El patriotismo es presentado como un principio político implícito que haría justicia a la porción más desafortunada de la población. Hay quienes suponen que los responsables directos de nuestros infortunios responden a intereses extranjeros. Y que nuestra clase, privada de propiedad, es dueña de la patria, o al menos es la patria.
¿Qué significa «la patria no se vende»? ¿Que la conserven sus actuales dueños? ¿La población argentina? ¿El pueblo? Nosotros no somos dueños de nada. No hay posibilidad de vender lo que no nos pertenece.
Si somos trabajadores, desocupados, jubilados y estamos protestando es porque no somos dueños de nada, tan solo de nuestra fuerza de trabajo. Los burgueses tienen la libertad de comprarla o no. Nosotros tenemos la libertad de morirnos de hambre, como muy bien dijo el presidente.
El ataque necesario al actual gobierno, más ajustador y represor que el anterior, no implica necesariamente la defensa de la patria ni de la administración del capitalismo nacional previo al 10 de diciembre del año pasado. Es preciso ver las cifras para notar que el ajuste no comenzó a fines del año pasado sino que se mantiene hace décadas y que este shock es una brusca profundización.
El reclamo más necesario e inmediato es hoy el aumento de salarios, ayudas y jubilaciones. Sin embargo se habla de patria... Dentro de la patria, como del “pueblo”, cabe de todo, explotados y explotadores, hambreados, despojados, ejército, policía, partidos políticos y sindicatos.
Esta crítica no propone retirarse de las movilizaciones, asambleas, luchas o perder cualquier esperanza. Más allá de la política hay reivindicaciones que nos unen, incluso a pesar de las opiniones y análisis. La lucha por la mera supervivencia no implica la defensa del estatus quo, de la normalidad capitalista, puede también abrir nuevas posibilidades. El desafío está en no contribuir al nacionalismo y el estatismo, en no comenzar a hacer campaña electoral para los supuestos salvadores, en verdad meros gestores de una próxima fase de la economía de este país.
La cuestión social no está planteada en términos patrióticos sino de clase. No es una cuestión de soberanía nacional, de culpar al FMI, tachar de cipayos a estos o aquellos, etc., etc. Se trata de la forma en que se reparten las ganancias fruto de nuestra explotación o de la condena a la exclusión a la espera de ser explotados. Eso nos posiciona juntos, asalariados o no, y está en nosotros si construimos un camino propio o seguimos transitando los de la burguesía, sea nacional o extranjera.
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