En el folleto Revueltas en Ecuador realizado por la Biblioteca y librería La Caldera (Buenos Aires) publicaban como Carta desde el pasado un artículo de la revista Comunismo nro.45 del año 2000 titulado ¡Arriba los que luchan contra el capital y el Estado! (contra el mito de la invencibilidad de las fuerzas represivas).
En este artículo se describen las revueltas de hace 19 años en Ecuador y podría tratarse de una descripción actual cambiando algunos de los nombres propios. Si extractamos algunos párrafos no es por curiosidad casuística sino para comprender cómo se dan las luchas, para aprender de los repetidos errores, para no suponer que todo está comenzando, en fin, para comprender la historicidad de los sucesos actuales:
«En enero de este año [2000] las luchas que se habían desarrollado durante todo el año pasado en Ecuador adquieren una fuerza inusitada cuando proletarios del interior comienzan a marchar hacia Quito, radicalizando así también el movimiento preexistente en dicha ciudad. El Gobierno demócrata popular de Mahuad intenta frenar las protestas enviando represión y disolviéndolas por la fuerza. Al principio el ataque toma por sorpresa a los manifestantes, hay heridos, hay presos y, en una primera instancia, dispersión y desorientación. Pero a la violencia de arriba el proletariado agrícola y urbano responde con la violencia de abajo: las manifestaciones no solo no se acaban, sino que se desarrollan en forma más organizada y se fortifican, la violencia de clase se asume abiertamente. Mientras el proletariado toma los pozos de petróleo, paraliza el oleoducto transecuatoriano cortando la distribución del combustible y detiene toda exportación de crudo, decenas de miles de manifestantes enfrentan los piquetes militares, cortan las rutas, controlan los accesos de los pueblos y ciudades y toman la calle en diversas ciudades del país. Si antes se podía aún pretender que la protesta era contra la presidencia y el poder ejecutivo, con la radicalización de las manifestaciones el cuestionamiento del Estado es tan general que se reconoce públicamente. Se prohíben las manifestaciones, se sacan todas las fuerzas de choque a la calle y se declara el Estado de Sitio. Pero las manifestaciones son cada vez más potentes, el proletariado cuestiona abiertamente la potencia estatal en su conjunto. Viéndose totalmente cuestionado y superado el presidente Mahuad intenta dar la zanahoria, designa a algunos ministros como culpables, los hace renunciar, se nombran ministros más progresistas... Pero todo eso no sirve para nada, la lucha proletaria sigue con mayor intensidad. Comprendiendo el peligro la burguesía decide sacrificar al propio presidente y desde el Ejército y los Sindicatos se intenta calmar el juego. Dicen que "la lucha es contra la corrupción", el FUT declara que hay que castigar la corrupción y formar un Gobierno de Salvación Nacional.
Ninguna fuerza represiva es capaz entonces de frenar el movimiento insurreccional, los pocos milicos que lo intentan son totalmente desbordados y retroceden acobardados ante esa avalancha humana de varias decenas de miles de proletarios de todos los sexos, de todas las edades, de todas las categorías (¡"indígenas" o no!) que logran apoderarse así de distintos edificios públicos: en Quito toman el Palacio de Gobierno, el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría, los Ministerios, el Banco Central, así como otros edificios, al mismo tiempo que llaman a reproducir eso en todas ciudades que ya están totalmente paralizadas por el movimiento. El presidente pasa a ser una figura decorativa que aunque siga gritando que "no renunciará" queda destituido en los hechos por el movimiento mismo.
El 23 de enero en la calle se festeja la victoria de la insurrección, aunque los maquiavelos y gatopardistas mezclados entre los insurrectos siguen intentando "buscar soluciones al movimiento". Los fabricantes de la información falsifican todo y hablan de ¡un golpe de Estado militar apoyado por los indígenas!, al mismo tiempo que se inscita al racismo antiindígena. Se declara formada una Junta de Salvación Nacional, de hecho un triunvirato constituido por militares, líderes indígenas oficialistas y un miembro en boga de la Corte Suprema, que con un discurso de izquierda intenta restablecer el orden 2. Frente a la continuidad del movimiento y a la incredibilidad total del proletariado opera un verdadero frente único de salvación nacional sindicatos, partidos y lo que queda de las fuerzas represivas que llama a cesar el movimiento y apoyar esa Junta de Salvación Nacional. El propio Presidente de la CONAIE, Antonio Vargas declara que "el pueblo ecuatoriano ha triunfado, que la Junta de Salvación Nacional no defraudará al país, y...que la unidad con las Fuerzas Armadas es una nueva experiencia para América Latina". Pero ante la incredibilidad generalizada esa Junta solo dura unas horas, el poder en los hechos sigue en la calle a pesar de los esfuerzos de los reorganizadores del Estado capitalista, dentro de los cuales los periodistas juegan sus cartas más altas ocultando, desinformando, tergiversando... Aprovechando la falta de nuevas iniciativas y directivas en el proletariado, así como las consignas que llaman a volver a las casas a los proletarios, se declara (especialmente por la boca del General Carlos Mendoza en nombre del mando militar) que el "poder" del presidente destituido pasa a manos del vicepresidente Gustavo Noboa, que como resulta evidente, a todos los protagonistas, impondrá la misma política económica que su predecesor. El rechazo del proletariado a tales "soluciones" sigue siendo explícito. En la calle las consignas son de total repudio a todas las tentativas que parten abiertamente del Estado.
