jueves, 1 de octubre de 2015

INSEGURIDAD EN LA CONSTRUCCIÓN

No sabemos si reír o llorar… el pasado 10 de septiembre, el señor Sixto Irrazábal, secretario general de la UOCRA, le exigía a los gobernantes rosarinos que le expliquen «qué proyecto tienen y qué están haciendo para que la gente vaya a trabajar sin tener que estar pensando si vuelve o no a su casa». ¿Es un chiste? nos preguntamos muchos… ¿Estamos hablando del mismo mafioso que para arriar a los obreros hacia alguna manifestación, se pasea por las obras en construcción tirando tiros al aire cuando algún trabajador no quiere sumarse? Sí, y no es un chiste. Es un sindicato. Un sindicato que siempre demostró claramente su función reformista y reaccionaria —en acuerdo con la patronal y el Estado— que, de todos modos, es la única función a la que está llamado a desplegar en esta miseria de sociedad.

El detonante de la movilización, en la cual se concentraron dos mil trabajadores de la construcción para exigirle al gobierno “acciones concretas” para frenar hechos de robo y violencia en Rosario, fue el crimen del arquitecto (¡y no el de miles de obreros!) Sandro Procopio. Parece que la vida de un arquitecto vale más que la de miles de albañiles. Y no es que ambas vidas deberían valer lo mismo ¡los seres humanos no deberíamos tener precio!
A la protesta se sumaron además excusas, como el robo de motos, bicicletas, herramientas, materiales y agresiones a los obreros de la construcción, como fue la perpetrada a un joven albañil que quedó ciego tras ser baleado en una obra.

No somos obtusos, no desestimamos los hechos: robos, delitos y agresiones ocurren en todos lados y a todas horas. De hecho, nos roban cada día, cada mañana desde que nos levantamos para ir a trabajar hasta que salimos del yugo, a veces además nos roban la bicicleta al volver… parece que al primer robo ya estamos acostumbrados, mientras nos sigue horrorizando el robo “a mano armada” por parte de algún delincuente.

Lo que estas consignas y movilizaciones hacen no es otra cosa que dirigir y limitar la lucha de los trabajadores a través de la más torpe y enajenada denuncia ciudadanista de la inseguridad, poniendo el foco en una situación aislada, que además se espera que los políticos resuelvan de inmediato. ¡No se va a resolver mientras exista propiedad privada! Y, por supuesto, no se va a resolver con más policías, porque la policía es el Estado, es lo que sustenta el estado de cosas actuales, los mercados negros, el narcotráfico y el delito. Es el sistema social que perpetúa la división de la sociedad en clases, perpetúa la pobreza, el desamparo, la miseria y, más que nada, ¡el robo! Y también es lo que asegura que una clase deba trabajar (si es que accede a este mercado) o perecer, que deba venderse al mejor postor para poder sobrevivir, que deba ir al trabajo que sea, y si es necesario morir por él.

La construcción es justamente el tercer sector de actividad más riesgoso, en el cual más trabajadores se accidentan y trabajan en condiciones de precariedad extremas; en el cual más se enferman o mueren a causa de las exigencias que las empresas y la actividad misma tienen para con los trabajadores. Los arquitectos y contables de este sector toman a los trabajadores muertos como un gasto más de producción. En muchos casos, estos gastos son menores que los que supondría la introducción de medidas de prevención.

No es que necesitemos reforzar estos argumentos con estadísticas (que sabemos de sobra de donde provienen), pero no está de más responder a tantas estupideces con cifras contundentes (que, recordemos, sólo tienen en cuenta a los trabajadores formales): según la OIT, el trabajo cobra más víctimas que las guerras, más de 2,3 millones de trabajadores mueren por año a causa de accidentes o enfermedades laborales.

¿De qué seguridad estamos hablando señor Sixto Irrazábal? ¿De la que ni se preocupa por denunciar cuando se producen 8.489 accidentes laborales registrados en un sólo año? Aclaremos que a la UOCRA no le estamos exigiendo que luche por los intereses de los trabajadores, porque sabemos que a lo sumo luchará por un ajuste de salario, porque vive de ello. Veamos quiénes se encontraban a su lado el día de la manifestación: representantes de entidades como la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), la Asociación Empresaria de la Vivienda (AEV) y el Colegio de Arquitectos… Los patroncitos, esos mismos con los que acuerda cada año el techo salarial, la tasa de explotación… «La comunidad de la construcción: obreros, profesionales arquitectos, ingenieros, técnicos constructores y desarrolladores de obras sentimos la imperiosa necesidad de reunirnos frente a la obra en la que murió uno de nuestros colegas realizando su trabajo…» decía el texto de la convocatoria firmado por el sindicato. Esa comunidad ficticia a la que se refiere es la comunidad del dinero y no expresa más que la intención de negar el antagonismo que hay entre las clases, entre el explotado y el que le da órdenes y se llena los bolsillos a costa de la explotación programada. Esto no es comunidad, esto es capitalismo, es trabajo asalariado y explotación.

No es a los sindicatos a los que hay que exigirles nada; somos los mismos trabajadores los que deberemos salirnos de estos cercos, de las anteojeras de la ideología dominante si queremos realmente cambiar nuestras condiciones de vida. Porque como ya decíamos en La Oveja Negra nro.25: «mientras exista dinero, propiedad, Estado, policía y un culto al progreso individual que se caga en los demás, no habrá bienestar ni felicidad. Y junto a millones en todo el planeta y desde hace siglos esa lucha no se detiene.»

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