1907, desierto de Atacama, norte de Chile. Lejos de todo. Calor inhumano. Condiciones de trabajo insoportables.
Al Capital no le importa nada de esto, y a principios del siglo XX es una de las zonas más prósperas del país de explotación salitrera y marítima. El proletariado revolucionario también se pone en marcha desde fines del siglo XIX. Sociedades de resistencia, centros de estudios y periódicos agitan por mejorar la vida y por la Revolución Social.
En 1905 se da en Santiago «La Huelga de la Carne», ferozmente reprimida, cuyos destellos tambien llegaron al norte.
En 1906 estalla la huelga de los ferrocarrileros a La Paz pidiendo 1 hora y media para comer, entre otros puntos. Por burdo que parezca, esto cuesta, ademas de la huelga, tiroteos con la policía y saqueos.
1907 es la hora de los más olvidados. Los obreros de los salitres, los que trabajan tierra adentro en el desierto. Son popularmente llamados pampinos o calicheros. Sus condiciones de vida son de esclavos, trabajan entre 8 y 10 horas bajo el sol y cobran en vales que sólo pueden cambiar en los almacenes de las compañías. Además, las compañías salitreras tienen policía propia ejerciendo un control total en las minas.
El 10 de diciembre se desata la huelga en la mina San Lorenzo, y pronto se suma la de Altos San Antonio. Así se van sumando otras canteras e incluso otros gremios en solidaridad, por lo que la huelga es general en todo el norte. Los pampinos dejan su trabajo y caminan en masa hacia la ciudad de Iquique. Piden reemplazar los vales por dinero, la fundación de escuelas nocturnas, libertad para comprar en cualquier almacén, entre otros puntos. Otros trabajadores también viajan hacia Iquique a apoyar a sus hermanos. Los pampinos, los más explotados, los que el desierto se traga, convirtieron el norte en un polvorín.
El día 16 llegan a Iquique 7.000 trabajadores y la mayoría se alojan en la Escuela Domingo Santa María. El 20 de diciembre se declara el estado de sitio en un clima de tensión. El encargado de la represión será Roberto Silva Renard, militar “héroe” en la Guerra del Pacífico (1). Para el 21 siguen llegando obreros sumándose más de 10.000. Ese mismo día se da la orden de desalojar la escuela y volver al trabajo.
Los pampinos eran chilenos, argentinos, y en gran parte peruanos y bolivianos, además de inmigrantes europeos. Cuando los cónsules de cada país pidieron a “sus” trabajadores que se alejaran del conflicto, nadie acató la orden. Borrando estúpidas fronteras, el grito de guerra fue: ¡con los chilenos vinimos, con los chilenos vamos a morir!
600 balas por minuto podían disparar las modernas ametralladoras Maxim. Se calcula que fueron asesinados más de 2.000 trabajadores y trabajadoras. Exilio y vuelta al trabajo para los sobrevivientes.
En 1905 se da en Santiago «La Huelga de la Carne», ferozmente reprimida, cuyos destellos tambien llegaron al norte.
En 1906 estalla la huelga de los ferrocarrileros a La Paz pidiendo 1 hora y media para comer, entre otros puntos. Por burdo que parezca, esto cuesta, ademas de la huelga, tiroteos con la policía y saqueos.
1907 es la hora de los más olvidados. Los obreros de los salitres, los que trabajan tierra adentro en el desierto. Son popularmente llamados pampinos o calicheros. Sus condiciones de vida son de esclavos, trabajan entre 8 y 10 horas bajo el sol y cobran en vales que sólo pueden cambiar en los almacenes de las compañías. Además, las compañías salitreras tienen policía propia ejerciendo un control total en las minas.
El 10 de diciembre se desata la huelga en la mina San Lorenzo, y pronto se suma la de Altos San Antonio. Así se van sumando otras canteras e incluso otros gremios en solidaridad, por lo que la huelga es general en todo el norte. Los pampinos dejan su trabajo y caminan en masa hacia la ciudad de Iquique. Piden reemplazar los vales por dinero, la fundación de escuelas nocturnas, libertad para comprar en cualquier almacén, entre otros puntos. Otros trabajadores también viajan hacia Iquique a apoyar a sus hermanos. Los pampinos, los más explotados, los que el desierto se traga, convirtieron el norte en un polvorín.
