jueves, 21 de marzo de 2019

REPRESIÓN EN SAN TELMO (BUENOS AIRES)

El domingo 10 de marzo, tras un nuevo operativo para impedir que los feriantes pudiesen armar sus puestos de trabajo en la feria de San Telmo, se desató otra jornada de amedrentamiento y golpizas. La policía cambió los saludos cordiales de otros domingos para recordarnos para qué están: para proteger los intereses de los ricos. En este caso, de un sector de pequeños burgueses propietarios de locales de venta de antigüedades agrupados en la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo, presidido por Norberto Medrano, quien fuera candidato a comunero del Pro. Sin embargo, este accionar policial no hubiese sido posible sin la complicidad de El Adoquín, organización social perteneciente a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que previamente pactó con el gobierno porteño la obtención de puestos para sus integrantes sobre el lugar de otros trabajadores e ilegalizando la actividad de otros tantos, con su consecuente desalojo.

Esa mañana desde temprano la policía mantuvo una actitud agresiva hacia los feriantes en lucha. Sin embargo, se veían impedidos de actuar mientras no realizasen ventas, contravención que podría derivar en un toletole que diera paso a la represión descarnada… pero no necesariamente. La solución a este dilema la vino a dar la empleada de un anticuario (propiedad del vicepresidente de la mentada asociación de apellido Calvaresi): romper un vidrio de “su” local ¡sí, ella misma! Ese gesto permitió a la fiscal (misma que ha sido premiada por la empresa Nike por su persecución del comercio “ilegal”) dar la orden a la policía de cagar a palos a quien se les cruzara primero, y luego a realizar una cacería selectiva por diferentes calles a los trabajadores que se mantuvieron resistiendo en la calle por más de dos meses: palos, heridos y 18 personas detenidas que recuperaron su libertad recién al otro día.

No debiese sorprendernos el acuerdo y entendimiento entre un selecto grupo de comerciantes, el gobierno y una organización que actúa como representante de los y las trabajadores/as: todos ellos comparten el lenguaje de la mafia, del control, de la represión, de la miseria capitalista. Es decir, el lenguaje del Estado (sea “macrista”, “kirchnerista” o cualquier otro), el que favorece tanto a la gentrificación como a la precariedad y la miseria de la llamada “economía solidaria”.

En pleno año electoral, no tardaron en aparecer los diferentes partidos y agrupaciones una vez que olieron el olor a sangre de la represión para solidarizarse (¡incluso gente de la CTEP que en voz baja avisó que no podían hacer público su apoyo a los represaliados para no desatar una interna!). Las compañeras y compañeros deben saber que la fuerza colectiva que han descubierto en este tiempo es la que ha mantenido viva la lucha y le ha permitido plantar cara a la cacería de aquel domingo. Cualquiera que pretenda solidarizar debe respetar su autonomía en tanto vaya en favor de sus intereses y necesidades y no olvidamos que la solidaridad no puede ser solo declaraciones de indignación.

Hasta aquí la mayor parte de lo expresado pertenece al panfleto ¡Solidaridad con lxs artesanxs de San Telmo! ¡La policía no es tu amiga, te tortura y asesina! Firmado por: Algunxs solidarixs en lucha.

Lo ocurrido en San Telmo es un conflicto que expresa mucho de la cuestión social en la región argentina. No solo por la represión policial y el pacto entre oponentes políticos, sino también por las circunstancias en las que se da, que no empezaron con este ni con el anterior gobierno.

Compartimos a continuación algunos extractos de un texto del colectivo Emancipación titulado A propósito de la batalla de San Telmo:

El tiempo desgastó el régimen de acumulación y con él las instituciones que le dieron sustento. Los grandes centros industriales decayeron y con ellos el peso de sindicatos como la UOM, la UF, o el de la carne. La reestructuración económica aniquiló el sueño dorado del trabajo fijo, en blanco, donde se empieza de aprendiz y en el ocaso de la vida laboral se llega a oficial especializado. La desocupación, el trabajo en negro, el empleo precario o el cuentapropismo de subsistencia se hizo una realidad para casi la mitad de la población.

La fracción de la clase que cayó en el desempleo también dio pelea. Algunos dejaron su sangre en esas peleas, o su libertad. (…)

Pero el tiempo no pasa en vano para el Estado, que sin soltar el garrote, sabe discriminar a los díscolos de los que son más susceptibles a la componenda. Sabe encontrar a aquellos que se sienten cómodos en el rol de “gestores” del reclamo, en administradores de la conflictividad.

«No puedo hablar con todos a la vez, que entren los representantes», dice el funcionario del gobierno y así empieza a ramificar al Estado entre los pobres, entre los desocupados, los que se la rebuscan como pueden. (…)

Para quienes quedan fuera de la órbita del empleo formal (y en Argentina el porcentaje es muy alto) el cuentapropismo en el límite de la subsistencia no los emparenta con la clase media o la pequeño burguesía que busca elevarse por encima de la clase obrera. Este cuentapropismo es, en la mayoría de los casos, una economía de subsistencia con una realidad muy diversa: el “ganarse la vida” de forma precaria puede ser muy distinto en Capital Federal que en Catamarca.

Con el eufemismo de “economía solidaria” se encubre el lugar precario y miserable que se le tiene asignado a cientos de miles de trabajadores expulsados del mercado de trabajo. Personas a las que se les niega el derecho a ser explotados en condiciones de formalidad, y se los sujeta por el resto de sus vidas a la benevolencia de los “gestores” de la ayuda. (…)

En San Telmo, los artesanos afectados por los desalojos funcionan en la calle Defensa, muy visitada por el turismo, lo que le da sustento a la actividad. Pero esto también despierta el interés de los negocios de antigüedades que están allí, quienes ven con buenos ojos las posibilidades de emprendimientos inmobiliarios, y entienden que sacando a los artesanos de la calle pueden ayudar a “gentifricar” la zona. (…)

Así, en cuatro cuadras del barrio de San Telmo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, todas estas coordenadas del poder estatal se hacen patentes. Cuatro cuadras en donde la organización El Adoquín, adherida a la paraestatal CTEP, empieza a organizar junto a la jefatura de gobierno puestos callejeros para que sus miembros puedan exhibir sus productos. Pero el espacio está ocupado por otros cuentapropistas, artesanos, que no están en El Adoquín.

Unos puesteros contra otros. A ese terreno ha querido llevar el conflicto el acuerdo entre el Gobierno de la ciudad y la CTEP.

No hay comentarios:

Publicar un comentario