lunes, 16 de marzo de 2015

NO SOMOS TUS HIJOS

El viernes 13 de marzo se cumplen dos años de Jorge Bergoglio como Papa y el comienzo de una restauración católica en la región animada por todo el espectro político (ver La oveja negra nro. 7). Como si la Iglesia no fuera ya influyente, el nuevo jefe despertó un nuevo interés por esa ideología de la muerte que es el catolicismo y renovó el patriotismo latinoamericanista de perfil futbolero.

Escuchado en todas sus idioteces, cada una de ellas se convierte en un nuevo mandamiento tanto para progresistas como para conservadores. En principio cuestionado por su actuación en la última dictadura, su ascenso se coronó, el noviembre pasado, con el pedido de perdón de Estela de Carlotto por haber “difamado” su figura. El holograma que se ha creado en torno a él es tan grande que hace ver lo que no existe, aun cuando la realidad es tan pesada como una piedra, como sucede con la religión. Y todos agachan la cabeza diciendo: amén.

Dos de sus últimas declaraciones lo pintan de cuerpo entero. En febrero llamó a la humanidad a tener hijos y condenó como depresivas aquellas sociedades que no tienen una maternidad elevada. Los llamó también irresponsables y exclamó:

«(…) no tener hijos es una elección egoísta. La vida rejuvenece y adquiere energías que se multiplican: se enriquece, no se empobrece.» Agregando: «una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor (…) cuando no se honra a los padres se pierde el honor propio.»

Y hace unas semanas: «Yo pienso que a México el diablo lo castiga con mucha bronca. Creo que el diablo no le perdona a México que Ella [la Virgen de Guadalupe] haya mostrado ahí a su Hijo. Interpretación mía. O sea, México es privilegiado en el martirio, por haber reconocido, defendido, a su Madre.» Sumisión y más sumisión. Ese es el mensaje. Ya sabemos para qué quiere el Papa que tengamos hijos. Para que ellos, como nosotros, pasen el resto de sus vidas como mano de obra del engranaje capitalista aceitado con agua bendita, enriqueciendo la vida de los burgueses. Y para que, en el peor de los casos, alimenten su pedofilia. Y cuando el Estado y el Capital nos ametralle, nos desaparezca y nos reprima, la culpa será del diablo.

El “mundo mejor” del que habla Francisco es el de la paz capitalista, el de la inmovilidad de los explotados, el bucólico paisaje de la conformidad, de su paternidad eterna sobre nosotros. ¡Parece mentira que éstas polémicas sigan existiendo y que la Iglesia nos diga qué hacer y qué no hacer con nuestras vidas! ¡No en vano ellos se autotitulan como padres y los creyentes como hijos!

No estamos en contra de la Iglesia por una mera posición racionalista, argumento fácil gracias a su fabulario tan absurdo. La religión es uno de los pilares de la dominación capitalista y por eso luchamos contra ella. No nos interesa ser buenos ciudadanos ateos y argumentar académicamente por qué dios es una farsa. Esa farsa no es producto de una simple elección individual de creencias, es la farsa más material que existe, que se ha llevado la vida de millones de proletarios a lo largo de su historia, haya democracia o dictadura. Por eso es nuestra enemiga.

La ideología de la culpa, el pecado y el sufrimiento inculcada por la Iglesia, el monopolio del conocimiento acaparado por el Estado y el Capital y la sexualidad alienada impuesta por y para el tráfico de mercancías, ha ido socavando nuestro goce y salud sexual y reproductiva, nuestra capacidad creativa para relacionarnos y discutir por fuera y contra los intereses burgueses.

Nuestros hijos, las mujeres y hombres del futuro, y no sólo los inmediatos sino también aquellos que no conoceremos en el tiempo y en el espacio, deben vivir en un mundo libre del trabajo, de la destrucción de la tierra y, obviamente, sin Papas ni Iglesia. Ese es nuestro esfuerzo.

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