El día 16 llegan a Iquique 7.000 trabajadores y la mayoría se alojan en la Escuela Domingo Santa María. El 20 de diciembre se declara el estado de sitio en un clima de tensión. El encargado de la represión será Roberto Silva Renard, militar “héroe” en la Guerra del Pacífico (1). Para el 21 siguen llegando obreros sumándose más de 10.000. Ese mismo día se da la orden de desalojar la escuela y volver al trabajo.
Los pampinos eran chilenos, argentinos, y en gran parte peruanos y bolivianos, además de inmigrantes europeos. Cuando los cónsules de cada país pidieron a “sus” trabajadores que se alejaran del conflicto, nadie acató la orden. Borrando estúpidas fronteras, el grito de guerra fue: ¡con los chilenos vinimos, con los chilenos vamos a morir!
600 balas por minuto podían disparar las modernas ametralladoras Maxim. Se calcula que fueron asesinados más de 2.000 trabajadores y trabajadoras. Exilio y vuelta al trabajo para los sobrevivientes.
1914, Antonio Ramón Ramón y su medio hermano Manuel Vaca migran —como tantos otros— de España a Brasil. Desde allí bajan a Argentina, donde parten rumbos y Manuel sigue viaje a Chile.
Desde fines de 1907 Ramón Ramón deja de recibir cartas de su querido Manuel. En junio de 1908 viaja a Chile y conoce lo sucedido 1 año atrás. Tras quedarse un tiempo más, vuelve a Argentina. En 1914 está de nuevo en Chile, esta vez en Santiago.
El 21 de diciembre, el general Silva Renard sale de su casa rumbo a la fábrica de cartuchos, la cual dirigía. Un día como tantos otros en la vida del héroe chileno.
Alguien se acerca.
—¿Es usted Silva Renard?
—Sí.
Antonio Ramón Ramón acuchilla al general asesino. Huye, intenta envenenarse pero no funciona. Lo atrapan. Al día siguiente las agrupaciones revolucionarias saludan el gesto generoso de Ramón Ramón a través de sus prensas, quien ha vengado a los pampinos y que declara que su acción no ha sido sólo por su hermano, sino por todos los trabajadores.
Está 8 años preso. Los anarquistas de Santiago juntan dinero y se lo entregan el día de su partida. Luego, su vida se perderá en el olvido en su España natal.
El asesino Silva Renard no murió por las heridas, sino en 1920, retirado ya de la vida militar, postrado y deforme en una silla de ruedas.
Nota:
(1) La Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre se produjo entre 1879 y 1883. Se enfrentaron Chile, Bolivia y Perú por el control de los yacimientos salitreros de la zona
Desde fines de 1907 Ramón Ramón deja de recibir cartas de su querido Manuel. En junio de 1908 viaja a Chile y conoce lo sucedido 1 año atrás. Tras quedarse un tiempo más, vuelve a Argentina. En 1914 está de nuevo en Chile, esta vez en Santiago.
El 21 de diciembre, el general Silva Renard sale de su casa rumbo a la fábrica de cartuchos, la cual dirigía. Un día como tantos otros en la vida del héroe chileno.
Alguien se acerca.
—¿Es usted Silva Renard?
—Sí.
Antonio Ramón Ramón acuchilla al general asesino. Huye, intenta envenenarse pero no funciona. Lo atrapan. Al día siguiente las agrupaciones revolucionarias saludan el gesto generoso de Ramón Ramón a través de sus prensas, quien ha vengado a los pampinos y que declara que su acción no ha sido sólo por su hermano, sino por todos los trabajadores.
Está 8 años preso. Los anarquistas de Santiago juntan dinero y se lo entregan el día de su partida. Luego, su vida se perderá en el olvido en su España natal.
El asesino Silva Renard no murió por las heridas, sino en 1920, retirado ya de la vida militar, postrado y deforme en una silla de ruedas.
Nota:
(1) La Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre se produjo entre 1879 y 1883. Se enfrentaron Chile, Bolivia y Perú por el control de los yacimientos salitreros de la zona
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