Ignoramos en su mayoría que muchas de las calles que solemos
transitar en nuestra alienada rutina de trabajo fueron en otro
tiempo escenario de resistencias y barricadas. No es que no haya
existido la explotación y la represión como hoy, solo que hubo
quienes se animaron a desafiarlas.
El 25 de junio de 1966, un golpe militar derrocaba al gobierno del
radical Arturo Illia. Las Fuerzas Armadas encabezadas por el general
Juan Carlos Onganía inauguraban así, una vez más, una etapa de
autoritarismo y represión en nuestro país. El nuevo gobierno
militar levantó la bandera del anticomunismo acérrimo, la censura
política, la represión a las luchas obreras, el oscurantismo y la
decadencia de las ideas, las manifestaciones culturales y la
educación.
Aquí en Rosario y su zona de influencia la implementación de la
política económica generaba duros efectos. Masivos despidos y
suspensiones en las empresas metalúrgicas y el incremento de las
villas de emergencia como consecuencia de la radicación de
trabajadores migrantes provenientes mayormente del interior
santafesino, fueron factores condicionantes del descontento
generalizado.
A principios del ‘69 las grandes inundaciones que afectaron
particularmente a Empalme Graneros y la indiferencia de la dictadura
frente a este problema llevó al máximo la indignación del barrio.
En la Universidad de Rosario, en el marco de una rigurosa política
que negaba el diálogo con los estudiantes, se gestaba una creciente
agitación. Los límites impuestos a los cursos de ingreso y el
mantenimiento de la Universidad Tecnológica fueron algunas de las
problemáticas que movilizaron la agitación estudiantil. El
descontento que ya empezaba a manifestarse en 1967 y 1968 se
transformaría en 1969 en ofensiva de los los sectores populares. La
rabia de los estudiantes y obreros, estallaría primero en mayo y
luego en septiembre. Nacían los “Rosariazos”.
El 15 de mayo es asesinado en Corrientes el estudiante Juan José
Cabral. En Rosario la solidaridad no se hizo esperar: se llevaron
adelante diversos actos, asambleas y marchas de protesta. Desde la
Facultad de Medicina partió una columna de 800 estudiantes hacia el
microcentro. Al llegar a las calles Córdoba y Entre Ríos se
produjeron corridas y disparos de la policía que pretendió cerrar
el paso a la manifestación. Una parte de los estudiantes se refugió
en la galería Minipal. La policía ingresó también a la galería,
y uno de ellos disparó alcanzando al estudiante de Ciencias
Económicas Adolfo Ramón Bello. Las esquinas de Santa Fe y Entre
Ríos, Rioja y Corrientes y Córdoba y Corrientes, fueron escenario
de enfrentamientos que hicieron retroceder a las fuerzas policiales.
Parte de la manifestación llegó hasta la sede de la CGT que se
encontraba en la Jefatura de Policía. Barricadas y hogueras
encendidas con papeles y elementos que suministraban la población
desde sus casas y edificios, servían como obstáculos para la acción
represiva y asimismo delimitaban el territorio que se ocupaba
desalojando de él a las fuerzas del orden.
Las herramientas de defensa frente a la policía fueron piedras,
palos, hierros recortados, cables tendidos y alambres. El
enfrentamiento duró cuatro horas y dejó el centro de la ciudad en
poder de los manifestantes. Sin embargo, a pesar de la retirada de la
policía, una nueva víctima quedaba como resultado de la brutal
represión: Luís Norberto Blanco, un obrero metalúrgico de tan solo
15 años.
Los acontecimientos de septiembre encontraron su origen a partir
de un conflicto obrero ocurrido en la Unión Ferroviaria Rosarina. En
1969 coexistían en la sección Rosario del ex ferrocarril Mitre
diversas organizaciones sindicales: La Unión Ferroviaria, La
Fraternidad y APDFA.
Los enfrentamientos tuvieron características similares a los del
mes de mayo: construcción de barricadas, hogueras, quema de
automóviles y trolebuses, ataque a los comercios abiertos y a los
grandes establecimientos y bancos. Las instalaciones de la empresa
ferrocarriles Argentinos sufrieron un sistemático ataque, quedando
destruidas parcialmente. La policía local, encargada del control de
la ciudad, debió ser asistida por refuerzos de localidades vecinas.
Recién finalizando el segundo día del paro, el Ejército intervino.
Estos hechos parecen hoy lejanos, Rosario hoy “es la mejor
ciudad para vivir”, la de “la cultura y el deporte”. La
alienación y la represión tienen hoy mecanismos más sutiles.
Por eso la memoria es necesaria, para la próxima barricada.
Por eso la memoria es necesaria, para la próxima barricada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario