[Esta versión no fue publicada en La Oveja Negra nro.45 sino una resumida por razones de espacio]
El primer mes de este año trae consigo una negra efemérides: el
aniversario de la “Semana Trágica”, una de las huelgas más
largas y sangrientas ocurridas en territorio argentino, en la semana
del 7 al 14 de enero de 1919 bajo el gobierno del caudillo radical
Hipólito Yrigoyen.
Allí se cristalizó todo un momento histórico: la Primera Guerra Mundial y el auge de movimientos revolucionarios importantes en Rusia y Alemania, en contraposición a un conjunto de movimientos nacionalistas que tenían como base el trabajo y el militarismo.
Algunos elementos clave
Desde 1850 hubo en Argentina una fuerte oleada inmigratoria, que
trajo aparejada la formación de diversas agrupaciones de carácter
étnico (italianos, españoles, alemanes y rusos, mayormente). Estos
grupos se constituyeron como Sociedades de Socorros Mutuos y tenían
un carácter diverso e incluso contradictorio entre sí.
Para 1870 la formación de agrupaciones étnicas y económicas se
aceleraba, sin detenerse el flujo inmigratorio.
En 1890 las condiciones vividas en Argentina eran precarias y
miserables a causa de una gran crisis económica. Esta condición
generó rebeliones y organización en distintos sectores del mundo
obrero. Las tendencias socialistas y anarquistas eran todavía
embrionarias, pero ya estaban separadas de manera doctrinaria hacía
tiempo a raíz de una vieja discusión en la lucha social: reformar o
revolucionar la sociedad.
En 1901 se fundó la Federación Obrera Argentina (F.O.A.) que unió durante un año ambas corrientes, hasta que en 1902 los socialistas se escindieron de la organización para fundar la U.G.T.
Mientras tanto en la F.O.A., la influencia del gremialismo
anarquista, inspirado en las secciones italianas, suizas y españolas
de la Primera Internacional fue ascendente. Tanto así que, para
1904, adoptó como nombre Federación Obrera Regional Argentina
(F.O.R.A.), destacando el aspecto internacionalista de la lucha
proletaria, dejando en claro que los países no son más que
regiones del mundo y que todos los explotados deben unirse más allá
y contra las fronteras y Estados nacionales.
La preponderancia del sector anti estatal y anti político logró, en el V Congreso de la F.O.R.A., una de las declaraciones más avanzadas del movimiento obrero: «Aprobar y recomendar la propaganda e ilustración moral más amplia, en el sentido de inculcar a los obreros los principios científicos filosóficos del comunismo anárquico».
Esta declaración finalista (mantener ligadas las luchas inmediatas a la lucha por la revolución social), junto con el resto de las definiciones de sus congresos le valió el odio de los gobiernos y la conspiración desde las sombras de distintos sectores oportunistas. Entre ellos, por ejemplo, la antes mencionada U.G.T., que irá mutando de piel asumiendo distintos nombres e intentando debilitar la F.O.R.A., al punto de infiltrarse disolviendo una central, para luego eliminar la anterior recomendación a través de un congreso obrero.
Para 1915, cuando el movimiento obrero era fuertemente reprimido y deportado y la reacción avanzaba en todo el mundo, los enemigos del comunismo anárquico tuvieron su oportunidad. La escisión se produjo inevitablemente y, a partir de allí, ambas organizaciones fueron conocidas como la F.O.R.A. del V Congreso y la F.O.R.A. del IX Congreso. La vieja discusión del movimiento social otra vez: reforma o revolución social. La F.O.R.A. del IX se disolvería en 1922, en otro acto oportunista. Pero sigamos en el cauce de la revolución social.
La preponderancia del sector anti estatal y anti político logró, en el V Congreso de la F.O.R.A., una de las declaraciones más avanzadas del movimiento obrero: «Aprobar y recomendar la propaganda e ilustración moral más amplia, en el sentido de inculcar a los obreros los principios científicos filosóficos del comunismo anárquico».
Esta declaración finalista (mantener ligadas las luchas inmediatas a la lucha por la revolución social), junto con el resto de las definiciones de sus congresos le valió el odio de los gobiernos y la conspiración desde las sombras de distintos sectores oportunistas. Entre ellos, por ejemplo, la antes mencionada U.G.T., que irá mutando de piel asumiendo distintos nombres e intentando debilitar la F.O.R.A., al punto de infiltrarse disolviendo una central, para luego eliminar la anterior recomendación a través de un congreso obrero.
