domingo, 25 de octubre de 2015
jueves, 1 de octubre de 2015
CONTRA LA DEMOCRACIA
Ahondando
en la probable falta de originalidad vamos a analizar la palabra
democracia
y su significado.
Rompiendo
algunos mitos y muchas falsificaciones históricas y lingüísticas,
se ha de señalar que la palabra democracia
no viene de dos palabras (demos,
que supuestamente significaría “pueblo”, y cratos
que supuestamente significaría “poder”, dando lugar así al
término “el poder del pueblo”). La palabra democracia deriva de
tres palabras: demiurgos
o artesano, geomoros
o campesino y cratos
o Estado (en griego arcaico, y no “poder”, significado que, por
razones políticas, va a adquirir más adelante, en la época
clásica, para justificar el orden social vigente). De la fusión de
las dos primeras palabras demiurgos y geomoros surgirá una nueva,
demos,
que va a aparecer en la época clásica, siendo por tanto un
neologismo que no existía cuando se funda este orden socio-político.
Con este juego de palabras entre artesano y campesino se formará la
palabra “pueblo” para justificar el nuevo aparato estatal y
refrendar el orden social impuesto. Claramente el pueblo son los
artesanos, comerciantes y campesinos y para ellos está hecho el
nuevo régimen. Quienes no formen parte de estas clases no serán
parte del pueblo. Así pues, nos encontramos con que democracia no
significa «el poder del pueblo», sino el «Estado de los artesanos
y los campesinos».
Estos
dos estamentos iniciaron hacia finales del siglo V a. C. una rebelión
contra la monarquía Ática, a la que, en una época convulsa y
confusa y mediante un proceso y por unas causas no muy conocidas,
derrocarían para instaurar el nuevo modelo. Pero además conviene
hacer una nueva aclaración. La sociedad ateniense en el momento
inmediatamente anterior a la instauración de la democracia estaba
compuesta por tres clases o estamentos sociales: los eupátridas,
en la cima de la pirámide, que eran los nobles y el estamento del
que salía el monarca; los demiurgos, que eran los artesanos y
comerciantes, pero no unos artesanos cualquiera, sino los maestros
artesanos y dueños de los talleres (es decir personas con esclavos y
asalariados que dirigían la producción y el comercio al servicio de
los eupátridas); y los geomoros o campesinos, campesinos
propietarios de tierras y dueños de esclavos. Estos tres eran los
estamentos entre los hombres libres, estamentos subdivididos a su vez
según rango, riqueza y posición social. Después en la escala más
baja de la pirámide estaban los metecos
o hijos de padre ateniense y madre extranjera (que solían ser los
asalariados o los ayudantes de demiurgos y geomoros), hombres libres
pero que no tenían los mismos derechos que los atenienses libres, y
más abajo aún estaban los esclavos. Aparte estaban las mujeres que
no sólo no gozaban de la condición de “ciudadanos” sino que ni
tan siquiera alcanzaban la categoría de “personas”.
Es
con estas características y en este contexto que nace la democracia.
Al principio de una forma tosca, después, a casi un siglo de su
fundación, Pericles la perfeccionará aún más. El funcionamiento
democrático iba a ser relativamente sencillo. Los atenienses mayores
de edad (hombres libres con propiedades) se reunían en el ágora o
plaza en representación de sus familias (mujeres, hijos y esclavos)
y allí escogían un número limitado de magistrados por un periodo
de dos años. Cada magistrado tenía una función específica. Unos
serían jueces, otros gobernantes, otros controlarían al gobierno,
otros funcionarios, etc. En las asambleas del ágora, que eran
relativamente periódicas, los propietarios delineaban las líneas
generales de la dirección de la polis y la política de la ciudad y
los gobernantes se encargaban de ponerla en práctica con un margen
de maniobra bastante amplio, pero ciñéndose a lo decidido por las
asambleas. La mayoría de las veces funcionaban mediante simples
referéndum o eligiendo entre propuestas presentadas por los
magistrados o las comisiones elegidas para algún asunto específico.
