Los inconformes hacen hablar a las paredes para reflexionar, para agitar, para sorprender al transeúnte distraído. Nosotros queremos hablar con las paredes para profundizar lo que gritan.
Mientras los izquierdistas más refinados discuten acerca de modelos económicos y políticas de Estado, al ciudadano promedio se lo trata de convencer con todo tipo de bajezas como «poder cambiar el auto», «poder seguir viendo los goles antes de las 9», o un supuesto «seguir aumentando los salarios».
Para pensar acerca del fondo de toda esta lógica macabra, en las paredes nos topamos también con la frase «No regalemos el Estado». Dejando ridiculeces e hipocresías de lado, este discurso sigue apelando a la idea bastante común de que el Estado es una herramienta neutral que podríamos usar a nuestro favor de alguna manera. Idea que tanto ha debilitado históricamente a la lucha de nuestra clase. En esta ocasión, recordamos una vez más que:
«El Estado no es un enemigo por razones de gusto, afinidad moral o antipatía ideológica. Lo es en tanto estructura de poder fundamental que garantiza nuestro sometimiento al trabajo asalariado, que permite y defiende la destrucción de la naturaleza en pos de la producción económica y garantiza la guerra como método de reorganización económica y de control social.
Es nuestro enemigo, no porque quienes detentan el poder sean malas personas o estén motivados por ciegas ambiciones; es nuestro enemigo porque organiza y ordena el sometimiento de nuestras vidas en armonía con el Capital ¡porque es el gobierno del Capital!» (Cuadernos de Negación Nro. 4)
Mientras los izquierdistas más refinados discuten acerca de modelos económicos y políticas de Estado, al ciudadano promedio se lo trata de convencer con todo tipo de bajezas como «poder cambiar el auto», «poder seguir viendo los goles antes de las 9», o un supuesto «seguir aumentando los salarios».
Para pensar acerca del fondo de toda esta lógica macabra, en las paredes nos topamos también con la frase «No regalemos el Estado». Dejando ridiculeces e hipocresías de lado, este discurso sigue apelando a la idea bastante común de que el Estado es una herramienta neutral que podríamos usar a nuestro favor de alguna manera. Idea que tanto ha debilitado históricamente a la lucha de nuestra clase. En esta ocasión, recordamos una vez más que:
«El Estado no es un enemigo por razones de gusto, afinidad moral o antipatía ideológica. Lo es en tanto estructura de poder fundamental que garantiza nuestro sometimiento al trabajo asalariado, que permite y defiende la destrucción de la naturaleza en pos de la producción económica y garantiza la guerra como método de reorganización económica y de control social.
Es nuestro enemigo, no porque quienes detentan el poder sean malas personas o estén motivados por ciegas ambiciones; es nuestro enemigo porque organiza y ordena el sometimiento de nuestras vidas en armonía con el Capital ¡porque es el gobierno del Capital!» (Cuadernos de Negación Nro. 4)
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