La CONAIE, organización indigenista que, como vimos, aparecía como interlocutor representante del movimiento, por la boca de su presidente Antonio Vargas apoya "la solución" (¡el indigenismo actúa contra la unificación y lucha proletaria!) pactada por partidos, ejército y sindicatos, aunque para mantener una cierta credibilidad también habla de "la traición de Mendoza". Todos los aparatos del Estado burgués vuelven a reunificarse y para ello se copta a proletarios indígenas inconsecuentes. El descontento y la desorientación en la calle es general, el sentimiento de que es un nuevo engaño es absoluto pero el golpe que significa las declaraciones de los jefes vendidos es fuerte y logra dislocar, al menos provisoriamente, al movimiento. La prensa dirá satisfecha (¡de haber cumplido con su deber de orden!) que "los indígenas vuelven a sus tierras, a sus casas". Luego de dos semanas de lucha abierta contra el Estado la vuelta a casa tiene un olor amargo. Pero al proletariado, que sintió palpablemente que podía enfrentar al Estado y desgarrarlo, ya no será tan fácil mantenerlo sometido; será muy laborioso, a pesar de todos los méritos que hacen los fabricantes de la opinión pública, catapultar su consciencia de la fuerza experimentada.»
Queremos agregar una nota y una actualización a la presente edición:
Cuando nos referimos al indigenismo no hacemos referencia a ser indígena, sino la ideología del indigenismo que supone que además de las clases sociales habría grupos que estarían por fuera de dicho antagonismo. Claro que hay diferencias, sin embargo, vivimos en condiciones materiales definidas por nuestra clase social, nos atacan por igual y tendremos que luchar juntos: proletarios indígenas y proletarios blanco-mestizos contra burgueses indígenas y burgueses blanco-mestizos. Luchar no por “igualar” las clases y las razas, sino por abolirlas.
Esta ideología, no por casualidad, es mayormente reproducida por personas que no son indígenas y es desmentida por los hechos cuando se quiebra la paz social. ¿Quién es indígena y quién no en estos países donde todos los oprimidos somos descendientes de indígenas, inmigrantes pobres o mezcla de ambos?
Por otra parte, las propuestas de un indigenismo separatista es una posibilidad incapaz de ofrecer una respuesta a la explotación y opresión general. Los indígenas no tienen patria, el resto del proletariado tampoco. Quizás lo más interesante es que los indígenas ya lo saben(3).
Mientras redactamos este boletín, Jaime Froilan Vargas, líder indígena schuar y actual presidente de la CONAIE, con el fuego de las barricadas apagado, fantasea con la presidencia de Ecuador. Incluso ya adelantó cómo serán las cosas cuando si llega a gobernar el país: «no nos hemos convocado para defender nuestras ideologías políticas partidistas, sino para trabajar, pensar, discutir y debatir un proceso importante: un nuevo modelo económico de nuestro país».
La conciliación en contra del proletariado en lucha lleva a este líder, el día 31 de octubre, a proponer un “nuevo modelo económico” para Ecuador al gobierno asesino de Moreno, nada más y nada menos que en la Conferencia Episcopal donde se reúnen delegados del Gobierno y la ONU. «Esta propuesta de nuevo modelo económico y social, es del pueblo, para el pueblo y por el desarrollo del país», evidenciando el carácter reformista y oportunista del indigenismo.
