Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que nos gritan.
En plena epidemia electoralera y entre tantas otras pintadas abstencionistas y de crítica a la democracia, resiste una que ya debe tener a cuestas sus dos décadas: «El problema no es que los políticos mientan, sino que nosotros les creamos», poniendo el foco en nosotros mismos y no en el reclamo a los políticos, en la espera y en la esperanza de que algún día dejen de mentir y de ser como son. Que los políticos mientan no es una anomalía, es como funcionan. De izquierda a derecha. Falseando la realidad u ocultando sus verdaderos intereses. Pero nosotros podemos dejar de confiar, de esperar, de volver a ser traicionados una y otra vez.
Claro que es más cómodo esperar de otros que tomar la responsabilidad, es más fácil criticar al otro —especialmente si es un político— que hacerse cargo de que no tenemos nada que esperar de ellos pero sí de nosotros mismos.
En plena epidemia electoralera y entre tantas otras pintadas abstencionistas y de crítica a la democracia, resiste una que ya debe tener a cuestas sus dos décadas: «El problema no es que los políticos mientan, sino que nosotros les creamos», poniendo el foco en nosotros mismos y no en el reclamo a los políticos, en la espera y en la esperanza de que algún día dejen de mentir y de ser como son. Que los políticos mientan no es una anomalía, es como funcionan. De izquierda a derecha. Falseando la realidad u ocultando sus verdaderos intereses. Pero nosotros podemos dejar de confiar, de esperar, de volver a ser traicionados una y otra vez.
Claro que es más cómodo esperar de otros que tomar la responsabilidad, es más fácil criticar al otro —especialmente si es un político— que hacerse cargo de que no tenemos nada que esperar de ellos pero sí de nosotros mismos.
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