trata a la “población sobrante” en Gaza. Sobrante para el Capital, claro.
El vicepresidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) dijo: «No hay inocentes civiles en Gaza, tal vez los niños de menos de cuatro años», debiendo renunciar poco después. En estas épocas parece ser más reprochable avalar verbalmente una masacre que llevarla a cabo o financiarla en silencio.
A su vez, para los gerentes del capital militarizado esta situación constituye una excelente oportunidad para acumular dinero y multiplicarlo. Para desarrollar y comercializar armas y sistemas de seguridad en todo el mundo a través de la guerra, con la masacre de la población palestina como objetivos de ataque y de pruebas en terreno.
“Población sobrante”
Aquello que se percibe y se nombra como población sobrante es una expresión concreta de la dinámica del modo de producción capitalista. Al interior de la clase proletaria, una porción creciente no logra vender su fuerza de trabajo, o si lo hace es en sectores de bajísima productividad en condiciones de extrema precariedad. Esta porción sobrante para la valorización es mantenida a duras penas, requiriendo de la ayuda estatal, o directamente es desechada, librada a su suerte e incluso asesinada.
La cosificación de los vínculos sociales que significan el intercambio mercantil y la venta de la fuerza de trabajo para sobrevivir, implica en situaciones extremas que una población pueda ser completamente deshumanizada, habilitando a su bombardeo, a su fusilamiento, a privarlos de agua, comida, vivienda y cuidado, tal como en Gaza.
La destrucción de esa “mercancía humana” en algunas regiones y desde hace años es llevada adelante militarmente bajo eufemismos como “guerra contra el terrorismo”. Cada gesto de apoyo al Estado de Israel, cada intervención de gobernantes, periodistas o artistas para “denunciar a los terroristas” es parte de una práctica de complicidad mundial donde la masacre es aceptada y avalada.
En una entrevista titulada Gaza: militarización extrema de la guerra de clases en Israel-Palestina (Le serpent de mer, 30/10/2023) Emilio Minassian señala que en Gaza no hay simplemente una guerra sino una gestión del proletariado “sobrante” con medios militares por parte de un Estado democrático, civilizado y perteneciente al bloque central de la acumulación. “Sobrante”, señala Minassian, en el sentido de que el trabajo en Gaza no permite casi ninguna acumulación capitalista. El capital que circula en Gaza procede esencialmente de rentas de la ayuda exterior (Irán y Qatar) y rentas de situaciones de monopolio como los túneles de tráfico fronterizo. Se han creado fortunas en torno a los túneles de contrabando. Hamás, a diferencia de la Autoridad Palestina (AP), no se encarga de los servicios públicos, ni paga los salarios: éstos los paga siempre la AP. En Gaza, la reproducción de los proletarios y la valorización son dos procesos desacoplados: los beneficios generados no son el resultado directo de la explotación del trabajo por los capitalistas. Sin embargo, se trata de una tendencia mundial. En Argentina, por ejemplo, trabajar precarizados en un sector improductivo o de baja productividad, o recibir una ayuda social financiada con renta o plusvalor extraído de otros sectores, son formas concretas de reproducción de la fuerza de trabajo, que no necesariamente valorizan capital, aunque de momento resultan necesarias para la reproducción social en su conjunto.
La población en Gaza depende también, y en gran medida, de las ayudas exteriores de la ONU, a través de la Agencia para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio. Recientemente han suspendido su financiamiento varios de sus principales países aportantes como EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza, entre otros, debido a la acusación por parte de Israel de una supuesta participación de algunos miembros del personal de esta organización en el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. La complicidad en la masacre parece no tener límites.
Por su parte William Robinson en un artículo de 2014 titulado La economía política del apartheid israelí y el espectro del genocidio también afirma que la globalización capitalista convierte a los palestinos en “humanidad sobrante”:
«La población palestina de los territorios ocupados constituye hasta la década de 1990, una fuerza de trabajo barata para Israel. Pero con incentivos israelíes a la inmigración de judíos de todo el mundo y el colapso de la antigua Unión Soviética, una gran afluencia de asentamiento judío se ha producido en los últimos años. Además, la economía israelí comenzó a convocar mano de obra inmigrante de África, Asia y otros lugares. (…) una opción particularmente atractiva para Israel, ya que elimina la necesidad de mano de obra palestina políticamente problemática. Como la inmigración ha eliminado la necesidad de Israel de mano de obra barata palestina, esta se convirtió en una población marginal sobrante.»
