A fines del año pasado se editó Folletos anarquistas en buenos aires. Publicaciones de los grupos La Questione Sociale y La Expropiación. 1895–1896, una edición facsimilar cuya selección y prólogos corrieron a cargo de Christian Ferrer y Martín Albornoz.
Aquellos folletos, recuerda Ferrer, se financiaban con la venta pero también mediante suscripciones y aportes de dinero de los compañeros, aunque estos fueran de monedas. Al final de cada folleto de La Expropiación puede leerse:
«Hacemos notar a los compañeros que la propaganda de este grupo depende de la ayuda pecuniaria y la actividad de todos los que simpatizan con sus publicaciones.
Siendo nosotros Anarquistas Comunistas y por consiguiente contrarios a todo sistema de venta, aunque este sea para la propaganda, ponemos nuestras publicaciones a disposición de todos los trabajadores; sin embargo contamos con la cooperación de cada uno, según sus fuerzas.
Así los que sienten la necesidad de hacer propaganda, pueden pedir los ejemplares que quieran y nosotros les mandaremos también según nuestras fuerzas.
Las cantidades recolectadas vendrán anotadas, así como los gastos de imprenta y correo en los mismos folletos.
Queda abierta una subscripción permanente a favor del grupo “Expropiación”.
Cuanto más fuerte sea la solidaridad de los compañeros, tantas más publicaciones se harán y mayor será la propaganda.
Los iniciadores.»
Tanto en aquella publicación como en otras de la época pueden leerse los seudónimos de los aportantes. Estaban quienes optaban por el anonimato, sin esperar reconocimiento, para esconderse de la policía y para aprovechar cada milímetro de hoja en favor de la propaganda; era la expresión de una cotidianidad de compromiso y solidaridad y hasta de la realidad proletaria. Así contribuían entre tantos otros: Uno que era patriota y se hizo anarquista, El más atorrante del mundo, Un demonio, Una joven que quiere el amor libre, Curto cuero de fraile, Bomba y bomba, Puñal y veneno Oh!, Sobrante de copas, De cada uno según sus fuerzas, Un boludo, Un pelotudo, Una señora anciana vuelta anarquista por este mundo lleno de farsas, Nada, Uno que ya no sueña con Europa, Un ambriento (sic), Un albañil perdu, Muerte a la burguesía, Maldito sea el nombre de dios que por ese vil misterio ha reducido a millares de infelices a la miseria y el trabajo perpetuo, Uno que destruye el capital.
Hoy como ayer la propaganda por la lucha contra el Estado y el Capital posee un único sustento: nuestro esfuerzo y el de nuestros hermanos. Cuando se habla de difusión, alguno podrá seguir creyendo en los beneficios neutrales de tecnologías como internet, ese enorme cúmulo de datos en el cual las posiciones y luchas de nuestra clase tendrían algún tipo de ventaja contra toneladas de discos duros llenos de basura. Pensamos, por ejemplo, en las infatigables y numerosas acciones en todo el mundo por la libertad de Sacco y Vanzetti a pesar de las distancias y los tiempos de antes. Hoy nos podemos enterar de las atrocidades del Capital en cualquier parte del mundo en cualquier momento, pero casi nadie hace algo serio al respecto. Los proletarios no podemos confiar nunca en las herramientas del Capital, ni mucho menos caer en sus lógicas de lucro y acumulación.
Tanto a fines del 1800 como ya entrados al siglo XXI, los refractarios a este mundo de la ganancia sabemos que una vez que se difuminan las fronteras entre la agitación y el objetivo de ganar dinero, se vuelve difícil sino imposible confundir lo que se quiere expresar con lo que se vende más, y así se acaba por vender ideologías, es decir ideas muertas, separadas y deglutidas para el consumo masivo e inmediato. Mejor entonces decir, protestar, reflexionar, proponer y criticar de acuerdo a las necesidades de la lucha y no a las del mercado.
Aquellos folletos, recuerda Ferrer, se financiaban con la venta pero también mediante suscripciones y aportes de dinero de los compañeros, aunque estos fueran de monedas. Al final de cada folleto de La Expropiación puede leerse:
«Hacemos notar a los compañeros que la propaganda de este grupo depende de la ayuda pecuniaria y la actividad de todos los que simpatizan con sus publicaciones.
Siendo nosotros Anarquistas Comunistas y por consiguiente contrarios a todo sistema de venta, aunque este sea para la propaganda, ponemos nuestras publicaciones a disposición de todos los trabajadores; sin embargo contamos con la cooperación de cada uno, según sus fuerzas.
Así los que sienten la necesidad de hacer propaganda, pueden pedir los ejemplares que quieran y nosotros les mandaremos también según nuestras fuerzas.
Las cantidades recolectadas vendrán anotadas, así como los gastos de imprenta y correo en los mismos folletos.
Queda abierta una subscripción permanente a favor del grupo “Expropiación”.
Cuanto más fuerte sea la solidaridad de los compañeros, tantas más publicaciones se harán y mayor será la propaganda.
Los iniciadores.»
Tanto en aquella publicación como en otras de la época pueden leerse los seudónimos de los aportantes. Estaban quienes optaban por el anonimato, sin esperar reconocimiento, para esconderse de la policía y para aprovechar cada milímetro de hoja en favor de la propaganda; era la expresión de una cotidianidad de compromiso y solidaridad y hasta de la realidad proletaria. Así contribuían entre tantos otros: Uno que era patriota y se hizo anarquista, El más atorrante del mundo, Un demonio, Una joven que quiere el amor libre, Curto cuero de fraile, Bomba y bomba, Puñal y veneno Oh!, Sobrante de copas, De cada uno según sus fuerzas, Un boludo, Un pelotudo, Una señora anciana vuelta anarquista por este mundo lleno de farsas, Nada, Uno que ya no sueña con Europa, Un ambriento (sic), Un albañil perdu, Muerte a la burguesía, Maldito sea el nombre de dios que por ese vil misterio ha reducido a millares de infelices a la miseria y el trabajo perpetuo, Uno que destruye el capital.
Hoy como ayer la propaganda por la lucha contra el Estado y el Capital posee un único sustento: nuestro esfuerzo y el de nuestros hermanos. Cuando se habla de difusión, alguno podrá seguir creyendo en los beneficios neutrales de tecnologías como internet, ese enorme cúmulo de datos en el cual las posiciones y luchas de nuestra clase tendrían algún tipo de ventaja contra toneladas de discos duros llenos de basura. Pensamos, por ejemplo, en las infatigables y numerosas acciones en todo el mundo por la libertad de Sacco y Vanzetti a pesar de las distancias y los tiempos de antes. Hoy nos podemos enterar de las atrocidades del Capital en cualquier parte del mundo en cualquier momento, pero casi nadie hace algo serio al respecto. Los proletarios no podemos confiar nunca en las herramientas del Capital, ni mucho menos caer en sus lógicas de lucro y acumulación.
Tanto a fines del 1800 como ya entrados al siglo XXI, los refractarios a este mundo de la ganancia sabemos que una vez que se difuminan las fronteras entre la agitación y el objetivo de ganar dinero, se vuelve difícil sino imposible confundir lo que se quiere expresar con lo que se vende más, y así se acaba por vender ideologías, es decir ideas muertas, separadas y deglutidas para el consumo masivo e inmediato. Mejor entonces decir, protestar, reflexionar, proponer y criticar de acuerdo a las necesidades de la lucha y no a las del mercado.
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