Para 1915, cuando el movimiento obrero era fuertemente reprimido y deportado y la reacción avanzaba en todo el mundo, los enemigos del comunismo anárquico tuvieron su oportunidad. La escisión se produjo inevitablemente y, a partir de allí, ambas organizaciones fueron conocidas como la F.O.R.A. del V Congreso y la F.O.R.A. del IX Congreso. La vieja discusión del movimiento social otra vez: reforma o revolución social. La F.O.R.A. del IX se disolvería en 1922, en otro acto oportunista. Pero sigamos en el cauce de la revolución social.
La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos (S.R.M.U.) inicia la lucha en los Talleres Vasena
Esta organización fue fundada en 1918 como una ruptura dentro de
la F.O.R.A. del IX Congreso (de influencia sindicalista y socialista)
e impulsada por sectores vinculados al anarquismo, pero no
únicamente.
La industria metalúrgica era reducida en Argentina. Tras haber ganado ciertas mejoras en distintos talleres que tenían entre 20 y 50 operarios, el 2 de diciembre los miembros de la S.R.M.U. se dispusieron a realizar una medida en un punto central de la industria metalúrgica: los Talleres Vasena.
Metalúrgicos Unidos inició entonces un reclamo por mejores
condiciones laborales elaborando un petitorio que fue presentado a la
empresa, que la patronal se negó a recibir y a tratar con la
delegación. La empresa buscó quebrar a los huelguistas recurriendo
a rompe huelgas y matones armados que servían de fuerza
parapolicial.
Los obreros en huelga montaron guardias alrededor del lugar,
ubicado en el humilde y emergente Barrio de Villa Pompeya. Allí, en
San Cristóbal, donde estaban los depósitos de los Vasena y en el
local social de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos,
sucederían graves y sangrientos hechos, de los que hablaremos a
continuación.
Entre el 13 y el 20 de diciembre se produjeron balaceras a
domicilios de huelguistas y contra las barricadas que impedían el
paso de los carneros. El 23 de diciembre, un carnero murió al
lanzarse al riachuelo, tras ser perseguido por los obreros.
El 3 de enero, luego de un mes de huelga, la policía aumentó su
grado represivo en la zona fabril y cercana al local de Metalúrgicos
Unidos. El 4 de enero los huelguistas levantaron barricadas y
rompieron los caños de agua para inundar las calles. Finalmente
echaron a la policía que custodiaba la fábrica, con la muerte de un
vigilante como resultado del enfrentamiento. Los huelguistas fueron
apoyados por el barrio que reaccionó virulentamente a la represión.
El entierro del policía fue el 6 de enero.
La Semana Trágica
El 7 de enero más de cien policías y bomberos armados dispararon
salvajemente. El ataque duró dos horas. También balearon el local
de la S.R.M.U. Hubo cinco muertos y mas de treinta heridos, muchos de
los cuales no eran obreros metalúrgicos.
Esta masacre convocó a miles de obreros a la huelga general. Un
velatorio se realizó en el local del sindicato de la F.O.R.A. del IX
y el resto en el de la S.R.M.U., destruido por los balazos en
puertas, paredes y ventanas. En este punto los comerciantes
decidieron no abrir sus puertas en señal de luto y la Federación
Obrera Marítima (importante organización adherida a F.O.R.A. IX),
declaró la huelga en torno a un problema del gremio.
El 8 de enero los establecimientos metalúrgicos suspendieron sus
tareas. La S.R.M.U. volvió a llevar un petitorio pero nuevamente no
fueron recibidos por la empresa. Al terminar el día, la F.O.R.A. del
IX expresó su solidaridad con los huelguistas y la F.O.R.A. del V
(de orientación comunista anárquica) declaró la huelga general
para el día siguiente. El 9 de enero Buenos Aires se paralizó,
una multitud llegó desde los suburbios. Se formaron barricadas,
piquetes, se realizaron sabotajes, los canillitas solo difundían
boletines de huelga, y la gente se agolpaba en calles y veredas
esperando despedir a las víctimas.
En la fábrica, los Vasena, custodiados por cientos de mercenarios
armados, fueron rodeados por barricadas. A las dos de la tarde partió
el cortejo fúnebre con algunos obreros armados a la cabeza, que
pronto comenzaron a saquear las armerías que encontraron a su paso.
Empezaron los primeros enfrentamientos y muertos, el cortejo rodeó
la fábrica y marchó hacia el cementerio de la Chacarita.
A las cuatro de la tarde se produjo otro hecho de importancia,
los manifestantes se metieron en un templo destruyendo y saqueando
todo a su paso, los niños rompían los vidrios, mientras otros
intentaban incendiar la Iglesia, comenzando distintos focos en el
establecimiento. El hecho sangriento había enervado a los
explotados, pero aún faltaba más violencia y enfrentamiento.
