sábado, 17 de septiembre de 2016

RESISTENCIAS MENORES. OPINIONES MAYORES

«Son ocho las escuelas incendiadas en la Provincia de Buenos Aires» 29 de abril, 2016.
«Más de cien escuelas en Kenia fueron incendiadas por sus propios alumnos. El Gobierno decidió llevar a más de un centenar de estudiantes ante los tribunales y los acusó de conspiración»
28 de julio, 2016.

«Vándalos, inadaptados y drogadictos»; «falló la integración»; «hay que asignar más recursos a educación y menos a políticas represivas»; «hay que aumentar las horas de cursado, la escolaridad doble turno es un estándar en los países nórdicos»; «hay que meterlos a todos en cana»… Cada uno se apresurará a elegir su opinión, ya que nadie quiere recibir con el culo flojo los puntapiés que dan los medios de comunicación.

Aquellos que al salir de un cotidiano trámite en la municipalidad, un banco o una empresa de telefonía móvil, murmuran con malestar que van a prender fuego todo, que van a matar al gerente o a esos hijos de puta, condenarían sin duda a los incendiarios. Quizás lo justifiquen diciendo que «no tiene nada que ver una empresa con una escuela», o con algún otro vericueto patriótico/ciudadanista. Pero en el fondo parecería que odian y antagonizan a quienes se atreven a hacer lo que ellos y ellas solo se permiten pensar en esos míseros segundos de bronca, en los que el Estado y el Capital les “falló”. Más aún, se verán obnubilados por el hecho de que los atacantes no robaron nada… ¿Una actividad criminal, premeditada, cuyo móvil —directo o indirecto— no es el ánimo de lucro? Solo puede ser obra de individuos con problemas mentales.

El sabelotodo, que hizo los deberes y sabe que en Kenia “pasan cosas raras”, acusará como buen cosmopolita occidental a musulmanes, grupos guerrilleros o bandas tribales. «Nos enteramos de que los chicos de otras escuelas incendiadas ya estaban de vacaciones, y quisimos lo mismo» dijo uno de los jóvenes incendiarios, casi como adelantándose insolentemente a las hordas de opinólogos.

Los demás, los ciudadanos que fielmente respetan la legalidad y las normas éticas imperantes, que están fervorosamente integrados a esta sociedad y nunca jamás tienen pensamientos suicidas, agresivos o sediciosos, no tendrían opinión alguna. Y es porque solo existen en los modelos de estadistas y en la ideología ciudadanista que nos somete.

Los pedagogos se resignan crecientemente y se refugian reconociendo la derrota de la escuela como elemento integrador e igualitario, explicitando la natural degradación de este espacio a meras tareas de contención. ¿Contención para que no ocurra qué? Pensamos. Mientras tanto pibes de todo el mundo le presentan resistencia a su obligación, con las herramientas que tienen a mano y sin ninguna ilusión de que la crítica de las escuelas venga del lado de los funcionarios de la escolarización.

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