Comienzan los fríos del otoño y
comienzan los mocos, la tos y hasta alguna fiebre. Hablamos con un amigo
sobre cómo los síntomas persisten más de lo debido, que no acaban de
irse. Sospechamos de la automedicación, de la falta de reposo. Es
posible que sea por alimentarnos mal o por no estar lo suficientemente
abrigados. Pero somos humanos y nos enfermamos, es parte de nuestra
condición.
La enfermedad es una expresión de nuestra humanidad.
Tener una simple gripe y vivir en una sociedad capitalista puede
representar muchas cosas. No poder descansar lo suficiente, ir a
trabajar enfermo, proseguir con las obligaciones con las piernas
temblando, no tener a mano lo necesario para ingerir, padecer en
completa soledad o rodeados de demasiada gente. Entonces el problema ya
no es tanto la enfermedad sino qué hacemos con ella en las condiciones
que nos encontramos.
Ciertamente, el crecimiento exponencial de la enfermedad en una sociedad libre —señala Alfredo M. Bonanno en Enfermedad y Capital—,
no podría compararse con el que habría en una sociedad basada en la
explotación, tal y como es nuestra sociedad actual. Y agrega que la
lucha contra la enfermedad es una parte integral del conflicto de
clases. No tanto porque la enfermedad esté
causada por el Capital, que sería una declaración determinista y por lo
tanto inaceptable, sino porque en una sociedad libre sería diferente.
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