En el cementerio comenzaron a sonar los fusiles del ejército, disolviendo la manifestación, quedando los cuerpos sin sepultar, a los que se le sumaron nuevos muertos. La F.O.R.A. del IX intentó asumir la conducción de un movimiento auténticamente proletario y decidido. El 10 de enero grupos policiales y parapoliciales patrullaron asesinando y baleando con total impunidad. Mientras tanto, nuevos gremios adhirieron a la huelga y, para el día 11, la F.O.R.A. del V buscó concretar su objetivo de una «huelga general revolucionaria», luchando además por la libertad de todos los presos sociales, entre ellos el compañero Simón Radowitzky, encarcelado desde hacía diez años.
Pero la burguesía tenía sus fuerzas represivas bien pertrechadas
y salió a la caza de “judíos”, “rusos”, “marxistas”,
“maximalistas”, “anarquistas” y “bolcheviques”,
irrumpiendo en casas y locales, destruyendo y violando, matando niños
y golpeando viejos. La huelga se extendió al interior del país y
los dirigentes de la F.O.R.A. IX, con Sebastián Marotta al frente,
intentaron terminar el conflicto negociando en nombre de la S.R.M.U.,
a lo que sus miembros se opusieron.
El lunes 13 de enero finalmente la S.R.M.U. obtuvo respuesta a su
reclamo, después de casi cincuenta días de huelga. La F.O.R.A. del
V y La Protesta fueron duramente perseguidas, sus militantes
encarcelados y sus locales destruidos, a pesar de que habían
negociado un cese del conflicto al ver solucionada la cuestión
metalúrgica.
El verano continuó. Enero dejó casi mil muertos, decenas de
desaparecidos (entre ellos gran cantidad de niños), miles de
heridos, decenas de miles de detenidos, locales, casas y familias
destruidas.
Como tantas veces en la historia, los sindicalistas y socialistas
fueron desbordados en su intento de conciliar, legislar y gestionar
la salvaje explotación capitalista. Una vez más, la clase explotada
en Argentina dejaba constancia de su gran valor moral, valentía y
solidaridad, así como la clase explotadora de su rapacidad
nacionalista y militarista.
Yo vi en Historia 3 de la secundaria e Problemática histórica en primero de la facultad, estos acontecimientos, pero de forma superficial.
ResponderEliminarHasta no hace mucho, no sabía que existían tantas implicaciones. Lo sé ahora gracias a Los vengadores de la Patagonia revelde, de Osvaldo Bayer, y también gracias a este artículo, que me revela acontecimientos que desconocía hasta ahora.
Me parece que en el primer irigoyenismo se presenta una dialéctica irresoluble, que plantea elevar a las clases populares -o sólo a las clases medias- por encima de los mecanismos electorales antiguos y fraudulentos, además de instaurar una nueva concepción de lo político y del primer partido político moderno en acción desde el poder oficial.
Hay una apariencia, la de popularidad, mientras que en esencia el radicalismo irigoyenista era sólo democrático; sus primeras "buenas acciones" fueron disueltas por los hechos reales que, a pesar de ser reusados por el gobierno de la época, acabaron por ser mostrados igualmente a la sociedad argentina: la represión de movimientos y causas populares, prueba de los herrores y fallas estructurales de un sistema, el moderno, burgués y capitalista, que instaló en y a través del Estado en el gobierno de turno de 1916-30, una mejora y reformas jurídicas a un mecanismo político anticuado, pero que no supo -ni quiso- cambiar o destruir la estructura subyacente, perpetuando en la institucionalidad estatal la posibilidad del clientelismo de forma legítima, y la continuación, subrecticiamente, de las condiciones de acumulación económico-burgesas que hoy, dentro del Estado, amenaza con destruir al Estado mismo, pero no con vistas a la revolución social y política buscada por los anarquistas, sino para la reinstalación de sistemas totalitarios y tiránicos, teniendo al Estado no ya como esencia -razón de Estado- sino sólo como apariencia, en leyes e instituciones que conservan de democrático sólo su parte formal, y que ya no pueden responder, gracias a las terribles consecuencias que trae el gobierno de Macri, a las necesidades originarias y últimas de la condición colectiva de los hombres y los pueblos, que es la posibilidad de fundar el espacio real para la emancipación humana, a través de la revolución social, la revolución política, la económica, la hambiental, la metafísica, la histórica y la espiritual.