Los referéndum solían ser bastante generalistas, quedando la
aplicación de las decisiones, las modalidades y los tiempos en manos
del gobierno. Lo que un gobernante no podía hacer era saltarse a la
torera las decisiones asamblearias u obrar fuera de las directrices
(bastante amplias) marcadas. Claro que las intrigas, conspiraciones y
manipulaciones preexistían en bastantes siglos a la democracia con
lo cual siempre podía aplicarse alguno de estos corrientes métodos
políticos para justificar lo que fuera. En caso de duda o falta de
acuerdo, tradición, oráculos y sacerdotes (lo que venía a ser más
o menos la misma cosa) se encargaban de “aclarar” la
incertidumbre.
Es
importante señalar el hecho de que las magistraturas, elegidas por
períodos anuales o bianuales, no eran cargos remunerados, con lo
cual se limitaba aún más el acceso a las mismas (¿quién podía
permitirse el lujo de desatender sus actividades o negocios durante
uno o dos años para cumplir con la patria sin arruinarse?).
Este
“paraíso” social construido sobre la sangre de esclavos y
mujeres quedaría sólo reducido para la hermosa ciudad de Atenas.
Para el resto sólo quedaba el vasallaje, pues Atenas fue un imperio
tanto comercial como militar que sometió a sus vecinos y derrotó en
tan enconadas como duraderas guerras a todos los demás imperios
regionales rivales (a sus vecinos del sur, los lacedemonios
-espartanos para la posteridad-, o a sus menos vecinos del este, los
persas). Atenas llegó a liderar un auténtico imperio comercial,
político y militar basado en ligas y federaciones en las que imponía
su hegemonía, que se extendería, sin necesidad de la típica
invasión militar al uso, desde la actual Turquía a Girona a lo
ancho, y desde la actual Eslovenia a Túnez a lo largo.
Nota:
Este artículo es un extracto del libro de los Grupos Anarquistas Coordinados (región española) titulado Contra la democracia, más precisamente del capítulo El surgimiento de la democracia: la antigua Grecia. La tenencia de dicho libro fue uno de los motivos que el juez Bermúdez consideró relevantes para ordenar la entrada en prisión preventiva de siete presuntos integrantes del GAC durante la instrucción judicial de la Operación Pandora en diciembre de 2014.
No queremos olvidar tampoco el carácter social de la democracia, su íntima relación con el mercado. «Ese símbolo de la democracia que los griegos nos legaron, aplaudido tanto por políticos conservadores como por los apologistas del asambleísmo, el ágora, hacía de mercado. La democracia se generalizaba allí donde se generalizaba el dinero.» (Cuadernos de negación nro.9)
Hoy como ayer, la democracia es la opresión de unos pocos sobre el resto, es la forma de organización social que adquiere el poder de los explotadores, la misoginia en acción, la preservación de la esclavitud y la propiedad privada. Esta no es una “falsa democracia” ¡esta es la verdadera democracia!
Hoy como ayer, la democracia es la opresión de unos pocos sobre el resto, es la forma de organización social que adquiere el poder de los explotadores, la misoginia en acción, la preservación de la esclavitud y la propiedad privada. Esta no es una “falsa democracia” ¡esta es la verdadera democracia!
INSEGURIDAD EN LA CONSTRUCCIÓN
No sabemos si reír o llorar… el pasado 10 de septiembre, el señor Sixto Irrazábal, secretario general de la UOCRA, le exigía a los gobernantes rosarinos que le expliquen «qué proyecto tienen y qué están haciendo para que la gente vaya a trabajar sin tener que estar pensando si vuelve o no a su casa». ¿Es un chiste? nos preguntamos muchos… ¿Estamos hablando del mismo mafioso que para arriar a los obreros hacia alguna manifestación, se pasea por las obras en construcción tirando tiros al aire cuando algún trabajador no quiere sumarse? Sí, y no es un chiste. Es un sindicato. Un sindicato que siempre demostró claramente su función reformista y reaccionaria —en acuerdo con la patronal y el Estado— que, de todos modos, es la única función a la que está llamado a desplegar en esta miseria de sociedad.
El detonante de la movilización, en la cual se concentraron dos mil trabajadores de la construcción para exigirle al gobierno “acciones concretas” para frenar hechos de robo y violencia en Rosario, fue el crimen del arquitecto (¡y no el de miles de obreros!) Sandro Procopio. Parece que la vida de un arquitecto vale más que la de miles de albañiles. Y no es que ambas vidas deberían valer lo mismo ¡los seres humanos no deberíamos tener precio!
