martes, 26 de septiembre de 2017

PARA QUE NO LO DESAPAREZCAN NUEVAMENTE. TESTIMONIO ANÓNIMO SOBRE SANTIAGO MALDONADO

No soy amigo de Santiago Maldonado ni tengo una relación cercana con él. Su familia, sus amigos y compañeros mapuche de las Pu Lof ya han dado su testimonio sobre quién es él.

Mi relación con El Brujo, sobrenombre con el que lo conocí, se dió en un determinado momento en que nuestras rutas de viaje se cruzaron, y por unos pocos días fueron compartidas.

Solo quiero traer estos recuerdos para seguir dando una dimensión de quién era El Brujo.

Fueron pocos días, 3 o 4. Pero en esos momentos pudimos charlar bastante mientras nos dábamos maña para sobrevivir con poca plata.

Me lo presentó una persona en común, diciéndome: «Él viene de Chile», y pensé que era chileno. 

Nos pusimos a hablar y me contó que no, que venía de allí porque estaba viajando hacía un tiempo. Nuestras rutas habían sido más o menos las mismas, solo que él hacía ya varios meses que estaba viajando.

Charlamos sobre lo que él vivió en las barricadas en Chiloé, cuando en la isla se expandió la revuelta popular al llegar a las costas una marea roja de algas y veneno. Era la señal, las salmoneras habían asesinado el mar.

En el momento que lo conocí estaba cerca de la lucha mapuche. Me dijo que se sentía con suerte. Primero Chiloé y al cruzar la cordillera, Cushamen.

Así pasamos esa primera tarde comentando diferentes conflictos en defensa de la Tierra.
Recuerdo charlar sobre las publicaciones Sombras y Cizallas y Cuadernos de Negación.

Se notaba que la conexión con la naturaleza era algo que sentía mucho —era vegetariano, naturista e interesado en la Liberación Animal— y que lo enlazaba con su propia historia. Así me contó que era de 25 de Mayo (Pcia de Buenos Aires) y ahí nomás me aclaró que ese no era su nombre real, sino Wetel Mapu: lugar o tierra de las mulitas. Y que en un campo cercano había dado sus últimos malones Kalfucurá, a quien admiraba.

Un gesto que me conmovió: viajaba con una foto de su bisabuelo, un inmigrante portugués.

Santi había trabajado en una cosecha de aceitunas en Mendoza y no entendía por qué se sentía cómodo entre los olivares. Encontró una explicación en ese bisabuelo luso. Me decía también que la foto le hacía acordar a las imágenes de los anarquistas expropiadores de principios del siglo XX, también de saco, mostachos y sombrero. Con más ganas y ocurrencia que argumentos decía que a lo mejor su bisabuelo había sido uno de ellos.

Pasamos una tarde entera macheteando leña a orillas de un río, volviendo un poco a los tumbos con unos changos de supermercado que habíamos conseguido, repletos.

Mientras comíamos escuchamos un disco de hip hop que había grabado con un amigo de 25 de Mayo. Letras contundentes contra la Iglesia y la Normalidad. Recuerdo una que hablaba sobre saquear el “santo sudario”, y otra que afirmaba en el estribillo: ¡Sigo siendo punk!

No hubo despedida. Una mañana me fui. Santiago Maldonado pudo haber sido una de las tantas personas que se conocen viajando y de las que solo queda un recuerdo. Un tiempo después su cara fotocopiada, en banderas, en murales, recorre el mundo.

UN DESAPARECIDO INCÓMODO
De Santiago Maldonado dijeron y dicen muchas cosas. Y han hecho por él muchas otras que intentan desaparecerlo nuevamente. El Estado argentino tiró la tesis de que es un mapuche de RAM y un guerrillero fugado a Chile con un estricto entrenamiento en karate. La ex presidenta aprovechó para pegarle a sus contrincantes y hasta ofreció una misa por El Brujo. Los ciudadanos bienpensantes pero progresistas solo hablan de él como artesano, mochilero, hippie.

Y la izquierda bueno, qué decir... Levantó la bandera de Santiago solo para poder seguir agregando nombres a su lista de mártires y tener otra excusa para seguir llorando. No nos extrañemos que pinten la cara de Santiago al lado de la de Mao o el Che Guevara.

Hubo algo en lo que coincidieron todos. La teoría de los infiltrados. Los compañeros de Santiago, en El Bolsón, Buenos Aires o Montevideo (¿Conquistarán los mapuches Uruguay?) que salieron con capucha y piedras a la calle fueron rápidamente catalogados de esa manera. El gobierno los tildó de terroristas y la oposición de funcionarios del macrismo. A Santiago Maldonado seguramente alguna vez en la calle lo insultaron diciéndole «infiltrado tirapiedra.»

Cuando Lanata increpó a Facundo Jones Huala diciéndole que se presenten a elecciones o Nicolás Repetto se encapuchó frente a su hermano Fernando argumentando que a la gente normal le da miedo esas cosas, ¿no vemos allí el mismo discurso de derecha e izquierda para no salir nunca de los cánones que impone el Estado para luchar?

A Santiago Maldonado no lo desaparecieron por estar dando una misa, o por presentarse a elecciones. Estaba cortando una ruta junto a los hermanos mapuche en lucha. Y seguramente, como el me había dicho, se sentía afortunado de estar junto a ellos.

¡Aparición con vida de Santiago Maldonado!
¡Terrorista es el Estado!

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