lunes, 11 de julio de 2016

MEMORIA: TRES NOTAS SOBRE EL DÍA PATRIO

Texto aparecido en Libre Acuerdo N° 2, publicación anarquista. Julio de 1926, Rosario. Firmado por Tito Fco-Latt.

EN LA PLAZA:
Un mar de niñitos uniformados, todos de mayor a menor, rubios y morenos, tras de sus delantalcitos blancos de colegiales, formando así una sola mancha.

Así también quisieran reflejar en nosotros y en la humanidad en sí, sus pensamientos y sus más íntimas costumbres, los padres de la patria… Nada extraño a lo suyo, todo uniforme y manoseado por ellos. El propio sentimiento y las aspiraciones mismas de liberación más sublimes y grandes de los pueblos; encauzados, sometidos los hombres a su voluntad única, como objetos automáticos. Nada de extraño a lo suyo, todo uniforme y manoseado por ellos.

Como esos niñitos de delantalcitos blancos que mecánicamente suben y bajan la voz mientras cantan la canción patria tal ellos les enseñaran.

EL DESFILE:
“Hombres” y caballos; cañones y ametralladoras, lanzas, sables, etc. Todos los símbolos de la civilización moderna: su honor y su moral; la razón burguesa, la del más fuerte y la gloria al mayor asesino. Luego los pabellones patrios, marchas marciales y redobles de tambores.

La muchedumbre se agita, aclama al monstruo. ¡Viva la patria! ¡Viva la Argentina!… Sus rostros enrojecen, sus pechos se exaltan, hierve su sangre. La mía hormiguea de indignación. Y pensar… que la sola figura del ogro soldadezco debiera repugnarles, en cambio su ignorancia los lleva a aclamar al militarismo, a los tributos de guerra, al crimen hecho ley, a las herramientas de muerte.

EL HIMNO:
“Oíd el ruido de rotas cadenas…” ¿?… “Libertad, libertad”. Canta la chusma, y pienso en las revueltas populares sofocadas por el plomo; Santa Cruz, B. Aires, etc… Luego levanto los ojos hacia el palacio de “justicia” y recuerdo los voluminosos procesos tramados contra los hombres de ideas libres. Por último viene a juguetear en mi mente el recuerdo de los revolucionarios de mayo, para compararlos con estos y veo el brazo prepotente del verdugo que maneja la goma que va a caer sobre las espaldas del infeliz elegido para hacerle autor de un delito o por haberle hablado desde el banco de una plaza al pueblo de libertad.

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