A la protesta se sumaron además excusas, como el robo de motos, bicicletas, herramientas, materiales y agresiones a los obreros de la construcción, como fue la perpetrada a un joven albañil que quedó ciego tras ser baleado en una obra.
No somos obtusos, no desestimamos los hechos: robos, delitos y agresiones ocurren en todos lados y a todas horas. De hecho, nos roban cada día, cada mañana desde que nos levantamos para ir a trabajar hasta que salimos del yugo, a veces además nos roban la bicicleta al volver… parece que al primer robo ya estamos acostumbrados, mientras nos sigue horrorizando el robo “a mano armada” por parte de algún delincuente.
Lo que estas consignas y movilizaciones hacen no es otra cosa que dirigir y limitar la lucha de los trabajadores a través de la más torpe y enajenada denuncia ciudadanista de la inseguridad, poniendo el foco en una situación aislada, que además se espera que los políticos resuelvan de inmediato. ¡No se va a resolver mientras exista propiedad privada! Y, por supuesto, no se va a resolver con más policías, porque la policía es el Estado, es lo que sustenta el estado de cosas actuales, los mercados negros, el narcotráfico y el delito. Es el sistema social que perpetúa la división de la sociedad en clases, perpetúa la pobreza, el desamparo, la miseria y, más que nada, ¡el robo! Y también es lo que asegura que una clase deba trabajar (si es que accede a este mercado) o perecer, que deba venderse al mejor postor para poder sobrevivir, que deba ir al trabajo que sea, y si es necesario morir por él.
La construcción es justamente el tercer sector de actividad más riesgoso, en el cual más trabajadores se accidentan y trabajan en condiciones de precariedad extremas; en el cual más se enferman o mueren a causa de las exigencias que las empresas y la actividad misma tienen para con los trabajadores. Los arquitectos y contables de este sector toman a los trabajadores muertos como un gasto más de producción. En muchos casos, estos gastos son menores que los que supondría la introducción de medidas de prevención.
No es que necesitemos reforzar estos argumentos con estadísticas (que sabemos de sobra de donde provienen), pero no está de más responder a tantas estupideces con cifras contundentes (que, recordemos, sólo tienen en cuenta a los trabajadores formales): según la OIT, el trabajo cobra más víctimas que las guerras, más de 2,3 millones de trabajadores mueren por año a causa de accidentes o enfermedades laborales.
¿De qué seguridad estamos hablando señor Sixto Irrazábal? ¿De la que ni se preocupa por denunciar cuando se producen 8.489 accidentes laborales registrados en un sólo año? Aclaremos que a la UOCRA no le estamos exigiendo que luche por los intereses de los trabajadores, porque sabemos que a lo sumo luchará por un ajuste de salario, porque vive de ello. Veamos quiénes se encontraban a su lado el día de la manifestación: representantes de entidades como la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), la Asociación Empresaria de la Vivienda (AEV) y el Colegio de Arquitectos… Los patroncitos, esos mismos con los que acuerda cada año el techo salarial, la tasa de explotación… «La comunidad de la construcción: obreros, profesionales arquitectos, ingenieros, técnicos constructores y desarrolladores de obras sentimos la imperiosa necesidad de reunirnos frente a la obra en la que murió uno de nuestros colegas realizando su trabajo…» decía el texto de la convocatoria firmado por el sindicato. Esa comunidad ficticia a la que se refiere es la comunidad del dinero y no expresa más que la intención de negar el antagonismo que hay entre las clases, entre el explotado y el que le da órdenes y se llena los bolsillos a costa de la explotación programada. Esto no es comunidad, esto es capitalismo, es trabajo asalariado y explotación.
No es a los sindicatos a los que hay que exigirles nada; somos los mismos trabajadores los que deberemos salirnos de estos cercos, de las anteojeras de la ideología dominante si queremos realmente cambiar nuestras condiciones de vida. Porque como ya decíamos en La Oveja Negra nro.25: «mientras exista dinero, propiedad, Estado, policía y un culto al progreso individual que se caga en los demás, no habrá bienestar ni felicidad. Y junto a millones en todo el planeta y desde hace siglos esa lucha no se detiene.»