En este artículo se describen las revueltas de hace 19 años en Ecuador y podría tratarse de una descripción actual cambiando algunos de los nombres propios. Si extractamos algunos párrafos no es por curiosidad casuística sino para comprender cómo se dan las luchas, para aprender de los repetidos errores, para no suponer que todo está comenzando, en fin, para comprender la historicidad de los sucesos actuales:
«En enero de este año [2000] las luchas que se habían desarrollado durante todo el año pasado en Ecuador adquieren una fuerza inusitada cuando proletarios del interior comienzan a marchar hacia Quito, radicalizando así también el movimiento preexistente en dicha ciudad. El Gobierno demócrata popular de Mahuad intenta frenar las protestas enviando represión y disolviéndolas por la fuerza. Al principio el ataque toma por sorpresa a los manifestantes, hay heridos, hay presos y, en una primera instancia, dispersión y desorientación. Pero a la violencia de arriba el proletariado agrícola y urbano responde con la violencia de abajo: las manifestaciones no solo no se acaban, sino que se desarrollan en forma más organizada y se fortifican, la violencia de clase se asume abiertamente. Mientras el proletariado toma los pozos de petróleo, paraliza el oleoducto transecuatoriano cortando la distribución del combustible y detiene toda exportación de crudo, decenas de miles de manifestantes enfrentan los piquetes militares, cortan las rutas, controlan los accesos de los pueblos y ciudades y toman la calle en diversas ciudades del país. Si antes se podía aún pretender que la protesta era contra la presidencia y el poder ejecutivo, con la radicalización de las manifestaciones el cuestionamiento del Estado es tan general que se reconoce públicamente. Se prohíben las manifestaciones, se sacan todas las fuerzas de choque a la calle y se declara el Estado de Sitio. Pero las manifestaciones son cada vez más potentes, el proletariado cuestiona abiertamente la potencia estatal en su conjunto. Viéndose totalmente cuestionado y superado el presidente Mahuad intenta dar la zanahoria, designa a algunos ministros como culpables, los hace renunciar, se nombran ministros más progresistas... Pero todo eso no sirve para nada, la lucha proletaria sigue con mayor intensidad. Comprendiendo el peligro la burguesía decide sacrificar al propio presidente y desde el Ejército y los Sindicatos se intenta calmar el juego. Dicen que "la lucha es contra la corrupción", el FUT declara que hay que castigar la corrupción y formar un Gobierno de Salvación Nacional.
Ninguna fuerza represiva es capaz entonces de frenar el movimiento insurreccional, los pocos milicos que lo intentan son totalmente desbordados y retroceden acobardados ante esa avalancha humana de varias decenas de miles de proletarios de todos los sexos, de todas las edades, de todas las categorías (¡"indígenas" o no!) que logran apoderarse así de distintos edificios públicos: en Quito toman el Palacio de Gobierno, el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría, los Ministerios, el Banco Central, así como otros edificios, al mismo tiempo que llaman a reproducir eso en todas ciudades que ya están totalmente paralizadas por el movimiento. El presidente pasa a ser una figura decorativa que aunque siga gritando que "no renunciará" queda destituido en los hechos por el movimiento mismo.
El 23 de enero en la calle se festeja la victoria de la insurrección, aunque los maquiavelos y gatopardistas mezclados entre los insurrectos siguen intentando "buscar soluciones al movimiento". Los fabricantes de la información falsifican todo y hablan de ¡un golpe de Estado militar apoyado por los indígenas!, al mismo tiempo que se inscita al racismo antiindígena. Se declara formada una Junta de Salvación Nacional, de hecho un triunvirato constituido por militares, líderes indígenas oficialistas y un miembro en boga de la Corte Suprema, que con un discurso de izquierda intenta restablecer el orden 2. Frente a la continuidad del movimiento y a la incredibilidad total del proletariado opera un verdadero frente único de salvación nacional sindicatos, partidos y lo que queda de las fuerzas represivas que llama a cesar el movimiento y apoyar esa Junta de Salvación Nacional. El propio Presidente de la CONAIE, Antonio Vargas declara que "el pueblo ecuatoriano ha triunfado, que la Junta de Salvación Nacional no defraudará al país, y...que la unidad con las Fuerzas Armadas es una nueva experiencia para América Latina". Pero ante la incredibilidad generalizada esa Junta solo dura unas horas, el poder en los hechos sigue en la calle a pesar de los esfuerzos de los reorganizadores del Estado capitalista, dentro de los cuales los periodistas juegan sus cartas más altas ocultando, desinformando, tergiversando... Aprovechando la falta de nuevas iniciativas y directivas en el proletariado, así como las consignas que llaman a volver a las casas a los proletarios, se declara (especialmente por la boca del General Carlos Mendoza en nombre del mando militar) que el "poder" del presidente destituido pasa a manos del vicepresidente Gustavo Noboa, que como resulta evidente, a todos los protagonistas, impondrá la misma política económica que su predecesor. El rechazo del proletariado a tales "soluciones" sigue siendo explícito. En la calle las consignas son de total repudio a todas las tentativas que parten abiertamente del Estado.
