Una reforma desató la cólera en
Nicaragua el 18 de abril, cuando el gobierno anunció que aumentaría las
contribuciones de trabajadores y empresarios e imponía una retención del
5% a los jubilados. La situación de conflicto se da a su vez en un
marco más amplio que incluye también reclamos de los campesinos,
estudiantes y del movimiento de mujeres.
Rápidamente empezaron los primeros
asesinados por la represión en Managua, la capital, así como en
distintas localidades. Al mismo tiempo se sucedieron ocupaciones en
universidades y se plantaron barricadas enfrentando a las balas
policiales. Al día de hoy, las movilizaciones no han cesado y hay
localidades enteras paralizadas, como Masaya, León, Matagalpa, Jinotega y
Diriamba.
El 22 de abril, frente a la masiva
reacción social, el presidente Daniel Ortega anuncia la retirada de la
reforma de la Seguridad Social, con más de treinta muertos en menos de
una semana de enfrentamientos. El 30 de mayo, en ocasión del día de la
madre, se realizó la “madre de las marchas”: madres de los reprimidos y
asesinados marcharon con las fotografías de sus hijos, junto a
manifestantes que fueron heridos y torturados.
Sectores que provienen principalmente de
escisiones del actual partido gobernante Frente Sandinista de Liberación
Nacional buscan la renuncia de la pareja presidencial y proponen una
junta de salvación nacional, que haga reformas institucionales y
legislativas que permitan organizar elecciones libres y transparentes en
un plazo máximo de 180 días. Se baraja la posibilidad de adelantar las
elecciones para marzo de 2019.
Por otro lado, también
se extiende la memoria y la solidaridad entre los participantes de las
movilizaciones, muchos de ellos, hijos o nietos de épocas de agitación
revolucionaria contra Somoza. En algunas ciudades se reúne comida
en las parroquias para alimentar a los jóvenes que cuidan las
barricadas y se organizan en turnos para cocinar en fogones
improvisados. También se hacen colectas de dinero para comprar los
morteros, con los que se defienden las barricadas, muy numerosas por
cierto.
El partido de gobierno junto a
paramilitares y mercenarios en motos persiguen y hostigan a los pueblos
en lucha. Los asesinatos de niños y ancianos despertaron gran
indignación, alrededor de 300 son las personas asesinadas hasta el
momento por el terrorismo de Estado, se habla de 1.300 heridos y más de
500 detenidos.
La prensa burguesa habla de crisis,
mientras los sectores sociales combativos no tienen tiempo para
cuestionar y conversar todo lo que les gustaría transformar, las cosas
se complican y cambian constantemente, en este convulsionado territorio
de 6 millones de habitantes.
Las patronales, la iglesia y las
alternativas opositoras al régimen de Ortega tienen sus propias agendas
para Nicaragua y esperan aprovechar el levantamiento para
implementarlas. Pero una vez más, no podemos
desestimar las movilizaciones como si estuviesen orquestadas por los
sectores más reaccionarios o por aquellos en disputa con el sandinismo
oficial, como si la lucha de los proletarios no fuese ya posible, como
si todo pasara entre las organizaciones que luchan por el poder del
Estado.
Con gobiernos progresistas o sin ellos, en
Nicaragua, Haití, Francia o México las luchas de los explotados
estallan a pesar de todo.
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