El detonante de la movilización, en la cual se concentraron dos mil trabajadores de la construcción para exigirle al gobierno “acciones concretas” para frenar hechos de robo y violencia en Rosario, fue el crimen del arquitecto (¡y no el de miles de obreros!) Sandro Procopio. Parece que la vida de un arquitecto vale más que la de miles de albañiles. Y no es que ambas vidas deberían valer lo mismo ¡los seres humanos no deberíamos tener precio!
A la protesta se sumaron además excusas, como el robo de motos, bicicletas, herramientas, materiales y agresiones a los obreros de la construcción, como fue la perpetrada a un joven albañil que quedó ciego tras ser baleado en una obra.
No somos obtusos, no desestimamos los hechos: robos, delitos y agresiones ocurren en todos lados y a todas horas. De hecho, nos roban cada día, cada mañana desde que nos levantamos para ir a trabajar hasta que salimos del yugo, a veces además nos roban la bicicleta al volver… parece que al primer robo ya estamos acostumbrados, mientras nos sigue horrorizando el robo “a mano armada” por parte de algún delincuente.
Lo que estas consignas y movilizaciones hacen no es otra cosa que dirigir y limitar la lucha de los trabajadores a través de la más torpe y enajenada denuncia ciudadanista de la inseguridad, poniendo el foco en una situación aislada, que además se espera que los políticos resuelvan de inmediato. ¡No se va a resolver mientras exista propiedad privada! Y, por supuesto, no se va a resolver con más policías, porque la policía es el Estado, es lo que sustenta el estado de cosas actuales, los mercados negros, el narcotráfico y el delito. Es el sistema social que perpetúa la división de la sociedad en clases, perpetúa la pobreza, el desamparo, la miseria y, más que nada, ¡el robo! Y también es lo que asegura que una clase deba trabajar (si es que accede a este mercado) o perecer, que deba venderse al mejor postor para poder sobrevivir, que deba ir al trabajo que sea, y si es necesario morir por él.
La construcción es justamente el tercer sector de actividad más riesgoso, en el cual más trabajadores se accidentan y trabajan en condiciones de precariedad extremas; en el cual más se enferman o mueren a causa de las exigencias que las empresas y la actividad misma tienen para con los trabajadores. Los arquitectos y contables de este sector toman a los trabajadores muertos como un gasto más de producción. En muchos casos, estos gastos son menores que los que supondría la introducción de medidas de prevención.
No es que necesitemos reforzar estos argumentos con estadísticas (que sabemos de sobra de donde provienen), pero no está de más responder a tantas estupideces con cifras contundentes (que, recordemos, sólo tienen en cuenta a los trabajadores formales): según la OIT, el trabajo cobra más víctimas que las guerras, más de 2,3 millones de trabajadores mueren por año a causa de accidentes o enfermedades laborales.
¿De qué seguridad estamos hablando señor Sixto Irrazábal? ¿De la que ni se preocupa por denunciar cuando se producen 8.489 accidentes laborales registrados en un sólo año? Aclaremos que a la UOCRA no le estamos exigiendo que luche por los intereses de los trabajadores, porque sabemos que a lo sumo luchará por un ajuste de salario, porque vive de ello. Veamos quiénes se encontraban a su lado el día de la manifestación: representantes de entidades como la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), la Asociación Empresaria de la Vivienda (AEV) y el Colegio de Arquitectos… Los patroncitos, esos mismos con los que acuerda cada año el techo salarial, la tasa de explotación… «La comunidad de la construcción: obreros, profesionales arquitectos, ingenieros, técnicos constructores y desarrolladores de obras sentimos la imperiosa necesidad de reunirnos frente a la obra en la que murió uno de nuestros colegas realizando su trabajo…» decía el texto de la convocatoria firmado por el sindicato. Esa comunidad ficticia a la que se refiere es la comunidad del dinero y no expresa más que la intención de negar el antagonismo que hay entre las clases, entre el explotado y el que le da órdenes y se llena los bolsillos a costa de la explotación programada. Esto no es comunidad, esto es capitalismo, es trabajo asalariado y explotación.