La CONAIE, organización indigenista que, como vimos, aparecía como interlocutor representante del movimiento, por la boca de su presidente Antonio Vargas apoya "la solución" (¡el indigenismo actúa contra la unificación y lucha proletaria!) pactada por partidos, ejército y sindicatos, aunque para mantener una cierta credibilidad también habla de "la traición de Mendoza". Todos los aparatos del Estado burgués vuelven a reunificarse y para ello se copta a proletarios indígenas inconsecuentes. El descontento y la desorientación en la calle es general, el sentimiento de que es un nuevo engaño es absoluto pero el golpe que significa las declaraciones de los jefes vendidos es fuerte y logra dislocar, al menos provisoriamente, al movimiento. La prensa dirá satisfecha (¡de haber cumplido con su deber de orden!) que "los indígenas vuelven a sus tierras, a sus casas". Luego de dos semanas de lucha abierta contra el Estado la vuelta a casa tiene un olor amargo. Pero al proletariado, que sintió palpablemente que podía enfrentar al Estado y desgarrarlo, ya no será tan fácil mantenerlo sometido; será muy laborioso, a pesar de todos los méritos que hacen los fabricantes de la opinión pública, catapultar su consciencia de la fuerza experimentada.»
Queremos agregar una nota y una actualización a la presente edición:
Cuando nos referimos al indigenismo no hacemos referencia a ser indígena, sino la ideología del indigenismo que supone que además de las clases sociales habría grupos que estarían por fuera de dicho antagonismo. Claro que hay diferencias, sin embargo, vivimos en condiciones materiales definidas por nuestra clase social, nos atacan por igual y tendremos que luchar juntos: proletarios indígenas y proletarios blanco-mestizos contra burgueses indígenas y burgueses blanco-mestizos. Luchar no por “igualar” las clases y las razas, sino por abolirlas.
Esta ideología, no por casualidad, es mayormente reproducida por personas que no son indígenas y es desmentida por los hechos cuando se quiebra la paz social. ¿Quién es indígena y quién no en estos países donde todos los oprimidos somos descendientes de indígenas, inmigrantes pobres o mezcla de ambos?
Por otra parte, las propuestas de un indigenismo separatista es una posibilidad incapaz de ofrecer una respuesta a la explotación y opresión general. Los indígenas no tienen patria, el resto del proletariado tampoco. Quizás lo más interesante es que los indígenas ya lo saben(3).
Mientras redactamos este boletín, Jaime Froilan Vargas, líder indígena schuar y actual presidente de la CONAIE, con el fuego de las barricadas apagado, fantasea con la presidencia de Ecuador. Incluso ya adelantó cómo serán las cosas cuando si llega a gobernar el país: «no nos hemos convocado para defender nuestras ideologías políticas partidistas, sino para trabajar, pensar, discutir y debatir un proceso importante: un nuevo modelo económico de nuestro país».
La conciliación en contra del proletariado en lucha lleva a este líder, el día 31 de octubre, a proponer un “nuevo modelo económico” para Ecuador al gobierno asesino de Moreno, nada más y nada menos que en la Conferencia Episcopal donde se reúnen delegados del Gobierno y la ONU. «Esta propuesta de nuevo modelo económico y social, es del pueblo, para el pueblo y por el desarrollo del país», evidenciando el carácter reformista y oportunista del indigenismo.
Notas:
(2) Concretamente esa Junta Cívico Militar de Salvación Nacional quedó constituida por Lucio Gutiérrez (que en seguida sería sustituido por Mendoza) líder de un grupo de oficiales del ejército, Antonio Vargas presidente de la CONAIE, y Carlos Solórzano Constatini ex presidente de la Corte Suprema de Justicia.
(3) Ver los artículos Los mapuche no son chilenos ni argentinos, nosotros tampoco y ¿Pueblos originarios? en La Oveja Negra nros. 50 y 21 respectivamente.
(3) Ver los artículos Los mapuche no son chilenos ni argentinos, nosotros tampoco y ¿Pueblos originarios? en La Oveja Negra nros. 50 y 21 respectivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario