Lxs inconformes hacen
hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender.
Nosotrxs queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan.
¿Por qué es más fácil o
atractivo decir que «hay mujeres con pene» o que «algunos hombres
también menstruamos», que insistir en la destrucción de los roles de
género? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar de lado las identidades individuales para afirmar que somos seres humanxs? Con
pene, con vagina, con genitales mutilados al nacer por la institución
médica o con cuerpos que no entran en los cánones establecidos. Cánones
que nos impuso esta sociedad basada en la normalización, la represión de
los deseos y la clasificación infinita de todo aquello que se le
escapa. ¿Vamos a seguir clasificándonos como aprendimos? ¿De verdad
vamos a esperar el reconocimiento del Estado y las instituciones? ¿Por
qué mi identidad como individuo es tan importante? ¿Por qué es tan
importante que se me reconozca en mi singularidad? Si es el mismo
capitalismo el que nos vendió el cuento de que somos individuos
separadxs lxs unxs de lxs otrxs, llenos de desconfianza y prejuicios. En
realidad, no nos vendieron ningún cuento. Día a día las relaciones
mediadas por el trabajo condicionan y determinan casi todos los aspectos
de nuestras vidas, y así históricamente nos fuimos transformando en
consumidorxs caprichosxs, aisladxs lxs unxs de lxs otrxs exigiendo
reconocimiento. Fuimos infantilizadxs y transformadxs en seres sumisxs
con caprichos de reconocimiento individual, como cualquier consumidor/a
insatisfechx. Y no se puede dejar de lado que las imposiciones de género
fueron y son parte fundamental del desarrollo y el mantenimiento de
este modo de relacionarnos. Porque históricamente para todas las
sociedades de clase la estratificación por géneros fue constitutiva para
separar a lxs oprimidxs, creando la familia y los roles de género, y
asignándole a cada uno un modo particular de mantener y reproducir la
ganancia y el poder para unxs pocxs. Haciendo pasar estos roles por
cualidades naturales de cada sexo y encubriendo su verdadera
funcionalidad. No vivimos en un eterno presente como nos quieren hacer
creer los medios de comunicación, las “redes sociales” y principalmente
la reproducción de los tiempos capitalistas que llevamos en casi todas
las esferas de nuestras vidas. Las categorías como “cis-género”,
“trans-género”, “bio-hombre”, “bio-mujer”, entre infinitas más, según la
subjetividad y autopercepción de cada individuo, incluso la de
“no-binarie”, pueden ayudar a cuestionar las formas tradicionales
binarias de dividir los roles de género creados por la sociedad. Sin
embargo, el problema es que no se trata de agregar más categorías, sino
de superarlas, de superar la lógica de integración, de destruir las
lógicas mercantiles que están presentes hasta cuando creemos estar
cuestionándolas. La obsesión de esta sociedad por la identidad sexual no
es casualidad. Poco vamos a resolver ampliando su espectro. Debemos
enfocarnos en reconocernos como seres humanxs, con cuerpxs diferentes,
sin que importe lo que tenemos entre las piernas o cómo nos
autopercibimos individualmente. Hay que reconocerse como
oprimidxs en lucha y actuar, reflexionar, cuidarse de no hacer lo mismo
que creemos estar criticando, porque esa es el arma más poderosa del
enemigo. Destruyamos de una vez por todas esta normalidad asesina.
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