No es a los sindicatos a los que hay que exigirles nada; somos los mismos trabajadores los que deberemos salirnos de estos cercos, de las anteojeras de la ideología dominante si queremos realmente cambiar nuestras condiciones de vida. Porque como ya decíamos en La Oveja Negra nro.25: «mientras exista dinero, propiedad, Estado, policía y un culto al progreso individual que se caga en los demás, no habrá bienestar ni felicidad. Y junto a millones en todo el planeta y desde hace siglos esa lucha no se detiene.»
HABLANDO CON LAS PAREDES: «SOMOS LAS NIETAS DE LAS BRUJAS QUE NO PUDISTE MATAR»
Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan.
Nos encontramos con una frase que, como un reto, mezcla de ira y nostalgia, recita: «Somos las nietas de las brujas que no pudiste matar».
Nos encontramos con una frase que, como un reto, mezcla de ira y nostalgia, recita: «Somos las nietas de las brujas que no pudiste matar».
¿Por qué nos identificaríamos con aquellas brujas? ¿Cuál es el sentido de sentirnos parte de su misma resistencia? No es casualidad que la «caza de brujas» haya sido fundamental en el proceso de acumulación originaria del Capital. Este proceso de separación entre producción y reproducción, entre productores y medios de producción, supuso la creación de una clase proletaria desposeída, en cuyo seno las mujeres, a diferencia de los hombres, fueron puestas al margen de los salarios y forzadas así, en una sociedad cada vez más monetarizada, a una pobreza crónica, a la dependencia económica y a la invisibilidad como trabajadoras.
Esta nueva profundización de la división sexual del trabajo confinó a las mujeres a la esfera del trabajo reproductivo. La caza de brujas, como explica exhaustivamente Silvia Federici en El Calibán y la bruja, intentó destruir todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista, así como la condición necesaria para su resistencia en la lucha contra el feudalismo.
Se trató además de destruir el control que las mujeres ejercían sobre su función reproductiva. Es por esto y no casualmente que fueron parteras y ancianas las primeras sospechadas de brujas, dejando para la posteridad un nuevo modelo de femeneidad, un nuevo lugar para la mujer en la sociedad y la ciencia médica y sus mutilaciones.
Aún hoy la lucha en el terreno de la reproducción sigue siendo fundamental para las mujeres, así como un nexo de unión con la historia de las brujas. Sus luchas contra la separación de sus conocimientos de sus cuerpos y prácticas, son también nuestras luchas, no sólo en tanto mujeres, sino y sobre todo, en tanto proletarias. Son parte de la lucha histórica de nuestra clase contra la enajenación y la mercantilización de nuestras vidas y nuestros cuerpos. Porque también somos los nietos de las obreras y «de los obreros que nunca pudisteis matar». Es la lucha de hombres y mujeres por la destrucción de este sistema.
Esta nueva profundización de la división sexual del trabajo confinó a las mujeres a la esfera del trabajo reproductivo. La caza de brujas, como explica exhaustivamente Silvia Federici en El Calibán y la bruja, intentó destruir todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista, así como la condición necesaria para su resistencia en la lucha contra el feudalismo.
Se trató además de destruir el control que las mujeres ejercían sobre su función reproductiva. Es por esto y no casualmente que fueron parteras y ancianas las primeras sospechadas de brujas, dejando para la posteridad un nuevo modelo de femeneidad, un nuevo lugar para la mujer en la sociedad y la ciencia médica y sus mutilaciones.
Aún hoy la lucha en el terreno de la reproducción sigue siendo fundamental para las mujeres, así como un nexo de unión con la historia de las brujas. Sus luchas contra la separación de sus conocimientos de sus cuerpos y prácticas, son también nuestras luchas, no sólo en tanto mujeres, sino y sobre todo, en tanto proletarias. Son parte de la lucha histórica de nuestra clase contra la enajenación y la mercantilización de nuestras vidas y nuestros cuerpos. Porque también somos los nietos de las obreras y «de los obreros que nunca pudisteis matar». Es la lucha de hombres y mujeres por la destrucción de este sistema.
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