Pero no es solo una masacre de eliminación sino también de conquista territorial. Se estima que hasta el 85% de la infraestructura gazatí ha sido demolida: viviendas, hospitales… Los capitalistas quieren el territorio del grupo segregado pero no su fuerza de trabajo, ni su existencia física. El racismo estatal constituye a las fuerzas de exclusión e impulsa a la apropiación de los denominados “recursos naturales” (el territorio reducido a cosa). Esa estructura racista acarrea la posibilidad concreta de desatar una masacre como la que estamos observando. Fue la experiencia de los nativos en América del Norte, y en el sur del actual territorio argentino. Es la génesis de los Estados y sus democracias. Particularmente en Gaza, lo étnico-religioso busca ser presentado como núcleo duro del conflicto, ocultando el desenvolvimiento de las necesidades del Capital en la región.
La industria de la guerra
Un capitalista puede producir películas, alimentos o armas si eso genera dinero. Porque no produce sino para incrementar su ganancia y así funciona el Capital, incluso si eso “cuesta” la vida de miles o millones de seres humanos.
La industria de la seguridad israelí es una importante rama de exportación de armas y munición que se ponen a prueba todos los días en Gaza y Cisjordania. La protección de los asentamientos de colonos requiere el desarrollo constante de seguridad, vigilancia y disuasión con cercas, retenes, cámaras de vigilancia y robots. Fuera de Palestina sirven para bancos, empresas y barrios de lujo del mundo.
Argentina compra armas y seguridad a Israel para defender la Patria. Ya desde la guerra en Malvinas, según archivos desclasificados, Israel armó y ayudó secretamente al país, argumentando que la venta de armas para Argentina era esencial para su industria de armamento interna, y que el Reino Unido estaba suministrando municiones a sus enemigos del mundo árabe.
Argentina es un mercado favorable a Israel en la expansión de la industria armamentista y de la disputa por el control hegemónico ante los “nuevos conflictos de seguridad”. A partir de un contrato firmado al finalizar el año 2022, la empresa israelí UVision Air Ltd. venderá a Argentina un sistema de armas que combina características de una aeronave no tripulada (UAV, dron en lenguaje coloquial) y de un misil. Se desconoce la hipótesis de conflicto que sustenta la operación.
Del otro lado de la cordillera también se usa armamento israelí para combatir a los mapuche en lucha. Allanan las Lof con vehículos de lujo, helicópteros y armas de asalto israelíes. En Chile, además de los contratos en tema de seguridad entre ambos países, los soldados reciben entrenamiento, tecnología y armamento militar israelí. «Las balas que asesinan a palestinas y palestinos son las mismas que se usan para reprimir en nuestros territorios» señalan desde el Walmapu. Aunque Boric “se posicione por Palestina”.
Israel progresa específicamente a través de la militarización de alta tecnología. Su economía sufrió dos oleadas de reestructuración afirma Robinson. La primera, en los años 1980 y 1990, fue una transición de la agricultura tradicional y la economía industrial hacia otra basada en la informática y la tecnología de la información. La segunda, seguida por los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y la rápida militarización de la política mundial, produjo en Israel un giro más hacia un «complejo global de las tecnologías militares, de seguridad, inteligencia y vigilancia contra el terrorismo».
La economía israelí se alimenta de la violencia local, regional y mundial, los conflictos y las desigualdades. Sus principales empresas han pasado a depender de la guerra y el conflicto en Palestina, en Medio Oriente y en todo el mundo.
Como podemos advertir, la guerra no es simplemente el arma capitalista para atacar al proletariado, para subordinarlo o eliminarlo. También se trata de una empresa claramente expansionsita, contra Hamás en tanto principal defensor actual del nacionalismo palestino, y contra los países de la región que lo apoyan, como es el caso de Irán y Qatar, con claras intenciones de dominio regional también.
Y por sobre todo debemos retener que en la guerra de clases diaria y mundial la burguesía no necesita generalmente usar bombardeos con aviones, drones con misiles, ni sistemas de cyberseguridad. Además de la masacre despiadada, el avance abierto sobre los “territorios” y la industria de las máquinas de matar es necesario parar esta guerra silenciosa: del hambre, la enfermedad provocada por sus otras industrias, los “accidentes laborales”, el terror machista, la miseria y el suicidio (una de las principales causas de muerte en todo el mundo).
El fin de las guerras capitalistas solo es posible con el fin del capitalismo, no existe una sin lo otro.
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